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Fernando II. Tumba A del Archivo de la Catedral de Santiago.
El sueño de Constantino y la batalla del puente Milvio. Ilustración de las Homélies de Grégoire de Nazianze, 879-882, Bibliothèque nationale de France (Ms grec 510).
Fernando II de León y la
defensa de Ciudad Rodrigo:
la leyenda de la paloma
José Ignacio
Martín Benito
Centro de Estudios
Mirobrigenses. IES
“León Felipe”
(Benavente)
Introducción
La repoblación de Ciudad Rodrigo por Fernando II de León en la segunda
mitad del siglo XII, como plaza frente al joven reino de Portugal, fue una
ardua empresa que tuvo que hacer frente a salmantinos, almohades y portugueses, lo que dio lugar a varios y respectivos enfrentamientos militares.
El primero se habría dirimido en los campos de La Valmuza en 1162, cuando
las tropas del rey leonés vencieron a las de la sublevada Salamanca, que se
oponía a la creación de un concejo en Ciudad Rodrigo, al considerar que esta
les pertenecía1; el segundo en 1174, ante las mismas puertas de Ciudad Ro-
1- Los de Salamanca tendrían el dominio sobre Ciudad Rodrigo desde 1136, “quo salmanticenses comparaverunt Civitatem de Rodric”. El documento lo recoge J. L. MARTÍN MARTÍN, L. M. VILLAR GARCÍA,
F. MARCOS RODRÍGUEZ y M. SÁNCHEZ RODRÍGUEZ: Documentos de los Archivos Catedralicio y Diocesano de Salamanca (siglos XII y XIII). Salamanca 1977, doc 10b, pp. 93-94. Para el combate con los salmantinos, véase J. L. SÁNCHEZ IGLESIAS: “La batalla de la Valmuza”. Actas del Congreso de Historia de
la Diócesis de Ciudad Rodrigo (16-19 de noviembre de 2000). Ciudad Rodrigo 2002, pp. 427-442 y, también, J. GONZÁLEZ: Regesta de Fernando II. Madrid 1943, pp. 48-62.
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CIUDAD RODRIGO
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drigo, tras la ofensiva almohade hacia el norte2, y el tercero en los campos de Argañán en 1179 contra las tropas portuguesas de Afonso Enriques3.
Nos interesa aquí considerar el segundo de estos enfrentamientos, esto es la batalla que presumiblemente tuvo lugar en 1174. Las fuentes más próximas en el
tiempo a la misma son las crónicas de Lucas de Tuy y de Rodrigo Jiménez de Rada4.
Destaca, especialmente el relato que hace el Tudense en su Liber de Miraculis S. Isidori - escrito en 1223-‒, según el cual don Fernando habría corrido apresurado
desde Benavente a Ciudad Rodrigo, para librarla de una “grande multitud de moros”
que se disponía a tomarla; el rey habría tenido conocimiento de la ofensiva musulmana gracias al aviso de un canónigo del monasterio isidoriano de León, de nombre
Martino, al cual se lo habría revelado el mismo San Isidoro. Cuando el rey llegó a
Ciudad Rodrigo, los moros la combatían y quebrantaban las puertas; añadió el cronista que se vio como una paloma blanca bajaba del cielo y estuvo posada en el
yelmo del monarca toda la pelea. El estrago fue tal en los moros, que durante tres
meses los cristianos estuvieron haciendo hoyos para enterrar a los muertos. La tradición historiográfica mirobrigense ha añadido que el campo de batalla fue el Teso
de los Muertos, a media legua de la ciudad, en las cercanías del monasterio de La
Caridad, en cuya cima, para recordar a los fallecidos en el combate, se puso la Cruz
de los Muertos5.
Para esta batalla se han dado varias fechas. J. Pérez Llamazares deduce que tuvo
lugar en 11636. M. Hernández Vegas la coloca entre 1164-11657 y Modesto Lafuente en 11738. Sin embargo, el gran estudioso de la figura de Fernando II, Julio
González, la sitúa en 11749. En efecto, si en dicha batalla, a tenor de las crónicas de
Lucas de Tuy y Jiménez de Rada, intervino Fernando Ruiz de Castro, El Castellano,
2- J. GONZÁLEZ: Regesta..., pp. 108-109.
3- J. GONZÁLEZ: Regesta..., pág. 128. L. DE TUY: Crónica de España. Madrid 1926, pág. 404 y R. JIMÉNEZ DE
RADA: Historia de los hechos de España. Alianza Universidad, Madrid 1989, pág. 292.
4- Dos son las obras de Lucas de Tuy que tratan sobre este acontecimiento: el Chronicon Mundi y el Liber de
Miraculis S. Isidori. Del Chronicon manejamos la primera edición del texto romanceado a cargo de J. Puyol ,
bautizada como “Crónica de España”, Madrid 1926. De la crónica de Rodrigo Jiménez de Rada De Rebus Hispaniae, utilizamos la reimpresión facsímil de la edición de 1793: Opera. Valencia 1968 y la ya citada edición
de Juan Fernández Valverde, R. JIMÉNEZ DE RADA: Historia de los hechos de España. Alianza Universidad,
Madrid 1989.
