K. Marx (1875): Cr�tica al Programa de Gotha.



K. Marx


GLOSAS MARGINALES AL PROGRAMA DEL PARTIDO OBRERO ALEMAN


 

 


Escrito: Abril y mayo de 1875.
Primera Edición: Por Engels, en Neue Zeit, órgano teórico del Partido Socialdemócrata Alemán, v. I, no. 18, 1891.
Fuente: Tomado de C. Marx, Crítica al Programa de Gotha, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín (Beijing), República Popular China, 1979.
Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive, abril de 2000.  Revisado y corregido por Luis Salvatierra, abril-mayo 2020.




I

 

1. "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura, y como el trabajo �til s�lo es posible dentro de la sociedad y a trav�s de ella, el fruto �ntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".

Primera parte del p�rrafo: "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura".

El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (�que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni m�s ni menos que el trabajo, que no es m�s que la manifestaci�n de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos los silabarios y s�lo es cierta si se sobreentiende que el trabajo se efect�a con los correspondientes objetos y medios. Pero un programa socialista no debe permitir que tales t�picos burgueses silencien aquellas condiciones sin las cuales no tienen ning�n sentido. En la medida en que el hombre se sit�a de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesi�n suya, su trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza. Los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo esta condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de m�s propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilizaci�n, esclavo de otros hombres, quienes se han adue�ado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podr� trabajar, ni, por consiguiente, vivir, m�s que con su permiso.

Pero, dejemos la tesis, tal como est�, o mejor dicho, tal como viene renqueando. �Que conclusi�n habr�a debido sacarse de ella? Evidentemente, �sta:

"Como el trabajo es la fuente de toda riqueza, nadie en la sociedad puede adquirir riqueza que no sea producto del trabajo. Si, por tanto, no trabaja �l mismo, es que vive del trabajo ajeno y adquiere tambi�n su cultura a costa del trabajo de otros".

En vez de esto, se a�ade a la primera oraci�n una segunda mediante la locuci�n copulativa "y como", para deducir de ella, y no de la primera, la conclusi�n.

Segunda parte del p�rrafo: "El trabajo �til s�lo es posible dentro de la sociedad y a trav�s de ella".

Seg�n la primera tesis, el trabajo era la fuente de toda riqueza y de toda cultura, es decir, que sin trabajo, no era posible tampoco la existencia de ninguna sociedad. Ahora, nos enteramos, por el contrario, de que sin sociedad no puede existir ning�n trabajo "�til".

Del mismo modo hubiera podido decirse que s�lo en la sociedad puede el trabajo in�til e incluso perjudicial a la comunidad convertirse en una rama industrial, que s�lo dentro de la sociedad se puede vivir del ocio, etc., etc.; en una palabra, copiar aqu� a todo Rousseau.

�Y que es trabajo "�til"? No puede ser m�s que el trabajo que consigue el efecto �til propuesto. Un salvaje -- y el hombre es un salvaje desde el momento en que deja de ser mono -- que mata a un animal de una pedrada, que amontona frutos, etc., ejecuta un trabajo "�til".

Tercero. Conclusi�n: "Y como el trabajo �til s�lo es posible dentro de la sociedad y a trav�s de ella, el fruto �ntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".

�Hermosa conclusi�n! Si el trabajo �til s�lo es posible dentro de la sociedad y a trav�s de ella, el fruto del trabajo pertenecer� a la sociedad, y el trabajador individual s�lo percibir� la parte que no sea necesaria para sostener la "condici�n" del trabajo, que es la sociedad.

En realidad, esa tesis la han hecho valer en todos los tiempos los defensores de todo orden social existente. En primer lugar, vienen las pretensiones del gobierno y de todo lo que va pegado a �l, pues el gobierno es el �rgano de la sociedad para el mantenimiento del orden social; detr�s de �l, vienen las distintas clases de propiedad privada,[i] con sus pretensiones respectivas, pues las distintas clases de propiedad privada son las bases de la sociedad, etc. Como vemos, a estas frases hueras se les puede dar las vueltas y los giros que se quiera.

La primera y la segunda parte del p�rrafo s�lo guardar�an una cierta relaci�n razonable redact�ndolas as�:

"El trabajo s�lo es fuente de riqueza y de cultura como trabajo social", o, lo que es lo mismo, "dentro de la sociedad y a trav�s de ella".

Esta tesis es, indiscutiblemente, exacta, pues aunque el trabajo del individuo aislado (presuponiendo sus condiciones materiales) tambi�n puede crear valores de uso, no puede crear ni riqueza ni cultura.

Pero, igualmente indiscutible es esta otra tesis:

"En la medida en que el trabajo se desarrolla socialmente, convirti�ndose as� en fuente de riqueza y de cultura, se desarrollan tambi�n la pobreza y el desamparo del que trabaja, y la riqueza y la cultura del que no lo hace".

Esta es la ley de toda la historia hasta hoy. As�, pues, en vez de los t�picos acostumbrados sobre "el trabajo" y "la sociedad", lo que proced�a era se�alar concretamente como, en la actual sociedad capitalista, se dan ya, al fin, las condiciones materiales, etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa maldici�n social[ii].

Pero de hecho, todo ese p�rrafo, que es falso lo mismo en cuanto a estilo que en cuanto a contenido, no tiene m�s finalidad que la de inscribir como consigna en lo alto de la bandera del Partido el t�pico lassalleano del "fruto �ntegro del trabajo". Volver� m�s adelante sobre esto del "fruto del trabajo", el "derecho igual", etc., ya que la misma cosa se repite luego en forma algo diferente.

2. "En la sociedad actual, los medios de trabajo son monopolio de la clase capitalista; el estado de dependencia de la clase obrera que de esto se deriva, es la causa de la miseria y de la esclavitud en todas sus formas".

As� "corregida", esta tesis, tomada de los Estatutos de la Internacional, es falsa.

