Biograf�a de Francisco Franco Bahamonde

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Actualizada: 11 de Febrero de 2012.    

General�simo Franquismo Guerra Civil Personalidades Historia Actualidad Difusi�n Enlaces


FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE


Naci� en El Ferrol el 4 de diciembre de 1892, pertenec�a a una antigua familia gallega. Su abuelo, Francisco Franco Vietti, hab�a sido intendente general de la Marina. Su padre, Nicol�s Franco Salgado, era contador de Nav�o. Su madre, Pilar Bahamonde y Pardo de Andrade, que ejerci� sobre �l una hond�sima influencia permanente. Francisco hubiera querido ser marino. Las circunstancias lo llevaron hacia el Ej�rcito.

1.- Carrera militar.

Despu�s de estudiar en la Academia Militar de Toledo, ingres� en el Arma de Infanter�a y pidi� destino a Marruecos. All� se distingui� al frente de una compa��a de Regulares y, en 1915, pasaba a ser el capit�n m�s joven del Ej�rcito espa�ol. A consecuencia de una herida grave recibida en el combate de Biutz (28 de junio 1916), ascendi� a comandante y fue destinado a Oviedo, donde estaba durante la huelga general de 1917. Conoci� entonces al comandante Mill�n Astray que, cuando fund� la Legi�n, le llam� para mandar la primera Bandera.


Franco visita el hospital donde convalecen los primeros heridos del Tercio.

2.- La Legi�n. 

Apenas llegado a Ceuta en octubre de 1920, Franco dio muestras de sus dotes de organizador y de jefe durante la etapa de instauraci�n e instrucci�n de la Legi�n. Pero fue en el transcurso de las operaciones que siguieron al desastre de Annual, en julio de 1921, cuando Franco empez� a acreditar sus dotes militares.

Despu�s de un corto periodo de estancia en Oviedo (marzo-junio de 1923), Franco, ascendi� a teniente coronel, asumi� el mando de la Legi�n, cuyo jefe, Valenzuela, hab�a muerto en combate. Con este motivo hubo de aplazar hasta el mes de octubre su proyectado matrimonio con Carmen Polo y Mart�nez � Vald�s. Durante el oto�o de 1924, se destac� mandando las tropas que cubrieron en retaguardia la dif�cil evacuaci�n de Xauen en el curso de la retirada dispuesta por Primo de Rivera, en contra de los deseos del Ej�rcito de Marruecos. 

Un momento en la alocuci�n de despedida de Franco en Zaragoza.

Ascendido a coronel (7 de febrero 1925), en septiembre de aquel mismo a�o ostent� el mando de la vanguardia del ej�rcito que desembarc� en Alhucemas antes de ocupar la capital de Ab-el-Krim. Ascendido a general a ra�z de este �xito, pas� a mandar la primera brigada de Madrid (1926). Al a�o siguiente fue designado para organizar la Academia General Militar de Zaragoza, de la que fue el primer director.

Desempe�aba tal funci�n al caer la monarqu�a despu�s de las elecciones municipales del 14 de abril 1931. Hasta entonces el general Franco no hab�a tenido actividad pol�tica alguna. Hab�a servido fielmente a Alfonso XIII, quien apreciaba los brillantes servicios del m�s joven de sus generales. Al proclamarse la Rep�blica, el general Franco hizo un llamamiento al esp�ritu de disciplina de los cadetes, pero desminti� el rumor seg�n el cual ir�a a Marruecos como alto comisario, explicando que no aceptar�a un cargo que suscitara dudas en cuanto a su lealtad hacia el rey. A partir de aquel momento, los republicanos le tuvieron por sospechoso. Al suprimirse la Academia de Zaragoza, qued� disponible (agosto 1931).


Manuel Aza�a en 1932 y el general Franco, acompa�ados por algunas autoridades de Madrid y provincia.
 3.- General de la Rep�blica. 

Sin embargo, en febrero de 1932 se le destin� al mando de la brigada de La Coru�a y, al a�o siguiente, asumi� el mando militar de Baleares. La modificaci�n de la mayor�a que daba el poder a los radicales y a las derechas, hizo que en Madrid estuviera mejor considerado. El gobierno Lerroux sigui� sus consejos para reprimir la insurrecci�n de Catalu�a y de Asturias en octubre de 1934. 