5- A. SÁNCHEZ CABAÑAS: Historia civitatense. Salamanca 2001, pág. 118.
6- J. PÉREZ LLAMAZARES: nota 67 a la edición de L. DE TUY: Milagros de San Isidoro. Traducción Juan de
Robles (1525). Transcripción, prólogo y notas de Julio Pérez Llamazares (1947). Introducción a la presente
edición: Antonio Viñayo González. León 1992, pág. 160.
7- M. HERNÁNDEZ VEGAS: La Catedral y la Ciudad. Salamanca 1935. Tomo I, pág. 17.
8- M. LAFUENTE: Historia general de España. Barcelona 1882. Tomo 3, pág. 330.
9- J. GONZÁLEZ: Regesta..,pp. 108-109.
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habría que retrasar esta batalla a fechas posteriores, esto es, al ataque almohade de
117410. El ejército musulmán habría salido de Sevilla el 13 de septiembre de 1174.
En su ofensiva hacia el norte “contra el traidor El Baboso y su capital Alsibdat”, tomó
Alcántara y gran parte del territorio de la Transierra11.
El sueño y la ayuda celeste como preludio de la victoria
De la narración de Lucas de Tuy en la ayuda de San Isidoro a Fernando II, en el
socorro a Ciudad Rodrigo, destacan dos hechos ligados a lo extraordinario y maravilloso: por un lado, la aparición del santo al presbítero y tesorero de su monasterio
y, por otro, la bajada del cielo de una paloma blanca que se posó en el yelmo del rey.
Ambos hechos contribuyen a ensalzar la figura del rey, al que se percibe como enlace
entre el cielo (la divinidad) y la tierra (el reino). Esto es, el monarca no sólo defiende
su reino, sino que lo hace amparado por las fuerzas celestiales.
Lo que narra el Tudense no debe sorprendernos. Forma parte de un modo de
contar historias, donde lo portentoso no es ajeno al relato. Resulta bastante
común en las narraciones el recurso a la intervención de los cielos como auxilio
a los ejércitos. En la tradición judeo-cristiana Yahvé dice a Josué lo que ha de
hacer para tomar Jericó (Jos. 3-6). En la Ilíada de Homero como el Olimpo de los
dioses se dividía entre sí, unos amparando a los aqueos (Zeus, Ares, Apolo, Afrodita, Artemis...) y otros a los troyanos (Hera, Posidón, Atenea, Hermes, Hefesto...)12. La ayuda celeste se manifiesta también a través del sueño. En este
estado, que va más allá de lo consciente, lo hace como una visio de los poderes
supraterrenales. Es este un recurso ‒el del aviso divino a través del sueño- que
se mantuvo desde la Antigüedad. En la tradición bíblica, una de las formas de
manifestación de la divinidad es a través del sueño; conocidos son los sueños de
Abraham, Jacob o Salomón, entre otros13. También Constantino enarboló el estandarte cristiano después de recibir el mensaje divino mientras dormía y, gracias a la celeste ayuda, venció a su rival Majencio en la batalla del puente Milvio
(312), según los relatos de Lactancio y Eusebio de Cesarea.
10- Fernando Ruiz de Castro, se había pasado a los moros en 1166 cuando perdió la tenencia de Toledo. Ver
M. LAFUENTE, Op. cit, pág. 324 citando a Jiménez de Rada.
11- Ver Regesta... pág. 102 .“El Baboso” era el mote que los musulmanes daban a Fernando II. Ibn Sahib AlSala: “Fernando, el Baboso, hijo de Alfonso, el conocido por el rey pequeño, señor de Ciudad Rodrigo, después
que la edificó”. Al-Mann bil-Imāma, ed. de A. HUICI MIRANDA, Valencia 1969, pág. 135.
12- HOMERO: Ilíada. Introducción, traducción y notas de E. Crespo. Índice onomástico de M. Cuesta. Revisión
de C. García Gual. Ed. Gredos. Barcelona 2006. Véase, principalmente, el canto XX o Teomaquia.
13- Sobre Abraham, Génesis, 15,12; sobre Jacob, Génesis 28, 10-22. Sobre el sueño de Salomón, Crónicas 1,
1-3 y P. L. MAIER (adp.): Josefo, los escritos esenciales. Edición ilustrada de Antigüedades de los judíos y Las
guerras de los judíos. Michigan 1988, “Antigüedades de los judíos”, pág. 131.
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CIUDAD RODRIGO
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En las Cruzadas, durante el cerco de Antioquía de 1098, un sacerdote de nombre
Esteban sueña que se le aparece el mismo Jesucristo y le promete la ayuda de los
benditos Jorge, Teodoro y Demetrio; al reanudarse la batalla estos tres santos bajarán de la montaña comandado una numerosa tropa sobre caballos blancos. También
el mismo San Jorge conducirá a los ejércitos del cielo a la batalla de la Gesta. En las
fuentes musulmanas será Mahoma quien conducirá a los ejércitos celestiales14.