En la sociedad actual, los medios de trabajo son monopolio de los due�os de tierras (el monopolio de la propiedad del suelo es, incluso, la base del monopolio del capital) y de los capitalistas. Los Estatutos de la Internacional no mencionan, en el pasaje correspondiente, ni una ni otra clase de monopolistas. Hablan de "los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de vida". Esta adici�n: "fuentes de vida", se�ala claramente que el suelo esta comprendido entre los medios de trabajo.

Esta enmienda se introdujo porque Lassalle, por motivos que hoy son ya de todos conocidos, s�lo atacaba a la clase capitalista, y no a los due�os de tierras. En Inglaterra, la mayor�a de las veces el capitalista no es siquiera propietario del suelo sobre el que se levanta su f�brica.

3. "La emancipaci�n del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio com�n de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo".

Donde dice "que los medios de trabajo se eleven a patrimonio com�n", deber�a decir, indudablemente, "se conviertan en patrimonio com�n". Pero esto s�lo de pasada.

�Que es el "fruto del trabajo"? �El producto del trabajo o su valor? Y en este �ltimo caso, �el valor total del producto, o s�lo la parte de valor que el trabajo a�ade al valor de los medios de producci�n consumidos?

Eso del "fruto del trabajo" es una idea vaga con la que Lassalle ha suplantado conceptos econ�micos precisos.

�Qu� es "reparto equitativo"?

�No afirman los burgueses que el reparto actual es "equitativo"? �Y no es �ste, en efecto, el �nico reparto "equitativo" que cabe, sobre la base del modo actual de producci�n? �Acaso las relaciones econ�micas son reguladas por los conceptos jur�dicos? �No surgen, por el contrario, las relaciones jur�dicas de las relaciones econ�micas? �No se forjan tambi�n los sectarios socialistas las m�s variadas ideas acerca del reparto "equitativo"?

Para saber lo que aqu� hay que entender por la frase de "reparto equitativo", tenemos que cotejar este p�rrafo con el primero. El p�rrafo que glosamos supone una sociedad en la cual los "medios de trabajo son patrimonio com�n y todo el trabajo se regula colectivamente", mientras que en el p�rrafo primero vemos que "el fruto �ntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".

�"Todos los miembros de la sociedad"? �Tambi�n los que no trabajan? �D�nde se queda, entonces, el "fruto �ntegro del trabajo"? �O s�lo los miembros de la sociedad que trabajan? �D�nde dejamos, entonces, el "derecho igual" de todos los miembros de la sociedad?

Sin embargo, lo de "todos los miembros de la sociedad" y "el derecho igual" no son, manifiestamente, m�s que frases. Lo esencial del asunto est� en que, en esta sociedad comunista, todo obrero debe obtener el "fruto �ntegro del trabajo" lassalleano.

Tomemos, en primer lugar, las palabras "el fruto del trabajo" en el sentido del producto del trabajo; entonces, el fruto del trabajo colectivo ser� la totalidad del producto social.

Ahora, de aqu� hay que deducir:

Primero: una parte para reponer los medios de producci�n consumidos.

Segundo: una parte suplementaria para ampliar la producci�n.

Tercero: el fondo de reserva o de seguro contra accidentes, trastornos debidos a fen�menos naturales, etc.

Estas deducciones del "fruto �ntegro del trabajo" constituyen una necesidad econ�mica, y su magnitud se determinar� seg�n los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del c�lculo de probabilidades, pero de ning�n modo puede calcularse partiendo de la equidad.

Queda la parte restante del producto total, destinada a servir de medios de consumo.

Pero, antes de que esta parte llegue al reparto individual, de ella hay que deducir todav�a:

Primero: los gastos generales de administraci�n, no concernientes[iii] a la producci�n.

Esta parte ser�, desde el primer momento, considerablemente reducida en comparaci�n con la sociedad actual, e ir� disminuyendo a medida que la nueva sociedad se desarrolle.

Segundo: la parte que se destine a satisfacer necesidades colectivas, tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc.

Esta parte aumentar� considerablemente desde el primer momento, en comparaci�n con la sociedad actual, y seguir� aumentando en la medida en que la nueva sociedad se desarrolle.

Tercero: los fondos de sostenimiento de las personas no capacitadas para el trabajo, etc.; en una palabra, lo que hoy compete a la llamada beneficencia oficial.

S�lo despu�s de esto podemos proceder al "reparto", es decir, a lo �nico que, bajo la influencia de Lassalle y con una concepci�n estrecha, tiene presente el programa, es decir, a Ia parte de los medios de consumo que se reparte entre los productores individuales de la colectividad.

El "fruto �ntegro del trabajo" se ha transformado ya, imperceptiblemente, en el "fruto parcial", aunque lo que se le quite al productor en calidad de individuo vuelva a �l, directa o indirectamente, en calidad de miembros de la sociedad.

Y as� como se ha evaporado la expresi�n "el fruto �ntegro del trabajo", se evapora ahora la expresi�n "el fruto del trabajo" en general.

En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad com�n de los medios de producci�n, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aqu�, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, pose�da por ellos, pues aqu�, por oposici�n a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo com�n mediante un rodeo, sino directamente. La expresi�n "el fruto del trabajo", ya hoy recusable por su ambig�edad, pierde as� todo sentido.

De lo que aqu� se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todav�a en todos sus aspectos, en el econ�mico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entra�a procede. Congruentemente con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad -- despu�s de hechas las obligadas deducciones -- exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. As�, por ejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que �l aporta, su participaci�n en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (despu�s de descontar lo que ha trabajado para el fondo com�n), y con este bono saca de los dep�sitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindi�. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de esta bajo otra distinta.

Aqu� reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercanc�as, por cuanto �ste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, por que bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribuci�n de estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercanc�as equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.

