Si de los minicuentos o cuentos muy breves pasamos a relatos de mayor extensión, nos encontramos con títulos tan numerosos, importantes y variados que se impone una selección, modificada y enriquecida continuamente, que tenga en cuenta las necesidades, la preparación, cultura y nivel de los alumnos, y, desde luego, la propia experiencia del profesor.

Presento a continuación una selección de títulos de cuentos muy variados con pequeños comentarios u orientaciones. Algunos de estos textos son verdaderas obras maestras del género y, según mi experiencia, pueden servir, además del aprendizaje lingüístico, para poner a los alumnos escalonadamente en contacto con una literatura viva que les introduzca en el placer y emoción de la lectura.

N.B. Todos los cuentos que recomiendo a continuación se encuentran en Internet, vía Google. Sólo es necesario poner el título y el autor y hacer clik.

1. Edgar Allan Poe (Estados Unidos, 1809-1849)

El corazón delator (1843)

La fascinación que ejercen los cuentos de este maestro del relato breve moderno se debe, principalmente, a su capacidad para crear ambientes densos y compactos donde el lector se sumerge de forma irremediable desde el principio hasta el fin. Esto sucede en este, seguramente, su mejor relato, y, desde luego, un título indiscutible de la mejor cuentística universal. Un ejemplo perfecto de cuento concentrado e intenso y, por otra parte, escrito con una gran economía de medios, pero sumamente eficaces. En los apenas quince minutos que dura la lectura, el lector se ve envuelto y atrapado irremisiblemente por una atmósfera obsesiva e inquietante que estalla en el desenlace final: el efecto único al que, según la famosa teoría del propio autor, se debe orientar y subordinar todo buen cuento.

¿Cómo se logra este pequeño portento narrativo?: Mediante el empleo del monólogo interior; la insistente recurrencia de los dos motivos esenciales del cuento: el del ojo y el del latido del corazón; y, especialmente, el marcado ritmo ascendente, conseguido con técnicas de repetición hasta llegar al sorprendente clímax y desenlace final. El asombrado lector queda, como decíamos, sobrecogido y anonadado al final de este relato que cuenta en primera persona y manifiesta literariamente —¡qué lejos de un frío y objetivo informe médico!— la torturada psicología del narrador-protagonista, un asesino psicópata que intenta justificarse mediante ese monólogo cargado de tensión.

El barril de amontillado (1846)

Un relato de horror (o terror psicológico) y de suspense en el que se ha conseguido con pleno acierto una característica propia de todo buen cuento: la intensidad del relato, gracias a la eliminación de todo aquello que signifique situaciones intermedias o fases de transición, para meter de lleno al lector, desde el principio, en el mismo corazón del drama y hacerle asistir sobrecogido al cumplimiento implacable de una fría y terrible venganza. Obsérvese la maligna inteligencia, el humor negro, la punzante ironía, y el sadismo gratuito en la conducta del protagonista, tan bien diseñados en un relato corto, además del dramatismo conseguido con tan pocos recursos y el tempo narrativo sabiamente dosificado hasta llegar la culminación del clímax final. Todo el cuento, como sucede frecuentemente en Poe, produce una sensación de modernidad tanto más llamativa si sabemos que se trata de un cuento escrito en 1846.

Otros cuentos: El pozo y el péndulo, El gato negro, El retrato oval y La carta robada.

2. W. W. Jacobs (Inglaterra, 1863-1943)

La pata de mono (1902)

“La pata de mono” —una variante de los cuentos del talismán mágico y exótico que concede tres deseos— está considerado como uno de los relatos más logrados, famosos y sobrecogedores de toda la historia de la literatura de terror. En palabras de García Márquez, es el cuento perfecto, compacto e intenso, una joya del género, en el que todo cuanto sucede es casual y que tiene como principio articulador un refrán oriental: “Ten cuidado con lo que pides porque tus deseos pueden hacerse realidad”. La efectividad del relato se asienta en lo directo del lenguaje y en el brutal contraste entre las situaciones joviales y humorísticas protagonizadas por la familia y los horripilantes acontecimientos posteriormente desencadenados. Contribuye también a su eficacia el seco desenlace y la incertidumbre sobre si lo ocurrido realmente es a causa de la pata de mono ya que, aunque todo parece indicar que sí, el lector puede atribuirlo a la casualidad o al destino.