Si en las Cruzadas de Tierra Santa son los santos bizantinos los que protegen a
los caballeros cristianos, caso de San Jorge15, en la Cruzada ibérica serán los santos
hispanos (Santiago, San Isidoro, San Millán, San Raimundo de Fitero....) los que presten su auxilio ‒espada en mano- a los reinos cristianos. Así, el Apóstol Santiago trocará su esclavina y bordón para ir reconvertirse en un aguerrido soldado que,
montando un caballo blanco, arremeterá contra las huestes musulmanas16. Lo hará
primero en Clavijo, apareciéndose en sueños al rey Ramiro y anunciándole que al
día siguiente ayudará a los cristianos en la batalla montando un caballo blanco y
enarbolando un estandarte del mismo color17. Santiago se aparece -también en sueños- al peregrino y obispo griego Esteban, para decirle que al día siguiente abriría
las puertas de la ciudad de Coimbra para las gentes de Fernando el Magno18. En la
Vida de San Millán, de Gonzalo de Berceo, Santiago y San Millán bajaron el cielo
montando dos caballos blancos19. Asimismo, un sabio obispo hispalense de época
visigoda, Isidoro, fue reconvertido en “Christi miles”, en el avance del Reino de León
14- J. VÍCTOR TOLAN: Sarracenos: Islam en la imaginación medieval europea. Universitat de Valencia.
Sueca 2007, pág. 149.
15- C. BENOIT MORINIÉRE: “Los primeros soldados de Cristo según la Leyenda Aúrea de J. de Voragine”,
en M.D. BURDEUS, E. REAL y J, VERDEGAL (eds): Las Órdenes militares. Realidad e imaginario. Castelló de
la Plana 2000, pág. 393.
16- Obsérvese aquí la semejanza con los santos Jorge, Teodoro y Demetrio. Todos ellos cabalgan monturas
blancas.
17- A. DE MORALES: Crónica General de España. Tomo IV Madrid 1791. Libro IX, pp. 371-372.
18- Codex Calixtinus, Lib. II, XIX. Reed. De X. Carro Otero. Pontevedra 1992, pp. 374 y ss. Sin embargo, en
la Primera Crónica General, Santiago se aparece al propio rey Fernando, cap. 807.
19- G. de BERCEO: Vida de San Millán de la Cogolla, 437y 438:
437
Mientre en esta dubda sedién las buenas yentes,
asuso contra'l cielo fueron parando mientes;
vidieron dues personas fermosas e lucientes
mucho eran más blancas que las nieves recientes.
438
Vinién en dos caballos plus blancos que cristal,
armas cuales non vío nunca homne mortal;
el uno tenié croza mitra pontifical,
el otro una cruz, homne non vío tal.
357
hacia el sur peninsular (recuérdese al santo blandiendo la espada en el Pendón de
Baeza y en la portada meridional de su Colegiata legionense)20.
Las apariciones e “intervenciones” isidorianas animan y justifican la expansión
del Reino de León, seguro de contar con la protección celestial. Lucas de Tuy recurre
varias veces a la ayuda que San Isidoro presta a los monarcas leoneses en las empresas militares. Así, en sus Milagros de San Isidoro, el obispo tudense y cronista
real describe diversas apariciones del santo anunciando los triunfos militares por
venir en la lucha de las tropas leonesas contra los moros.
El formato de la aparición isidoriana suele ser el mismo: el santo se aparece en
la vigilia o en sueños, bien al rey, a miembros de su familia o a terceras personas
para que estos lleven la nueva al monarca o la difundan. Así, en la víspera de la toma
de Baeza (1147) por Alfonso VII, Isidoro se aparece al Emperador mientras este dormía: “Estando aquella noche el sobredicho rey Don Alonso sentado en su tienda, le
vino un poco de sueño, y se le apareció una visión maravillosa, en que vió venir hacia
sí un varón muy honrado, con sus canas muy fermosas, vestido como obispo en pontifical y su rostro resplandecía como el sol muy claro, y cerca de él venía andando
paso a paso, así como el andaba, una mano derecha, la cual tenía una espada de
fuego de ambas partes aguda, y llegando aquel santo varón cerca del rey, comenzó
a hablarle estas palabras: Oh, Alfonso ¿por qué dudas? Te digo en verdad, que todas
las cosas son posibles a Jesucristo, que es nuestro Dios y emperador grande; y le
dijo más: ¿Ves esta multitud de moros? En amaneciendo, así como humo desaparecerán y huirán de tu cara. Yo soy diputado por mano de Dios nuestro señor para
guarda tuya y de los que nazcan de tu linaje, si anduviéreis en fe no fingida y en corazón perfecto delante de su acatamiento. Díjole, entonces el rey: Oh padre y muy
santo ¿quién eres tú, que tales cosas me dices? Respondióle luego, y dijo: Yo soy Isidro, Doctor de las Españas, sucesor del apóstol Santiago, por gracia y predicación:
esta mano derecha que anda conmigo es del mismo apóstol Santiago, defensor de
España, y dichas estas palabras desapareció la visión”.
