MÚSICA

‘Renaissance’: la danceologia de Beyoncé 

‘Renaissance’ busca iluminar las pistas de baile después del confinamiento global como un espacio de comunión
Beyonc
Instagram de Beyoncé

Hemos sobrepasado el debate absurdo sobre si este es o no el mejor álbum de Beyoncé. Lo hemos superado, ¿verdad? Las listas y comparativas son cosas del patriarcado, digo, del pasado. Y aquí, lo importante, es ver todos los matices que una obra trae a discusión y qué podemos hacer con ello. Primero resolver la evidencia de por qué Renaissance (Parkwood Entertainment-Columbia Records, 2022), el 7º álbum en solitario de Queen B, llega seis años después de su anterior Lemonade (2016). Ha sido un lustro en el que, a pesar de lo que digan algunas fuentes despistadas, la reina del pop no ha estado en reposo. Ha publicado un disco con su esposo –Everything Is Love de The Carters (2018)–, ha participado y comisariado la banda sonora del musical The Lion King: The Gift (2019) que le inspiró su propia película Black Is King (2020) y editó su directo en Coachella: Homecoming (2019). Así que no, nada de estar en silencio.

Este séptimo trabajo ha venido con el habitual pulso de poder entre la diva y la ‘beyhive’ -su colmena o fanbase-. Primero ella elimina sus fotos de perfil en redes, provocando un paro cardiaco a medio mundo –¡se vienen cambios!–. Pero después de los habituales ‘teasers’ en su página web, anunciando un posible B7 –el 7º de Beyoncé– en su discografía y de prodigarse por primera vez en TikTok para presentar el single Break My Soul, el álbum ha sido filtrado. Sin jaque para la reina. Muchos seguidores se negaron a escucharlo antes de la presentación oficial y el ‘spoiler’ no deja de ser otra estrategia: lo que no se paga en reproducciones, se cobra en revuelo.

¿Pero qué ofrece Renaissance? Primero, una cartografía del house y de la música electrónica de bailar para lucirse. 16 pistas enlazadas como en un dj set que se desarrollan finísimas, condensando muchísimos géneros a la vez, para distinguir la copia nostálgica del revival. Sus habituales influencias como el gospel, neo-soul y R&B forman un ‘blend’ con el electro, el hi-NRG, la música disco, el dance revisitado y las últimas tendencias sudafricanas como el gqom o el amapiano. Incluyendo, a su vez, otros ritmos para pensarse a través del cuerpo, como el afrobeat, el bounce de NOLA y hasta el tresillo propio del reggaetón. Tanta epopeya al goce hace pensar en un advenimiento de un nuevo verano del amor, después del que vivieron los hippies en los 60 y los ravers en los 90s. Si echamos los cálculos, toca cada 30 años. Aunque en realidad, ‘Summer of Love’ ha sido una categoría aplicable a muchos momentos históricos como sinónimo de la celebración en comunidad.

Tanto por la estética de la portada, que remite a un hiper-futuro de Studio 54, como por los mensajes que ha lanzado la diva en redes, es evidente que Renaissance busca iluminar las pistas de baile después del confinamiento global como un espacio de comunión. Poco se habla de que el ocio nocturno ha sido uno de los sectores más estigmatizados durante la pandemia. La cultura club implica justamente esto, una forma más de cultura no exenta de arte, políticas y filosofías propias. Cuyos ritos se han mimetizado en muchas ocasiones con la religión, véase cuantas veces se han referido a clubes como el Berghain, o incluso la nacional Florida 135, como la catedral del techno, con sus propios popes, obleas, éxtasis y catarsis. Beyoncé parece bendecir estas similitudes cuando junta a la icónica banda de gospel The Clark Sisters con una instrumental de bounce en Church Girl.

La elección de muchas de las acepciones del house como valor motriz de este álbum tampoco es gratuita. A parte del curioso viraje que han tenido artistas como Drake hacía esta música con Honestly, Nevermind –o en lo nacional y desde hace años, Chico Blanco y su colectivo Mareo, tiene que ver con la vertiente historiográfica de Beyoncé. Ella lleva recuperando el legado afrodescendiente en todas sus obras, un proceso que pasa por honrar el pasado, poner las violencias a la vista e imaginar un futuro posible. La gran mayoría de los estilos musicales nuevos se generan en la alteridad, gracias a artistas que necesitan encontrar nuevas formas de narrar su experiencia, porque no encaja en la hegemonía forzada. Prueba a trazar los orígenes de cualquier género musical y verás a lo que me refiero. El house viene de la comunidad negra y queer de Chicago, luego se expandió en la cultura ballroom de Nueva York y transmutó en techno en la industrial Detroit, emulando el ritmo del esclavaje entre lo humano y la máquina de producción.

El hedonismo de este tipo de músicas lleva a una clasificación nociva de música para pensar versus música para el baile –a veces rota por etiquetas como el IDM (Intelligent Dance Music)– que nos hace olvidar que también pensamos y vivimos a través del cuerpo. Ninguna categoría debería estar por encima de la otra, precisamente porque son complementarías. Que una de las actuales reinas de la música mainstream contemporánea, con más de 20 años de trayectoría, elija esta temática para su álbum no es solo el permitirse jugar con lo que le apetezca; también es un alegato. Las políticas del ocio y del placer no están exentas de privilegios. Poder bailar tranquila en un club no está al abasto de todas y se han formado familias en pro de la protección y también de la desinhibición en estas comunidades de baile. 

Que la elección de Queen B no es aleatoria lo demuestra tanto las colaboraciones como los sampleados que ha escogido para la ocasión. Los discursos de visionarias como Barbara Ann Teer o iconos de la cultura ballroom como Kevin Aviance o Moi Renee –en el hit suis generis Pure/Honey– se entrelazan con los ‘featurings’ del nuevo star-system mundial: Big Freedia, Labrinth, 070 Shake, Beam, Tems, Honey Dijon o Green Velvet –ambos estandartes del Chicago-house–; que a su vez resuenan junto a los ecos de Grace Jones, James Brown y Donna Summer. También hay huevos de pascua –el fenómeno conocido como ‘easter eggs’– esperando a ser descubiertos en cada canción, desde un riff de Giorgio Moroder en “Summer Renaissance” a un guiño al estribillo del Uh La La La de Alexia en Energy. Ya me diréis si esta ‘danceología’ que propone Beyoncé merece más discusiones sobre que puesto ocupa en las listas o sobre los hilos de debate que, muy afiladamente, esta virgo groovera y meticulosa desenreda con cada uno de sus proyectos.