Por eso, el derecho igual sigue siendo aqu�, en principio, el derecho burgu�s, aunque ahora el principio y la pr�ctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el r�gimen de intercambio de mercanc�as, el intercambio de equivalentes no se da m�s que como t�rmino medio, y no en los casos individuales.

A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando impl�cita una limitaci�n burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aqu�, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.

Pero unos individuos son superiores, f�sica e intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, m�s trabajo, o pueden trabajar m�s tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duraci�n o intensidad; de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinci�n de clase, porque aqu� cada individuo no es m�s que un trabajador como los dem�s; pero reconoce, t�citamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes individuales[iv], y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho s�lo puede consistir, por naturaleza, en la aplicaci�n de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no ser�an distintos individuos si no fuesen desiguales) s�lo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso dado, s�lo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo dem�s. Prosigamos: un obrero est� casado y otro no; uno tiene m�s hijos que otro, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participaci�n en el fondo social de consumo, uno obtiene de hecho m�s que otro, uno es m�s rico que otro, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendr�a que ser igual, sino desigual.

Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista despu�s de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura econ�mica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.

En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinaci�n esclavizadora de los individuos a la divisi�n del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan tambi�n las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, s�lo entonces podr� rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgu�s y la sociedad podr� escribir en sus banderas: �De cada cual, seg�n sus capacidades; a cada cual seg�n sus necesidades!

Me he extendido sobre el "fruto �ntegro del trabajo", de una parte, y de otra, sobre "el derecho igual" y "el reparto equitativo", para demostrar en qu� grave falta se incurre, de un lado, cuando se quiere volver a imponer a nuestro Partido como dogmas ideas que, si en otro tiempo tuvieron un sentido, hoy ya no son m�s que t�picos en desuso, y, de otro, cuando se tergiversa la concepci�n realista -- que tanto esfuerzo ha costado inculcar al Partido, pero que hoy est� ya enraizada -- con patra�as ideol�gicas, jur�dicas y de otro g�nero, tan en boga entre los dem�cratas y los socialistas franceses.

Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribuci�n y poner en ella el acento principal.

La distribuci�n de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribuci�n de las propias condiciones de producci�n. Y �sta es una caracter�stica del modo mismo de producci�n. Por ejemplo, el modo capitalista de producci�n descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producci�n les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa s�lo es propietaria de la condici�n personal de producci�n, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producci�n, la actual distribuci�n de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producci�n fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinar�a, por s� solo, una distribuci�n de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribuci�n como algo independiente del modo de producci�n, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribuci�n. Una vez que esta dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relaci�n de las cosas, �por qu� volver a marchar hacia atr�s?

4. "La emancipaci�n del trabajo tiene que ser obra de la clase obrera, frente a la cual todas las dem�s clases no forman mas que una masa reaccionaria".

La primera estrofa est� tomada del pre�mbulo de los Estatutos de la Internacional, pero "corregida". All� se dice: "La emancipaci�n de la clase obrera tiene que ser obra de los obreros mismos"; aqu�, por el contrario, "la clase obrera" tiene que emancipar, �a quien?, "al trabajo". �Enti�ndalo quien pueda!

Para indemnizarnos, se nos da, a t�tulo de antistrofa, una cita lassalleana del m�s puro estilo: "frente a la cual (a la clase obrera) todas las dem�s clases no forman m�s que una masa reaccionaria".

En el Manifiesto Comunista se dice: "De todas las clases que hoy se enfrentan con la burgues�a, s�lo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las dem�s clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto m�s peculiar".

Aqu�, se considera a la burgues�a como una clase revolucionaria -- veh�culo de la gran industria -- frente a los se�ores feudales y a las capas medias, empe�ados, aqu�llos y �stas, en mantener posiciones sociales que fueron creadas por formas caducas de producci�n. No forman, por tanto, juntamente con la burgues�a, una masa reaccionaria.

Por otra parte, el proletariado es revolucionario frente a la burgues�a, porque habiendo surgido sobre la base de la gran industria, aspira a despojar a la producci�n de su car�cter capitalista, que la burgues�a quiere perpetuar. Pero el Manifiesto a�ade que las "capas medias . . . se vuelven revolucionarias cuando tienen ante s� la perspectiva de su tr�nsito inminente al proletariado".

Por tanto, desde este punto de vista, es tambi�n absurdo decir que frente a la clase obrera "no forman m�s que una masa reaccionaria", juntamente con la burgues�a e incluso con los se�ores feudales.

�Es que en las �ltimas elecciones[1] se ha gritado a los artesanos, a los peque�os industriales, etc., y a los campesinos: Frente a nosotros, no form�is, juntamente con los burgueses y los se�ores feudales, m�s que una masa reaccionaria?

Lassalle se sab�a de memoria el Manifiesto Comunista, como sus devotos se saben los evangelios compuestos por �l. As�, pues, cuando lo falsificaba tan burdamente, no pod�a hacerlo m�s que para cohonestar su alianza con los adversarios absolutistas y feudales contra la burgues�a.

Por lo dem�s, en el p�rrafo que acabamos de citar, esta sentencia lassalleana est� tra�da por los pelos y no guarda ninguna relaci�n con la manoseada cita de los Estatutos de la Internacional. El traerla aqu�, es sencillamente una impertinencia, que seguramente no le desagradar�, ni mucho menos, al se�or Bismarck; una de esas impertinencias baratas en que es especialista el Marat de Berl�n[2].

5. "La clase obrera procura su emancipaci�n, en primer termino, dentro del marco del Estado nacional de hoy, consciente de que el resultado necesario de sus aspiraciones, comunes a los obreros de todos los pa�ses civilizados, ser� la fraternizaci�n internacional de los pueblos".

Por oposici�n al Manifiesto Comunista y a todo el socialismo anterior, Lassalle conceb�a el movimiento obrero desde el punto de vista nacional m�s estrecho. �Y, despu�s de la actividad de la Internacional, a�n se siguen sus huellas en este camino!

Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene que organizarse como clase en su propio pa�s, ya que �ste es la palestra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de clases es nacional, no por su contenido, sino, como dice el Manifiesto Comunista, "por su forma". Pero "el marco del Estado nacional de hoy", por ejemplo, del imperio alem�n, se halla a su vez, econ�micamente, "dentro del marco" del mercado mundial, y pol�ticamente, "dentro del marco" de un sistema de Estados. Cualquier comerciante sabe que el comercio alem�n es, al mismo tiempo, comercio exterior, y la grandeza del se�or Bismarck reside precisamente en alg�n tipo de pol�tica internacional.

�Y a qu� reduce su internacionalismo el Partido Obrero Alem�n? A la conciencia de que el resultado de sus aspiraciones "ser� la fraternizaci�n internacional de los pueblos", una frase tomada de la Liga burguesa por la Paz y la Libertad[3][3], que se quiere hacer pasar como equivalente de la fraternidad internacional de las clases obreras, en su lucha com�n contra las clases dominantes y sus gobiernos. �De los deberes internacionales de la clase obrera alemana no se dice, por tanto, ni una palabra! �Y esto es lo que la clase obrera alemana debe contraponer a su propia burgues�a, que ya fraterniza contra ella con los burgueses de todos los dem�s pa�ses, y a la pol�tica internacional de conspiraci�n[4][4] del se�or Bismarck!

La profesi�n de fe internacionalista del programa queda, en realidad, infinitamente por debajo de la del partido librecambista. Tambi�n �ste afirma que el resultado de sus aspiraciones ser� "la fraternizaci�n internacional de los pueblos". Pero, adem�s, hace algo por internacionalizar el comercio, y no se contenta, ni mucho menos, con la conciencia de que todos los pueblos comercian dentro de su propio pa�s.

La acci�n internacional de las clases obreras no depende, en modo alguno, de la existencia de la "Asociaci�n Internacional de los Trabajadores". Esta fue solamente un primer intento de crear para aquella acci�n un �rgano central; un intento que, por el impulso que dio, ha tenido una eficacia perdurable, pero que en su primera forma hist�rica no pod�a prolongarse despu�s de la ca�da de la Comuna de Paris.

La Norddeutsche de Bismarck ten�a sobrada raz�n cuando, para satisfacci�n de su due�o, proclam� que, en su nuevo programa, el Partido Obrero Alem�n renegaba del internacionalismo[5].

________________________________________

[i]* En la edici�n alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: propietarios privados.

[ii]**En la misma edici�n se lee: maldici�n hist�rica.

[iii]*** En la edici�n alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se agrega: directamente.

[iv]**** En la edici�n alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se agrega: de los trabajadores.

 

____________________

 

 

II

 

"Partiendo de estos principios, el Partido Obrero Alem�n aspira, por todos los medios legales, al Estado libre y la sociedad socialista; a la abolici�n del sistema del salario, con su ley de bronce y la explotaci�n bajo todas sus formas; a la supresi�n de toda desigualdad social y pol�tica".

Sobre lo del Estado "libre", volver� mas adelante.

As�, pues, de aqu� en adelante, el Partido Obrero Alem�n �tendr� que creer en la "ley de bronce del salario"[6] lassalleana! Y para que esta "ley" no vaya a perderse, se comete el absurdo de hablar de "abolici�n del sistema del salario" (deber�a decirse: sistema del trabajo asalariado), con "su ley de bronce". Si suprimo el trabajo asalariado, suprimo tambi�n, evidentemente, sus leyes, sean de "bronce" o de corcho. Pero la lucha de Lassalle contra el trabajo asalariado, gira casi exclusivamente en torno a esa llamada ley. Por tanto, para demostrar que la secta de Lassalle ha triunfado, hay que abolir "el sistema del salario, con su ley de bronce", y no sin ella.

De la "ley de bronce del salario" no pertenece a Lassalle, como es sabido, m�s que la expresi�n "de bronce", copiada de las "ewigen, ehernen grossen Gesetzen" ("las leyes eternas, las grandes leyes de bronce"[7]), de Goethe. La expresi�n "de bronce" es la contrase�a por la que los creyentes ortodoxos se reconocen. Y si admito la ley con el cu�o de Lassalle, y por tanto en el sentido lassalleano, tengo que admitirla tambi�n con su fundamentaci�n. �Y cu�l es �sta? Es, como ya se�al� Lange poco despu�s de la muerte de Lassalle, la teor�a malthusiana de la poblaci�n (predicada por el propio Lange)[8][8]. Pero, si esta teor�a es exacta, la mentada ley no la podr� abolir tampoco, aunque suprima yo cien veces el trabajo asalariado, porque esta ley no regir� solamente para el sistema del salario, sino para todo sistema social. �Apoy�ndose precisamente en esto, los economistas han venido demostrando, desde hace cincuenta a�os y a�n m�s, que el socialismo no puede acabar con la miseria, determinada por la misma naturaleza, sino s�lo generalizarla, repartirla por igual sobre toda la superficie de la sociedad!

Pero todo esto no es lo fundamental. Aun prescindiendo plenamente de la falsa concepci�n lassalleana de esta ley, el retroceso verdaderamente indignante consiste en lo siguiente:

Despu�s de la muerte de Lassalle, se hab�a abierto paso en nuestro Partido la concepci�n cient�fica de que el salario no es lo que parece ser, es decir, el valor, o el precio del trabajo, sino s�lo una forma disfrazada del valor, o del precio de la fuerza de trabajo. Con esto, se hab�a echado por la borda, de una vez para siempre, tanto la vieja concepci�n burguesa del salario, como toda cr�tica dirigida hasta hoy contra esta concepci�n, y se hab�a puesto en claro que el obrero asalariado s�lo est� autorizado a trabajar para mantener su propia vida, es decir, a vivir, en la medida en que trabaja gratis durante cierto tiempo para el capitalista (y, por tanto, tambi�n para sus combeneficiarios en cuanto a la plusval�a); que todo el sistema de producci�n capitalista gira en torno a la prolongaci�n de este trabajo gratuito alargando la jornada de trabajo o desarrollando la productividad, o sea, acentuando la tensi�n de la fuerza de trabajo, etc.; que, por tanto, el sistema del trabajo asalariado es un sistema de esclavitud, una esclavitud que se hace m�s dura a medida que se desarrollan las fuerzas productivas sociales del trabajo, est� el obrero mejor o peor remunerado. Y cuando esta concepci�n viene ganando cada vez m�s terreno en el seno de nuestro Partido, �se retrocede a los dogmas de Lassalle, a pesar de que hoy ya nadie puede ignorar que Lassalle no sab�a lo que era el salario, sino que, yendo a la zaga de los economistas burgueses, tomaba la apariencia por la esencia de la cosa!

