El Ducado de Saboya y la Italia Hispánica - Historipedia

El Ducado de Saboya y la Italia Hispánica

La siguiente historia tiene lugar entre el año 1580 y el 1734 d.C.

ITALIA MODERNA 8: EL DUCADO DE SABOYA Y LA ITALIA HISPÁNICA

EL DUCADO DE SABOYA (1580-1720)

Como vimos anteriormente, en 1416, el emperador del Sacro Imperio Segismundo elevó a rango ducal el condado de Saboya, convirtiéndolo en el Ducado de Saboya, liderado por Amadeo VIII. El lugar era básicamente un estado tapón entre Alemania, Francia e Italia. Pasaron más duques sin pena ni gloria, y entonces llegamos a mediados del siglo 17.

Hablar del siglo 17 en el Norte de Italia es hablar de multitud de conflictos en el Ducado de Saboya. Como ya conté, tras la última guerra italiana, en 1559, el Ducado de Saboya se independizó de Francia con el duque Manuel Filiberto, quien, además, trasladó la capital a Turín, en la región de Piamonte; mientras que España, su aliada, liderada por su primo el rey Felipe II, pasó a dominar definitivamente Milán, Cerdeña, Nápoles y Sicilia. Además del Estado de los Presidios, en la costa de Toscana.

A partir de 1580 comenzó a gobernar el hijo de Manuel Filiberto, Carlos Manuel I de Saboya, apodado El Grande. Este tipo gobernó el ducado durante medio siglo, y fue un hábil reformador y un tío bastante culto, pero también era ambicioso de cojones, y se metió en multitud de conflictos… El místico Nostradamus residió una temporada en Turín, y dijo que Carlos Manuel sería el mayor líder de su tiempo. Quizás por eso se creció y se metió en mazo de movidas, pero no salió muy bien parado.

Por ejemplo, aprovechando las Guerras de Religión Francesas, que ocuparon toda la segunda mitad de siglo 16, Carlos Manuel I decidió invadir zonas de la Provenza. Él decía que estaba apoyando a la Liga Católica en contra de los hugonotes y demás, pero en realidad quería recuperar territorios que habían pertenecido a Saboya tiempo atrás.

También en 1588, Carlos Manuel I ocupó con sus tropas el Marquesado de Saluzzo, que estaba bajo protección francesa. El rey de Francia Enrique IV exigió su devolución, Carlos Manuel dijo que ni de coña, y empezaron a darse de leches.

La Guerra Franco-Saboyana había estallado. En el año 1600, las tropas de Enrique IV de Francia invadieron Saboya. Tomaron la ciudad de Montmelian y luego sitiaron la antigua capital, Chambery, y muchos castillos e iglesias fueron destruidas. En el Tratado de Lyon, de 1601, Carlos Manuel tuvo que pagar a Francia 300.000 libras y conservó el Marquesado de Saluzzo.

Al año siguiente, Carlitos trató de invadir la ciudad-estado protestante de Ginebra con 4000 soldados, en un hecho conocido como L’Escalade (lescalád). El duque sufrió una aplastante derrota que es conmemorada cada diciembre por los habitantes de Ginebra.

El obispo saboyano Francisco de Sales fue obispo de Ginebra unos meses, a este tipo se le recuerda por combatir el calvinismo y el protestantismo en general.

Carlos había casado a su hija Margarita con el joven duque de Mantua y de Montferrato, Francisco IV Gonzaga. El problema es que murió de viruela en 1612, con solo 26 años de vida. Eso sí, le dio tiempo a tener una hija: María. Sin embargo, el título de duque fue a parar al hermano de Francisco: Fernando I Gonzaga. Carlos Manuel vio esto mal y así comenzó la Guerra de Sucesión de Montferrato.

Así, el ducado de Saboya se enfrentó a Mantua y Montferrato y a sus aliados: Francia, España, Venecia y Toscana. Tras cinco años de luchas, todos se rindieron y firmaron el Tratado de Asti, de 1617. La situación quedó como estaba. Saboya no ganó nada, sólo perdió mucho dinero.

En el año 1618 comenzó en Europa la Guerra de los Treinta Años, que enfrentó a los protestantes y a los católicos.