19- G. de BERCEO: Vida de San Millán de la Cogolla, 439 y 447:
439
Habién caras angélicas, celestïal figura,
descendién por el áer a una grand presura,
a los moros con turva catadura,
espadas sobre mano, un signo de pavura.
447
El que tenié la mitra e la croza en mano,
esi fue el apóstol de San Juan hermano;
el qui la cruz tenié e el capiello plano,
esi fue Sant Millán el varón cogollano.
20- Sobre los “soldados de Cristo” ya nos hemos ocupado en: J. I. MARTÍN BENITO: "Christianorum auxilium”
en la defensa de la repoblación fernandina de Ciudad Rodrigo". Ciudad Rodrigo. Carnaval 96. Salamanca 1996,
pp. 117-122.
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CIUDAD RODRIGO
358
Ciudad Rodrigo:
el origen de la leyenda de la paloma
La historiografía mirobrigense se ha hecho eco, con ligeras variaciones, del cerco musulmán a la ciudad. Antonio Sánchez Cabañas, autor de la Historia civitatense, que data del siglo XVII,
recoge esta leyenda al referirse en uno de sus manuscritos al ataque de las tropas musulmanas, al mando de Fernando Rodríguez
el Castellano21. Diversos autores posteriores han narrado también
el episodio, entre ellos Nogales Delicado22, Mateo Hernández
Vegas23 y Jesús Sánchez Terán24.
Las fuentes del ataque almohade son las crónicas cristianas
del primer tercio del siglo XIII, y en especial las obras de Lucas
de Tuy. Tanto el Tudense como Rodrigo Jiménez de Rada ‒arzobispo de Toledo- describen cómo el rey Fernando II de León ‒avisado por mediación de San Isidoro- habría acudido en defensa de
Ciudad Rodrigo ante el ataque de un ejército musulmán y habría librado una batalla
contra los atacantes. Solo en el Tudense se cita la ayuda prestada conjuntamente
por San Isidoro y el apóstol Santiago, mientras que en la de Jiménez de Rada se
omite el auxilio del Hijo del Trueno25. Ni el Chronicon Mundi ni De Rebus Hispaniae
hacen mención alguna al “milagro de la paloma”; este sólo aparece en el libro que
escribió Lucas de Tuy sobre los milagros de San Isidoro.
Lucas de Tuy, siendo canónigo de San Isidoro, escribió Los Milagros de San Isidoro por mandato del abad don Martino, que había accedido al cargo en 1222. Años
después el cronista fue promovido a la sede tudense, la que regentó entre 1239 y
1249. La Colegiata de San Isidoro de León guarda un manuscrito con el texto original en latín del Liber de Miraculis S. Isidori, con la signatura LXI, así como un manuscrito con la transcripción en romance, del siglo XVI (signatura LXII). La versión
21- Historia de Ciudad Rodrigo. Originalmente escrita por don Antonio Sánchez Cabañas (siglo XVII). Comentarios actualizados de José Benito Polo. Salamanca 1967, pp. 41-42.
22- D. DE NOGALES DELICADO Y RENDÓN. Historia de la muy noble y leal ciudad de Ciudad Rodrigo. Ciudad
Rodrigo 1882, pp. 43-45.
23- M. HERNÁNDEZ VEGAS: Ciudad Rodrigo. La catedral y la ciudad. Salamanca 1935. Tomo I, pp. 16-17.
24- J. SÁNCHEZ TERÁN: “Fichas mirobrigenses”. Colección de artículos publicados en el semanario La Voz de
Miróbriga.
25- Sobre la comparación e interpretación del relato según las crónicas de Lucas de Tuy y Jiménez de Rada
véase el trabajo de S. JEAN-MARIE: “Formas y funciones de lo maravilloso hagiográfico en la Historia de rebus
Hispaniae”. En Pratiques hagiographiques dans l'Espagne du Moyen Âge et du Siècle d'Or, coord. Amaia Arizaleta, vol 2. Toulouse, Université de Toulouse-Le Mirail, 2005, pp. 15-32. Según la autora, Jiménez de Rada
minimiza el papel del rey y aumenta el de los vecinos de Ciudad Rodrigo que consiguieron resistir el ataque
hasta la llegada del monarca, en tanto Lucas ensalza el valor y la fuerza del monarca leonés. Cuando escribe
Jiménez de Rada ya se había producido la unidad de las coronas de León y de Castilla.
Pendón de Baeza, con
la imagen de San
Isidoro a caballo
(Cortesía de imagen
MAS).
359
romanceada es del bachiller Juan de Robles y se
imprimió en Salamanca el año 1525, con el título: Libro de los miraglos de Sant Isidro arzobispo de Seuillia / Primado et doctor
excellentissimo de las Españas succesor del /
apóstol Santiago en ellas con la hystoria de su
vida et fin, et de su / traslacion, et del glorioso
doctor sancto Martino su canonigo et compañero. En que se contiene muchas cossas deuotas
et provechosas / para la conciencia; et para
saber las antiguedades de España.
