La otra Toscana: así es la sorprendente región verde del corazón de Italia

un viaje espiritual

La otra Toscana: así es la sorprendente región verde del corazón de Italia

Región de santos, artistas y gastrónomos, Umbría despliega un fascinante patrimonio cultural y natural en el centro del país de la bota.

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Foto: Shutterstock

 

Corazón verde de Italia, Umbría es una encrucijada de arterias históricas, espirituales y artísticas que a lo largo de los siglos han conectado la península Itálica de sur a norte, y de oeste –Roma, en particular– a este. Sin acceso al mar, sus catedrales, aldeas y ermitas navegan sobre olas verdes, dibujadas por el pincel de un dios. 

 

El centro de la región es Perugia, una base perfecta para visitar ciudades como Asís, Orvieto y Spoleto, o las fascinantes aldeas de Montefalco, Spello, Todi, Panicale y Casciano, estupendos vasos capilares de piedra entre olivos y hayedos, testigos de la fecunda vida que palpitaba en esta zona durante la Edad Media.

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Perugia, Catedral de San Lorenzo
Catedral de San Lorenzo / Foto: shutterstock

Bienvenidos a Perugia

El centro neurálgico de Perugia, ciudad edificada sobre una colina que domina la llanura umbra, es la plaza IV Novembre, antiguo foro etrusco-romano, así como núcleo del poder político y religioso en época medieval y renacentista. La crispada historia de Perugia late en esta plaza irregular, confluencia de las cinco arterias principales. Tiene su centro rosa y blanco en la hermosa Fontana Maggiore, adornada por Giovanni y Nicola Pisano en 1278.

 

Su corola está compuesta por palacios e iglesias monumentales: el de los Priores, el Arzobispal y la Catedral de San Lorenzo. Adornan el primero las efigies en bronce del grifo y el león, presentes también en el escudo del municipio o Comune. Al otro lado de la plaza, la estatua de Julio III se alza autoritaria: durante siglos el papado de Roma consideró la cercana Perugia un territorio conquistado en el que a menudo se tenía que hacer frente a encarnizadas revueltas. 

Perugia, catedral
Catedral de San Lorenzo / Foto: AdobeStock

A la espalda del pontífice esculpido se encuentra el ala lateral de la catedral de San Lorenzo. Este templo gótico es célebre por sus notables frescos y por acoger el anillo nupcial de la Virgen, que los perusinos requisaron a un pueblo vecino. En los alrededores de la plaza IV Novembre se encuentran dos joyas civiles: el Nobile Collegio del Cambio y el Nobile Collegio della Mercanzia, sedes de cambistas y mercaderes que no escatimaron en gastos al encargar frescos y taraceas a artistas famosos de la época, como El Perugino. 

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Una fortaleza erigida por el Papa

Gremios, autoridades comunales, aristócratas y papas: el afán por demostrar la superioridad de cada poder permitió a Perugia –como a las demás ciudades umbras de este recorrido– brillar en las artes. Gracias a aquella lucha soterrada, el viajero actual puede disfrutar de un fabuloso casco histórico. Desde finales de marzo hasta inicios de abril, celebra el festival Eurochocolate y sus calles se llenan de figuras gigantes de chocolate y de puestos con delicias de cacao.

Desde la terraza que hay cerca de la etrusca Porta Augusta, se divisa el monte Subasio (1290 m) junto a la ciudad de Asís. A quien disfrute con las intrigas históricas le recomiendo dirigirse hacia la Rocca Paolina, la fortaleza del siglo XVI erigida por el papa Pablo III sobre los escombros de los palacios señoriales que ordenó derribar. A su vez abatida tras la caída del Estado Pontificio, la Rocca es ahora un emblema de modernidad, restaurada y con escaleras mecánicas que acceden al piso superior.