Dentro de esta guerra de los 30 años encontramos un conflicto en Italia: La Guerra de la Valtelina, de 1620 a 1626. Ésta era una región situada en los Alpes, poblada por católicos, pero pasó a la soberanía de las Tres Ligas Suizas (o ligas grisonas), que eran protestantes. Aquel lugar era un paso clave entre Italia y Alemania, y era conocido como el Camino del Español. Por ello, los Habsburgo intentaron apoderarse de él.

Contra los españoles se metieron Francia y el Ducado de Saboya, y luego también Venecia y las 3 ligas. Tras unas pocas batallas lograron frustrar los planes de los Austrias, y en 1626 se firmó el Tratado de Monzón, que confirmó la independencia de la Valtelina, aunque los Habsburgo podrían seguir usando el valle como paso.

En 1625, un ejército franco-saboyano liderado por el hijo de Carlos, Víctor Amadeo, invadió la República de Génova. Ésta se alió con España y ambos lograron expulsar a los invasores en el hecho conocido como el Socorro de Génova.

En 1628 comenzó la Guerra de Sucesión de Mantua, que duró 3 años. El conflicto comenzó porque Vicente o Vincenzo II de Gonzaga, el último Gonzaga, murió si descendencia. ¿Quién iba a gobernar ahora Mantua y Montferrato?

Pues por un lado Francia quería imponer a un familiar suyo, y los Habsburgo a uno suyo. El ducado de Saboya se alió con los Habsburgo austriacos y españoles. Francia, con el apoyo de Venecia, ocupó la ciudad de Mantua y tomó la ciudad de Casale, que fue sitiada por los españoles. Más tarde ocuparon el valle de Susa, territorio saboyano, por lo que Carlos Manuel se hizo caquitas y se pasó al bando franchute.

Tras 3 años de guerra, los Habsburgo se retiraron y aceptaron, en el Tratado de Cherasco de 1631, que el nuevo duque de Mantua fuera el francés Carlos I de Nevers, un primo de Vincenzo II. Los saboyanos, por su parte, se quedaron con un trocito pequeño del ducado de Montferrato.

Antes de acabar esta guerra, en 1630, Carlos Manuel I murió. Había dejado a su ducado en números rojos y con una epidemia de peste matando a muchísima gente. Le sucedió su hijo Víctor Amadeo I de Saboya. Duró apenas 7 años en el trono y luego llegó su hijo Francisco Jacinto, pero como tenía sólo 4 años, la regente fue Cristina de Francia, viuda de Víctor Amadeo I y hermana del rey de Francia Luis XIII.

La estructura actual del Castillo del Valentino, en Turín, una de las residencias de estos duques, se la debemos a esta Cristina y a su influencia francesa. Otra residencia que Cristina reformó fue el Palacio Madama de Turín, que fue un castillo cuadrado, aunque años después se construyó una fachada en estilo barroco.

Finalmente tenemos el Palacio Real de Turín, en el centro de la ciudad, que fue reconstruido por Cristina hacia 1640. Allí la regente dio fiestas tan locas que no tenían nada que envidiar a las de la corte francesa.

Al pobre Francisco Jacinto le tocó una vida corta, pues murió solo dos años después. Entonces, en 1638, ascendió al trono saboyano el duque Carlos Manuel II, su hermano, que tenía 4 años.

En resumen, que Cristina de Francia siguió gobernando de facto, y su bando fue llamado Madamisti, partidarios de la Madama Real, y el ducado fue convertido en un estado satélite de Francia. En cambio, los Principisti fueron sus rivales, los príncipes Tomás y Mauricio de Saboya, que querían el poder y además eran pro-españoles.

Esta fue la Guerra Civil Piamontesa, que duró entre 1639 a 1642, y Francia apoyó a los madamisti y España a los principisti.

Tomás sitió la ciudad de Turín en un gran asedio contra las tropas francesas, y fue apoyado por el Marqués de Leganés Diego Mexía Felípez de Guzmán, gobernador del Ducado de Milán, que como ya dije, estaba integrado en la Monarquía Hispánica.