Los canónigos de San Isidoro publicaron una
nueva edición en 1732, con el título “Vida y por- Combate entre cristianos y musulmanes. Miniatura medieval.
tentosos milagros del glorioso San Isidro, arzobispo de Sevilla”, que transcribió la versión castellana de Robles de 1525. En 1947
el abad Julio Pérez Llamazares publicó otra edición y, por último, en 1992, con prólogo del abad Antonio Viñayo, se publicó una nueva, bajo el título “Milagros de San
Isidoro”, que es la edición que nosotros manejamos en este trabajo. Sánchez Cabañas
tomó, pues, la leyenda de la paloma de la edición impresa por Robles en 1525, como
él mismo reconoce, introduciéndola en la historiografía mirobrigense. Pero vayamos
con el texto del Tudense. La referencia a Ciudad Rodrigo está en el capítulo XLIV y
dice así:
Cómo San Isidro envió una embajada al rey Don Fernando, que fuese a socorrer
a Ciudad Rodrigo, porque los moros venían sobre ella, y del milagro que sobre esto
acaeció.
En aquel mismo tiempo, morando el sobredicho rey Don Fernando en la villa de
Benavente, que está una jornada de la ciudad de León, aquel devoto padre Don Martino, presbítero y canónigo tesorero del monasterio de San Isidro, de quien arriba
se hace mención, tenía por costumbre cada noche del mundo, después de acabados
los maitines que se dicen siempre en el dicho monasterio a la media noche, de ponerse a rezar delante del altar y cuerpo santo del bienaventurado confesor San Isidro, y estar allí orando e implorando la misericordia de Dios continuamente hasta
la mañana. Y acaeció que estando él una noche después de maitines así orando como
solía, apareciósele San Isidro, y díjole así: Martino, ve luego al rey don Fernando y
salúdalo de mi parte, y dile que digo yo, que se vaya luego a prisa para Ciudad Rodrigo, porque viene grande multitud de moros a tomar aquella ciudad, y yo seré con
él, y el bienaventurado apóstol Santiago, y los moros serán quebrantados y desbaratados y huirán de la faz del rey. Yo soy Isidro, patrono tuyo, y no tardes en ir, porque le rey hará luego con voluntad agradable lo que de mi parte le dirás.
Dichas estas palabras, desapareció San Isidro: Don Martino tomó luego licencia
del prior y partióse a la hora, y fué a gran prisa para Benavente, y llegando halló la
rey, que estaba comiendo y entró a él, y contóle todo lo que San Isidro le había reCola bor a ci on es
CIUDAD RODRIGO
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velado y manado, y como el rey le oyó, estando así comiendo, dió muchas gracias a
Dios, y no quiso comer más, y levantóse luego de la mesa y mandó que le trajesen
luego un caballo, y dijo a grandes voces: Si alguno es mi amigo o mi vasallo, sígame
luego. Y esto hizo así el rey, porque no podía dudar en cosa que le dijese aquel devoto
padre Martino, cuya santidad él había ya experimentado en muchas cosas. Y fué de
esta manera: que como el rey, yendo así a más andar, llegó cerca de Ciudad Rodrigo,
vió innumerable multitud de moros, que venían para tomar la ciudad, los cuales, en
llegando, comenzaron varonilmente a combatirla y quebrantar las puertas de la ciudad confiando de su muchedumbre de gente.
El católico rey Don Fernando, como era varón fuerte y muy esforzado, con poca
gente que llevaba consigo, comenzó a pelear con los moros, y dijo a los suyos: Pelead
y herid fuertemente en estos infieles, que con nosotros está Dios, nuestro Señor, y
los sus santos, conviene a saber, Santiago y San Isidro. Y como los moros oyeron
aquello y conocieron la señal de las armas del católico rey Don Fernando, fueron
turbados y espantados de tal manera, que volvieron luego las espaldas y comenzaron
a huir, no pensando escapar de otra manera. Y como los de la ciudad vieron así a los
moros ir huyendo, esforzáronse tanto que hasta las mujeres salieron tras de ellos, y
con palos y mazos los herían y despedazaban así como a animales, y lo que más esfuerzo puso a los cristianos y grande temor a los moros fué, que vieron todos bajar
del cielo una cosa como paloma muy blanca, la cual se asentó y estuvo puesta en el
capacete del rey Dn Fernando mientras peleaba.
Fué tanto el estrago que se hizo en los moros, que por tres meses continuamente
se ocupaban los cristianos en hacer grandes hoyos muy hondos donde echaban los
innumerables cuerpos muertos de los infieles, porque su hedor intolerable no matase
los cristianos.