Orvieto, vistas a las murallas medievales y a las torres de la ciudad
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Segunda Parada: Orvieto

La Santa Sede marcó el devenir de otra localidad umbra todavía más próxima a Roma: Orvieto, una de las ciudades más antiguas de Italia, a unos 50 km de Perugia. 

Catedral de Orvieto
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CATEDRAL DE ORVIETO

Orvieto surge sobre una amarillenta roca de toba volcánica en la que los etruscos excavaron varias necrópolis que pueden visitarse –la del Crucifijo, por ejemplo–, como en Perugia. Y como aquella, Orvieto cuenta con un nivel subterráneo en el que hay prensas de aceite, talleres y palomares. Además de una joya quimérica: el pozo de San Patricio. El papa Clemente VII pidió su construcción cuando Carlos V de Alemania y I de España saqueó Roma en 1527. Con más de 60 m de profundidad, el pozo fue concebido como un refugio para el pontífice en caso de emergencia. Por eso se desciende a través de dos tenebrosas escaleras helicoidales que nunca se encuentran y marean los ojos. 

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Orvieto, Capilla de San Brizio
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La Capilla que inspiró a Miguel Ángel

En la superficie espera la güelfa Orvieto, «una ciudad silenciosa», afirmó D’Annunzio.«Encima de un melancólico valle... De repente, al fondo de una calle, un milagro: el Duomo». La imponente catedral gótica intimida y emociona con sus relieves verdes y rosados, su rosetón y las pinturas renacentistas, en particular las de la capilla de San Brizio. Aquí los frescos de Beato Angelico y, sobre todo, de Luca Signorelli crean una obra de arte excepcional. La capilla entera se reviste de resplandecientes reproducciones del Juicio Final, en las que Signorelli escondió retratos de sí mismo, de Dante, de Homero y de Ovidio. Se dice que, años después, Miguel Ángel se inspiraría en este santuario para decorar el ábside de la Capilla Sixtina. Con la mirada todavía extasiada por el ingenio humano, es posible gozar de otro espectáculo, el de la infinita y fértil naturaleza que se extiende desde lo alto de la Torre del Moro. 

Orvieto, trufas
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delicias para el paladar

Umbría y sus ciudades son también delicias para el paladar. ¿Cómo ignorar en Orvieto el pichón alla leccarda, bañada con un tinto Grechetto? ¿Cómo no saborear los embutidos locales o los umbricelli, un tipo de espagueti hecho a mano? Para degustar una sabrosa sopa, mejor esperar a alcanzar el lago Trasimeno, famoso por sus alubias pequeñas y su pescado: anguilas, percas, tencas...

 Castiglione del Lago
Foto: AdobeStock

Castiglione del Lago

Este enclave lacustre ofrece una pausa, un descanso de tono violeta, dorado y turquesa. Mientras se contemplan sus aguas cristalinas, en abril, puede que un ruido lejano incite a interrumpir ese recogimiento para dirigirse allá donde el murmullo se convierte en fanfarria. Es la Festa dei Tulipani, que se celebra en Castiglione del Lago, la aldea principal. Durante esos días, cormoranes y martín pescadores alzan el vuelo asustados por el estruendo y no por el famoso lobo de Gubbio, que sembró el terror hasta ser amansado por el Santo de Umbría, Francisco de Asís. 

Asís
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Un lugar lleno de Espiritualidad

En toda esta parte de la región, san Francisco y sus discípulos dejaron las huellas de una profunda espiritualidad. No es casualidad que su búsqueda de una fe más pura surgiera en estos parajes, donde el ser humano se proyecta más allá del horizonte y la calma convida a un diálogo con uno mismo. Umbría era ya un lugar espiritual en época etrusca y romana. Con el cristianismo se erigieron ermitas y conventos que serían cuna de místicos y de santos, como el Pobrecillo de Asís, santa Clara, san Benito de Nursia y santa Rita de Casia. 