Al final la mayor parte de la guerra fueron negociaciones por lo bajini, y no hubo un ganador total. Cristina se quedó gobernando y Tomás obtuvo unas cuantas fortalezas por el Piamonte.

Poco después, en 1648, ocurrió la Paz de Westfalia, que puso fin a la Guerra de los 30 años. El papa Inocencio X protestó porque en esta paz se dieron muchos derechos a los protestantes, pero todos los poderes europeos le ignoraron. Se suele decir que este hecho marcó la exclusión del papado en la escena internacional, perdiendo muchísimo poder. Ahora, para los nuevos monarcas absolutos europeos, la razón de Estado primaba sobre las motivaciones religiosas, y por esto mismo pasaban ya de perpetuar aquella guerra que solo estaba vaciando sus arcas.

Una vez Carlos Manuel II creció, se dejó influenciar por el rey francés Luis XIV, y emprendió reformas muy importantes para el ducado.

Instaló su corte en el suntuoso palacio de Venaria Reale, muy cerca de Turín, e impulsó la expansión de esta ciudad y la construcción de multitud de edificios públicos en estilo barroco; así como plazas, como la Plaza de San Carlo; o palacios, como el Castillo de Rivoli. También creó un sistema de escuelas públicas en 1661, un hospital para atender a enfermos y a mendigos, desarrolló el puerto de Niza, y también creó las milicias saboyanas y reformó las antiguas fortificaciones.

Pero su gobierno no fue todo paz y armonía. En 1655 ocurrieron las Pascuas Piamontesas, donde, tras el asesinato de un sacerdote católico, las tropas del duque atacaron a la población protestante de los valles valdenses y masacraron a 1700 personas.

Los valdenses eran un movimiento calvinista fundado por Pedro Valdo, y durante mucho tiempo fueron perseguidos, y gran parte de ellos tuvo que huir a Suiza. Tras la masacre, las naciones protestantes, lideradas por Oliver Cromwell, se quejaron por esta violencia y se firmaron Las Patentes de Gracia, que garantizaban el perdón a los valdenses. Aunque la tensión siguió existiendo.

En 1665, Carlos Manuel II se casó con una pariente suya: María Juana Bautista de Saboya-Nemours, y gracias a su dote, el duque pasó a controlar el ducado de Ginebra y su capital, Annecy. Esto fue muy celebrado por los saboyanos, pero los ginebrinos no querían saber nada, y en muchas ocasiones este territorio escapó de sus obligaciones con Saboya.

El último duque de Saboya de este siglo 17 es Víctor Amadeo II, quien comenzó a gobernar en 1675 con 9 añitos. Aunque su madre fue regente un tiempo, cuando Víctor alcanzó la mayoría de edad empezó a hacer buenas reformas como su padre.

Para empezar, centralizó mucho la burocracia y la hizo más eficiente. Elaboró un censo de todo el territorio piamontés y confiscó muchos terrenos a la nobleza y al clero, quienes aún controlaban bastante territorio.

También por todo el norte italiano se introdujeron nuevos cultivos como el arroz y el maíz, que tuvieron mucho éxito, así como las plantaciones de lino y cáñamo. Además, la práctica de la rotación continua se hizo común, lo que ayudó a aumentar la producción y a que la gente no pasara hambre.

En 1688 comenzó en Europa la Guerra de los 9 años, o Guerra de la Liga de Augsburgo. Fue una guerra que enfrentó a una gran coalición de estados europeos contra Francia, que se estaba expandiendo peligrosamente por el Rin.

Víctor Amadeo II estaba hasta los huevos de ser un satélite francés, así que decidió unirse a la Gran Alianza contra Francia. Pero los espías franceses se enteraron antes y Luis XIV invadió Turín con sus tropas. El saboyano se rindió y volvió a la órbita francesa a cambio de que le devolviera lo conquistado. Y eso pasó, y hubo paz. Y Víctor casó a su hija María Adelaida con el heredero al trono francés, Luis de Borgoña.

En 1689, un grupo de 1000 valdenses regresaron a los valles valdenses en un hecho conocido como Repatriación Gloriosa, y durante un año hubo una especie de guerra de guerrillas por las montañas hasta que Víctor Amadeo II les permitió asentarse sin que fueran reprimidos.