Nombrado Jefe del Estado Mayor Central (14 mayo 1935), se dedic� a reorganizar y a reingresar a oficiales que, como Mola, hab�an sido excluidos por sus opiniones, a pesar de su val�a militar. La victoria del Frente Popular y de sus aliados autonomistas vascos y catalanes, el 5 de febrero 1936, interrumpi� esa tarea. Franco, que tem�a que la revoluci�n empezara inmediatamente despu�s de aquella victoria, se brind� al presidente del Consejo de Ministros, Portela Valladares, y al presidente de la Rep�blica, Alcal� Zamora, para sostenerlos, emprendiendo una acci�n preventiva contra la C�mara. No aceptaron el ofrecimiento. Aza�a volvi� al poder y envi� a Franco a mandar las lejanas guarniciones de Canarias. Antes de partir, Franco acord� con otros generales (Varela, Mola, Orgaz, etc.), que el Ej�rcito se alzar�a en el caso de que el nuevo Gobierno abriera las puertas a la subversi�n y al separatismo.


Imagen de Calvo Sotelo despu�s de ser asesinado por miembros del PSOE

4.- La guerra civil. 

Las elecciones de 1936 pusieron de manifiesto el fracaso de la Rep�blica moderada en Espa�a. El duelo entre las fuerzas revolucionarias y las conservadoras, todav�a poderosas, creaba un verdadero clima de guerra civil latente. A partir de entonces los jefes militares hostiles al Frente Popular prepararon el golpe de Estado que hab�a de poner al frente del gobierno al general Sanjurjo, el vencedor de la guerra de Marruecos, exiliado en Portugal.

El asesinato del dirigente de la derecha parlamentaria, Calvo Sotelo (foto), fue la chispa que prendi� fuego a la p�lvora. El 17 de julio se alzaba el ej�rcito de Marruecos. El 18, el ej�rcito de la metr�poli segu�a el ejemplo. El 19, Franco llegaba a Tetu�n en un avi�n civil ingl�s y tomaba el mando del ej�rcito de �frica. La situaci�n era delicada. El alzamiento militar hab�a triunfado en las provincias conservadoras donde la mayor�a de la poblaci�n lo apoyaba (Castilla la Vieja, Navarra); hab�a dominado la situaci�n en Galicia, en Zaragoza, en Sevilla, en Granada y en C�rdoba, pero hab�a fracasado en las grandes ciudades, donde el Gobierno arm� al proletariado, y en las provincias de tendencias separatistas. Todav�a m�s grave era el hecho de que los marineros se hab�an amotinado contra sus oficiales y, despu�s de matarlos o quitarles el mando, impusieron la fidelidad de la Marina al r�gimen republicano. El ej�rcito de Marruecos, por tanto, no pod�a pasar a la Pen�nsula. Finalmente, el general Sanjurjo hab�a muerto en un accidente de aviaci�n al salir de Portugal. La creaci�n de una Junta Militar en el norte de Espa�a paliaba provisionalmente este acontecimiento imprevisto.


Panorama gr�fico del puente a�reo sobre el estrecho en sus momentos iniciales.

Franco consigui� trasladar sus tropas al sur de Espa�a, utilizando algunos aviones; luego envi� audazmente un convoy mar�timo, a pesar de la superioridad num�ricamente aplastante de la flota roja. Entonces, mientras el ej�rcito de Mola cerraba la frontera francesa del Noroeste e iniciaba la conquista de Guip�zcoa, el ej�rcito de �frica pasaba a la ofensiva, pacificaba a Andaluc�a y a Extremadura, establec�a contacto con el ej�rcito del Norte y liberaba Toledo, donde el general Moscard�, encerrado en el Alc�zar con 1.105 hombres, hab�a resistido los asaltos del enemigo desde el 19 de julio al 28 de septiembre.

El sitio del Alc�zar suscit� un inter�s considerable, tanto en Espa�a como en el extranjero. Su victorioso desenlace increment� el prestigio de Franco, que se impon�a como el jefe militar m�s capacitado del campo nacional. Por ello la Junta Militar le design� general�simo, confi�ndole posteriormente la direcci�n del Estado espa�ol (1 de octubre 1936). Franco iba a llevar de frente la guerra y el gobierno de la zona nacional.

