Muere a los 72 años Frank Sinatra Jr., hijo de ‘La Voz’ | Cultura | EL PAÍS
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Muere a los 72 años Frank Sinatra Jr., hijo de ‘La Voz’

Había anunciado la cancelación del espectáculo al sentirse mareado y fue ingresado en un hospital de Florida, donde sufrió un infarto

Frank Sinatra Jr. conversa con su padre, Frank Sinatra en Las Vegas, en 1963.
Frank Sinatra Jr. conversa con su padre, Frank Sinatra en Las Vegas, en 1963.JOHN COOK / HANDOUT (EFE)

Frank Sinatra Jr. falleció el miércoles en un hospital de Daytona (Florida), tras sufrir un infarto. Frank, de 72 años, iba a dar un concierto esa noche. Hijo del cantante estadounidense más popular del siglo XX, actuaba con regularidad, interpretando el repertorio clásico de su progenitor. El perfil de Sinatra Jr. se suele pintar con colores melancólicos. Nació en Nueva Jersey, en 1944,  cuando su padre ya había despegado como cantante solista. Eso significa que apenas trató con él. Creció en un matriarcado, donde la voluntad de la madre, Nancy Barbato, era la ley; sus dos hermanas, Nancy y Tina, eran las preferidas de la familia.

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Instalados ya los Sinatra en California, Frank Jr. fantaseó con convertirse en pianista y compositor. Sin embargo, había curiosidad por escucharle cantando, y a eso decidió dedicarse. Razonó que compartir el oficio serviría para acercarse a su padre, al que apenas veía tras la ruptura de su matrimonio. No funcionó: debutó en la discográfica familiar, Reprise, pero —para que aprendiera la dureza de la vida en la carretera— el padre encargó a Duke Ellington que le llevara de gira.

Estaba dando sus primeros pasos profesionales cuando, en 1964, fue secuestrado en Lake Tahoe, uno de los feudos paternos en Nevada. Se pagó el rescate (240.000 dólares) y reapareció sano y salvo. Los delincuentes tuvieron suerte: fueron detenidos por la policía antes de ser localizados por los amigos de Frankie.

En un intento de exculparse, los secuestradores hicieron correr la voz de que todo había sido un montaje publicitario, para lanzar al nuevo artista. Un disparate que, desdichadamente, se convirtió en una leyenda urbana que lastraría su lanzamiento. Como vocalista, Sinatra Jr. exhibía estilo y recursos. Sin embargo, no tuvo buenos consejeros. En vez de intentar labrarse una identidad propia, como hizo su hermana Nancy, siguió la pista de su padre, interpretando standards por el mismo circuito de casinos y salas de fiesta. Así fue cómo se convirtió en un Sinatra de rebajas: su apellido era un gancho en los carteles y un reclamo en series de televisión.

Grabó media docena de álbumes, a veces con Nelson Riddle o Don Costa, los arregladores que arropaban a su padre. Naturalmente, los discos sonaban potentes pero las (inevitables) comparaciones no jugaban a su favor. Cuando hacía canciones originales, se intuía a un artista que podía haber volado por su cuenta. Aunque el ambiente no le era propicio: detestaba la música rock, entonces dominante.

En el primer tomo de sus memorias, Chronicles, Bob Dylan cuenta que acudió a ver una actuación de Frank Sinatra Jr. en el Rockefeller Center de Nueva York. Después de todo, explica, pertenecían a la misma generación y el concierto fue espléndido. Sinatra Jr. se quedó asombrado de su presencia pero al final congeniaron. Reproduce Dylan parte de la conversación, y hay una frase misteriosa donde no queda claro si su interlocutor estaba desencantado con su padre o con aquellos liberales que fueron sus compañeros de viaje hasta que, rechazado por los Kennedy, inició su giro hacia la derecha.

Con todo, hubo un acercamiento final entre padre e hijo. A partir de 1988, Frank Sinatra le puso al frente de la orquesta que llevaba en sus giras: al estilo siciliano, había decidido que prefería ponerse en manos de alguien que llevaba su misma sangre.

Tras la muerte del gigante, aumentó la demanda de Frank Sinatra Jr., ya convertido en un experto recreador de My way, New York, New York o Strangers in the night. Asumió su papel de continuador e incluso se interpretó a si mismo en Los Soprano. Pero no se hacía ilusiones sobre su legado. En las entrevistas, oscilaba entre el fatalismo y la resignación: “nunca he colocado un disco en las listas, jamás he triunfado en el cine, no llegué a tener mi propio programa de televisión".

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