Gubbio
Gubbio, Palazzo dei Consoli / Foto: shutterstock

La misteriosa gubbio

Quizás la mejor sugerencia para visitar Umbría sea la del inquieto escritor Henry James: «No tener prisa, andar por doquier despacio y observar todo lo que la mirada encuentre». En Gubbio, la mirada se detiene sobre las piedras ocres de los edificios, sobre los faroles y portales cuidados con esmero por sus habitantes. La ciudad mantiene todavía intacta la fisonomía medieval que Hermann Hesse definió como «inverosímil y perturbadora». Por la noche, la silueta del Palacio Ducale –que Federico da Montefeltro ordenó construir en 1470– se erige entre las tinieblas y el panorama que las terrazas del casco antiguo proporcionan es devorado por un famélico cielo oscuro... 

 

De día, Gubbio narra una historia antigua gracias a las ruinas del Teatro romano, a los palacios del Podestà y dei Consoli, en la plaza Grande –un balcón a la campiña–, y a las lonjas o Logge dei Tiratori. Hospital para peregrinos hasta 1628, fueron habilitadas en su parte superior como espacio para tirare (tender) la lana, las manufacturas de los tejedores y, más tarde, como mercado de trufas, aceite, lentejas, vino, queso pecorino... 

Gubbio, Festa dei Ceri
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Fiestas populares

En Umbría la Edad Media está todavía muy presente no solo en el trazado de calles y en edificios, sino también en fiestas populares como la Corsa dei Ceri. Cada 15 de mayo, los devotos de Gubbio suben corriendo en procesión tres altas y pesadas columnas de madera –en sustitución de los enormes cirios de la tradición original, nacida en el siglo XII– hasta la Basílica del Monte Ingino. O por Calendimaggio, una fiesta también del mes de mayo durante la que se decoran los edificios con estandartes y en la que los habitantes de Asís llenan las calles de su ciudad. 

Asís
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Asís y el patrimonio religioso

Surgida en la ladera del monte Subasio –como Gubbio en la del monte Ingino–, la pequeña Asís o Ciudad de la Paz se ha convertido en un destino famoso por su patrimonio religioso. El itinerario monumental incluye la basílica de Santa Maria degli Angeli, edificio barroco que alberga la preciosa Porziuncola, la iglesia en que murió el santo en 1226. También la iglesia gótica de Santa Chiara, con el Crucifijo que en 1205 inspiró a san Francisco a unirse a Dios. Y la alejada San Damiano, sede de la rama femenina de los franciscanos, o la humilde Santo Stefano. Son muchos los centros de culto de esta ciudad. 

 

Sin embargo, la cita ineludible es la Basílica y Convento de San Francisco, que domina la meseta de girasoles y trigo. Gracias a los frescos de Cimabue, Giotto y Lorenzetti, imprime en la retina rojos vivaces, amarillos intensos y azules brillantes. En la plaza de la basílica, a dos niveles, las líneas rectas desafían a los arcos en un juego de perspectivas que con las primeras luces del día revela un aire místico y prepara para la visita de su interior, para la contemplación de esos colores tan llamativos y de la piedra desnuda que custodia el cuerpo de Francisco.​​​​

Ermita de las Cárceles
Ermita de las Cárceles / Foto: AdobeStock

A cuatro kilómetros de Asís y entre un mar de encinas mecidas por la brisa, emerge el Eremo delle Carceri o ermita de las Cárceles. San Francisco se retiraba aquí para orar en busca de un respiro lejos del bullicio de la Ciudad de la Paz, que a inicios del siglo XIII fue excluida de los sacramentos por sus sangrientas disputas políticas. 