3. Guy de Maupassant (Francia, 1850-1893)

El Horla (1887)

A partir de 1884, cuando Guy de Maupassant era un escritor conocido y de prestigio dentro del movimiento naturalista, empezaron a manifestarse en él los síntomas de una enfermedad que, paulatinamente, enajenaría su mente y lo arrastraría hasta la locura y la muerte. Fue también a partir de entonces cuando empezó a escribir relatos fantásticos, narraciones de sucesos sobrenaturales o sobrehumanos que transgreden las leyes de la lógica, al romper la coherencia y estabilidad de una vida regida por normas y leyes establecidas y cómodas.

Estos relatos surgieron, en parte, como una necesidad de expresar el terror que iba apoderándose de su alma enferma, de ahuyentar las pesadillas que lo acosaban y que él convertía, de esta manera, en materia artística. De todos ellos, “El Horla”, narrado en primera persona y en forma de diario que abarca varios meses, es la expresión más desesperada de la angustia que se va apoderando de un hombre al ver cómo algo o alguien está introduciéndose en su vida de forma velada e intangible, y lo posee, hasta el extremo de arrastrarlo a la locura.

El lector, atrapado desde el principio por esta intensa y desasosegante historia, se sentirá inevitablemente sumido en la duda acerca de si los hechos narrados ocurren realmente en el mundo del personaje o solamente en la imaginación de éste. ¿Es el protagonista un enfermo que llega a la locura? ¿Son alucinaciones las que vive? ¿Se trata realmente de un ser misterioso e invisible que pretende dominarle?

4. W. Faulkner (Estados Unidos, 1897-1962)

Una rosa para Emily (1930)

La protagonista, Miss Emily, es una vieja y aristocrática dama sureña, última representante de una dinastía acabada, a la que solamente le quedan su orgullo, su dignidad, una antigua mansión ruinosa y un criado negro. No voy a desvelar aquí el sorprendente final de este gran relato, contado por una voz anónima en primera persona de plural, un “nosotros” que representa y asume la colectividad, la gente del pueblo en el que tiene lugar la acción.

A través de la historia, tan inquietante como fantasmagórica, de este personaje femenino creado a imagen y semejanza del asfixiante paraje sureño que habita y cuyas tradiciones periclitadas encarna, el autor introduce al lector en la atmósfera decadente, rígida, violenta y soterradamente sensual de un mundo destinado a extinguirse. Ante la imposibilidad de evadirse de las exigencias de Jefferson, la ciudad sureña, de alcanzar la dicha con Homer, Miss Emily toma la única decisión que la puede satisfacer: conservar su mundo, y en él a Homer, haciendo caso omiso del tiempo y  parapetándose en el constreñido recinto que la ciudad le impone.

5. Horacio Quiroga (Uruguay, 1878-1937)

A la deriva (1912)

Muchos de los valores narrativos de este escritor de cuentos uruguayo-argentino se encuentran en este relato de merecida fama: por la intensa brevedad, la pintura de personas, paisajes y situaciones con certeza y deslumbrante rapidez, y el final que cierra contundentemente la narración. Horacio Quiroga fue también un importante teórico sobre este breve género literario. Es muy conocido el “Decálogo del perfecto cuentista”, cuyo quinto mandamiento dice: No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas. Pues bien, “A la deriva” es un cuento perfectamente planificado; nada sobra y nada falta. El lector avanza al mismo ritmo acelerado de los sucesos, llevado de la mano del autor e identificado con el protagonista. El objetivo es el final, porque en ningún momento sabe el lector lo que va a ocurrir y la habilidad del autor lo mantiene en la incertidumbre hasta la última línea.

El hombre muerto (1920)

Narración en tercera persona que presenta al protagonista contemplando el proceso de su propia muerte. Al principio, predominio del enfoque externo, próximo a la técnica objetivista; después, el cuento da paso a la pesadilla de la muerte absurda en medio del paisaje familiar y cotidiano. Se puede analizar la digresión en primera persona, del propio autor, intercalada en la historia, y el paso del tiempo que está muy marcado, lento al principio y precipitado después.

6. Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)

La isla a mediodía (1966)

El tema del sueño del paraíso perdido —una isla griega— en una de esas admirables historias cortazianas, en las que juega y engaña al lector, obligándole a descubrir la “trampa”. El quiebro entre realidad y textualidad, y la recomposición de la historia, como si se tratara de un inteligente rompecabezas, puede dar lugar a un vivo debate escolar.

