España pierde la isla de Irún que reunió a Felipe IV, Luis XIV, Velázquez y D'Artagnan... hasta febrero de 2023
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España pierde la isla de Irún que reunió a Felipe IV, Luis XIV, Velázquez y D'Artagnan... hasta febrero de 2023

Postal de 1922 a la que se añadieron dos telas con las banderas de España y Francia

Iker Rioja Andueza

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El reino de España es un poco más pequeño desde este lunes. En una ínsula en el río Bidasoa conocida como Isla de los Faisanes se ha arriado la bandera roja y amarilla y se ha izado la tricolor de Francia, cuya república es un poco más grande desde este lunes. Aunque el cambio de soberanía lo han protagonizado militares, no es un movimiento litigioso sino, más bien al contrario, algo ceremonial y tradicional. Históricamente, cada 1 de agosto ese islote de no más de 2.000 metros cuadrados pasa a ser gestionado por las autoridades francesas. Y España lo retoma cada 1 de febrero. Los Faisanes, un lugar inhabitado donde no hay aves de ese tipo, es un condominio y, además, es el condominio más pequeño del mundo. Y es un lugar lleno de historia.

“El cambio es algo que no tiene una consecuencia práctica efectiva. No está habitada la isla. Pero imaginemos que hubiera un delito. O que aparece un cadáver. Pues es evidente que, dependiendo del semestre, se aplicaría uno u otro Código Penal”, pone como ejemplo Guillermo Echenique, subdelegado del Gobierno español en Gipuzkoa y uno de los invitados al cambio de soberanía, para el que se han fletado embarcaciones… desde el lado francés. Lo de la jurisdicción no ha sido algo descabellado en el pasado, ya que ya se han producido algunas operaciones contra ETA en su entorno.

Decrece España, sí, pero también lo hace el término municipal de Irún. Su alcalde desde 2002, José Antonio Santano, preguntado también por el efecto real del cambio, explica que en estos meses se ahorrarán “cortar la hierba” en la isla. “Limpiamos la maleza de febrero a agosto”, indica sobre las obligaciones inherentes a la soberanía en un espacio en el que solamente sobresale un monolito conmemorativo de la historia del lugar. Su inscripción en francés mira al norte y su equivalente castellana al sur. “Eso sí, a los franceses les toca otoño e invierno para cortar la hierba. Tienen más suerte y menos trabajo”, bromea Santano, que recuerda que años atrás había un festival de folclore en el condominio e incluso lanzamiento de fuegos artificiales.

La gestión simbólica de la isla recae en mandos navales de ambos países, que han sido los protagonistas del acto de este lunes. En el caso español, es el responsable de la comandancia de la Marina en Gipuzkoa. En el francés, existe una peculiaridad. Siendo una república muy consolidada, el responsable de la Isla de los Faisanes adquiere el título de “virrey”. Es algo solamente comparable a que el presidente electo, ahora Emmanuel Macron, es también copríncipe de Andorra junto al obispo de Urgel, en Lleida. En 2017, en el Diario Oficial de la República Francesa apareció un ‘Anuncio de vacante para un puesto de subdirector departamental interministerial, delegado para el mar y la costa’ en la zona de los Pirineos Atlánticos y, entre sus competencias, se fijaba la siguiente: “Además, la especificidad ligada al carácter fronterizo de los Pirineos Atlánticos supone las funciones de representación de Francia ante las autoridades españolas en virtud del Tratado de los Pirineos, sobre la bahía de Txingudi y la bahía de Higuer, y las funciones de virrey de la Isla de los Faisanes (en el Bidasoa)”.

Pero, ¿por qué se reparten España y Francia amistosamente este pedazo de terreno? El acuerdo actual data de 1901. En concreto, del 27 de marzo de ese año. La regente María Cristina, madre de Alfonso XIII, y el séptimo presidente de la III República francesa, Émile Loubet, rubricaron en la localidad labortana de Bayona un convenio de seis artículos para “poner término de ese modo al estado de incertidumbre en que se encuentran [España y Francia] acerca de los derechos de vigilancia y jurisdicción que corresponden a cada uno de ambos países en dicha isla”. Fue en 1856 cuando, también en Bayona, se habían fijado las fronteras entre ambos estados en esta zona, como se hizo en los años siguientes para las lindes con Huesca, Andorra o Catalunya, y cuando se articuló la fórmula de condominio para la Isla de los Faisanes por su interés pesquero. Ese reparto ordenado es lo que vino a regular el convenio de 1901.

