Crítica de la película 'Civil War', con Kirsten Dunst
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'Civil War': el éxito de taquilla que predice cómo se acabará América

Civil War, el último éxito de la cartelera americana, es más una correcta road-movie bélica hecha con músculo que un filme político.

Civil War, el último éxito de la cartelera americana, es más una correcta road-movie bélica hecha con músculo que un filme político.
Una imagen de Civil War | Cordon Press

El escritor y guionista británico Alex Garland se ha consagrado como todo un artista distópico. Desde diversos géneros, pero con cierta preferencia por la ciencia-ficción, el antaño compañero de andanzas de Danny Boyle y ahora director autónomo se sitúa siempre con un pie en lo independiente y otro en el cine de puro género, sin rechazar los recursos de un sello más ambicioso pero, a la vez, asentado en el puro reciclaje.

Reciclaje no equivale a descrédito, ya que tanto Dredd -que él guionizó pero de la que acabó haciéndose cargo- como Ex Machina, Aniquilación y ahora Civil War, arrojan todas dignos resultados y un proceder, un sello, que va camino de ser reconocible. La aquí presente es un paso adelante del británico en el cine popular USA (la taquilla por fin le ha sido favorable) con una película con cierta hambre de polémica y un aprovechamiento de medios que se convierte, al margen de sus supuestas ideas y compromisos, en lo mejor de la función. Y es que, en efecto y pese a mostrarse deliberadamente ambigua en el retrato de las distintas facciones en lucha, deliberadamente emborronados, en América es año de elecciones y los ánimos parecen encendidos.

En el nuevo Amanecer Rojo americano el enemigo no salta en paracaídas desde Cuba sino que está dentro, del país pero sobre todo de cada uno. Tal y como pregunta en la mejor escena de la película el excelente Jesse Plemons, incorporado al reparto a última hora con la breve interpretación de un soldado psicópata, "¿qué clase de americano eres tú?". La del marido en la vida real de Kristen Dunst, protagonista de la película, es sin duda la sección más tensa de una película que sabe mantener un aire intimidatorio y malsano durante todo su ajustado metraje, una en la que Garland vuelve a demostrar, otra vez, una buena capacidad de síntesis narrativa y una sensibilidad cercana al terror un tanto descontextualizado. Pero lamentablemente no un compromiso con ninguna idea más allá del obvio comentario a la crueldad de la guerra.

Porque una cosa es, quizá, la película que es Civil War y otra la que Alex Garland cree que ha hecho. O mejor, la que su estudio está vendiendo. Quienes esperen el macro espectáculo que sugieren unos carteles a lo Independence Day o bien un relato bélico a pie de calle como Black Hawk Derribado quizá salgan decepcionados del invento. El filme adopta, eso sí, la compostura de una crónica periodística al seguir a unos fotoperiodistas que cruzan el país para entrevistar al presidente presuntamente responsable del conflicto. La estructura es la de una road movie por la América Profunda que desemboca, eso sí, en un brutal y tenso clímax de guerra urbana donde Garland demuestra saber aprovechar sus, por otro lado, holgados (pero no exagerados) medios de producción a través de un uso magistral y terrorífico del sonido.

Civil War es, cierto, un retrato del caos y el horror de la guerra pero, sobre todo, un relato que linda con lo apocalíptico sobre la descomposición de un Imperio. Puede que las intenciones de Garland fueran más elevadas, pero lo que entrega no sorprende o escandaliza como todavía lo hace Apocalipse Now. Es, eso sí, un film que captura muy bien ese "zeitgeist" de final de ciclo combinado de manera calculada con la explotación sensacionalista de ciertos bajos instintos americanos, y humanos, más propios de un cine de serie B que, aquí, se viste algo más de adulto. En realidad, el resultado no está nada mal, sobre todo teniendo en cuenta lo que hay en la cartelera, pero no busquen más contenido o compromiso político que el mínimo común denominador en un relato que se esconde en la objetividad periodística para olvidarse de un verdadero discurso más allá del puramente visual. Civil War, en esencia, anda más cerca del jolgorio anarquista de 1997: Rescate en Nueva York solo que sin su sentido de la diversión. Donde mejor se desenvuelve la película y demuestra, esta vez sí, una mirada propia, la de Garland, es en el habitual y agrio intercambio de roles entre los personajes, con una diminuta pero vital Cailee Spaeny pidiendo pista para despegar y una visión oscura y nihilista de ese monstruo interior, tanto de América como de los americanos, que merece ser defendida.

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