CELEBRITIES
Hollywood
30 a�os de su muerte

Greta Garbo, la diva que se jubil� a los 36 a�os porque odiaba la fama y prefiri� los amantes y la buena vida

Actualizado
Garbo, en la pel�cula Anna Karenina, de 1935.
Garbo, en la pel�cula Anna Karenina, de 1935. GTRES

Hubo un tiempo en el que las estrellas del cine eran tratadas como deidades. El star system hollywoodiense se encarg�, a finales de los a�os 20 del siglo pasado, de fabricar diosas de la pantalla para satisfacer los deseos intangibles de los espectadores.

El misterio, el glamour, la sofisticaci�n y el carisma fueron los atributos perfectos para crear una imagen salida del mundo de los sue�os. Y Greta Garbo fue el producto perfecto que la Metro Goldwyn Mayer (M.G.M.) fabric� a medida bajo las �rdenes del cofundador del estudio, Louis B. Mayer, que cont� con los servicios exclusivos de Adrian -dise�ador jefe del departamento de vestuario- y Clarence Sinclair Bull, que se convirti� en el �nico fot�grafo en retratar la belleza de la "esfinge sueca" que previamente se hab�a sometido a diferentes tratamientos est�ticos: perdi� 15 kilos, se retoc� la nariz, le sacaron varias muelas para afilar su rostro, le aclararon la melena y realzaron sus ojos con un l�piz negro grueso y unas cejas depiladas con pinzas.

Tras rodar varios filmes en Suecia, su mentor, el realizador Mauritz Stiller, le cambi� el apellido Gustafsson por el de Garbo, mucho m�s comercial. Aunque tras ser contratada por la M.G.M., el jefe de publicidad dec�a que su nombre sonaba a basura.

La actriz, en una imagen de los a�os 30.
La actriz, en una imagen de los a�os 30.GTRES

La Garbo lleg� a Hollywood en 1925 con 19 a�os, actu� en 26 pel�culas (11 mudas y 16 sonoras) y se jubil� en 1941 a los 35 a�os. Nunca m�s regres� a la gran pantalla a pesar de que Max Oph�ls y Luchino Visconti trataron de persuadirla. Sus dos primeros trabajos en la meca del cine tuvieron una marcada influencia espa�ola, ya que su primera pel�cula, Entre naranjos (1926), estaba basada en una novela del escritor Vicente Blasco Ib��ez, y en La tierra de todos (1926), el protagonista masculino fue Antonio Moreno, un madrile�o que consigui� ser uno de los mayores latin lovers de la �poca.

Pero no fue hasta El demonio y la carne (1926) que la actriz empez� a acaparar el inter�s de las columnas de cotilleo por su romance con su compa�ero, John Gilbert, con el que trabajar�a en cuatro ocasiones y a quien consideraban el rival de Rodolfo Valentino, que hab�a fallecido ese mismo a�o. El gal�n le propuso matrimonio a la Garbo varias veces, pero ella se hizo la sueca (nunca mejor dicho).

Con la llegada del sonoro, ambas estrellas tuvieron finales diferentes. Se especula que Louis B. Mayer boicote� la carrera de Gilbert porque no era santo de su devoci�n, mientras que a su protegida le organiz� una campa�a de marketing impagable. Para la promoci�n de Anna Christie (1930), todos los medios se hicieron eco de la noticia: "Garbo talks!" (Garbo habla). De esta manera, la diva entr� en el olimpo de los mitos gracias a una voz gutural. Por este papel obtuvo la primera de sus cuatro nominaciones al Oscar. Sin embargo, en privado, su ingl�s era tan deficiente que, seg�n se relata en el documental Greta Garbo: el mito de la Divina, en una ocasi�n quiso hacerse la graciosa y en vez de decir que era una estrella importada le sali� que era una estrella importante, y todos se rieron de su vanidad. Muchas d�cadas despu�s, Pen�lope Cruz tambi�n sucumbi� al problema ling��stico al inicio de su carrera cuando acudi� a un peluquero en Los �ngeles y le dijo que quer�a un blow job (una felaci�n) en vez de un blow dry (secar el pelo).

En The Temptress, con el espa�ol Antonio Moreno y Armand Kaliz.
En The Temptress, con el espa�ol Antonio Moreno y Armand Kaliz.EM

Ser la estrella m�s rentable del estudio tuvo sus privilegios. Algunos de sus vestidos llegaron a costar casi 25.000 euros de la �poca y sus guiones estaban hechos casi a medida. Entre los cl�sicos que la Garb� interpret� destacan Grand Hotel (1932), Ana Karenina (1935), Ninotchka (1939) y La mujer de las dos caras (1941), con la que se despidi� definitivamente de las c�maras. Mientras estuvo en activo, sus exigencias m�s importantes fueron las de no conceder entrevistas, negarse a firmar aut�grafos, no posar con los admiradores, rechazar eventos sociales, no contestar la correspondencia de los fans y, por supuesto, no hacer los reportajes de las revistas. Cuenta la leyenda que un periodista se acerc� a ella y le dijo: "Me gustar�a preguntarle..." a lo que ella respondi�: "�Y para qu� preguntarse!". Y se fue. Otra semilla m�s que perpetu� el misterio. En 1954 le concedieron el Oscar por toda su trayectoria, pero no fue a recogerlo.