Franco deseaba imponer r�pidamente la paz en Madrid. Intent� tomar la ciudad con su peque�o ej�rcito reforzado con unidades procedentes del Norte. Los revolucionarios dominaban en Madrid. La llegada de las primeras unidades de las Brigadas internacionales los reforz�. Los nacionales quedaron detenidos delante de la ciudad, despu�s de los sangrientos combates de la Ciudad Universitaria, pero cortaron la mayor parte de las comunicaciones de la capital (noviembre 1936-marzo 1937). En adelante, la guerra iba a ser una lucha de desgaste. Ya desde el principio de las operaciones, aviones y municiones hab�an sido enviados por el Gobierno del Frente Popular franc�s a los gubernamentales; por Hitler y Mussolini, a los racionales. A finales de agosto, Stalin decidi� apoyar a la Rep�blica espa�ola. Envi� a Espa�a armas, t�cnicos y consejeros pol�ticos rusos y voluntarios comunistas de todos los pa�ses. El Eje replic� intensificando su ayuda.

Despu�s del fracaso italiano de Guadalajara, Franco modific� sus planes y emprendi� la pacificaci�n de las provincias del Norte sometidas al Frente Popular (Vascongadas, Santander y Asturias), pero aisladas del territorio regido por el Gobierno republicano, refugiado en Valencia. Despu�s de la muerte de Mola  dirigi� la conquista de Bilbao (19 jun. 1937), luego la de Santander (26 de agosto) y la de Asturias (octubre), a pesar de las vanas ofensivas rojas de diversi�n de Brunete (15-25 de julio) y Belchite (agosto-septiembre). La balanza se inclinaba decididamente del lado nacional.

Franco preparaba una nueva ofensiva contra Madrid cuando el mando adverso lanz� un ataque contra Teruel. La contraofensiva nacional, estorbada por un fr�o en extremo crudo, no logr� salvar la ciudad. Despu�s de su reconquista (21 febo 1938), Franco desencaden� una ofensiva que rompi� el frente enemigo, llev� a la conquista de L�rida y al Mediterr�neo, en Vinaroz (15 de abril) y a Castell�n de la Plana (14 de junio), separando a Catalu�a de Valencia y Madrid. Valencia estaba amenazada cuando los rojos contraatacaron y volvieron a pasar el Ebro (24-25 de julio). Franco concibi� entonces el plan de sostener en esa bolsa una batalla de desgaste en la que el ej�rcito enemigo se agotar�a. Acert� en sus previsiones. La ofensiva enemiga qued� detenida. En noviembre, los nacionales atacaron, a su vez, y empujaron m�s all� del r�o los restos de un ej�rcito desangrado. Antes de que �ste pudiera reorganizarse, Franco emprendi� el 23 de diciembre la operaci�n decisiva: la conquista de Catalu�a. El 26 enero 1939 se ocup� Barcelona. La Rep�blica roja se vino abajo. Despu�s de los combates callejeros de Madrid, entre los partidarios de la rendici�n y los comunistas que todav�a quer�an resistir, los nacionales no tropezaron ya con oposici�n notable. Entraron en la capital (28 de marzo) y en Valencia (30). El 1 abril 1939 la guerra hab�a terminado.


Burgos, 5 de marzo de 1938: v�spera de grandes acontecimientos en Arag�n. Antes de salir para el frente, Franco abandona Capitan�a -acompa�ado por el vicepresidente y ministro de Asuntos Exteriores, conde de Jordana- tras recibir las cartas credenciales del marqu�s de Paterna di Sessa.

5. La organizaci�n del Estado. 

Alcanzada la victoria, era preciso levantar al pa�s de sus ruinas que eran inmensas y, para evitar las convulsiones que lo agitaban desde hac�a m�s de un siglo, rehacer un Estado en el que los espa�oles pudieran convivir pac�ficamente.

En Burgos, el 1 octubre 1936, Franco s�lo se hab�a encontrado con los escombros de los reg�menes anteriores. La Rep�blica, que con un anticlericalismo anacr�nico se hab�a enfrentado a los cat�licos, se hab�a mostrado incapaz de imponer un orden elemental. Pero antes de ella, la monarqu�a liberal, envejecida y agrietada, se hab�a derrumbado por s� sola. El carlismo preconizaba la monarqu�a tradicional; el falangismo, un Estado autoritario nacional-sindicalista. En el extranjero, los grandes aut�cratas, Hitler, Mussolini y Stalin, dominaban la pol�tica europea. La f�rmula autoritaria se impon�a. 

