Teme la cuchilla airada de Zaén, el bandolero; tiembla, más que de su acero, de esta daga envenenada. ¡Ay del que mi amor trocó en frenesí rencoroso!
Estos años postreros habían segado las últimas filas de los hombres que actuaron en los tiempos anteriores a la Restauración y eran para nosotros como supervivientes de una época que nos parecía más heroica, más enérgica, de mayor frenesí espiritual, sobre la cual había venido luego un diluvio de corrupción, cinismo y desesperanza.
De modo que el hombre se detuvo, indeciso, mientras la fosforescencia que salía del pozo se hacía más intensa y los caballos coceaban y relinchaban con creciente frenesí.
El
frenesí, en vez de aplacarse, aumentaba en razón directa de su idealismo; no fundándose en nada positivo y concreto, el mal no tenía cura.
Emilia Pardo Bazán
La curiosidad en los convecinos de los extraños futuros, a quienes ya llamaba todo el mundo «los novios de pastaflora», continuó exaltándose, hasta convertirse en
frenesí.
Emilia Pardo Bazán
Su caligrafía grande, nerviosa y a menudo indescifrable, refleja en esos pasajes el frenesí y la desesperación que le iban dominando de manera incontenible.
Al increparle el representante de la ley por la horrenda profanación, en vez de disculparse, de atribuir el hecho a momentáneo extravío o frenesí matador de la razón y la conciencia...
XXV Sólo el eco responde al enamorado Pulo que, presa de un loco
frenesí, corre de nuevo a las orillas del Ganges, busca en la arena la huella de su esposa y vuelve a llamarla por su nombre cien y cien veces; todo es inútil.
Gustavo Adolfo Bécquer
Y véase cómo el hambre y la picaresca codicia de un alguacil, proporcionaron a los huérfanos el alimento que les era necesario, y sin el que hubieran desfallecido en el frenesí del dolor.
En tu frenesí por ampliar el campo de las experiencias de la vida, en tu afán por desarrollar simultáneamente las facultades múltiples con que te ha dotado la naturaleza, vas perdiendo de vista el lugar a donde te diriges.
Como una mística se entrega al esposo ideal, y desprecia por mezquinos y deleznables los amores terrenos, yo me entregué a mis ensueños, desprecié a mis adoradores, y día y noche vi, y aún veo, ante mis ojos, la imagen del hombre bruto, que tiene cabeza humana y brazos que me abrazan con amor, pero tiene también la crin fuerte y negra, a que se agarran mis manos crispadas por la pasión salvaje; y tiene los robustos humeantes lomos, mezcla de luz y de sombra, de graciosa curva, de músculo amplio y férreo, lecho de mi amor en la carrera de nuestro frenesí, que nos lleva a través de montes y valles, bosques, desiertos y playas, por el ancho mundo.
El fuego, ese que es intenso, devora y atrapa a su alrededor; los objetos que va quemando y la muda contemplación Y en mi viejo Puerto ha actuado, con maligno descontrol; llevándose entre sus brazos, muchas vidas en su ruin acción. En cada rincón aparecía, su insaciable frenesí; balcones, techos y paredes, no se podían resistir.