Es como si, entre esclavos que al fin han descubierto el secreto de la esclavitud y se alzan en rebeli�n contra ella, viniese un esclavo fan�tico de las ideas anticuadas y escribiese en el programa de la rebeli�n: �la esclavitud debe ser abolida porque el sustento de los esclavos, dentro del sistema de la esclavitud, no puede pasar de un cierto l�mite, sumamente bajo!

El mero hecho de que los representantes de nuestro Partido fuesen capaces de cometer un atentado tan monstruoso contra una concepci�n tan difundida entre la masa del Partido, prueba por s� solo la ligereza criminal, la falta de escr�pulos con que ellos han acometido la redacci�n de este programa de transacci�n.

En vez de la vaga frase final del p�rrafo: "la supresi�n de toda desigualdad social y pol�tica", lo que debiera haberse dicho es que con la abolici�n de las diferencias de clase, desaparecen por si mismas las desigualdades sociales y pol�ticas que de ellas emanan.

 

____________________

 

 

III

 

 

“Para preparar el camino a la soluci�n del problema social, el Partido Obrero Alem�n exige que se creen cooperativas de producci�n, con la ayuda del Estado bajo el control democr�tico del pueblo trabajador. En la industria y en la agricultura, las cooperativas de producci�n deber�n crearse en proporciones tales, que de ellas surja la organizaci�n socialista de todo el trabajo".

Despu�s de la "ley de bronce" de Lassalle, viene la panacea del profeta. Y se le "prepara el camino" de un modo digno. La lucha de clases existente es sustituida por una frase de periodista: "el problema social", para cuya "soluci�n" se "prepara el camino". La "organizaci�n socialista de todo el trabajo" no resulta del proceso revolucionario de transformaci�n de la sociedad, sino que "surge" de "la ayuda del Estado", ayuda que el Estado presta a las cooperativas de producci�n "creadas" por �l y no por los obreros. �Es digno de la fantas�a de Lassalle eso de que con empr�stitos del Estado se puede construir una nueva sociedad como se construye un nuevo ferrocarril!

Por un resto de pudor, se coloca "la ayuda del Estado" bajo el control democr�tico del "pueblo trabajador".

Pero, en primer lugar, el "pueblo trabajador", en Alemania, est� compuesto, en su mayor�a, por campesinos, y no por proletarios.

En segundo lugar, "democr�tico" quiere decir en alem�n "gobernado por el pueblo" ("volksherrschaftlich"). �Y qu� es eso del "control gobernado por el pueblo del pueblo trabajador"? Y, adem�s, trat�ndose de un pueblo trabajador que, por el mero hecho de plantear estas reivindicaciones al Estado, exterioriza su plena conciencia de que �ni est� en el Poder ni se halla maduro para gobernar!

Huelga entrar aqu� en la cr�tica de la receta prescrita por Buchez, bajo el reinado de Luis Felipe, por oposici�n a los socialistas franceses, y aceptada por los obreros reaccionarios del Atelier[9]. Lo verdaderamente escandaloso no es tampoco el que se haya llevado al programa esta cura milagrosa espec�fica, sino el que se abandone simplemente el punto de vista del movimiento de clases, para retroceder al del movimiento de sectas.

El que los obreros quieran establecer las condiciones de producci�n colectiva en toda la sociedad y ante todo en su propio pa�s, en una escala nacional, s�lo quiere decir que laboran por subvertir las actuales condiciones de producci�n, y eso nada tiene que ver con la fundaci�n de sociedades cooperativas con la ayuda del Estado. Y, por lo que se refiere a las sociedades cooperativas actuales, �stas s�lo tienen valor en cuanto son creaciones independientes de los propios obreros, no protegidas ni por los gobiernos ni por los burgueses.

 

____________________

 

 

IV

 

Y ahora voy a referirme a la parte democr�tica.

A. "Base libre del Estado".

Ante todo, seg�n el cap�tulo II, el Partido Obrero Alem�n aspira "al Estado libre".

�Qu� es el Estado libre?

De ning�n modo es prop�sito de los obreros, que se han librado de la estrecha mentalidad del humilde s�bdito, hacer libre al Estado. En el imperio alem�n, el "Estado" es casi tan "libre" como en Rusia. La libertad consiste en convertir al Estado de �rgano que est� por encima de la sociedad en un �rgano completamente subordinado a ella, y las formas de Estado siguen siendo hoy m�s o menos libres en la medida en que limitan la "libertad del Estado".

El Partido Obrero Alem�n -- al menos, si hace suyo este programa -- demuestra c�mo las ideas del socialismo no le calan siquiera la piel; ya que, en vez de tomar a la sociedad existente (y lo mismo podemos decir de cualquier sociedad en el futuro) como base del Estado existente (o del futuro, para una sociedad futura), considera m�s bien al Estado como un ser independiente, con sus propios "fundamentos espirituales, morales y liberales".

Y adem�s, �qu� decir del burdo abuso que hace el programa de las palabras "Estado actual", "sociedad actual" y de la incomprensi�n m�s burda todav�a que manifiesta acerca del Estado, al que dirige sus reivindicaciones!