A pesar de su retiro, no dej� de frecuentar sus amistades hollywoodienses en reuniones sociales muy exclusivas a las que asist�an el director Billy Wilder, el intelectual Bertolt Brecht o la guionista y escritora Salka Viertel, en cuyo 'sal�n' conoci� a la escritora Mercedes de Acosta, con quien Garbo tuvo una relaci�n sentimental intermitente. Enseguida, De Acosta se cans� de su frialdad y cay� en brazos de Marlene Dietrich, archienemiga en la pantalla de la Garbo, pero la autora no se pod�a quitar a la Divina de la cabeza y volvi� con ella, por lo que la despechada Marlene empez� a salir con John Gilbert. Otros romances de la Garbo fueron Rouben Mamoulian, Erich Maria Remarque, Cecil Beaton y, seg�n se rumorea, incluso con la mism�sima Marlene Dietrich.

Convertida en una mujer millonaria, invirti� sus ahorros en varias parcelas en Rodeo Drive, en el coraz�n de Beverly Hills, y en obras de arte, especialmente en cuadros de Kandinsky, Renoir o Rouault. Se pas� m�s de una d�cada viajando por todo Estados Unidos hasta que en 1953 compr� un apartamento que ocupaba toda la planta del edificio Campanile con vistas al East River de Nueva York, donde tambi�n vivieron Rex Harrison, los Rothschild o Ethel Barrymore (t�a abuela de Drew Barrymore). La protagonista de La dama de las camelias vivi� all� hasta su fallecimiento en 1990.

Una vez parapetada en su inexpugnable refugio, la estrella solo se reun�a con lo m�s granado de la jet set internacional como el escritor Gore Vidal -hermanastro de Jackie Kennedy- quien dijo de ella que "era capaz de decir m�s cosas con los ojos de lo que mucha gente es capaz de decir con la voz"; los multimillonarios barones de Rothschild o el impert�rrito armador griego Arist�teles Onassis, que la invitaba a navegar en su yate Cristina, que tantas veces fue pasto de los paparazzi por los tormentosos romances de su due�o con Mar�a Callas y Jacqueline Kennedy.

Durante el tiempo que vivi� en Manhattan, la Garbo siempre disfrut� paseando intentando pasar lo m�s desapercibida posible. Para ello, usaba casi siempre el mismo look anti miradas indiscretas: grandes gafas de sol, enormes pa�uelos, largos abrigos, pantalones, gorros... y se entreten�a mirando los escaparates de las tiendas. El paparazzi Ted Leyson fue el art�fice de inmortalizarla durante los �ltimos 11 a�os de su vida y sus fotos se vendieron a nivel mundial porque el p�blico estaba ansioso por saber c�mo luc�a la gran diva del cine.

Sus �ltimos a�os

Los tenderos de la zona ya la conoc�an. En cuanto la ve�an entrar, ella solo ten�a que se�alar el producto que quer�a e inmediatamente se lo envolv�an. Nadie escuchaba su voz. Hubiera sido su perdici�n. El anonimato hab�a sido su misi�n desde su retiro cinematogr�fico. Pero en unos grandes almacenes, una dependienta tan joven como despistada, no repar� en qui�n era y, por muchas se�as que la estrella hiciera, no serv�a de nada. Y como si de un flashback se tratara, los cimientos de la tierra se movieron como lo hicieron durante la presentaci�n de Anna Christie, y Garb� verbaliz� lo que deseaba. Enseguida, la empleada se percat� ante la at�nita mirada de sus colegas. �Hab�a hablado con una de las estrellas m�s grandes de todos los tiempos!

Las actrices Sharon Stone y Anne Bancroft se la encontraron por la calle en alguna ocasi�n, pero no se acercaron a ella. Decidieron respetar su intimidad y solo la observaron. Lo m�s divertido le sucedi� a un jovenc�simo Burt Reynolds cuando en una fiesta una atractiva dama le pidi� si le pod�a acercar a casa. No ten�a coche y ambos cogieron un taxi. Tal y como confes� el actor a The Guardian, antes de que se bajara, le dijo: "Disculpe, no me ha dicho su nombre"; "Mi nombre es Greta Garbo", contest� la mujer y se fue. Durante a�os estuvo contando la an�cdota hasta que un buen d�a recibi� una nota de la mega estrella: "Fuiste un tonto".

Uno de los secretos mejor guardados lo conoci� Sara Montiel mientras la manchega vivi� en Hollywood con su primer marido, el director Anthony Mann: "Greta Garbo ven�a a casa a jugar al tenis y lo que m�s me sorprendi� de ella fue sus preciosos ojos azules". Un detalle que siempre pas� desapercibido porque todas sus pel�culas se rodaron en blanco y negro. El 15 de abril de 1990 se cerr� una etapa irrepetible en la historia del cine mientras su sobrina se convert�a en heredera universal.

Conforme a los criterios deThe Trust Project

Saber más