Casa tomada (1951)

Los protagonistas asisten impasibles a la misteriosa y progresiva invasión de su casa de una presencia misteriosa que les acosa hasta expulsarlos totalmente del espacio familiar. En realidad desconocemos de lo que huyen, sin duda de algo extraordinario que sucede dentro de sus anodinas vidas. El tono neutro y falto de emoción, pero contundentemente lento y seguro, con que se narra este extraordinario suceso, contrasta con el sentimiento de angustia y extrañeza vividas por el lector; extrañeza ante los hechos en sí y ante la impasibilidad de las víctimas. Cortázar afirmó que todo cuento fantástico es muchas veces producto de una pesadilla y que para desprenderse de ella e interpretarla se la debe trasladar a otro espacio. Y así fue escrito este relato, producto de una pesadilla real que, según declaraciones del autor, la transcribió —toda seguida, sin interrupción ni correcciones posteriores— una noche en la que despertó sudoroso y asustado.

La noche boca arriba (1956)

Otro inteligente y magistral cuento del autor argentino.Se plantea un viejo tema muy tratado en la literatura universal, el de la frágil frontera entre el sueño y la realidad. Lo fantástico de este relato no depende, como en otros casos, de la irrupción de un hecho maravilloso, sino de la manera como las dos historias narradas, aparentemente distintas y en sí perfectamente reales cada una, se articulan y confunden; y esta posibilidad de interferencia entre una y otra provoca una ruptura en el universo realista descrito en el relato. En palabras del propio Cortázar, los límites del sueño y la vigilia, ya se sabe: basta preguntarle al filósofo chino o a la mariposa. Se refiere al famoso cuento que Chuang Tzu escribió hace más de veinte siglos: Hace muchas noches fui una mariposa que revoloteaba contenta de su suerte. Después me desperté, y era Chuang Tzu. Pero ¿soy en verdad el filósofo Chuang Tzu que recuerda haber soñado que fue mariposa o soy una mariposa que sueña ahora que es el filósofo Chuang Tzu?

En las dos historias entremezcladas de “La noche boca arriba” no sabemos si es el hombre de la moto el que sueña al indio moteca o al revés. ¿Cuál de las dos historias es el sueño y cuál la realidad? ¿Dónde están sus fronteras, si es que existen? ¿Qué relación hay entre las dos historias y los dos protagonistas? ¿Se sitúa el narrador, como parece, en la segunda posibilidad —la de la realidad del indio moteca que sueña con el hombre de la moto— y se trataría, por tanto, de un sueño hacia el futuro? ¿O se trata, más bien, de un sueño dentro de otro sueño? Estas son algunas de las preguntas que se plantea al final el impresionado y desconcertado lector.

Continuidad de los parques (1956)

Este brevísimo cuento, tal vez sea el más perfecto que escribió Cortázar, a pesar de sus palabras: Yo, que no escribo nunca dos veces un cuento, éste lo he escrito quince veces y todavía no estoy satisfecho. Creo que le faltan aún elementos de ritmo y tensión para que pueda llegar a ser diminutamente perfecto. Se relatan dos historias. En la primera, un hombre de negocios llega a su finca, se arrellana en su sillón y se enfrasca en la lectura de una novela. La segunda historia es la de la novela en la que se narra un crimen pasional: dos amantes traman el asesinato de un hombre de negocios. Ambas historias son, por separado, totalmente realistas. Lo fantástico sobreviene cuando en algún momento del relato ambas ficciones se funden (sintaxis del relato) y el lector hombre de negocios se convierte en el protagonista —la propia víctima— de la novela que está leyendo.

7. Ray Bradbury (Estados Unidos, 1920)

Los largos años (1945)

Crónicas marcianas son veinticinco relatos de ciencia-ficción ubicados temporalmente entre 1999 y 2026, con títulos diferentes y longitud dispar, que guardan un hilo conductor entre ellos. Las Crónicas… narran la llegada del ser humano al planeta Marte, el rechazo inicial por parte de los indígenas, el asentamiento humano y el exterminio de la raza marciana, la colonización del planeta y, por último, el regreso a la Tierra.

“Los largos años” es uno de los más logrados relatos en el que destacan la imaginación, la sensibilidad, los valores humanos y los aciertos poéticos, que capta inmediatamente la atención de los jóvenes lectores y puede dar pie a la realización de un debate sobre la soledad, que es el tema del cuento.

La tercera expedición (1950)

Es un cuento largo, el más sorprendente e impactante de las Crónicas… y una de las cimas del género de ciencia-ficción. La aventura del capitán Black y sus compañeros, que llegan a Marte y allí encuentran una réplica de su propio mundo material y personal, subyuga y confunde al lector para precipitarlo a continuación en uno de los más sorprendentes y conseguidos finales que se hayan podido imaginar.