Castelluccio di Norcia
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Castelluccio di Norcia, entre colores y sabores

En Umbría el mar que envuelve y acuna no es de agua salada, sino de árboles y flores, como si esta región hubiese querido llenar el vacío con la inmensidad otorgada por otros elementos. En junio y julio, un fantástico océano de matices azules, rojos, blancos... resplandece de nostálgica alegría en Castelluccio di Norcia. Según la época, las plantas de lentejas cultivadas en esta llanura se entremezclan con amapolas, acianos, tréboles y narcisos. Es un triunfo de colores sin igual, que la fotografía no logra reproducir en toda su belleza y que tampoco Giotto ni Cimabue se atrevieron siquiera a evocar en sus frescos. En esa Umbría extravagante, Norcia es también una fiesta gastronómica, célebre en toda Italia por sus legumbres, jamón, sobrasada y la pasta alla norcina

Cascadas Marmore
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Agua a raudales 

Es hora de conocer la última ciudad de este recorrido, Spoleto. Antes de despedirse de Umbría, quien eche de menos el elemento líquido podrá encontrarlo en las cascadas Marmore, un colosal salto de agua de 165 m de altura, dividido artificialmente en tres niveles. O en las quietas aguas esmeraldas de las Fonti del Clitunno, cerca de Spoleto; Virgilio, lord Byron y Giosuè Carducci cantaron las maravillas de este idílico lago de origen romano, que en su vegetación esconde secretos clásicos y del antiguo pueblo germánico de los longobardos.

Spoleto
Foto: Istockphoto

Las maravillas de Spoleto

A poco más de 10 km, espera la sobria y clara Spoleto, que se despliega sobre la colina de Sant’Elia. Elegante ciudad de origen prehistórico y con un importante pasado romano, Spoleto fue asimismo un innovador centro cultural gracias a la renacentista Academia degli Ottusi. Hoy en día continúa su tradición con el Festival dei Due Mondi, de música y al arte. 

 

Como las demás ciudades umbras, Spoleto conserva en parte su fisonomía medieval y, a pesar de su expansión, mantiene ese aspecto de aldea encaramada en una ladera y protegida por una fortaleza. Se trata de la Rocca Albornoziana, levantada por el Papa Inocencio VI a partir de 1359 para reforzar el poder de la Iglesia romana en el centro de Italia. Una vuelta a su alrededor permite apreciar su símbolo, el Ponte delle Torri. Esta construcción de 80 m de altura hunde en el fondo del valle alguna de sus torres huecas, antaño habitadas. Su origen sigue siendo un misterio, aunque se sabe que su aspecto de acueducto y puente se remonta al siglo XIII o al XIV. 

Spoleto
Spoleto / Foto: AdobeStock

El Duomo, de estilo románico, es la otra joya de la Baja Edad Media de Spoleto. La fachada, centelleante de luz al mediodía y rosácea a la puesta del sol, se asoma a la plaza presidida por unas anchas escaleras de mármol que parecen alejarse en dirección contraria a la catedral. Perderse despacio es ahora casi imperativo para descubrir el teatro Caio Melisso, fundado en 1567, y las huellas romanas en la ciudad, como el anfiteatro y una vivienda con un precioso piso de mosaico. Y después visitar la Porta Fuga, desde donde los cartagineses de Aníbal huyeron tras ser atacados con aceite hirviendo de la Torre dell’Olio. Otro hito histórico es la ex iglesia de Santa Maria della Manna d’Oro, en la plaza del Duomo, financiada con el dinero que los habitantes cobraron ayudando a las tropas de Carlos V en 1527. 

 

Bosque Sacro de Monteluco
Foto: Istockphoto

El bosque sagrado

Hay que encaminarse hacia el imponente puente, cruzarlo y dirigirse al Bosco Sacro di Monteluco. Ese encinar ofrece un espectáculo impresionante sobre el valle, y también es un referente en la ruta histórica por Umbría: san Isaac de Antioquía se instaló aquí junto con sus discípulos en el siglo V a.C. y, en 1556, Miguel Ángel se refugió entre los muros del Eremo delle Grazie, amparo otra vez de místicos y de franciscanos. Y de quien, hoy en día, aspira a que el corazón amolde su latido al susurro de las hojas.