La "sociedad actual" es la sociedad capitalista, que existe en todos los pa�ses civilizados, m�s o menos libre de aditamentos medievales, m�s o menos modificada por el espec�fico desarrollo hist�rico de cada pa�s, m�s o menos desarrollada. Por el contrario, el "Estado actual" var�a con las fronteras nacionales. En el imperio prusiano-alem�n es otro que en Suiza, en Inglaterra, otro que en los Estados Unidos. "El Estado actual" es, por tanto, una ficci�n.

Sin embargo, los distintos Estados de los distintos pa�ses civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, tienen de com�n el que todos ellos se asientan sobre las bases de la moderna sociedad burguesa, aunque �sta se halle en unos sitios m�s desarrollada que en otros, en el sentido capitalista. En este sentido puede hablarse del "Estado actual", por oposici�n al futuro, en el que su actual ra�z, la sociedad burguesa, se habr� extinguido.

Cabe, entonces, preguntarse: �que transformaci�n sufrir� el r�gimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros t�rminos: �qu� funciones sociales, an�logas a las actuales funciones del Estado, subsistir�n entonces? Esta pregunta s�lo puede contestarse cient�ficamente, y por m�s que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la soluci�n del problema.

Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el per�odo de la transformaci�n revolucionaria de la primera en la segunda. A este per�odo corresponde tambi�n un per�odo pol�tico de transici�n, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.

Pero el programa no se ocupa de esta �ltima, ni del futuro r�gimen estatal de la sociedad comunista.

Sus reivindicaciones pol�ticas no se salen de la vieja[i] y consabida letan�a democr�tica: sufragio universal, legislaci�n directa, derecho popular, milicia del pueblo, etc. Son un simple eco del Partido Popular burgu�s, de la Liga por la Paz y la Libertad. Son, todas ellas, reivindicaciones que, cuando no est�n exageradas hasta verse convertidas en ideas fant�sticas, est�n ya realizadas. S�lo que el Estado que las ha puesto en pr�ctica no cae dentro de las fronteras del imperio alem�n, sino en Suiza, en los Estados Unidos, etc. Esta especie de "Estado del futuro" es ya Estado actual, aunque existente fuera "del marco" del imperio alem�n.

Pero, se ha olvidado una cosa. Ya que el Partido Obrero Alem�n declara expresamente que act�a dentro del "Estado nacional de hoy", es decir, dentro de su propio Estado, del imperio prusiano-alem�n -- de otro modo, sus reivindicaciones ser�an, en su mayor parte, absurdas, pues s�lo se exige lo que no se tiene --, no deb�a haber olvidado lo principal, a saber: que todas estas lindas menudencias tienen por base el reconocimiento de la llamada soberan�a del pueblo, y que, por tanto, s�lo caben en una rep�blica democr�tica.

Y si no se tiene el valor[ii] -- lo cual es muy cuerdo, pues la situaci�n exige prudencia -- de exigir la rep�blica democr�tica, como lo hac�an los programas obreros franceses bajo Luis Felipe y bajo Luis Napole�n, no deb�a haberse recurrido al ardid, que ni es "honrado"[10][10] ni es digno, de exigir cosas que s�lo tienen sentido en una rep�blica democr�tica a un Estado que no es m�s que un despotismo militar de armaz�n burocr�tico y blindaje polic�aco, guarnecido de formas parlamentarias, revuelto con ingredientes feudales e influenciado ya por la burgues�a; �y, encima, asegurar a este Estado que uno se imagina poder conseguir eso de �l "por medios legales"!

Hasta la democracia vulgar, que ve en la rep�blica democr�tica el reino milenario y no tiene la menor idea de que es precisamente bajo esta �ltima forma de Estado de la sociedad burguesa donde se va a ventilar definitivamente por la fuerza de las armas la lucha de clases; hasta ella misma est� hoy a mil codos de altura sobre esta especie de democratismo que se mueve dentro de los l�mites de lo autorizado por la polic�a y vedado por la l�gica.

Que por "Estado" se entiende, en realidad, la m�quina de gobierno, o el Estado en cuanto, por efecto de la divisi�n del trabajo, forma un organismo propio, separado de la sociedad, lo indican ya estas palabras: "el Partido Obrero Alem�n exige como base econ�mica del Estado: un impuesto �nico y progresivo sobre la renta", etc. Los impuestos son la base econ�mica de la m�quina de gobierno, y nada m�s. En el Estado del futuro, existente ya en Suiza, esta reivindicaci�n est� casi realizada. El impuesto sobre la renta presupone las diferentes fuentes de ingresos de las diferentes clases sociales, es decir, la sociedad capitalista. No tiene, pues, nada de extra�o que los Financial-Reformers[iii]*** de Liverpool -- burgueses, con el hermano de Gladstone al frente -- planteen la misma reivindicaci�n que el programa.

B. "El Partido Obrero Alem�n exige, como base espiritual y moral del Estado:

1. Educaci�n popular general e igual a cargo del Estado. Asistencia escolar obligatoria general. Instrucci�n gratuita".

�Educaci�n popular igual? �Que se entiende por esto? �Se cree que en la sociedad actual (que es de la �nica de que puede tratarse), la educaci�n puede ser igual para todas las clases? �O lo que se exige es que tambi�n las clases altas sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta educaci�n que da la escuela p�blica, la �nica compatible con la situaci�n econ�mica, no s�lo del obrero asalariado, sino tambi�n del campesino?