Como ya conté, entre 1701 y 1713 ocurrió la Guerra de Sucesión Española. Carlos II de España, de la dinastía Habsburgo, murió en 1700 sin heredero, por lo que dejó su imperio a Felipe de Anjou, de la Dinastía Borbón, nieto de Luis XIV. Los Habsburgo austriacos se cabrearon con esta decisión y empezó una nueva guerra por la sucesión.

En el primer año de guerra, los austriacos entraron en el Milanesado y lo conquistaron en la Batalla de Carpi.

Víctor Amadeo II se puso de lado de Francia y España, de los Borbones, pero luego se cambió de bando porque querían ocupar Milán. Esto provocó que los franceses volviesen a ocupar Saboya. Franceses y españoles ganaron diversas victorias hasta que solo quedó Turín por conquistar. El sitio de la ciudad tuvo lugar en 1706. Afortunadamente para el duque, los austriacos llegaron al rescate y levantaron el asedio. Con esto, Saboya quedó en paz, aunque la guerra duró en otros lugares unos pocos años más.

En el Tratado de Utrecht (utrej), de 1715, las potencias acordaron reconocer a Felipe V como rey de España, pero las posesiones españolas en Italia, que eran parte de imperio de los Habsburgo españoles, pasaron a los Habsburgo Austriacos. Es decir, Milán, Nápoles y Cerdeña pasaron a Austria.

¿Y diréis? ¿Y Sicilia? Pues Sicilia fue para Saboya. Además de otros pequeños territorios por el Piamonte, como Montferrato o Alessandria, del Milanesado y del Delfinado.

En 1717 comenzó la Guerra de la Cuádruple Alianza, en la que Felipe V de España trató de conquistar los territorios italianos que habían sido españoles. Rápidamente, los españoles tomaron la isla de Cerdeña, y luego invadieron Sicilia. Víctor no sabía bien qué hacer, y el emperador Carlos VI de Austria le propuso intercambiar su Sicilia por Cerdeña, ya que estaba más cerca de Saboya y era más fácil de controlar para él, aunque era menos estratégica, pero obtendría el título de rey. Y así lo hicieron en 1718.

Tras la derrota de España en la Batalla del Cabo Pasaro, de 1718, se firmó la paz en el Tratado de la Haya. En él, en 1720, Saboya dejó de ser un ducado para convertirse en el Reino de Piamonte-Cerdeña. Y esto es muy importante porque serían estos reyes quienes, 150 años después, reunificarían toda Italia en el estado que ahora todos conocemos. Pero eso lo veremos más adelante.

LA NÁPOLES HISPÁNICA DEL SIGLO XVII (1600-1734)

Del Reino de Nápoles durante el siglo 17 tampoco hay mucho que contar. Hubo una relativa paz en el sur, y muchos virreyes se dedicaron a combatir el bandolerismo y a construir edificios públicos, fuentes y movidas así.

El virrey Juan Alonso Pimentel tuvo que defender los territorios del Mezzogiorno de diferentes incursiones navales turcas, que parece que volvían a tocar las narices tras su derrota en Lepanto.

Para prevenir más de estas incursiones se metió en guerra con Albania, donde estaban las bases piratas turcas, y logró destruir Durazzo.

A partir de 1610, el nuevo virrey fue Pedro Fernández de Castro, que reformó un montón de edificios de la ciudad de Nápoles. Reconstruyó la universidad, modernizó el sistema de enseñanza y de las cátedras. Construyó el colegio de los jesuitas San Francisco Saverio y un complejo de fábricas en la Porta Nolana. Finalmente, también patrocinó la Academia de los Ociosos, una academia literaria por Giambattista Manso, marqués de Villa Lago.

Pedro Téllez-Girón fue primero virrey en Sicilia y resolvió con éxito muchos problemas de robos y bandoleros, y también logró reforzar la flota italiana y hacerla altamente operativa contra ataques turcos y berberiscos. En 1616 fue nombrado virrey de Nápoles y allí se convirtió en uno de los personajes más destacados de la Italia de la época. Aplicó la misma receta que en Sicilia: mano dura contra la delincuencia y reforzamiento de la flota. Obtuvo varias victorias contra sus enemigos, aunque parece que estuvo implicado en la famosa Conjura de Venecia de la que luego hablaré. Parece que empezó a atacar a los venecianos un poco por su cuenta y riesgo, y acabó destituido por la corte española.