Como el buen rey vió tan gran milagro, considerando la religión y santidad de la
iglesia del glorioso San Isidro, dolióse mucho, por haber dado consentimiento para
quitar de allí los canónigos reglares; y de que vino a León y supo cómo la Bula Apostólica, que se había impetrado contra ellos fuera perdida por la voluntad de Dios,
según de suso se contiene, envió al sobredicho prior de San Isidro, Don Pelayo, al
Papa Alejandro III, que a la sazón era, para que contase fielmente a Su Santidad estos
milagros que Dios había hecho por le bienaventurado confesor San Isidro, y envióle
suplicar humildemente que tuviese por bien hacer libre y exento el dicho monasterio
e San Isidro, y por sus privilegios apostólicos lo confirmase perpetuamente a los dichos canónigos Reglares de la Orden de San Agustín. Como el Papa oyó la embajada
fué lleno de gozo, y dió muchas gracias a Dios y concedió benignamente a las peticiones del rey, y eximió a la dicha iglesia de San Isidro, e hízola inmediatamente sujeta a la Sede Apostólica y ser iglesia especial del Patrimonio y Derecho de San Pedro,
y concedió asimismo que hubiese Abad de San Isidro, y pudiese usar de mitra y báculo, y otras insignias Pontificales26.
26- L. DE TUY: Milagros de San Isidoro. Traducción Juan de Robles (1525). Transcripción, prólogo y notas de Julio
Pérez Llamazares (1947). Introducción a la presente edición: Antonio Viñayo González. León 1992, pp. 83-84.
361
El Tudense no se explaya tanto en
el Chronicon Mundi como en Los Milagros, pero allí alude al socorro del
rey, auxiliado por el apóstol Santiago
y San Isidoro:
La Península Ibérica
entre 1157 y 1212.
“Per iden fere tempus era cum sarracenis vir nobilis et potentissimus
nomine Fernandus Rodericie Castellanus. Hunc sarraceni miserunt ad
evertendam populationem novam,
scilicet civitatem
Roderici. Rex
autem Fernandus eo tempore erat
Benaventi. Beatus autem Isidorus apparuit cuidam canonico et thesaurario monasterii sui nomine Isidoro, et
mittens cum ad regem Fernandum,
significavit ei adventum sarracenorum, dicens, quod cito rex Fernandus
obviaret, et sanctus Iacobus Apostolus in certamine illo forent cum eo.
Quo audito velociter perrexit rex Fernandus cum paucis christianorum, et inito certamine cum sarracenis statim vicit
eos; et tantam ex illis prostravit multitudinem, quod prae numerositate indicibili non
poterar numerari”.
La paloma blanca y el mensaje de los cielos
El recurso a animales que dan consejo o son señales de la protección celeste
cuenta con una honda tradición. Basta recordar la burra de Balaam (Núm. 22, 2830) o la cierva blanca que hablaba al oído al general romano Sertorio, en las campañas ibéricas27. También en la batalla de Legnano (1176), cerca de Milán, entre las
tropas del emperador Federico Barbarroja contra las de la Liga Lombarda, tres palomas blancas se posaron sobre el carroccio que portaba las insignias de Lombardía.
Las palomas habrían salida de las tumbas de los santos mártires Sisinnio, Martirio
y Alessandro, sitas en la basílica de San Simpliciano de Milán. La batalla se saldó
con la fuga de Barbarroja y la victoria de las tropas lombardas28.
A la batalla de las Navas de Tolosa (1212) está ligada la leyenda de la Virgen de
Cuadros de Bedmar (Jaén). La antigua imagen habría sido traída por soldados de la
villa de Cuadros (León) que participarían en la batalla como vasallos del rey de Cas27- PLUTARCO: Vidas de Sertorio Pompeyo. Edición de Rosa Mª Aguilar y L. Pérez Vilatela. Madrid 2004, pp.
86-88.
28- https://it.wikipedia.org/wiki/Battaglia_di_Legnano.
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362
tilla. El icono mariano fue ocultado y mucho tiempo después (1431) su lugar fue revelado por una paloma a un
pastor de Jódar29. También, cuando en 1475 se asentaban las vistas entre Eduardo IV de Inglaterra y Luis XI
de Francia para establecer las treguas, una paloma
blanca se posó en la tienda del monarca inglés, lo cual
fue interpretado por los presentes como que el Espíritu
Santo había hecho las paces30.
Recuérdese que fue una paloma la que indicó a Noé que el Diluvio había terminado. La paloma está ligada asimismo a las leyendas del ciclo artúrico; en la fiesta
que dio el rey Pelles para celebrar la liberación de su hija cautiva por el dragón, se
apareció una paloma que llevaba en el pico un incensario que impregnó la estancia
de un olor maravilloso, como preludio a la aparición de una doncella que llevaba en
la mano un copa (el Santo Grial)31.
Téngase también en cuenta que en la tradición cristiana la forma de representar
al Espíritu Santo es, precisamente, bajo la de una paloma blanca. De algún modo,
cabría interpretarse, pues, que la presencia de la paloma trata de justificar el mensaje
o la ayuda de los cielos. Y así, en el caso de la leyenda de Ciudad Rodrigo, el rey Fernando II de León habría abortado el ataque almohade gracias al Espíritu Santo, a la
intercesión y aviso de San Isidoro y a la protección también del apóstol Santiago.
Los lazos espirituales de la leyenda reforzarían la condición de realenga que siempre
mostró y exhibió la ciudad32. Al mismo tiempo, a través del milagro isidoriano se estaría dando testimonio de la vinculación del Reino de León con el poder celestial, de
modo que el significado no es sólo piadoso, sino también político. La leyenda de la
paloma se convertiría así en un mito sacro-político, en expresión de García Pelayo33.