"Asistencia escolar obligatoria para todos. Instrucci�n gratuita". La primera existe ya, incluso en Alemania; la segunda, en Suiza y en los Estados Unidos, en lo que a las escuelas p�blicas se refiere. El que en algunos estados de este �ltimo pa�s sean "gratuitos" tambi�n centros de instrucci�n superior, s�lo significa, en realidad, que all� a las clases altas se les pagan sus gastos de educaci�n a costa del fondo de los impuestos generales. Y -- dicho sea incidentalmente -- esto puede aplicarse tambi�n a la "administraci�n de justicia con car�cter gratuito" de que se habla en el punto A, 5 del programa. La justicia en lo criminal es gratuita en todas partes; la justicia civil gira casi exclusivamente en torno a los pleitos sobre la propiedad y afecta, por tanto, casi �nicamente a las clases poseedoras. �Se pretende que �stas ventilen sus pleitos a costa del Tesoro p�blico?

El p�rrafo sobre las escuelas deber�a exigir, por lo menos, escuelas t�cnicas (te�ricas y pr�cticas), combinadas con las escuelas p�blicas.

Eso de "educaci�n popular a cargo del Estado" es absolutamente inadmisible. �Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas p�blicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de ense�anza, etc., y, como se hace en los Estados Unidos, velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo! Lo que hay que hacer es m�s bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. Sobre todo en el imperio prusiano-alem�n (y no vale salirse con el torpe subterfugio de que se habla de un "Estado futuro"; ya hemos visto lo que es �ste), donde es, por el contrario, el Estado el que necesita recibir del pueblo una educaci�n muy severa.

Pese a todo su cascabeleo democr�tico, el programa est� todo �l infestado hasta el tu�tano de la fe servil de la secta lassalleana en el Estado; o -- lo que no es nada mejor -- de la superstici�n democr�tica; o es m�s bien un compromiso entre estas dos supersticiones igualmente lejanas del socialismo.

"Libertad de la ciencia"; la estatuye ya un p�rrafo de la Constituci�n prusiana. �Para qu�, pues, traer esto aqu�?

"�Libertad de conciencia!" Si, en estos tiempos del Kulturkampf [11], se quer�a recordar al liberalismo sus viejas con signas, s�lo pod�a hacerse, naturalmente, de este modo: todo el mundo tiene derecho a satisfacer sus necesidades f�sicas[iv]****, sin que la polic�a tenga que meter las narices en ello. Pero el Partido Obrero, aprovechando la ocasi�n, ten�a que haber expresado aqu� su convicci�n de que "la libertad de conciencia" burguesa se limita a tolerar cualquier g�nero de libertad de conciencia religiosa, mientras que �l aspira, por el contrario, a liberar la conciencia de todo fantasma religioso. Pero, se ha preferido no sobrepasar el nivel "burgu�s".

Y con esto, llego al final, pues el ap�ndice que viene despu�s del programa, no constituye una parte caracter�stica del mismo. Por tanto, procurar� ser muy breve.

2."Jornada normal de trabajo".

En ning�n otro pa�s se limita el partido obrero a formular una reivindicaci�n tan vaga, sino que fija siempre la duraci�n de la jornada de trabajo que, bajo las condiciones concretas, se considera normal.

3. "Restricci�n del trabajo de la mujer y prohibici�n del trabajo infantil".

La reglamentaci�n de la jornada de trabajo debe incluir ya la restricci�n del trabajo de la mujer, en cuanto se refiere a la duraci�n, descansos, etc., de la jornada; de no ser as�, s�lo puede significar la exclusi�n del trabajo de la mujer de las ramas de producci�n que son especialmente nocivas para e} organismo femenino o inconvenientes, desde el punto de vista moral, para este sexo. Si es esto lo que se ha querido decir, debi� haberse dicho.

"Prohibici�n del trabajo infantil". Aqu�, era absolutamente necesario se�alar el l�mite de la edad.

La prohibici�n general del trabajo infantil es incompatible con la existencia de la gran industria y, por tanto, un piadoso deseo, pero nada m�s. El poner en pr�ctica esta prohibici�n -- suponiendo que fuese factible -- ser�a reaccionario, ya que, reglamentada severamente la jornada de trabajo seg�n las distintas edades y aplicando las dem�s medidas preventivas para la protecci�n de los ni�os, la combinaci�n del trabajo productivo con la ense�anza desde una edad temprana es uno de los m�s potentes medios de transformaci�n de la sociedad actual.

4. "Inspecci�n por el Estado de la industria en las f�bricas en los talleres y a domicilio".

Trat�ndose del Estado prusiano-alem�n, debi� exigirse, taxativamente, que los inspectores s�lo pudieran ser destituidos por sentencia judicial; que todo obrero pudiera denunciarlos a los tribunales por transgresiones en el cumplimiento de su deber; y que perteneciesen a la profesi�n m�dica.

5. "Reglamentaci�n del trabajo en las prisiones".

Mezquina reivindicaci�n, en un programa general obrero. En todo caso, debi� proclamarse claramente que no se quer�a, por celos de competencia, ver tratados a los delincuentes comunes como a bestias, y, sobre todo, que no se les quer�o medio de corregirse: el trabajo productivo. Era lo menos que pod�a esperarse de socialistas.

6. "Una ley eficaz de responsabilidad por las infracciones".

Hab�a que haber dicho qu� se entiende por ley "ficaz" de responsabilidad por las infracciones.

Diremos de paso que, al hablar de la jornada normal de trabajo, no se ha tenido en cuenta la parte de la legislaci�n fabril que se refiere a las medidas sanitarias y medios de protecci�n contra los accidentes, etc. La ley de responsabilidad por las infracciones s�lo entra en acci�n despu�s de infringidas estas prescripciones.

En una palabra, tambi�n el ap�ndice se distingue por su descuidada redacci�n.

Dixi et salvavi animan meam.[v]

 

________________________________________

[i] En la edici�n alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, no aparece la palabra "vieja".

[ii] En la edici�n alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: si no se est� en condiciones.

[iii] Partidarios de la reforma financiera.

[iv] En la edici�n alemana de Obras Completas de Marx y Engels, t. XIX, se lee: satisfacer sus necesidades religiosas lo mismo que sus necesidades corporales, sin que la polic�a tenga que meter sus narices.

