En los ’40, Hollywood vivía su época dorada con artistas como Katharine Hepburn, Cary Grant y John Howard. Además, en ese momento brillaba en la ciudad de Los Ángeles una de las mujeres más bellas del mundo: Gene Tierney.

La actriz había comenzado su carrera en  obras de teatro de Broadway en 1939, pero había pasado a la pantalla grande de la mano de la Twentieth Century Fox con la película “La venganza de Frank James”, de Fritz Lang, donde compartía el rol protagónico con Henry Fonda. Tenía una carrera prometedora y una salud extraordinaria.

En 1943 se decretó una cuarentena por un brote de rubéola, pero dado que Tierney  se sentía en perfectas condiciones, no se quedó en su  casa, sino que continuó sus actividades acostumbradas.

Fue entonces que asistió a un evento con soldados en la Segunda Guerra Mundial. Ahí una marine enferma de rubéola se saltó la cuarentena y se coló para saludar a Tierney, su actriz favorita.

Hasta ahí nada extraordinario, sólo que cuando Gene se enteró que estaba enferma tuvo una preocupación extra. Hacía poco se había dado cuenta que estaba embarazada, por lo que temió las consecuencias que pudiese tener la enfermedad en el hijo que esperaba. Pero su médico la tranquilizó y le dijo que no se preocupara. Hasta entonces se desconocían los efectos de la enfermedad en niños en gestación.

Ella continuó su recuperación sin grandes miedos, hasta que dio a luz a su hija Daría, la que nació con retardo mental, ciega y sorda. La llegada de la niña supuso un grave golpe para Gene que tardó años en recuperarse. Alejó a la pequeña de ella, internándola en un hogar del que nunca salió, hasta su muerte en 2010.

Sin embargo, la culpa de no haberse mantenido en casa no la dejaba tranquila. La actriz pasó largas temporadas en psiquiátricos a causa de una depresión clínica. Recibió terapias de electroshock, sufrió paranoias y alucinaciones toda su vida e intentó suicidarse dos veces, precisa el diario español El País.

Tierney sólo volvió a actuar el año 1962, casi 20 años después del nacimiento de su hija, porque uno de sus mejores amigos Henry Fonda,  la convenció que volviera a la pantalla co-protagonizando “Tempestad sobre Washington” (1962).

Y en cuanto a su matrimonio con el diseñador de Hollywood Oleg Cassini, si bien tuvieron una segunda hija perfectamente sana, Cristina, terminaron divorciándose el año 1952.

Posteriormente se le vinculó afectivamente con destacados hombres estadounidenses, como John F. Kennedy. Posteriormente contrajo matrimonio con el magnate petrolero  W. Howard Lee, con quien estuvo casada hasta 1981 cuando éste falleció. Gene, por su parte, murió en 1991, y aunque trató de llevar una vida normal, sus cercanos aseguran que nunca pudo superar los nocivos efectos que tuvo en su vida el que alguien decidiera saltarse la cuarentena.