Pasaron varios virreyes más y todo parecía ir de puta madre para los napolitanos, pero no. Desde 1638 empezaron a ocurrir cositas chungas. El volcán Vesubio entró en erupción, hubo muchos terremotos, muchos edificios acabaron derrumbados, mucha gente perdió sus casas, hubo miseria, hambre, enfermedades…  

Y no sólo eso. Resulta que todo el gasto bélico de la Monarquía Hispánica, enfrascada en multitud de guerras, había que pagarlo de alguna manera. Y esta esa ayuda para financiar guerras en el extranjero recayó sobre todo en la economía napolitana.

El virrey Ramiro Núñez de Guzmán se tuvo que comer todos estos marrones, y la economía se estancó, y para conseguir dinero fácil comenzó un proceso llamado “refeudalización”. Esto es vender títulos, privilegios, monopolios y tierras de la Corona en plan subasta al mejor postor. Con esto se fue perdiendo poder centralizado mientras crecía la fragmentación. El clero y los barones volvían a ganar influencia.

De todas formas, a este virrey a su esposa, Anna Carafa, le debemos la construcción del Palazzo Donn’Anna, construido en estilo barroco italiano por el arquitecto Cósimo Fanzago. El palacio quedó sin terminar debido a las movidas sociales que conoceremos en un segundo.

Rodrigo Ponce de León fue nombrado virrey de Nápoles en 1646, y al año siguiente tuvo que enfrentarse a una gran revuelta antiespañola. Esa fue la Revuelta de Masaniello.

Masaniello era un pescador de 27 años que acabó convertido en el cabecilla de la rebelión napolitana contra el gobierno del virrey. Protestaban sobre todo por la subida de los impuestos, en concreto, un nuevo impuesto sobre la fruta, un alimento básico sobre todo para las clases más bajas.

Masaniello organizó la revuelta. El virrey Ponce de León se vio obligado a huir, pero a los políticos que fueron capturando los ejecutaron en una plaza. Al final el virrey y Masaniello llegaron a un acuerdo y todo quedó tranquilo. Él y el virrey charlaron en su palacio y le hizo regalos caros. Cuando los aliados de Masaniello se enteraron, se volvieron contra él y acabaron cortándole la cabeza.

Las protestas siguieron, pero cada grupo social tenía una exigencia diferente y no terminaban de crear un grupo homogéneo. Todo esto fue aprovechado por un grupo militar liderado por Gennaro Annese, antiespañol y profrancés, que comenzó a luchar con armas contra las tropas del virrey.

Gracias a la ayuda francesa, lograron crear una República Napolitana. Los napolitanos buscaron entonces un jefe de Estado, y el elegido fue Enrique II, quinto duque de Guisa, quien parece que era un antiguo descendiente del rey de Nápoles Renato I.

De todas formas, esta República no duró ni un año. Los españoles, liderados por Juan José de Austria, llenaron Nápoles de espías y agitadores, y pronto los rebeldes comenzaron a luchar entre ellos. Así España pudo recuperar Nápoles.

Los siguientes años fueron tranquilos hasta que en 1656 se produjo una epidemia de peste bastante gorda, que afectó a varias partes de Italia, pero sobre todo a Nápoles. Tanto que mató a la mitad de los habitantes de la ciudad, unas 300.000 personas.

En 1674, en la ciudad de Mesina, se produjo una nueva insurrección de los napolitanos contra el gobierno español debido al racionamiento de los alimentos. Gracias a la ayuda francesa, Mesina fue independiente unos 4 años, pero tras la Paz de Nimega fue reconquistada por los españoles.

En el año 1700 murió el rey de España Carlos II de Habsburgo sin herederos. En su testamento dejó el trono a Felipe V, un Borbón, por lo que pronto estalló en Europa la Guerra de Sucesión Española. España y Francia estuvieron en el lado Borbón contra los Austrias.

