El Reino Unido rinde homenaje al 'gigante' Harold Macmillan | Internacional | EL PAÍS
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El Reino Unido rinde homenaje al 'gigante' Harold Macmillan

La muerte del destacado político pone fin a una era y a una forma de entender el conservadurismo británico

El Reino Unido rindió ayer, en una desacostumbrada demostración de unidad entre todos los estamentos sociales del país, un tributo unánime de admiración, respeto y cariño a Harold Macmillan, el ex primer ministro conservador y estadista, considerado uno de los gigantes de política británica de este siglo, que falleción a última hora de la tarde del lunes, a los 92 años de edad. Macmillan, conde de Stockton y canciller de la universidad de Oxford, donde recibión el pasado abril al rey Juan Carlos, falleció a las 19.20 en Birch Grove House, su mansión del condado de West Sussex, a 80 kilómetros al sur de Londres; pero la noticia no fue anunciada por su nieto y heredero, el vizconde de Macmillan de Ovenden, hasta poco antes de la medianoche. Dado lo avenzado de la hora, la noticia sólo pudo ser recogida en las últimas ediciones de los diarios londinenses, que tuvieron que cambiar sus primeras páginas.

La reacción de consternación ante la desaparición del veterano político, convertido por su avanzada edad en una institución nacional británica, cuyos cumpleaños se reseñaban con todo lujo de detalles en los medios de comunicación, ha alcanzado a todos los sectores de la nación, con la soberana a la cabeza. Michael Shea, portavoz del palacio de Buckingham, manifestó que la reina Isabel II se había enterado "con profunda tristeza" del fallecimiento de su antiguo jefe de Gobierno y que todos los miembros de la familia real compartían esa tristeza.La primera ministra, Margaret Thatcher, que fue informada de la noticia a las seis de la mañana de ayer, manifestó que "su muerte deja un vacío que nadie puede llenar". A pesar de las críticas que su política monetarista recibió de Macmillan -un keynesiano convencido-, Margaret Thatcher no escatimó elogios para el hombre cuya desaparición supone no sólo la muerte de un destacado político, sino el fin de una era y de una forma de entender el conservadurismo en el Reino Unido. "Fue un idealista y un hombre de excepcional talento y erudición, a la vez que compasivo", dijo.

Fue precisamente este último aspecto el que resaltó el líder e la oposición, el laborista Neil Kinnock, para quien Macmillan "representó a una generación de tories guiados por el espíritu de construir una sola nación". "Macmillan tuvo una de las mentes más creativas de la política británica y la puso al servicio de la unidad nacional", dijo el ex primer ministro conservador Edward Heath. Los ex premiers laboristas Harold Wilson y James Callaghan rindieron igualmente tributo a su antiguo adversario en los términos más entusiastas. "No creo que, aparte de Churchill, nadie alcanzase su altura en los debates parlamentarios", manifestó Wilson, mientras que su sucesor, Callaghan, elogiaba "el sentido y conocimiento histórico" de Macmillan.

'Supermac'

Maurice Harold Macmillan, también conocido por Supermac, el viejo maestro, el viejo animador y Mac el cuchillo, nació en Londres el 10 de febrero de 1894, en los últimos años del reinado de la reina emperatriz Victoria, en el seno de una familia acomodada gracias al negocio editorial del mismo nombre fundado por su abuelo. Hijo de madre norteamericana, hecho que sin duda influyó para sus magníficas relaciones con Dwight D. Eisenhower como general en jefe y presidente después, y con John F. Kennedy, hasta su asesinato, Harold Macmillan siguió la tradicional educación elitista de los jóvenes británicos de clase acomodada, bachillerato en Eton y universidad en el clásico Balliol College de Oxford.La I Guerra Mundial truncó sus estudios, pero al mismo tiempo le imprimió carácter y le ayudó a conocer en las trincheras al pueblo. Herido por primera vez en la batalla de Loos, Macmillan fue alcanzado de nuevo en la del Somme. Cuando se le había dado por desaparecido, el futuro líder conservador fue encontrado entre un grupo de cadáveres sentado y leyendo una obra de Esquilo en el griego original.

