Cinco de Mayo: la lucha contra la monarquía europea | El Mañana de Nuevo Laredo
COLUMNA INVITADA

Cinco de Mayo: la lucha contra la monarquía europea

Escrito en OPINIÓN el

La esencia histórica de la batalla de Puebla radica en la defensa de la independencia, la libertad y la democracia, es decir, en la defensa de la forma de vida republicana frente a la que representaban las monarquías europeas, temerosas de la expansión del modelo democrático estadounidense.

En su más reciente libro sobre Benito Juárez, la historiadora Patricia Galeana menciona que Napoleón III había escrito que la página más gloriosa de su reinado sería poner un dique a Estados Unidos con un imperio en México. Pero la heroica resistencia de los mexicanos liderados por el presidente Benito Juárez, impidió que Napoleón III consiguiera su objetivo.

Por ello, al celebrar el Cinco de Mayo debemos recordar que la lucha contra la monarquía europea por preservar nuestra forma de vida en el Continente Americano, la dieron los mexicanos desde la batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862, hasta la entrada triunfal del presidente Benito Juárez a la Ciudad de México el 15 de julio de 1867, después de fusilar al emperador Maximiliano de Habsburgo y expulsar a los invasores franceses de territorio mexicano.

El mapa de la Europa de 1861 nos muestra, con la excepción de Suiza, un continente poblado por monarquías deseosas de extirpar del mundo el modelo democrático creado en los Estados Unidos de América. El 31 de octubre de ese año con el pretexto de cobrar deudas, mediante la Convención de Londres, Reino Unido, Francia y España, se asociaron para preparar una intervención militar en el México republicano que surgía del triunfo de la Guerra de Reforma que separó a la Iglesia del Estado.

El 8 de diciembre de 1861 las flotas de esas tres monarquías europeas se apoderaron del Castillo de San Juan de Ulúa desde donde avanzaron hacia el puerto de Veracruz y posteriormente hacia Xalapa y Orizaba. Buscando evitar la guerra, Juárez entró en negociaciones con los invasores a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Doblado, quien en la Hacienda de la Soledad firmó con los invasores acuerdos preliminares para atender demandas de pago, logrando que el representante español Juan Prim y el inglés John Russell retiraran a sus fuerzas militares de territorio mexicano.

Pero los franceses no buscaban cobrar la deuda sino imponer un imperio en México, por lo que sus tropas avanzaron hacia Puebla, en cuyas afueras el 5 de mayo de 1862 se libró la batalla más memorable en la historia de México, en la cual el General Ignacio Zaragoza, al frente de un ejército pobremente armado, derrotó al poderoso ejército imperial francés encabezado por el Conde de Lorencez.

Ante la sonada derrota, Napoleón III envió refuerzos al mando del general Elías Federico Foley a quien el 13 de junio de 1862 le indicó en una carta de instrucciones que Francia se inclinaba por apoyar a los mexicanos que favorecían la construcción de una monarquía, porque ayudaría a evitar el control de Estados Unidos sobre el Golfo de México y desde ahí, el de las Antillas y la América del Sur lo que, de ocurrir, permitiría a Estados Unidos ser el único abastecedor de los productos del nuevo mundo, poniendo en peligro las posesiones francesas.

A pesar de que la Doctrina Monroe lanzada por Estados Unidos en 1823 prevenía a los europeos de que una intervención en el Continente Americano sería considerada una agresión que implicaría una respuesta, Estados Unidos no ayudó a México a expulsar a los invasores franceses, primero por estar en guerra civil y después por el miedo a iniciar una guerra con Francia. No obstante, el alto mando militar estadounidense tenía claros los vínculos entre la invasión francesa a México y la rebelión confederada del sur que llevó a la guerra civil.

Al respecto, el general Sheridan escribió en sus memorias que, tras la rendición del general Lee, el general Ulises Grant lo envió a sellar la frontera de Texas con México porque estaba convencido de que la invasión francesa a México y la rebelión de los estados confederados, eran parte del mismo plan francés de poner un dique a Estados Unidos. Por ello creía que la derrota completa de los secesionistas no estaría garantizada hasta que los soldados franceses y austriacos fueran expulsados de territorio mexicano.

Frente a los intentos nativistas por crear conflictos entre México y Estados Unidos a partir de la crisis migratoria en la frontera texana, en la cual por cierto la inmensa mayoría de los protagonistas no son mexicanos, conviene recordar que México no es el enemigo sino un aliado estratégico de Estados Unidos, país con el que comparte frontera, cadenas de valor esenciales para su prosperidad económica y valores como la independencia, la democracia y la libertad, que moldean nuestro modo de vida común.

La expulsión de los franceses puso un dique a la monarquía en el Continente Americano. Ahora, para enfrentar las causas de la migración masiva, la inseguridad y la pobreza que la estimulan, necesitamos apoyar a los países de nuestro vecindario americano en problemas, con inversiones que, al generar fuentes de trabajo, contribuyan a detener el éxodo hacia Estados Unidos.

Actualmente las amenazas al Continente Americano no son militares sino económicas. China ha incrementado su presencia económica en varios países, fortaleciendo su creciente protagonismo en el mundo como el mayor rival de Estados Unidos. Por eso, el apoyo a los países americanos para que superen sus problemas más apremiantes atendiendo las causas que los originan, es un paso en beneficio del interés y la seguridad nacional de los Estados Unidos de América.

*Cónsul General de México en Laredo