Gante, una ciudad de cuento con mucha historia en el corazón de Flandes

Gante, una ciudad de cuento con mucha historia en el corazón de Flandes

Escapada

La ciudad, una de las más bonitas del país, es una urbe muy dinámica con una intensa vida cultural y un gran número de universitarios

Las casas gremiales del muelle de Graslei en el corazón de Gante

Las casas gremiales del muelle de Graslei en el corazón de Gante

Getty Images/iStockphoto

Gante es una ciudad en el interior de Bélgica. Varias decenas de kilómetros la separan de las orillas del mar del Norte. Sin embargo, tanto la confluencia de los ríos Lys y Escalda como la red de canales que fluyen por las tierras de Flandes, la convierten hoy en día en uno de los principales puertos de su país. Pero en el pasado fue mucho más importante. A finales de la edad media y durante un par de siglos, gran parte del comercio europeo pasaba por aquí. A ese periodo de esplendor le debe Gante su aspecto de ciudad de cuento.

Un cuento en el que no falta de nada. Para empezar, hay un rey. Más bien un emperador. Ni más ni menos que Carlos I, quien vino al mundo en Gante una noche del invierno de 1500. Si bien su alumbramiento no fue nada aristocrático. Se cuenta que nació en una letrina, ya que su madre Juana la Loca se empezó a encontrar indispuesta durante un baile. Así que buscó un retrete para aliviarse, pero resultó que se puso de parto ahí mismo.

Gante debe su aspecto de ciudad de cuento al esplendor comercial de finales de la edad media

Aquello ocurrió en el palacio de Prisenhof, por entonces la residencia más fastuosa de la ciudad. Sin embargo, hoy no queda demasiado. Quizás por ese motivo, muchos visitantes piensan que el futuro rey de España con dominios por toda Europa y medio mundo nació en el castillo de los Condes o Gravensteen, una de las construcciones más imponentes que se visitan durante los recorridos fluviales de Gante. Si bien, en tiempos de Felipe el Hermoso, su esposa Juana y el retoño Carlos, esa fortaleza ya era una antigualla del siglo XII, sin el confort suficiente para tan nobles inquilinos.

Ahora Gravensteen es un museo, la última de las mutaciones que ha tenido el castillo en su larga historia porque ha sido también tribunal, prisión y hasta fábrica textil. De modo que es uno de los edificios más antiguos de Gante. Pero no el que más. Por ejemplo, la catedral de San Bavón tiene un origen anterior, porque en el siglo X ya habría en este solar un humilde templo en honor de San Juan Bautista. Aunque para comprender su transformación en catedral y el cambio de advocación hay que volver a esos tiempos de cuento con la figura de Carlos en el trono español.

La torre de la Catedral de San Bavón, el principal templo de la ciudad

La torre de la Catedral de San Bavón, el principal templo de la ciudad

Mónica Grimal

Lo cierto es que los ganteses nunca tuvieron una relación muy amistosa con su vecino más ilustre. Protestaron en varias ocasiones contra sus tributos y conquistas. Hasta se sublevaron en 1539, motivo por el que fueron castigados. Tras aquello la vieja abadía de San Bavón a las afueras de Gante fue derribada para levantar una fortaleza que acogiera a la soldadesca de los futuros tercios de Flandes. Además, el rey mandó ejecutar a los cabecillas de la rebelión y al resto les humilló obligándoles a desfilar hasta su palacio llevando una soga al cuello a modo de amenaza. Y por último transformó la iglesia de San Juan, donde él mismo había sido bautizado, en catedral de San Bavón, patrón de la ciudad.

Siguiendo con la analogía del cuento, este templo sería el colosal cofre que guarda un tesoro. Un tesoro en forma de obra de arte: La Adoración de Cordero Místico que pintaron los hermanos Van Eyck. Tal vez la obra más extraordinaria del patrimonio pictórico de Bélgica. O al menos la de vida más azarosa. Ha sido robada varias veces, aún hoy una de sus 12 tablas sigue en paradero desconocido. Además el retablo lo admiró Napoleón en el Louvre o Hitler lo ocultó en unas minas austriacas de donde lo rescató la brigada de Monument Men al final de la Segunda Guerra Mundial.

Gante es una ciudad donde abunda la población joven y universitaria

Gante es una ciudad donde abunda la población joven y universitaria

Mónica Grimal

Las tablas pintadas por Hubert y Jan van Eyck en 1432 son la fabulosa expresión del poderío comercial alcanzado por Gante en esa época a caballo del medievo y el Renacimiento, espíritus fusionados en el estilo del propio cuadro. Tiempos prósperos en los que nobles y burgueses hacían importantes encargos a los artistas o contribuían para levantar el esbelto Belfort de la ciudad. Es decir, un campanario civil y exento que se eleva 91 metros en el centro de la urbe para avisar de incendios, de celebraciones o de la llegada de enemigos si era el caso.

Fue un periodo de bonanza para comerciantes, artesanos y productores. Agrupados pudieron plasmar su pujanza en atractivas casas gremiales que también daban la bienvenida a quienes llegaban a los muelles de carga de Gante. Todavía hoy son la estampa más fotogénica de la ciudad. Los muelles de Graslei (muelle de verduras) y de Korenlei (del trigo) vistos desde el puente de San Miguel son la imagen más buscada y uno de los rincones más fotografiados del país.

Junto a Bruselas y la vecina Brujas, Gante es el tercer vértice del viaje imprescindible por Bélgica

Junto a Bruselas y la vecina Brujas, Gante es el tercer vértice del viaje imprescindible por Bélgica. Esa atmósfera de escenario para fábulas o pelis de época es una cita imprescindible en los tours turísticos por el país. Pero lo bueno es que una vez que se visita, se descubre que no se trata de una enorme casa de muñecas sin vida. Todo lo contrario. Se trata de una urbe muy dinámica gracias a su intensa vida cultural y el gran porcentaje de universitarios que acoge.

Es una ciudad muy disfrutona. En cuanto sale un rayo de sol, se pueblan las terrazas de clientes y las orillas de los canales son un parque adoquinado perfecto para relajarse. Y aunque no acompañe el tiempo no faltan cervecerías donde refugiarse o tiendas de diseño, decoración o antigüedades para traerse un recuerdo de lo más exquisito.

Imposible dejar Gante sin haberse comido un gofre, o dos

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Mónica Grimal
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