Jorge Luis Borges, que a propósito del conjunto de las Crónicas marcianas escribió: “¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y soledad?”, sobre “La tercera expedición” concretó: “Es la historia más alarmante del volumen. Su error es metafísico; la incertidumbre del capitán Black insinúa incómodamente que tampoco nosotros sabemos quiénes somos ni cómo es, para Dios, nuestra cara”.

8. Gabriel García Márquez (Colombia, 1928)

La siesta del martes (1962)

Es un relato contado en tercera persona, sin intervención del narrador, con parcos elementos descriptivos y pequeños toques de sabor local, ubicado en algún lugar de la Colombia costera, el que en Cien años de soledad será el mítico y fabuloso Macondo, inspirado en su pueblo natal,  Aracataca. Aparentemente nada sucede y concluye con un final abierto, muy distinto de los finales imprevistos e impactantes de tantos relatos famosos. Cuento, pues, de situación, de ambiente, de atmósfera más que de acción y que, sin embargo ha sido unánimemente valorado como uno de los mejores de su autor, y es que, gracias a un artificio literario apenas perceptible, García Márquez ha conseguido que esa mujer y esa niña, ese pueblo, ese sacerdote y esa siesta, ese mundo evocado, permanezcan y vivan eternamente en la memoria de todo buen lector. En palabras de Mario Benedetti, un relato de una concisión admirable y, sobre todo, de un excepcional equilibrio artístico. En una conversación con Plinio Apuleyo Mendoza (El olor de la guayaba, 1982), García Márquez decía: Yo siempre parto de una imagen visual. “La siesta del martes”, que yo considero mi mejor cuento, surgió de la visión de una mujer y de una niña vestidas de negro y con un paraguas negro, caminando bajo un sol ardiente en un pueblo desierto.

Otros cuentos: El ahogado más hermoso del mundo, El último viaje del buque fantasma y Espantos de agosto.

 9. Juan Rulfo (México, 1917-1986)

Luvina (1953)

¡Díles que no me maten! (1953)

No oyes ladrar los perros (1953)

Para los comentarios de estos cuentos de Rulfo, véase mi artículo “Juan Rulfo y Luvina”, revista electrónica venezolana Letralia, Tierra de Letras, Nº 143, 19 de junio, 2006: http://www.letralia.com/143/ensayo01.htm.

10. Ramón del Valle-Inclán (España, 1866-1936)

El miedo (1902)

Para el comentario de este cuento, véase mi artículo “Ramón del Valle-Inclán, Jardín umbrío y “El miedo”, revista electrónica española Espéculo. Revista de estudios literarios, Nº 33, octubre 2006: http://www.ucm.es/info/especulo/numero33/vamiedo.html.

11. Jorge Luis Borges (Argentina, 1899-1986)

El fin (1956)

Se trata de una historia gauchesca con la que Borges pretendió completar y explicitar —en una recreación personal que tiene mucho de intertextualidad y de homenaje— lo que no aparece en el poema nacional argentino, Martín Fierro (1872, 1879) de José Hernández y que podría haber sido su final. Destaca el personaje de Recabarren, el dueño de la pulpería, cuya movilidad y pasividad sirven de contraste a la escena que, además, está toda ella vista u oída por él. Es una intensa y trágica historia, modelo de concentración, ambientación e intensidad narrativa y de caracterización —en un cuento tan breve— de los personajes. Como siempre en Borges, hay que hacer hincapié en la depurada calidad literaria de este relato, caracterizado por una prosa aparentemente desnuda y sencilla y realmente plena de precisión y efectividad.

Otros cuentos: El sur, La forma de la espada, Tema del traidor y del héroe, Emma Zunz y El espejo y la máscara.

12. Antón Chéjov (Rusia, 1860-1904)

La tristeza

Chéjov fue un maestro indiscutible del relato breve, autor de cientos de cuentos, parcos en palabras, en argumentos y en descripciones, pero que dejan una profunda impresión en el lector. La revolución chejoviana en la cuentística moderna reside en la exaltación del valor narrativo de una escena, de un momento, de la más cotidiana atmósfera anímica y vivencial. La simplicidad y la brevedad, la piedad y el humor son los aspectos esenciales que impregnan las “normales” y humanísimas historias de este narrador ruso. Un ejemplo destacado es “La tristeza”, una historia simple, una tragedia cotidiana, pobre de acción, contada con absoluta sencillez, en la que parece que no pasa nada, pero que, al final de la lectura, deja al lector profundamente conmovido por su intensa humanidad.