Franco dirig�a una coalici�n de espa�oles de matices diferentes, y a veces divergentes, a los que un�an el catolicismo, el patriotismo, la hostilidad al comunismo y a una forma de democracia que pudiera abrirle paso. Se esforz� en mantener la uni�n descartando los motivos de divisi�n, as� como la restauraci�n de la monarqu�a, que aplaz�.

Acert� al aliar la flexibilidad diplom�tica con la firmeza y el arte de dejar que los problemas se fueran madurando.

Para realizar aquella uni�n, Franco quiso fundir las diferentes corrientes de la Espa�a nacional en un Movimiento �nico que habr�a de constituir el marco pol�tico de la naci�n. �Jefe sin partido� tom� la Falange, �movimiento sin jefe� desde la muerte de Jos� Antonio Primo de Rivera, y la uni� a los carlistas y a los dem�s grupos mon�rquicos. Organiz� despu�s su Gobierno (19 abril 1937). Desde su proclamaci�n gobernaba con la ayuda de una Secretar�a General del Estado, que dirig�a su hermano mayor Nicol�s, y de una Junta T�cnica del Estado, puramente administrativa. En enero de 1938 estableci� su primer ministerio, luego el Consejo Nacional y la Junta Pol�tica, que se reunieron rara vez.

Restablecida la paz, Franco complet� los engranajes de un Estado que, condenando el r�gimen de divisi�n de partidos, hab�a de asentarse en la familia, el municipio y los sindicatos. Puso en marcha la organizaci�n sindical, concebida seg�n una f�rmula unitaria (6 diciembre 1940) y posteriormente las Cortes (1942).

El sistema dejaba la primac�a al poder ejecutivo, por consiguiente, al general Franco. Ello le permiti� hacer frente a las situaciones dificil�simas en que lo coloc� la Guerra mundial.


Franco y Hitler en Hendaya. -23 de noviembre de 1940-

6. La defensa de la paz. 

El conflicto mundial estallaba cuando Espa�a andaba necesitada de paz y de cr�ditos para su reconstrucci�n. Franco, a pesar de la ayuda que el Eje le hab�a proporcionado durante la guerra, estaba resuelto a no tener en cuenta sino el inter�s de Espa�a. 

Proclam� la neutralidad espa�ola. Despu�s de las victorias alemanas que, en junio de 1940, establecieron la hegemon�a del III Reich en Europa, Franco se vio invitado a unirse al Eje para abatir a Inglaterra. La ayuda germano-italiana prestada al campo nacional, ciertas afinidades ideol�gicas, la posibilidad de recuperar Gibraltar y de reconstruir un imperio colonial a costa de las democracias vencidas fueron los argumentos aducidos por los partidarios de la intervenci�n. 

Franco resisti� a esos llamamientos. En las entrevistas con Hitler (23 nov. 1940) y de Bordighera con Mussolini (12 febo 1941), se escud� en la precaria situaci�n econ�mica de Espa�a para evitar la entrada en guerra, aun sin romper con los jefes del Eje. La guerra de Rusia le permiti� dar satisfacci�n a aqu�llos mediante el env�o de la Divisi�n Azul al frente del Este, sin entrar en el conflicto. Cuando la derrota alemana apareci� como posible, Franco atrajo la atenci�n de los anglo-sajones sobre el peligro de abandonar Europa al comunismo ruso. Pero las ilusiones de los ingleses en su fuerza y de Roosevelt sobre Stalin hicieron que tales advertencias fueran vanas.

