Le Poème Harmonique -”Coeur. Airs de cour français de la fin du XVIe siècle” - MusicaAntigua.com

Le Poème Harmonique -”Coeur. Airs de cour français de la fin du XVIe siècle”

Le Poème Harmonique -”Coeur. Airs de cour français de la fin du XVIe siècle”

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El director y laudista Vincent Dumestre, con el ensemble Le Poème Harmonique,  lanzó en octubre de 2015 el proyecto discográfico Coeur.

Airs de cour français de la fin du XVIe siècle que nos aproxima a un rico aunque desconocido periodo en la historia de la música francesa que tiene lugar a finales del siglo XVI.

En los apenas treinta años que transcurren desde 1571 hasta 1600 se produce la transición de la música renacentista a los aires cortesanos que caracterizarán el siglo XVII francés.

El disco recoge obras de autores cuya paternidad sobre la música barroca gala es indiscutible, pero cuyos nombres fueron relegados y acabaron cayendo en el olvido.

Se trata de figuras como Fabrice-Marin Caiétain, Didier Le Blanc, Guillaume Costeley o Girard de Beaulieu, que la historia ha calificado de “menores”, aunque la valía de sus composiciones se hace patente en las pistas del CD.

Le Poème Harmonique es un conjunto de instrumentistas y cantantes formado en 1999 en torno a Vincent Dumestre, su director, especializado en música del siglo XVII y de principios del XVIII.

Su esfera de trabajo trasciende lo meramente musical invadiendo el campo de las artes escénicas, pues con frecuencia sus montajes incluyen actores, bailarines, espectáculo circense y marionetas.

Como ejemplo de su variada actividad, han llegado a poner en escena la comedia ballet El burgués gentilhombre, que el dramaturgo Moliere y el músico Lully compusieron para ser representada ante Luis XIV.

Coeur. Airs de cour français de la fin du XVIe siècle nos transporta a la Francia de la segunda mitad del siglo XVI en la que el ideal humanista y el impulso cultural de Catalina de Médicis, la última reina de la casa Valois, determinan el nacimiento de círculos artísticos apadrinados por príncipes y nobles.

Rodearse de cultura se convierte en un rasgo distintivo entre los grandes, que comienzan a rodearse de poetas, artistas y músicos.

En este escenario se produce una renovación del género poético, que se vuelve más lírico y galante emulando los modelos italianos, y aparece un nuevo género musical, la canción cortesana, que protagonizará el panorama musical francés a finales del siglo XVI y principios del XVII.

Tiene éste su origen en el llamado  vaudeville (voix de ville o voces de la ciudad), un estilo folclórico basado en la simple versificación musical que da prioridad a la inteligibilidad del texto poético.

Su linealidad y técnica homofónica contrastaba con la compleja  polifonía contrapuntística que había predominado a lo largo del Renacimiento.

El impulso de las artes en esta Francia tardorrenacentista adquiere los nombres propios de  dos ilustres familias de la época: los Guisa y los Gondis.

La sensibiliad y la actividad de mecenazgo de los miembros de estas dos casas proyectan la capacidad creativa de toda una generación de músicos y poetas.

Así, la familia Lorena-Guisa comienza una intensa política de mecenazgo con Francisco I de Lorena (1520-1563), que continúa con el segundo duque de Guisa, su hermano Claudio de Lorena (1526-1573), y con los hijos de éste René (1536-1566), marqués d’Elbeuf, y Carlos (1524-1574), cardenal de Lorena.

Los Guisa protegieron a poetas como  Pierre de Ronsard, Rémy Belleau, Jean-Antoine de Baïf, Philippe Desportes, Amadis Jamyn o Claude Billard de Courgeney, y a músicos como  Pierre Cléreau y Fabrice-Marin Caiétain.

Paralelamente, Claudia Catalina de Clermont (1543-1603) fue una dama ilustrada que igualmente tuvo una influencia decisiva en el desarrollo de las ciencias y las artes francesas.

Casada con Alberto de Gondi, conde de Retz y mariscal de Francia, Catalina creó un importante círculo centrado en la cultura francesa, italiana y española en los salones de su palacio cercano al Louvre.

Por allí pasaron los mejores poetas de la época, que también frecuentaban a los Guisa, como  Pontus de Tyard, Étienne Pasquier, Antoine de Laval,  Billard de Courgeney, Baïf, Jamyn, Belleau y Desportes.

Los mejores músicos también frecuentaban la casa Gondi entre los que habría que destacar al organista del rey Carlos IX, Guillaume Costeley, que le dedicó a los condes dos sonetos de su colección Musicque  de 1570.

Este disco de Le Poème Harmonique contiene una selección de piezas de Pierre Guédron, Girard de Beaulieu, Pierre-Francisque Carroubel, Jean Boyer, Didier Le BlancFabrice-Marin Caiétain, Lorenzini, Adrian Le Roy y del mismísmo Costeley.

Pierre Guédron es quizá uno de los nombres más destacados del conjunto.

Compuso seis volúmenes de airs de cour y sucedió a Le Jeune como compositor de la capilla real en 1601.

El disco incorpora tres de sus piezas Tant et tant il m’ennuye tant, Belle qui M’avez blessé y Bien qu’un cruel martire. Este último tema es un bello ejemplo de los amores desesperados que tanto abundan en el género:

“Bella dama que me has herido con tan dulce dardo,

oh, ¿por que me abandonas?

A mí, que me marchito en cruel desesperación

cuando no te veo.”

De Didier Le Blanc, que también aporta tres canciones al disco, se sabe poco.

Su obra fue publicada por el editor Adrian le Roy (presente en esta obra con un arreglo sobre un tema musical) y destacan Airs de plusiers musiciens y Second livre d´airs d´excellents musiciens de 1579.

Uno de los temas más interesantes y bellos de esta colección es su Les Mariniers adorent un beau jour, en cuyo texto desdeña cualquier maravilla que se pueda encontrar por el mundo al ser comparada con la belleza de su amada:

“Venus, el día y el sol de los cielos,

la libertad, y la perla india,

no valen nada para mí comparados con la belleza de sus adorables ojos,

ninguna belleza equipara a la suya.”

 Finalmente, destacamos de la lista de compositores a Guillaume Costeley, organista de la capilla real y quizá el más representativo creador de canciones, -escribió más de 100-,  de este final del siglo XVI. Coeur. Airs de cour français de la fin du XVIe siècle incluye su tema J’ayme trop mieux souffrir la mort en el que confiesa preferir sufrir la muerte que ser privado de la presencia de su amada, pues afirma que:

“…no contemplarte, es tan dura sentencia.”

En suma, estamos ante una obra sumamente hermosa y atractiva que nos trae la música de una época que por desgracia fue injustamente olvidada y eclipsada por la grandeza de los sones barrocos franceses.

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