"Casa amarilla con árboles nevados" - Gabriele Münter (1909) - The Metal Family

“Casa amarilla con árboles nevados” – Gabriele Münter (1909)

En el Arte, así como en la vida en general, hay ciertas obras respecto de las cuáles, si desconocemos la historia que las sustenta como un esqueleto, al no contextualizarlas las desvestimos de toda la magia que las alimentan. Es lo que acontece con la obra de Gabriele Münter Casa amarilla con árboles nevados (1909) y que en mi caso, he conocido gracias a una fabulosa página de Facebook 3 minutos de arte, os la recomiendo tanto si queréis adentraros en el mundo del Arte de forma amena y sencilla, como si sentís la necesidad de continuar indagando en tan gratificante materia.

Siendo sinceros, cualquiera que haya visto el cuadro antes de leer la entrada pensará que mi mente está en modo avión con destino hacia alguna playa recóndita. Lo realmente bello de este cuadro es la historia de amor que subyace, la relación entre Kandinsky y Münter y una vez más, el desvanecimiento de una gran artista a través de la bruma de su pareja por el simple hecho de su condición femenina. Y antes de que penséis que La Contadora se ha vuelto loca y anda quemando sujetadores mientras reclama la igualdad de derechos entre artistas independientemente de su sexo y condición (que lo hago. Lo de los derechos, no quemar sujetadores que son muy caros) os paso a contar otra historia digna de película nominada a los Óscar.

Münter es una de las dos mujeres vinculadas a la creación y el desarrollo del expresionismo alemán, que permaneció a la sombra del genio (Kandinsky) como lo fueron otras:  Camille Claudel o Elaine de Kooning. Así, Gabriele Münter fue alumna, colaboradora y amante de Kandinsky quedando su trayectoria en la bruma del olvido por su estrecha relación con el pintor ruso.

Nuestra artista no era ajena a la cultura y el Arte cuando conoció a Kandinsky. Nació en una familia acomodada que siempre le ayudó a desarrollar sus inquietudes artísticas: profesores privados, buenas escuelas y viajes. De hecho, antes de finalizar el siglo XIX, Gabriele viajó a Missouri, Texas y Arkansas (tal vez con la intención de reencontrarse con los orígenes de sus padres) y a la temprana edad de 21 años ya realizó una interesante serie de fotografías de gran calidad hechas con una Kodak.

Tras regresar de aquel viaje y al llegar a Munich se comprometió con la pintura definitivamente. Lamentablemente, la academia de bellas artes estaba vetada para las mujeres, así que decide matricularse en la Escuela Phalanx, donde tendrá como maestro a Vasily Kandinksy. Allí es donde comienza la historia “del ruso que me amó”, ambos pintores están tan encantados de conocerse que se hacen amantes. Tan fuerte fue la intensidad del flechazo que siendo el año 1902, se comprometen, aunque Kandinsky está casado y no llegará a divorciarse hasta 1911 (esto es mejor que una novela turca).

En lo que respecta al estilo pictórico de Gabriele Münter decir que siempre se sintió influenciada por Matisse, sintiendo especial debilidad por todo el movimiento fauvista. A lo largo de los años su estilo fue simplificándose, cada vez se aproximaba más a la abstracción. Los colores de sus obras son cada vez más brillantes, remarcando la forma una gruesa línea negra para perfilar los contornos. No os hablo de una artista menor, entre 1909 y 1910 expuso sus obras en las exposiciones que tuvieron lugar en Munich, junto a Franz Marc y Kandinsky.

Si Contadora, todo esto es muy interesante, pero ¿qué pasa con esa casa amarillo limón de la portada? ¿por qué es un cuadro tan relevante?

Darlings, esa casa no solo fue el nido de amor del ruso y Gabriele (en estos años Gabriele y Kandinsky se “retroalimentan” a nivel artístico y no esconden su relación) además se convirtió en el centro neurálgico de la vanguardia alemana. Esta casa amarilla vibrante que compró Münter en Murnau es el lugar donde la pareja da rienda suelta a su amor aunque Kandinsky continúa casado. En aquella población bávara llena de puentes y colores vibrantes Kandinsky dio el paso definitivo hacia la abstracción y ella se centró en el desarrollo de paisajes y retratos.

Además, en esa casa fue donde se gestó  el Der Blaue Reiter (El Jinete Azul ) el grupo de artistas expresionistas, fundado por Kandinsky y Franz Marc que transformó el expresionismo alemán. Defendían la opinión de que cada persona posee una verdadera vivencia o experiencia interna y externa, que se dan la mano gracias al arte. Kandinsky construyó las bases teóricas que cimentaron esta idea. Se perseguía así una “igualdad de derechos” de las distintas manifestaciones artísticas.

Sin embargo tanta dicha tenía los días contados y durante la Primera Guerra Mundial, nuestro pintor tuvo que salir de Alemania por ser ciudadano ruso, sus caminos se separaron aunque se vieron una última vez en Estocolmo en 1916 cuando Kandinsky finalizó su relación con Münter, ella no lo sabía pero pintor se había vuelto a casar.

Imaginad los años posteriores a la Primera Guerra Mundial para Gabriele. Vivió sumida en una constante depresión y abandonó la pintura. Realmente, la relación que mantuvo con Kandinsky entre 1902 y 1917, fagocitó su personalidad artística habiéndose creado una jaula conceptual que le relegó a pintar paisajes y dejarse morir artísticamente de tristeza.

Sin embargo, hacia 1925 vuelve a pintar pequeños retratos de mujeres a lápiz, es entonces cuando retoma su producción artística tras una estancia de unos meses en París. Comienza a pintar flores y paisajes, pero su estilo es más cercano ya a la abstracción. Así en 1932, regresa a Murnau a su bella casita amarilla donde vivirá con un nuevo amor.

Será en esa misma casa, donde esconde de los nazis la más grande colección de arte expresionista que existe. La llegada de los nazis al poder supuso un grave golpe de muerte al arte de vanguardia que ellos declaran “arte degenerado”. Entonces la figura de Gabriele cobra especial importancia. Gracias a su iniciativa durante la Segunda Guerra Mundial consiguió esconder más de 80 cuadros pertenecientes al grupo de El jinete azul. La gran parte de los cuadros que esconde son autoría de Kandinsky y de los otros pintores que frecuentaban la casa amarilla y que conformaron El Jinete Azul.

Realmente Gabriele amó a Kandinsky, lo admiró e incluso idolatró. Llegó a venerarlo de tal forma que se perdió, dejó morir de hambre toda su creatividad artística y en un acto de misericordia propia aunó fuerzas de sus entrañas, recuperó del olvido su arte y en una explosión de amor protegió el legado de su amado y compañeros.

De cierta forma el amor (devoción) que Gabriele Münter sentía por Kandisky me recuerda a aquella canción de NICKELBACK: Triying Not to Love You:

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