Guerras Bóers

La liberación de Mafeking

Del 13 de octubre de 1899 al 17 de mayo de 1900 un puñado de voluntarios británicos resistieron siete meses en esta ciudad sudafricana durante la Segunda Guerra Bóer. El largo asedio se convirtió en todo un acontecimiento mediático, y el rescate de su guarnición por parte del ejército fue celebrada de manera efusiva por todo el Imperio.

Durante 271 días la inexperta guarnición de la ciudad resisitió heroicamente a un enemigo muy superior.

Durante 271 días la inexperta guarnición de la ciudad resisitió heroicamente a un enemigo muy superior.

Durante 271 días la inexperta guarnición de la ciudad resisitió heroicamente contra un enemigo muy superior.

Foto: Cordon Press

Desde que los británicos arrebataron la región del Cabo al reino de holanda en 1806 existió una tensión constante entre ellos y los colonos holandeses, también llamados bóers o afrikáners. En la década de los cincuenta algunos de ellos se trasladaron al norte para fundar un par de naciones independientes en tierras arrebatadas a los zulúes indígenas: la República de Transvaal y el Estado Libre de Orange.

Sin embargo la paz no les duró mucho a los bóers pues el descubrimiento de diamantes a lo largo del río Vaal en 1866 llamó la atención de las compañías británicas, que pronto inundaron la región de minas y trabajadores. Gracias a su influencia política, estos magnates consiguieron que Londres se anexionara la rica zona aurífera de Gricualandia, al tiempo que Transvaal se convertía en una colonia británica en 1877. Sin embargo esta ocupación no duró mucho, pues los afrikáners de esta última región se levantaron en la llamada Primera Guerra Bóer (1880-1881) y recuperaron su independencia.

Las repúblicas bóers y los principales escenarios de la guerra

Las repúblicas bóers y los principales escenarios de la guerra

Foto. Francesc Cervera
En esta caricatura alemana el empresario Cecil Rhodes y el secretario para la colonias Joseph Chamberlain transmutan la sangre de los soldados en oro.

En esta caricatura alemana el empresario Cecil Rhodes y el secretario para la colonias Joseph Chamberlain transmutan la sangre de los soldados en oro.

Foto: Wikimedia Commons

La aparición de ricos yacimientos auríferos en Transvaal y la explotación de las minas de diamantes de Jagersfontein en Orange reavivó el conflicto. Los gobiernos afrikáners exprimían a las corporaciones mineras con impuestos que estas consideraban intolerables, y a la vez restringían el acceso a la ciudadanía para impedir que los inmigrantes británicos (que los duplicaban en numero) se adueñaran de la política.

LOS BÓERS CRUZAN LA FRONTERA

Este conflicto de intereses llevó a la Incursión Jameson, un intento fallido de provocar el alzamiento de los inmigrantes en Transvaal por parte de unos funcionarios británicos, que terminó con todos sus integrantes encerrados en la capital afrikáner de Pretoria a principios de 1896. Tras este desastroso episodio, la tensión fue creciendo conforme se acercaba el fin de siglo. Los dos bandos reunían a sus tropas en la frontera, reclutaban cuerpos de voluntarios y aumentaban sus arsenales. Gracias a los impuestos mineros, el gobierno de Pretoria pudo superar a los británicos en esta carrera armamentística, adquiriendo 30.000 rifles Mauser alemanes además de modernos cañones y ametralladoras.

Curtidos en las luchas constantes contra los zulúes, los comandos bóers eran muy superiores en táctica y armamaneto a los anquilosados soldados británanicos.

Curtidos en las luchas constantes contra los zulúes, los comandos bóers eran muy superiores en táctica y armamaneto a los anquilosados soldados británanicos.

Foto: Wikimedia Commons

Deseosos de conservar el elemento sorpresa, los afrikáners invadieron el territorio británico el 11 de octubre de 1899. Aunque no medió ninguna declaración de guerra previa, los británicos ya se esperaban un ataque, pues las ciudades de Ladysmith, Mafeking y Kimberley habían sido fortificadas a conciencia en los meses precedentes, y se convirtieron en verdaderos bastiones que detuvieron en seco el ataque bóer. Gracias a este respiro, el Primer Ministro británico Robert Gascoyne-Cecil tuvo tiempo de organizar el contraataque, movilizando unidades de todos los rincones del imperio mientras el pequeño e inexperto ejército colonial destacado en Sudáfrica se enfrentaba al enemigo como podía.

