8 de enero de 1642: muere Galileo Galilei, impulsor de la astronomía moderna y de la revolución científica - El Orden Mundial - EOM
8 de enero de 1642

8 de enero de 1642: muere Galileo Galilei, impulsor de la astronomía moderna y de la revolución científica

Inspirado por Nicolás Copérnico, Galileo Galilei defendió el modelo heliocéntrico, que ubicaba al Sol y no a la Tierra en el centro del universo. Esto le costó la condena de la Inquisición, pero continuó fiel a sus ideas hasta el final de sus días.
8 de enero de 1642: muere Galileo Galilei, impulsor de la astronomía moderna y de la revolución científica
Estatua de Galileo Galilei en el Museo de la Biblia, en Washington D. C. Fuente: Amaury Laponte (Flickr)

Según el modelo de Ptolomeo que Aristóteles defendió en el siglo IV a. C., la Tierra era el centro del universo y a su alrededor giraban todos los cuerpos celestes, perfectos e incorruptibles. El astrónomo polaco Nicolás Copérnico vino a cuestionarlo al formular su teoría heliocéntrica, que ubicaba al Sol en el centro, en 1543, veintiún años antes del nacimiento de Galileo Galilei.

Nacido en Pisa, entonces parte del Ducado de Florencia, Galileo recibió una formación eclesiástica. A instancias de su padre empezó estudiando medicina, pero la dejaría para centrarse en matemáticas y física. Obtuvo una cátedra de la primera en la Universidad de Pisa y luego se trasladó a Padua, en la próspera República de Venecia. Sus teorías astronómicas le valieron enfrentamientos con la Iglesia católica, hasta que en 1633 la Inquisición lo condenó a arresto domiciliario, donde fallecería el 8 de enero de 1642.

Apuntando al cielo

El germano Hans Lippershey había inventado el primer telescopio en 1608. Con base en ese diseño, Galileo construyó en 1609 otro más potente. Tras una primera demostración en público, la República de Venecia le encargó elaborar copias del instrumento por su utilidad para el campo de batalla, pero Galileo lo había concebido con otro fin: apuntar al cielo.

Un año más tarde inventó el telescopio astronómico, con el que pudo observar los cuerpos celestes, que se creían inmutables. El modelo cosmológico de Aristóteles dividía el universo en los mundos sublunar (la Tierra) y supralunar. Según esta concepción, los cuerpos celestes del segundo eran esferas perfectas compuestas de un elemento puro, el éter. Sus hallazgos, sin embargo, le permitieron a Galileo cuestionarla. Observó el relieve de la Luna, las manchas solares, la rotación del Sol, las fases de Venus y los satélites de Júpiter, que también le sirvieron para confrontar la idea de que todos los cuerpos celestes giraban en torno a la Tierra. Esas observaciones, junto con las tres leyes que descubrió Johannes Kepler, demostraban el modelo heliocéntrico, aunque las órbitas de los planetas no eran circulares, como había dibujado Copérnico, sino elípticas.

Pese a que se dedicó a la astronomía, Galileo también inventó un termoscopio para medir cambios de temperatura, o el compás geométrico militar, precursor de la regla de cálculo, entre otros artefactos. Asimismo, estudió el movimiento de los proyectiles y la caída libre de objetos, que sentó las bases de la primera ley de Newton.

Galileo, en defensa de Copérnico

En 1611, Galileo viajó a Roma para presentar sus descubrimientos al Colegio Romano de los jesuitas, donde fue bien recibido y entabló amistad con el cardenal Maffeo Barberini, futuro papa Urbano VIII. Sus explicaciones, sin embargo, no satisficieron a toda la curia romana. Por ejemplo, el cardenal Roberto Belarmino, inquisidor del Santo Oficio, continuó creyendo en el modelo aristotélico y geocéntrico del universo, pues era el que describía la Biblia.

Según Galileo, era preciso distinguir la ciencia y la fe. Las Sagradas Escrituras no eran una fuente para la astronomía, por lo que no podían interpretarse con literalidad. Esas teorías le causaron disputas con eclesiásticos e intelectuales, y llamaron la atención de la Inquisición. En 1615, entonces, Galileo emprendió un nuevo viaje a Roma para limpiar su nombre de las acusaciones de herejía y exponer su aparente argumento definitivo: las mareas eran resultado del movimiento terrestre. Pero este fenómeno se debe a la atracción de la Luna.

Con todo, la Iglesia desestimó sus argumentos y le instó a tratar el modelo copernicano como una hipótesis. Galileo, que no se lo tomó muy en serio, optó por redactar la que sería su obra más famosa, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, publicada en 1632. A través de las conversaciones entre Salviati y Simplicio, representantes de Copérnico y Ptolomeo, presentó los argumentos que defendían su modelo astronómico. 

“Y, sin embargo, se mueve”

El éxito de la obra fue inmediato, pero sus enemigos convencieron al papa Urbano VIII de que el Diálogo era un insulto contra él. Reclamada su presencia en Roma, Galileo se presentó envejecido y enfermo ante el papa en 1633. Tras ser sometido a interrogatorios, fue condenado a retractarse y abjurar del modelo copernicano, tras lo que se le atribuye erróneamente la frase “y, sin embargo, se mueve” como reivindicación.

Galileo Galilei pasó los últimos años de su vida bajo arresto domiciliario, primero en Siena y luego en su villa de Arcetri, al sur de Florencia, donde murió el 8 de enero de 1642, ciego y rodeado de sus amigos más cercanos. La Iglesia, por su parte, mantuvo la prohibición sobre el Diálogo hasta 1835, y en 1992 el papa Juan Pablo II rehabilitó la figura de Galileo al admitir el error de la condena de 1633.

Julen Kenk

Madrid, 1999. Graduado en Historia por la Universidad Complutense. Máster en Diplomacia y Relaciones Internacionales por la Escuela Diplomática. Apasionado de las conexiones entre el deporte, la política y la historia.

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