De este autor ruso se ha llegado a afirmar algo que es lo más hermoso que puede decirse de un escritor: “Se es, sin duda, un poco más humano después de haber leído a Chéjov”;y Máximo Gorki dejó escrito que la gente sentía después de leerlo la necesidad inconsciente de ser más verdadera, más sincera, más ella misma. Esto sucede con la lectura de este cuento en el que un cochero, al intentar inútilmente transmitir a sus pasajeros el dolor que siente por la muerte de su hijo, se refugia y encuentra comprensión únicamente en la taciturna acogida de su viejo caballo.

Otros cuentos: La dama del perrito (cuento largo), El beso, La joya robada, Vanka y La corista.

13. Giovanni Guareschi (Italia, 1908-1968)

Primera historia (1950)

Un original relato sobre una familia que vivía en los campos interminables de Bosque Grande, en “la tierra baja”, muy lejos de la ciudad, donde ocurren historias tan curiosas como esta, que no pueden suceder en ninguna otra parte y que no desentonan con el paisaje. Se puede comentar el punto de vista, el tono de recuerdo, el ambiente en que se desarrolla, la escena en la iglesia; y la figura del padre y su relación con Quico.

Tercera historia (1950)

Curiosa, extraña y divertida historia de amor cuyo acusado realismo desemboca, con absoluta normalidad, en un final fantástico. El comienzo y el final configuran el carácter circular o cerrado del relato. Se puede comentar el humorismo, la fluidez y la frescura narrativa, la conjunción de realismo y fantasía y las deliciosas figuras contrapuestas de los dos personajes de la historia: el narrador protagonista, machista, decido y fiel; y la dulce, sumisa y misteriosa muchacha.

Estos dos relatos  se encuentran en   Don Camilo. Un mundo pequeño,

14. Mario Benedetti (Uruguay, 1920)

Cleopatra (1990)

Es un delicioso cuento sobre esa etapa de la vida, la primera juventud, llena de dudas, frustraciones, situaciones confusas y descubrimientos contradictorios, como el del primer amor. ¿Por qué es un acierto narrativo el que esté contado en primera persona y no en tercera? Análisis de la protagonista, de su papel en la familia y su relación con los hermanos. Comentario del final imprevisto. El amor-odio, como tema del cuento.

15. Luis Mateo Díez (España, 1942)

Mi tío César (1989)

Se cuenta en primera persona, como un recuerdo de infancia, la historia de un curioso personaje en la que el propio narrador jugó inconscientemente un importante papel. Se puede, pues, considerar como un relato de “aprendizaje” o “iniciación a la vida” en el que resalta la admiración y el influjo en el niño de la atractiva personalidad de su “tío César”. Obsérvese, además de la focalización narrativa y la técnica perspectivista del cuento, cómo la narración no avanza cronológicamente sino que la línea del tiempo se quiebra continuamente y se van mezclando momentos y acciones temporalmente distintos en un uso muy acertado de lo que en narratología se denomina flashback. Se puede analizar también el ambiente marcadamente rural —pueblo, costumbres, personajes— en el que se desarrolla la historia.

16. Ignacio Aldecoa (España, 1925-1969)

Balada del Manzanares (1959)

Ignacio Aldecoa declaró: Yo he visto y veo cómo es la pobre gente de toda España. No adopto una actitud sentimental ni tendenciosa. Lo que me mueve es, sobre todo, el convencimiento de que hay una realidad cruda y tierna a la vez, que está inédita en nuestra literatura. En consecuencia, sus cuentos se centran en la problemática de la gente humilde y sencilla de la sórdida posguerra y refleja, con profunda comprensión, los problemas cotidianos en muy distintos ambientes. El lenguaje empleado se distingue por la precisión, el rigor, la belleza y la expresividad; y queda, al finalizar sus historias un regusto poético, tierno y doloroso a la vez. “Balada de Manzanares” es un cuento muy sencillo, un fragmento de vida de gente corriente y anodina, pero repleto de humanidad y de ternura. Todo es descripción y diálogo. Obsérvese el realismo de situaciones, personajes y lenguaje, en contraste con las descripciones muy literarias.