Tras 12 años de guerra hubo paz, y en el Tratado de Utrecht (utrej) se acordó que Felipe V de Borbón se quedaría con España, pero Milán, Nápoles y Cerdeña irían para los austriacos, y Sicilia para Saboya. Y así fue cómo España perdió el Reino Napolitano.

Sin embargo, unos pocos años después, en 1733 comenzó la Guerra de Sucesión Polaca, y borbones y habsburgueses se volvieron a pelear, pero esta vez para colocar a sus familiares en el trono de Polonia.

Pues bien, el infante Carlos de Borbón, futuro Carlos III de España, era duque de Parma en Italia, y con ayuda de su padre Felipe V de España, decidió intentar conquistar Nápoles y Sicilia. Y tuvo éxito. Y fue coronado en 1734 rey de un nuevo reino conocido como el Reino de las Dos Sicilias, que, aunque independiente, estaría ligado al Reino de España hasta la unificación de toda Italia a mediados del siglo 19.

LA VENECIA DEL XVII (1600-1700)

Volvemos a la República de Venecia. Tras la Batalla de Lepanto, el Mediterráneo parecía estar más en calma, y se habían reducido mucho los ataques otomanos. Sin embargo, la cosa se iba a complicar a inicios del siglo 17.

Entre 1613 y 1617 ocurrió una pequeña guerra entre Venecia y los uzkoks (o uscoques). Estos uzkoks eran refugiados cristianos de Bosnia y Dalmacia que habían sido reclutados por los Habsburgo de Austria para defender sus fronteras después de la paz entre otomanos y venecianos en Lepanto.

Muchos uzkoks se establecieron en Segna, en la actual Croacia, y vivieron como piratas en el mar Adriático, lo que empezó a molestar a los venecianos, que veían cómo algunos de sus barcos comerciales eran atacados y saqueados.

Cuando la Venecia del dogo Giovanni Bembo atacó a estos tipos, el archiduque de Austria Fernando II se enfadó y hubo gresca un par de años entre estas dos potencias, la Guerra de Uskok o Guerra de Gradisca.

Finalmente se llegó a un acuerdo y Austria obligó a los uzkoks a vivir tierra adentro y no dedicarse a la piratería.

De todas formas, dentro de esta guerra, los austriacos pidieron ayuda a los españoles de Nápoles, y en 1617, el virrey español de Nápoles Pedro Téllez-Girón, envió una flota a atacar Venecia, teniendo éxito en la Batalla de Ragusa.

Este tipo parece que estuvo implicado en la llamada Conjura de Venecia, de 1618, un complot llevado a cabo por este virrey, el gobernador de Milán Pedro de Toledo Osorio, Marqués de Villafranca, y el embajador español en Venecia, Alonso II de la Cueva, el marqués de Bedmar. Al parecer manipularon a un grupo de mercenarios franceses asentados en Venecia para que la liaran parda, y aprovechando el éxito de la Batalla de Ragusa, tener una excusa para presentar a la flota española en Venecia e intervenirla militarmente.

El plan no funcionó porque los franceses estos fueron rápidamente masacrados, y tampoco se sabe si esta conspiración es verdad o leyenda negra.

La cosa es que el nuevo dogo, Antonio Priuli, entre la histeria colectiva que hubo, comenzó a detener a todo el mundo, cualquier sospechoso de estar en el ajo. Por ejemplo, se mandó ejecutar en 1622 a un patricio veneciano llamado Antonio Foscarini por asistir a un acto en la embajada inglesa.

En el año 1628, Venecia dejó su típico aislacionismo y se metió en la política italiana. Concretamente se metió en la Guerra de Sucesión de Mántua, de la cual ya he hablado. Venecia se alió con Francia contra los Habsburgo, quienes dominaban Milán. Al final Francia ganó el conflicto y puso como duque de Mántua a Carlos I de Gonzaga-Nevers.

Una de las consecuencias de esta guerra fue una epidemia de peste en 1630 en la que murieron 50.000 personas solo en Venecia, que era un tercio de la población. Por suerte, tras unos meses, la situación se calmó y, como agradecimiento a Dios por el fin de la enfermedad, se levantó en la ciudad la Iglesia de Santa María della Salute.