En efecto, el asentamiento de la paloma sobre el yelmo o cabeza del rey tiene connotaciones de protección o elección celestial de la persona sobre la que se posa, al
tiempo que recuerda el bautismo del propio Cristo: “Este es mi hijo muy amado en
quien me complazco” (Mt. 3. 13-17; Mc. 1, 9-11, Lc. 3. 21-22 y Jn). Símbolo ciertamente recurrente, que servirá para fortalecer el mito político de la autoridad, ya sea
29- Leyendas similares se encuentran por otras partes de la geografía española, como la referente la ermita
de la Trinidad en Iturgoyen (Navarra): P. ARGANDOÑA: “Leyendas y cuentos de Lezaun (Navarra)”. Cuadernos
de Sección. Antropología-Etnografía 11. (1994) p. 71-118.
http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/zainak/11/11071118.pdf
30- Las Memorias de Felipe de Comines, señor de Argenton de los hechos y empresas de Luis undecimo y
Carlos octavo, Reyes de Francia traducidas de frances con escolios propios por don Ivan Vitrian, prior y provisor
de Calatayud, asesor del Sancto Officio y capellan del Rey Nuestro señor, dirigidas a su sobrino el señor don
Ivan Vitrian presidente de La Española, cavallero de la Orden de Calatrava. Amberes, 1643.
31- http://leyendasmedievales.over-blog.es/tag/ciclo%20arturico/
32- J. J. SÁNCHEZ-ORO ROSA: Orígenes de la Iglesia en la Diócesis de Ciudad Rodrigo. Episcopado, monasterios
y órdenes militares (1161-1264). Salamanca 1997, pág. 81.
33- M. GARCÍA PELAYO: Los mitos políticos. Madrid 1977, pp. 270-271.
Clodoveo, rey de los
francos, ungido por
San Remigio, con el
óleo traído por la
paloma. Grandes
Chroniques de
France, Bibliothèque
nationale de France,
Département des
Manuscrits, Français
2813, fol. 12v.
363
real o eclesiástica34. El monarca sería pues el mediador y ejecutor de la voluntad divina a través del Espíritu Santo35. Así pues, el relato del Tudense estaría impregnado
de un espíritu de Cruzada, en el que Fernando II sería el monarca señalado y designado por Dios para salvaguardar el Reino de sus enemigos, los musulmanes, que lo
eran a la vez de la fe cristiana.
Debe tenerse en cuenta la época en la que Lucas de Tuy escribe tanto su Crónica
como el Libro de los milagros de San Isidoro. En esos momentos, el monasterio isidoriano, -depositario de las reliquias del santo hispalense- lleva a cabo una política
de reafirmación y reivindicación de sí mismo, para reflotar su imagen y ganarse el
favor de la monarquía leonesa. En un principio, Fernando II había pretendido retirar
los canónigos reglares de la Colegiata isidoriana y sustituirlos por una comunidad
femenina. El monasterio, que en 1163 consiguió librarse de la jurisdicción del obispo
de León y pasar a depender de la Santa Sede, intentará convertirse en un referente
espiritual del Reino y amparar las campañas expansionistas de la monarquía leonesa
en su camino hacia el sur. En ese contexto de exaltación del monasterio y de propaganda del poder real, hay que situar la transformación del obispo visigodo en un
santo guerrero -similar a la de Santiago- y, en consecuencia, la difusión de episodios
milagrosos como el de Ciudad Rodrigo36.
34- Clodoveo, rey de los francos y fundador de la dinastía merovingia, convertido al cristianismo, fue bautizado
por San Remigio, obispo de Reims, y ungido con el óleo traído por una paloma bajada del cielo; hecho portentoso
con lo que se justificaba el origen divino de la monarquía; ver A. de VILLEGAS: Historia General de la vida y
hechos de Jesu-Christo, Dios y señor nuestro y de todos los Santos. Madrid, 1721, pág. 441. La autoridad en
la Iglesia también vincula su procedencia a los designios divinos; así, ante el desacuerdo general para la elección del sucesor del Papa, los presentes vieron como una paloma se posaba sobre la cabeza de San Fabián y
entendieron que Dios le escogía como su Vicario. San Froilán fue nombrado obispo de León porque el día de
su elección, en el monasterio de Moreruela, una paloma se posó sobre su cabeza; “aceptó la dignidad por
aver visto ser la voluntad de Dios”, A. de VILLEGAS: Op. cit, pp. 115 y 640. Esta designación divina se repite
en otros muchos casos, así, también San Severo debió su elección como obispo de Ravena a que una paloma
blanca se posó sobre su cabeza, J. B. SANTORO: Flos sanctorum y vida de los santos. Madrid 1576, pág. 131.