Terminada la guerra, la diplomacia rusa desencaden� violentas campa�as para derrocar al �r�gimen franquista�, aisl�ndolo y asfixi�ndolo econ�micamente. Franco, sostenido por la. opini�n p�blica espa�ola, sac� partido del creciente recelo de los anglosajones respecto a los rusos para resistir a esa presi�n, incluso cuando la Asamblea General de la ONU recomend� la retirada de Madrid de las misiones diplom�ticas (13 dic. 1946). Su diplomacia, dirigida desde el verano de 1945 por un cat�lico militante, Alberto Mart�n Artajo, supo ganar para la causa de Espa�a a la mayor parte de las naciones hisp�nicas, a los pa�ses �rabes y a clanes influyentes del mundo financiero y pol�tico norteamericano. La guerra  fr�a le permiti� conseguir que se derogaran en la ONU las medidas contra Espa�a y, m�s tarde, despu�s de laboriosas negociaciones, que se concluyeran los acuerdos hispano-norteamericanos que eran una verdadera alianza  (1953). La firma, aquel mismo a�o, del Concordato con la Santa Sede y la entrada de Espa�a en la ONU constituyeron notables �xitos diplom�ticos y la descolonizaci�n pac�fica de Marruecos mantuvo viva la amistad hispano- marroqu�.


Don Juan Carlos de Borb�n, aceptaba la sucesi�n de Franco en la Jefatura del Estado a t�tulo de rey. 23 de julio de 1969.

7. Los objetivos interiores. 

El desenlace de la Guerra mundial tuvo indudable influencia en ciertos- aspectos de la pol�tica interior del Caudillo. Despu�s de la derrota del Eje, suprimi� los signos externos que recordaban el fascismo, elimin� a ciertos hombres pol�ticos demasiado comprometidos por sus relaciones con el Eje; llam� a cat�licos de matiz dem�crata-cristiano, sin renunciar, no obstante, a la estructura monol�tica del Estado.  

Determinados mon�rquicos ped�an que se restableciera la monarqu�a, pero tal soluci�n suscitaba no pocas oposiciones. Franco, a ra�z de la condena de su r�gimen por la ONU, someti� al pueblo el texto de una ley constitucional que, aun instaurando la monarqu�a, le dejaba de por vida la direcci�n del Estado y preve�a las modalidades de su sucesi�n. El refer�ndum del 6 jul. 1947 le dio una mayor�a aplastante (14.145.163 s� contra 722.656 no y 336.593 votos nulos). A partir de entonces, aun manteniendo un orden interno que se liberaliza lentamente, pudo consagrarse al desarrollo econ�mico de Espa�a.

La Guerra mundial hab�a hecho muy dif�ciles la reconstrucci�n y el desarrollo econ�mico. Franco se hab�a propuesto reducir el mal end�mico de la balanza comercial deficitaria desarrollando la producci�n nacional y singularmente la industria. Durante la primera etapa se rode� de colaboradores partidarios del nacionalismo econ�mico, que fundaron el INI para dar a la industria espa�ola el impulso necesario en numerosos �mbitos, multiplicaron los embalses y elaboraron grandes planes de colonizaci�n
en regiones desheredadas (Badajoz, Ja�n, etc.). Se llev� a cabo una obra importante, singularmente en el �mbito de la industrializaci�n, aun sin respetar en todo momento la ortodoxia econ�mica. Pero el comercio exterior segu�a siendo deficitario. Entonces Franco recurri� a nuevos equipos ministeriales formados. por t�cnicos partidarios de una econom�a m�s libre y de un acercamiento a la Europa del Mercado Com�n. Sometidas a refer�ndum, tales reformas fueron aprobadas por una mayor�a impresionante (14 diciembre 1966).

Ese viraje de 1957, favorecido en parte por el enorme desarrollo del turismo, permiti� enriquecer a los espa�oles cuyo nivel de vida se fue aproximando al de los pueblos de la Europa occidental. Paralelamente; la vida pol�tica se torn� m�s flexible: se suprimi� la censura y se estableci� la tolerancia religiosa. Con vistas a preparar su sucesi�n, Franco enmend� las leyes fundamentales en un sentido liberal en el marco de una monarqu�a que prolongara el Movimiento Nacional. 

Aquel d�a los espa�oles votaron menos en favor de unos textos que en favor del jefe que, despu�s de una terrible convulsi�n, les hab�a asegurado 30 a�os de paz y facilitado el vivir mejor. Ese estadista fr�o, paciente, firme y flexible al mismo tiempo, cuyo estilo de vida es austero, ha ejercido sobre un pueblo, que tiene fama de dif�cil de conducir, uno de los gobiernos personales m�s dilatados y pac�ficos de la historia de Espa�a.

El futuro dir� si esa paz ha sido un par�ntesis excepcional o el principio de una era de concordia entre sus habitantes.


� General�simo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.012. - Espa�a -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com