La época del dogado de Francesco Erizzo fue bastante tranquila. Se abrieron varios teatros en la ciudad, como el Teatro San Cassiano en 1637, el primer teatro de ópera público del mundo. También se puso muy de moda entre los venecianos los juegos de cartas y apuestas.   

El siguiente conflicto potente en Venecia fue la Guerra de Candía, o Guerra de Creta, o 5ª Guerra turco-veneciana, que duró de 1645 a 1669, unos 25 años. Todo comenzó cuando los Caballeros de Malta capturaron un galeón de peregrinos turcos y se refugiaron en Candía, el principal puerto de la isla de Creta, ahora llamado Heraclión. Como ya dije, esta isla estaba en posesión de Venecia, y el sultán Ibrahim I culpó a los venecianos y atacó Candía, a la que puso en asedio.

Los turcos también atacaron por el continente a los venecianos, sitiando ciudades como Sebenico, un enclave veneciano en la actual Croacia. Aunque Venecia pudo hacer frente a este intento de invasión, la situación en Creta era bastante jodida.

Venecia trató de hacer frente a su enemigo taponando el estrecho de Dardanelos. Consiguieron algunas victorias, sí, como la de Focea de 1649 o la de Paros en 1654, pero los turcos les dieron un golpe de gracia en la Batalla de Dardanelos de 1657, en la cual murió el capitán Lázaro Mocenigo, porque le cayó el mástil de su barco encima.

En los años siguientes, Candía seguía resistiendo el asedio otomano, y los venecianos, con ayuda de Francia y la Orden de Malta, trataron de contraatacar. Sin embargo, fracasaron miserablemente y Venecia se rindió en 1669. La mayor consecuencia de esta derrota fue que la isla de Creta pasó a los turcos.

Tras esta guerra, Venecia intentó recuperar la normalidad, las rutas comerciales y todas esas cosas. En 1683 se abrió la primera cafetería de Venecia, y beber café se hizo tremendamente popular. Además, de la Universidad de Padua, que estaba dentro de la república veneciana, salió Elena Cornaro Piscopia, la primera mujer del mundo en recibir el título de Doctora en Filosofía.

En 1683 tuvo lugar el 2º Sitio de Viena, o Batalla de Kahlenberg, en la cual, los turcos fueron derrotados. Los venecianos aprovecharon ese momento de debilidad para aliarse con Austria en una nueva Liga Santa, a la que también se unió Rusia poco después.

Así comenzó la 1ª Guerra de Morea, o 6ª Guerra turco-veneciana, que duró desde 1684 a 1699 y que estaría encajada dentro de la Gran Guerra Turca.

Morea era como se llamaba a la península del Peloponeso, y es que los venecianos dirigidos por el comandante Francesco Morosini (futuro dogo de Venecia), trataron de recuperar diversos puertos griegos de esta región. Se ocupó Leukas, Corone, Navarino, Modona, Argos y Nauplia. Para 1687 ya tenía bajo su control casi todo el Peloponeso. Fue una hazaña que no se lo creía nadie. Y Morosini no iba a parar. Después tomó Patras, Lepanto y Corinto.

Meses después atacaron a Atenas, y parece ser que fue durante esta batalla cuando un cañón dañó gravemente el Partenón, ya que los turcos lo usaban como almacén de municiones. Mala idea.

En 1688 los venecianos intentaron recuperar Negroponte, pero fracasaron. Ese año fue elegido dogo Francesco Morosini, al que apodaron el Peloponnesiaco por sus grandes logros en la guerra. De todas formas, pronto volvió a comandar esta guerra que todavía no había acabado.

Algunas victorias venecianas fueron las de Mitilene en 1695, la de Andros en 1697 y la de Dardanelos en 1698. Mientras tanto, el Sacro Imperio y Hungría vencieron a los turcos en la Batalla de Zenta, de 1697. Esta gran derrota hizo que los turcos pidieran la paz, y así llegó el Tratado de Karlowitz, de 1699, que puso fin tanto a la Gran Guerra Turca como a la Guerra de Morea. Aquí Venecia se quedó con Morea, Dalmacia y las islas Léucade y Egina.

Un buen cierre de siglo, ¿verdad? Pues sí, pero la cosa se va a poner más chunga en el próximo capítulo.