Sobre la confusión del santo de Rávena con San Severo de Barcelona, véase H, FLÓREZ: España Sagrada. Madrid 1775. Trat. 65, cap. 4, pp. 51 y ss. El autor de la vida de San Martín relata que cada vez que el santo
imponía las manos para consagrar un obispo, una paloma blanca se posaba sobre la cabeza del elegido. Lo
mismo se cuenta de Samsón, obispo de Dol, en Bretaña. Sobre esto último véase, J. LÉCUYER, B. BOTTE y A.
ROSE: La ordenación episcopal. Cuadernos Phase, 116. Barcelona 2001, pág. 17, nota 45. La beata Columba
se llamó así porque en el momento de nacer una paloma se posó en su cabeza, F. VIDAL MICÓ: Historia de la
portentosa vida y milagros del valenciano apóstol de Europa San Vicente Ferrer, Lib. IV, Valencia 1735, pág.
362. San Braulio, obispo de Zaragoza, predicaba contra el arrianismo, aconsejado por una paloma “que le
rugía al oído... lo que avia de predicar”. A. de VILLEGAS: Op. cit, pág. 640, como si de un nuevo Sertorio se tratara, y la cierva se habría trocado por una paloma. San Gregorio Magno escribía inspirado por una paloma
sobre su cabeza, A. de VILLEGAS: Op. cit, pág. 174. Y así, muchos casos más.
35- E. H. KANTOROWICZ: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval. Ed. Akal. Madrid
2012, pp 139-140.
36- Agradezco a Juan José Sánchez-Oro Rosa esta información y que haya puesto a mi disposición su texto
inétido “Sacralidad panóptica y monarquía: El milagro de San Isidoro”, que forma parte del borrador de su
Tesis Doctoral (en preparación).
Cola bor a ci on es
CIUDAD RODRIGO
364
San Isidoro fue un santo venerado en las ciudades
del Reino, con iglesias en León, Zamora y Ciudad Rodrigo, entre otras37. La intervención isidoriana en la defensa de Ciudad Rodrigo, perduró en el imaginario
colectivo. En 1738, el premostratense fray Manuel José
Centeno, natural de Ciudad Rodrigo y residente en Madrid, declaró en el proceso consistorial para el nombramiento de Clemente Comenge como obispo de Ciudad
Rodrigo, que ésta tenía “por patrono a San Ysidoro, Arzobispo de Sevilla, por haverla defendido de los moros,
peleando como otro Santiago a cavallo”38. En el episodio
del socorro a Ciudad Rodrigo y el consiguiente “milagro
columbario”, se asentaría pues el patronazgo que San
Isidoro ha tenido y tiene sobre la Ciudad, la Catedral y
la Diócesis39.
La paloma en el monumento a Fernando II en Ciudad Rodrigo
Este monumento, levantado en 1961 al cumplirse el VIII Centenario de la institución de la Diócesis civitatense, es obra del escultor zamorano José Luis Núñez Solé.
Está fabricado en relieve sobre piedra arenisca y representa al rey Fernando II de
León, en posición jerárquica sobre representantes de los tres estamentos: nobleza,
clero y campesinado. El escultor, conocedor de la leyenda transmitida por la historiografía mirobrigense, situó una paloma a la altura de la cabeza del rey40.
37- El santo contó con una iglesia dedicada en la ciudad. Estuvo ubicada en las cercanías de la puerta del
Conde y habría sido fundada por Fernando II; el monarca la habría dotado de “quince racioneros y otros ministros para servicio de esta iglesia y entre otras rentas les dio la dehesa de Serradilla del Rencojo”. A decir
de A. SÁNCHEZ CABAÑAS: Historia de Ciudad Rodrigo, ed. de Benito Polo. Op. cit., pág. 91-92. Mateo HERNÁNDEZ VEGAS informa que durante el episcopado de Pedro Ponce (1605-1610) la iglesia fue convertida en
convento de religiosas Descalzas, que en 1760 se hizo parroquia y que el templo se arruinó en los sitios de la
Guerra de la Independencia, Op. cit. Tomo I, pág. 275, nota 2. Desaparecida esta, la advocación isidoriana
pasó a mediados del siglo XIX a la iglesia de San Pedro, en el Campo del Trigo. En la diócesis, San Isidoro
tiene otra iglesia bajo su advocación en Paradinas. En la diócesis de Zamora, además del templo de la ciudad,
al santo se le dedica la parroquia de Casaseca de Campeán. En la de Astorga, en las parroquias de Castro de
Sanabria (Zamora) y Posada y Torre de la Valduerna (León).
38- J. GARCÍA SÁNCHEZ: Ciudad Rodrigo y sus obispos en los procesos consistoriales (siglos XVII y XVIII).
Discurso de ingreso en el Centro de Estudios Mirobrigenses. Ciudad Rodrigo 1991, pág. 52.
39- M. HERNÁNDEZ VEGAS: Op. cit. Tomo I, pág. 18.
40- J. T. MUÑOZ: “El monumento a Fernando II de León”. MC Aniversario del Reino de León (910-2010). Actas
de las Jornadas celebradas en Benavente, Ciudad Rodrigo y Ponferrada (2010). Salamanca 2012, pp. 293-305.
Monumento a
Fernando II en
Ciudad Rodrigo.