Nombrado al final de la guerra ayudante del duque de Cavendish, gobernador general de Canadá, Macmillan acabó ca sándose con su hija, Dorothy.

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Su debú en la política se produjo en 1924, cuando fue elegido diputado conservador por la circunscripción de Stockton-onTees, un distrito predominantemente obrero, afectado entonces por un paro del 29%, que ahora, como recordaba él mismo recientemente, todavía alcanza el 28%. Su dedicación a Stockton queda reflejada en el hecho de que no sólo representó al distrito en la Cámara de los Comunes durante 19 años, sino, que cuando decidió aceptar a los 90 años un título nobiliario hereditario, tras intensas presiones de Thatcher, escogió precisamente el de earl of Stockton (conde de Stockton).

Macmillan fue un rebelde en sus primeros años como diputado, y se caracterizó por los ataques contra la política económica de su propio Gobierno conservador -a quien definió como "capitalista de casino"- y por su decidido enfrentamiento a la política de apaciguamiento contra Hitler seguida por Chamberlain.

Tras un puesto anodino en el Gabinete de Churchill, la oportunidad de Macmillan llega en 1942, cuando, tras el desembarco aliado en el norte de África, es nombrado ministro residente en Argel, con la responsabilidad de servir de enlace a Eisenhower y a las fuerzas francesas libres del general Charles de Gaulle. Al término de la II Guerra Mundial, Macmillan es conocido como el virrey del Mediterráneo.

Con la derrota de Churchill en 1945, Macmillan concentra su actividad política en el Parlamento. En 1951 vuelve al Gobierno Churchill y es encargado de la dificil cartera de la Vivienda, donde cumple su promesa de construir 300.000 casas en un año. A partir de entonces, su carrera es meteórica. Ministro de Defensa poco antes de la retirada de Churchill, Macmillan es nombrado primer secretario del Foreign Office, y nueve meses más tarde, canciller del Exchequer (ministro de Hacienda) por su sucesor, Anthony Eden.

La catástrofe de Suez, operación que contó con su apoyo entusiástico -"hay que dar una lección a Nasser", fue su frase hasta que Washington anunció su oposición, provocó la caída y retirada de Eden y el nombramiento de Mcmillan como jefe de Gobierno en enero de 1957, con la recomendación personal a la reina de Churchill.

Seis años más tarde, y como consecuencia de un escándalo -el provocado por las relaciones entre una prostituta, Christine Keeler, a su vez amiga de un agregado naval soviético y del ministro de la Guerra, John Profumo, al que se unió una entermedad-, Macmillan dimitió. Será operado de próstata después de seis años consecutivos como primer ministro, un récord sólo igualado hasta entonces en el siglo por Henry Asquith y, posteriormente, por Thatcher.

Macmillan tuvo la visión de comprender que el papel imperial del Reino Unido pertenecía al pasado y llevó a cabo el proceso de descolonización sin que el país sufriera los traumas que afectaron a Francia. Igualmente predijo la nueva situación africana con su célebre discurso en Ciudad del Cabo, en 1960, en el que advirtió a los dirigentes surafricanos contra la política del apartheid en una frase histórica: "El viento del cambio está soplando en África y, nos guste o no nos guste, tenemos que aceptar que el crecimiento de la conciencia nacional africana es un hecho político".

El ejemplo de Roma

El presidente Kennedy mantuvo siempre una relación a menudo descrita como filial con Macmillan y, durante la crisis de los misiles con Cuba, en 1962, llegó a llamarle un promedio de tres veces al día. Fruto de esa amistad fue la llamada desde entonces relación especial o special relationship entre EE UU y el Reino Umdo, que le consiguió a Londres su fuerza nuclear independiente, pero le costó el veto de De Gaulle a la entrada británica en la CE. Macmillan definió esa relación especial con Estados Unidos de manera deliciosa: "Aspiro a que Gran Bretaña sea para América lo que Grecia fue para Roma".

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