La despedida (1961)

A propósito de este cuento escribió la mujer del autor, Josefina R. Aldecoa: “Nunca olvidaré el origen de uno de mis cuentos favoritos, “La despedida”. Viajábamos por la Castilla profunda, en uno de aquellos trenes tristes y lentos de la posguerra. En una pequeña estación, donde el tren paraba un minuto, vimos a una pareja de viejos que se despedían sin palabras. Era un abrazo torpe, apenas un rápido y breve acercamiento. El viejo se separó y miró a la mujer un instante. Ella se secó con el dorso de la mano una lágrima. Él subió al tren y la mujer se quedó en el andénsola,esperando a que el tren se pusiese en marcha. No volvimos a ver al viejo en ningún momento. Debió de entrar en otro departamento. Pero de esa intensa despedida nació uno de los cuentos más hermosos de Ignacio. Cada vez que lo leíamos nos hacía llorar. En aquellos años llorábamos con la literatura, porque éramos jóvenes. Y creíamos en todo lo que sentíamos.

17. Juan Bosch (República Dominicana, 1909)

La Nochebuena de Encarnación Mendoza (1962)

Es uno de los grandes relatos de la importante y abundante cuentística hispanoamericana. Pocas veces se ha logrado una tan perfecta ambientación, un desarrollo narrativo tan medido en su intenso dramatismo, y un final tan sobrecogedor como en este cuento de Juan Bosch. Se cumple exactamente lo que el autor dominicano escribió: El cuento debe comenzar interesando al lector. Una vez cogido en ese interés el lector está en manos del cuentista y éste no debe soltarlo nunca. A partir del principio, el cuentista debe ser implacable con el sujeto de su obra; lo conducirá sin piedad hacia el destino que previamente le ha trazado; no le permitirá el menor desvío.

18. Stefan Zweig(Austria,1881-1942)

La estrella sobre el bosque (1904)

Una intensa historia de amor y muerte. Un amor no pasional, a distancia, idealizado, que no es conocido por la persona amada, pero que transforma y da sentido a la vida anodina del protagonista. Y la muerte como sacrificio silencioso en aras de ese amor imposible, tan sublime que no puede quedar sin respuesta y misteriosamente, como una extraña sacudida, llega a la mujer amada. Es de notar la extremada belleza formal: la adjetivación, las comparaciones, las metáforas y los símbolos, en fin, el tono acusadamente poético del relato.

19. Varlam Shalámov (Rusia, 1907-1982)

La cruz (1959)

Este relato se separa de los demás que componen el libro del que está tomado, pues no pertenece a los recuerdos de la terrible experiencia personal del autor, deportado en los campos rusos de trabajos forzados durante los años oscuros del oprobio estalinista. La mirada se amplía en este caso a una historia colateral, aunque situada en el mismo penoso y miserable ambiente de la época de Stalin. Una historia que tiene como temas la pobreza y el amor de dos ancianos, figuras venerables abocadas, en el límite de la supervivencia, a una desesperada solución final, y que está escrita sin ninguna artificiosidad literaria con un estilo simple, terso y directo, pero tan perfectamente medido y trabajado que inunda al lector con un impreciso halo de belleza sólo conseguido en la verdadera literatura. La sombra fecunda de Chéjov planea, con su carga de tristeza, sencillez y humanidad, sobre este admirable relato ruso.

A modo de epílogo

Hay que hacer leer. La función esencial de los seres humanos es nutrir su inteligencia, y para hacerlo lo más importante es el lenguaje. Leer es romper con la monotonía de nuestro propio discurso, a veces tan empobrecido, llenar de aire nuevo la mente con todo lo que se ha escrito; la literatura es la verdadera joya de la humanidad. Una biblioteca es por eso memoria, diálogo, y luz, un estímulo constante para ejercer la pura alegría de leer.

Emilio Lledó, España, 1927

Hay algo sustancial que nos une a la narrativa. Quizá sea, como dice Vargas Llosa, porque la novela pone un simulacro de orden en nuestras azarosas y caóticas existencias; porque restaña, por tanto, la herida del vivir, el mal oscuro. Pero no quiero ponerme trascendente: lo que sí sé es que las novelas me han dado muchas vidas. He visitado cientos de mundos, he sido dama victoriana, rey medieval y bucanero. He conocido el odio y el amor, la aventura y el vértigo. Todos tenemos un libro que nos espera, de la misma manera que a todos nos aguarda un amor en algún sitio; la cosa es descubrirlo. Los que no disfrutan con la lectura son aquellos que no han encontrado aún ese libro, esa obra que les atraparía y les dejaría temblorosos y exhaustos, como siempre dejan las grandes pasiones.

Rosa Montero, España, 1951

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