LA FORTALEZA INDEFENDIBLE

En Mafeking se habían destinado algunos oficiales del ejército británico liderados por el coronel Robert Baden-Powell para que organizaran la resistencia ante una posible invasión. La ciudad estaba defendida por 1610 voluntarios inexpertos, en su mayor parte colonos británicos, aunque entre sus filas se incluían también 170 policías cedidos por la Colonia del Cabo y 300 nativos. Su armamento era a todas luces insuficiente, pues consistía de rifles anticuados, 6 ametralladoras Maxim y un par de cañones ligeros.

A esta heterogénea guarnición añadió Baden-Powell un cuerpo de cadetes compuesto por adolescentes de 12 a 15 años, que se encargaron de transmitir mensajes, curar a los heridos y vigilar los movimientos del enemigo. La plaza contaba asimismo con algunos defensores ilustres que convirtieron el asedio en un acontecimiento mediático: un hijo del Primer Ministro, Edward Cecil, y Sarah Wilson, la aristocrática tía de Winston Churchill (en aquella época un simple reportero de guerra destinado en el frente de Orange).

Baden-Powell era un militar con experiencia, pues había luchado en Afganistán, la India y Costa de Oro.

Baden-Powell era un militar con experiencia, pues había luchado en Afganistán, la India y Costa de Oro.

Foto: Cordon Press
Los Cadetes de Mafeking realizaron tareas de apoyo bajo la dirección del jovencísimo sargento Warner Goodyear (a la derecha de la imagen), quien sería ascendido a teniente con solo 13 años al final del asedio por los servicios prestados.

Los Cadetes de Mafeking realizaron tareas de apoyo bajo la dirección del jovencísimo sargento Warner Goodyear (a la derecha de la imagen), quien sería ascendido a teniente con solo 13 años al final del asedio por los servicios prestados.

Foto: Wikimedia Commons

Un añadido curioso a la defensa fue el pequeño tren blindado con el que los sitiados hicieron incursiones contra el exterior siguiendo la vía férrea. Este fue pintado de verde y cubierto con ramas, para que los bóers no lo pudieran localizar y destruir a cañonazos.

Ciertamente era difícil encontrar un lugar menos apto para la defensa que Mafeking, pues la ciudad se levantaba en una llanura totalmente expuesta, cortada además por el río Molopo. Sin embargo Robert tenía sus órdenes, y se puso manos a la obra sin pensar en lo desesperado de su situación. Alrededor de la ciudad y el barrio indígena adyacente se levantó una trinchera de diez quilómetros guarnecida por mil hombres, concentrados en una serie de fuertes conectados por teléfono con el cuartel general.

Trabajadores nativos excavan una trinchera para defenderse de los bóers.

Trabajadores nativos excavan una trinchera para defenderse de los bóers.

Foto: Cordon Press
Tras preparar la defensa, Roberts espera el inevitable ataque bóer.

Tras preparar la defensa, Roberts espera el inevitable ataque bóer.

Foto: Cordon Press

Asimismo, el coronel se había preocupado de cavar pozos de agua, reunir suficientes provisiones para resistir durante meses y de reconvertir el taller de la estación de ferrocarril en una fábrica de pólvora. Al mismo tiempo, para responder a la alarmante falta de artillería se restauró un cañón que se usaba como poste de una puerta, e incluso se fabricó un obús a partir de un trozo de tubería. Sin embargo la plaza disponía de una cantidad limitada de proyectiles, por lo que se tuvieron que improvisar granadas a base de dinamita y reciclar los proyectiles de artillería que caían sin explotar dentro del recinto.

BAJO ASEDIO

El primer indicio que tuvieron los habitantes de que se acercaban los bóers fue cuando un tren que debía traer un par de cañones y suministros desde Kimberley el 12 de octubre no llegó a la estación: había sido descarrilado y capturado por el enemigo, que se presentó ante la villa al día siguiente. Decidido a mantener una defensa activa, Robert hostigó constantemente a los afrikáners. Primero envió contra ellos unos vagones de mercancías cargados con dinamita, que fueron destruidos en tierra de nadie. Más atrevida fue la salida del tren acorazado el día 14, que quedó aislado en medio de las líneas enemigas y tuvo que ser rescatado por la guarnición de la villa.