[5] He dicho y salvado mi alma.

 

____________________

 

 

NOTAS

[1] Se trata aqu� de las elecciones del lo de enero de 1874 al Reichstag.

[2] Con este calificativo tal vez se refiera Marx ir�nicamente a Hasselmann, redactor en jefe del Neuer Social-Demokrat. Este peri�dico era el �rgano central de la Asociaci�n General de los Trabajadores de Alemania (lassalleanos) que aparec�a en alem�n tres veces por semana en Berl�n (1871-1876). La tendencia de dicho peri�dico reflejaba enteramente la pol�tica practicada por los lassalleanos para acomodarse al r�gimen de Bismarck y complacerse con la clase dominante de Alemania y, por consiguiente, con el oportunismo y el nacionalismo de los dirigentes lassalleanos. Partiendo de esta posici�n de sectarismo, dicho peri�dico se opuso sistem�ticamente a los dirigentes marxistas de la Internacional y al Partido Obrero Socialdem�crata Alem�n y apoy� la actividad de los bakuninistas y la de los partidarios de los grupos antiproletarios contra el Consejo General de la Internacional.

[3] La Liga de la Paz y la Libertad, organizaci�n pacifista burguesa, fue fundada en 1867 en Suiza por un grupo de peque�oburgueses republicanos y liberales (V. Hugo y G. Garibaldi as� como otros tomaron parte activa en sus actividades). De 1867 a 1868, Bakunin particip� en su trabajo. Al comienzo, la Liga trat� de utilizar el movimiento obrero para sus propios fines. Difund�a entre las masas la ilusi�n de que la creaci�n de unos "Estados Unidos de Europa" permitir�a poner fin a las guerras, y desviaba as� al proletariado de la lucha de clases.

[4] Despu�s del fracaso de la Comuna de Par�s, Bismarck trat�, entre 1871 y 1872, de firmar un acuerdo con Austria y Rusia con miras a reprimir conjuntamente el movimiento revolucionario, sobre todo la I Internacional. En octubre de 1873, los tres pa�ses concertaron la alianza tripartita preconizada por Bismarck, o sea, un acuerdo de acci�n com�n de los gobiernos de los tres pa�ses en casos de "disturbios en Europa".

[5] Marx hace alusi�n al editorial publicado el 20 de marzo de 1875 en el Norddeutsche Allgemeine Zeitung. All�, en lo tocante al proyecto de programa del Partido Socialdem�crata Alem�n se lee lo siguiente: "La agitaci�n socialdem�crata ha pasado a ser m�s circunspecta en muchos aspectos: reniega de la Internacional. . ." Norddeutsche Allgemeine Zeitung, peri�dico conservador publicado en Berl�n entre 1861 y 1918, fue �rgano oficioso del gobierno de Bismarck durante las d�cadas del 60 al 80.

[6] Lassalle formul� su "ley de bronce" en estos t�rminos: "La ley econ�mica de bronce que, en las condiciones de hoy, bajo el poder de la oferta y la demanda del trabajo, determina los salarios, es �sta: el promedio de salario permanece siempre reducido a la indispensable subsistencia que por lo com�n necesita un pueblo para prolongar su existencia y para la reproducci�n. Este es el punto en torno al cual oscila el salario diario real, sin poder aumentar demasiado ni rebajarse demasiado por mucho tiempo. El salario diario real no puede permanecer largamente por encima de este promedio, porque entonces el mejoramiento de la situaci�n de los obreros conducir�a a un aumento de la poblaci�n obrera y con ello de la oferta de mano de obra, lo que rebajar�a nuevamente el salario a su nivel anterior o incluso por debajo de �ste. El salario no puede, tampoco, quedar muy por debajo del nivel necesario de la subsistencia por largo tiempo, ya que entonces suceder�an la emigraci�n, el celibato y la abstenci�n de procreaci�n y finalmente, como resultado de la miseria, el descenso de la poblaci�n obrera, lo que reducir�a la oferta de mano de obra y har�a subir el salario nuevamente a su antiguo nivel elevado. As�, pues, el promedio de salario real existe en constante movimiento alrededor de ese centro de gravedad: baja y sube, ora un poco por encima, ora un poco por debajo de ese nivel." (V�ase Libro de lectura para obreros, discursos de Lassalle en Francfort del Meno el 17 y el 19 de mayo de 1863, Ediciones Hottingen-Z�rich, 1887). Esta "ley" la desarroll� Lassalle por primera vez en sus Respuestas abiertas al Comit� Central sobre la convocatoria de un Congreso General Alem�n de Obreros en Leipzig, Z�rich, 1863, p�gs. 15-16.

[7] Verso de la obra de Goethe Lo divino.

[8] Se refiere a las observaciones de Freidrich Albert Lange en su obra Die Arbeiterfrage in ihrer Bedeut�ng f�r Gegenwart und Zukunft (El problema obrero en su significaci�n para el presente y el futuro ), Duisburg, 1865.

[9] El Atelier, revista mensual en franc�s de los artesanos y obreros que se encontraban bajo la influencia de las ideas del socialismo cat�lico, publicada en Paris de 1840 a 1850. Su redacci�n, que se eleg�a cada tres meses, estaba constituida por representantes de los obreros.

[10] A los eisenachianos se les llamaba tambi�n "los honrados".

[11] Kulfurkampf (Lucha cultural ) era como llamaban los liberales burgueses al conjunto de medidas legislativas adoptadas por el gobierno de Bismarck en los a�os 70 del siglo XIX. Al socaire de la lucha por una cultura laica, estas medidas se dirig�an contra la iglesia cat�lica y el partido del "centro", que apoyaban las tendencias separatistas y antiprusianas de los funcionarios, los terratenientes y la burgues�a de los peque�os y medianos estados del Suroeste de Alemania. En la d�cada del 80, para reunir las fuerzas reaccionarias, Bismarck derog� la mayor parte de estas medidas.