Haakon VII de Noruega: un rey contra Hitler

Haakon VII de Noruega: un rey contra Hitler

Aun consciente de la imposibilidad de resistir, el monarca noruego, Haakon VII, tomó la decisión de luchar contra la invasión de la Alemania nazi

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El rey Haakon VII (izqda.) y el príncipe Olaf buscando refugio en una arboleda durante los bombardeos alemanes en 1940.

Haakon VII de Noruega y su hijo

¿Firmar un armisticio con la Alemania nazi y consentir la imposición de un gobierno títere o continuar luchando contra el invasor? Esa fue la crucial decisión a la que se enfrentó el monarca noruego Haakon VII después de que Hitler ordenara invadir su país el 9 de abril de 1940.

Como ya hiciera en la Primera Guerra Mundial , Noruega intentó mantenerse neutral en esta nueva confrontación. Pero esta vez no le fue posible. La dependencia alemana del suministro de hierro de Suecia, que se embarcaba en gran parte en el puerto noruego de Narvik, convirtió el país en un importante enclave estratégico.

Churchill fue el primero en verlo. El primer lord del Almirantazgo propuso desembarcar tropas en Narvik con un doble objetivo: suministrar armas a Finlandia en su lucha contra la Unión Soviética (en guerra desde el 30 de noviembre de 1939) e interrumpir el suministro de hierro a Alemania.

Con la llamada Operación Weserübung, el Tercer Reich invadió de forma simultánea Dinamarca y Noruega.

La negativa del primer ministro Neville Chamberlain a violar la neutralidad noruega y el posterior tratado de paz entre soviéticos y fineses (12 de marzo de 1940) terminaron frustrando ese plan.

Sin embargo, Churchill no cejó en su empeño. El 16 de febrero de 1940 ordenó interceptar en aguas noruegas a un buque alemán, el Altmark, que transportaba prisioneros británicos. La tímida respuesta del gobierno escandinavo ante este acto de guerra dentro de su territorio convenció a Hitler de lo débil de la neutralidad noruega.

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El líder fascista noruego Vidkun Quisling.

TERCEROS

El canciller alemán tenía en el punto de mira al país nórdico desde hacía meses, desde que el líder noruego pronazi Vidkun Quisling, exministro de Defensa, intentara convencerle de la inminencia de un ataque británico. Pero fue este incidente el que le hizo decidirse.

Un mes y medio después, el 3 de abril, zarparon los primeros buques alemanes hacia Noruega. El 8 de abril, franceses y británicos minaron tres zonas de la costa noruega. La madrugada del 9, las tropas alemanas desembarcaron en el país nórdico. Acababa de empezar la guerra en el frente occidental.

A merced de invasores

En su libro Se desataron todos los infiernos (Crítica, 2011), Max Hastings cuenta la anécdota de que, cuando despertaron a Haakon VII para avisarle de que estaban en guerra, este preguntó: «¿Contra quién?». Y es que el gobierno noruego sabía que, tarde o temprano, su país iba a ser ocupado, pero no quién iba a ser el ocupante.

Al final fue Alemania la que, en la llamada Operación Weserübung, invadió de forma simultánea Dinamarca y Noruega. El gobierno danés, de acuerdo con el rey Cristián X (hermano de Haakon), se rindió casi inmediatamente.

Pero no así el noruego. Aunque el Ejército no estaba movilizado (se convocó a los integrantes de la reserva por correo postal), las fuerzas noruegas consiguieron oponer algo de resistencia. La suficiente para que el gobierno y la familia real tuvieran tiempo de abandonar Oslo y huir hacia el norte.

El gobierno se refugió en Nybergsund, una aldea próxima a la frontera sueca. Cerca de allí, en la pequeña ciudad de Elverum, el monarca se entrevistó con Curt Bräuer, el embajador alemán en Noruega.

Haakon VII y el gobierno noruego rechazaron las condiciones del ultimátum alemán y acordaron seguir combatiendo a la espera de la ayuda aliada.

Este traía consigo un ultimátum directamente de Hitler. Si el rey quería evitar un derramamiento de sangre y unas duras condiciones de paz, debía firmar un armisticio en el que aceptara a Quisling –que había aprovechado la situación para dar un golpe de Estado– como primer ministro.

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Tropas alemanas avanzando hacia el norte de Noruega. Foto: Wikimedia Commons / Karl Marth.

TERCEROS

El monarca transmitió la propuesta al gabinete y les comunicó su decisión: rechazaba las condiciones alemanas y, en el caso de que el gobierno las aceptara, abdicaría del trono. A pesar de algunas voces en contra, finalmente cerraron filas junto al monarca y acordaron seguir combatiendo a la espera de la ayuda aliada.

Al día siguiente, la aviación alemana bombardeó Nybergsund con la esperanza de aniquilar a buena parte del gobierno. Pero fracasó. Los dirigentes se refugiaron en un bosque aledaño y consiguieron salvar sus vidas.

Este ataque hizo tambalear la decisión del gabinete. Algunos propusieron pedir asilo en la vecina Suecia y organizar la resistencia desde el exilio. Pero, nuevamente, el monarca se negó.

Finalmente, decidieron huir en dirección a la costa noroeste, donde los aliados habían dispuesto algunas unidades. No obstante, el comienzo de la guerra en Francia y los Países Bajos (mayo de 1940) cambió las prioridades.

Las tropas aliadas fueron trasladadas a territorio francés, provocando la rápida capitulación de las fuerzas noruegas. Tanto la familia real como el gobierno se trasladaron a Londres, desde donde organizaron la oposición hasta el final de la guerra. El 7 de junio de 1945 regresarían a Noruega.

Este artículo se publicó en el número 593 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

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