Esta dinámica de ataques constantes entre uno y otro bando continuó a la largo de octubre, culminando con el intento de capturar la plaza el 31, que fue rechazado con grandes bajas para los bóers. Al fracasar todas estas incursiones ambos bandos se atrincheraron para lo que sería un largo asedio de seis meses y medio. Una vez hubieron excavado un anillo de trincheras y reductos alrededor de la plaza, la mayoría de los 8.000 bóers que la asediaban se marcharon con el general Piet Cronje al sur para combatir contra los británicos, dejando 1.500 hombres bajo J. P. Snyman para mantener el bloqueo de la ciudad.

Un moderno cañon creusot de 155mm bombardea Mafeking.

Un moderno cañon creusot de 155mm bombardea Mafeking.

Foto: Wikimedia Commons
 Los civiles tomaron parte activa en la defensa de Mafeking, una de las mujeres, Mrs Davies, incluso se unió al combate disparando su rifle desde las trincheras.

Los civiles tomaron parte activa en la defensa de Mafeking, una de las mujeres, Mrs Davies, incluso se unió al combate disparando su rifle desde las trincheras.

Foto: Cordon Press

Por su parte, al estar sometidos a un constante bombardeo por los cañones enemigos, los defensores tuvieron que excavar 800 refugios subterráneos, al tiempo que Baden-Powell racionaba las provisiones y abandonaba a la población negra a su suerte. Sin embargo no todo fueron privaciones en Mafeking, pues cada domingo se acordaba una tregua en la que se organizaban partidos de cricket, fútbol, y festivales de teatro, algo que escandalizaba al piadoso Snyman.

Pese a todo el bloqueo bóer era algo poroso, pues desde la ciudad se intercambiaban cartas con el exterior que contribuían a mantener alta la moral de los defensores. Asimismo, ciertos diarios importantes contrataron a algunos habitantes como reporteros, entre ellos Sarah Wilson (cuyas columnas en el Daily Mail daban una versión algo edulcorada de los terribles acontecimientos).

Wilson entrevista a algunos soldados para el Daily Mail en la puerta de su refugio subterráneo.

Wilson entrevista a algunos soldados para el Daily Mail en la puerta de su refugio subterráneo.

Foto: Wikimedia Commons

REACCIÓN BRITÁNICA

El asedio de las tres poblaciones fronterizas era intolerable para los mandos imperiales, que montaron a toda prisa una expedición de socorro mandada por el general Redvers Henry Buller. Este avanzó contra Ladysmith a finales de octubre, mientras destacaba una segunda columna bajo Lord Methuen para liberar Kimberley y Mafeking.

Sin embargo este primer contraataque fracasó estrepitosamente en la Semana Negra del 10 al 17 de diciembre de 1899. Los británicos fueron superados en táctica y armamento por el enemigo, sufriendo terribles bajas al caer en emboscadas y atacar en densas masas contra el fuego de las ametralladoras. La desastrosa batalla de Colenso, que terminó con 143 británicos muertos y 755 heridos, puso punto final a la ofensiva.

Los británicos se movilizan: una unidad sale de Rhodesia camino del frente.

Los británicos se movilizan: una unidad sale de Rhodesia camino del frente.

Foto: Wikimedia Commons
Colenso fue la peor derrota imperial de la Segunda Guerra Bóer.

Colenso fue la peor derrota imperial de la Segunda Guerra Bóer.

Foto: Wikimedia Commons

Al no poder contar con ayuda del exterior, Roberts intentó romper el asedio él mismo con una salida el 26 de diciembre. El plan era atravesar la línea de circunvalación a lo largo del ferrocarril con apoyo del tren blindado y tres de los cuatro cañones de la guarnición. Sin embargo el ataque fue rechazado con numerosas bajas: de los 80 hombres que formaban la primera oleada del asalto, 25 fueron muertos y 28 heridos. Así las cosas, defensores y atacantes decidieron permanecer en las trincheras antes que arriesgarse a un ataque.

LLEGA LA CABALLERÍA

Mientras las bombas caían sobre las asediadas fortalezas británicas a principios de 1900, los británicos organizaban un nuevo ejército en Ciudad del Cabo formado por sudafricanos y tropas de lugares tan alejados como Australia o Canadá. El inepto Buller fue reemplazado por Frederick Roberts, un aguerrido veterano de las guerras de Afganistán, quien fue empujando gradualmente a los bóers hacia el norte.

Soldados británicos embarcan en un tren rumbo a Orange en febrero.

Soldados británicos embarcan en un tren rumbo a Orange en febrero.

Foto: Cordon Press

Su avance lento pero sistemático pronto dio sus frutos, el 15 de febrero sus fuerzas levantaban el asedio de Kimberley, mientras que el 27 era liberada Ladysmith. Tras derrotar a Cronje en Paardeberg Frederick entró en la capital de Orange, Bloemfontein, a mediados de marzo y destacó una columna de caballería ligera al norte para acudir al rescate de la aislada Mafeking.

La inminente llegada de los británicos obligó a Snyder a realizar un último intento de tomar la ciudad. Se planeó una complicada operación que se iniciaría con un falso ataque desde el este para cubrir el verdadero golpe por el oeste, en un punto en el que el río partía en dos los atrincheramientos británicos.

Frederick Roberts fue el responsable de la exitosa campaña que capturó las capitales afrikáners y liberó las tres ciudades asediadas.

Frederick Roberts fue el responsable de la exitosa campaña que capturó las capitales afrikáners y liberó las tres ciudades asediadas.

Foto: Wikimedia Commons
El último ataque bóer se atrinchera en el cuartel de la policía.

El último ataque bóer se atrinchera en el cuartel de la policía.

Foto: Cordon Press

El plan pareció funcionar en un principio, pues la fuerza de asalto atravesó las trincheras, tomó el cuartel central de policía y llamó por teléfono a Baden-Powell para burlarse de él. Sin embargo este exitoso ataque no fue seguido por una ofensiva general, por lo que los 300 bóers fueron rodeados en el cuartel y 117 capturados junto a su comandante.

Los bóers son llevados a la cárcel ante la curiosa mirada de los cadetes.

Los bóers son llevados a la cárcel ante la curiosa mirada de los cadetes.

Foto: Cordon Press

Tras esta victoria los defensores aguardaron la llegada de los refuerzos, que entablaron combate con los afrikáners en las cercanías de la villa el 11 de mayo. El 17 alcanzaron Mafeking, y con un ataque combinado desde dentro y fuera se consiguió al fin romper el cerco y liberar la ciudad tras 217 días de asedio.

Bajo el mando de B. T. Mahon 2.000 jinetes británicos se abrieron paso hasta Mafeking.

Bajo el mando de B. T. Mahon 2.000 jinetes británicos se abrieron paso hasta Mafeking.

Foto: Cordon Press

DELIRIO EN LONDRES

La tan ansiada liberación de la fortaleza causó gran alegría en todo el Imperio, más de 20.000 londinenses se echaron a la calle para celebrarlo, reuniéndose en lugares como la Plaza de Trafalgar para agitar banderolas y entonar canciones patrióticas. La cobertura mediática había convertido este asedio en el episodio más conocido del conflicto, por lo que su conclusión fue para muchos el anuncio del fin de la guerra.

Un busto de Baden-Powell es llevado en procesión por los estudiantes de una facultad de arte.

Un busto de Baden-Powell es llevado en procesión por los estudiantes de una facultad de arte.

Foto: Wikimedia Commons
No solo se celebró la victoria en las calles, los brokers de la City se reunieron en la Bolsa para cantar el Rule Britannia y otros himnos patrióticos.

No solo se celebró la victoria en las calles, los brokers de la City se reunieron en la Bolsa para cantar el Rule Britannia y otros himnos patrióticos.

Foto: Cordon Press

Las festividades se alargaron durante todo el mes de mayo, y llegaron a tal punto que la prensa acuñó humorísticamente un nuevo verbo para definir una celebración extravagante y pública: maffickear. En realidad la guerra todavía se alargó dos años más, pues aunque los británicos controlaban las ciudades, el campo estaba infestado de guerrillas bóers que lucharon incansablemente hasta mayo de 1902.