Pero la historia de la isla es muy anterior. Ni siquiera está claro el porqué de su nombre. No hay reportaje sobre el lugar que no mencione que Víctor Hugo escribió en el siglo XIX que, a lo sumo, el visitante hallaría alguna vaca y “tres patos”, “sin duda comparsas alquilados para hacer el papel de faisanes para los visitantes”. Aunque hay aves en la zona del Bidasoa, hay todo tipo de teorías como la que apunta a que es una mala traducción de otra palabra en francés más vinculada al “paso” o peaje que se cobraba para cruzar. El Ayuntamiento de Hendaya llegó a solicitar un informe al respecto –redactado por un experto llamado Pedro Sánchez– pero no fue concluyente. Sí destacó que en Francia es más conocida como Isla de la Conferencia. En todo caso, hay un bar en Behobia que se llama ‘Faisán’ y que se hizo involuntariamente conocido por un sumario antiterrorista hace una década.

El motivo de la denominación más común en Francia es que, entre 1658 y 1660, el islote fue el punto elegido para firmar la paz entre el reino de España y el de Francia después de la guerra entre ambos países. España, que entonces era frontera sur y norte de Francia por sus posiciones flamencas y neerlandesas, cedió algunos territorios a Luis XIV, el Rey Sol, en lo que se conoció como Tratado de los Pirineos, por usar la cordillera como referencia para la nueva frontera. Lo negociaron Luis de Haro, valido de Felipe IV, y el cardenal francés Jules Raymond Mazarin en noviembre de 1659 en la isla. A ello le siguió, ya en 1660, la boda de la primogénita del soberano español, María Teresa de Austria, con su primo, el monarca francés. Felipe IV y Luis XIV se encontraron en la Isla de los Faisanes, ostentosamente engalanada para la ocasión con un pabellón lleno de tapices creado por Diego de Velázquez, pintor de la corte. El capitán de la guardia de mosqueteros de la Corona francesa era Charles de Batz-Castelmore, más conocido como el conde d’Artagnan y que inspiró, dos siglos después, la novela de Alexandre Dumas. El pintor Jacques Laumosnier documentó aquella reunión de soberanos en el cuadro ‘Entrevue de Louis XIV et de Philippe IV dans l’Île des Faisans’ de 1660. La Embajada de Francia en Madrid conserva en la actualidad un tapiz con el mismo motivo que data también de aquellos años.

“El enlace tuvo lugar el 6 de junio en Hondarribia en una extraña ceremonia. Una gran multitud de personajes de la corte, caballeros, criados, damas con aparatosos vestidos, llenaban las estrechas calles de la ciudad. Llegaron también personajes notables de los territorios cercanos, y del reino de Francia. Sólo faltaba un detalle, pero muy importante: el novio. Y es que la boda se celebró ‘por poderes’ [el ‘novio’ fue el valido, Luis de Haro]. Luis XIV esperaba en San Juan de Luz, donde unos días después debía ratificarse el compromiso con una nueva ceremonia. Todo ello, como se ve, muy propio del gusto barroco, con su gran afición por lo rebuscado, sofisticado y complejo. Al día siguiente, Felipe IV tenía una entrevista con su hermana, la reina madre de Francia, a la que no veía desde hacía 25 años. Embarcó en Hondarribia en una preciosa góndola, acompañado de su hija, y se dirigió a la Isla de los Faisanes, donde transcurriría el encuentro. Mientras tanto, Luis XIV, con la fogosidad de sus 20 años, ardía en deseos de conocer a su esposa. Ni corto ni perezoso, montó a caballo en San Juan de Luz, cabalgó 18 kilómetros y se presentó en la isla, donde pudo contemplarla disimuladamente, escondido tras otra persona. Ella, al descubrirlo, se puso muy encendida. Acabada la entrevista, cuando la comitiva regresaba nuevamente por el río, el monarca francés –montado en su brioso caballo– la siguió río abajo, acompañándola por la orilla. En un momento se detuvo para contemplar con calma a su esposa, haciéndole a su paso un majestuoso saludo, al que contestó Felipe IV con su sombrero”, cuenta el portal oficial de historia del Ayuntamiento de Hondarribia sobre lo que siguió a aquellos días.

El artista irunés Iván Gómez expone hasta el 28 de agosto en la sala Menchu Gal de su localidad natal la muestra 'Pliegues temporales' que tiene como eje, precisamente, la historia de la Isla de los Faisanes. “Es un espacio convertido en símbolo”, explica al otro lado del teléfono quien lleva años analizando los acontecimientos en ese punto tan singular. Como artista “plástico y visual” ha analizado particularmente el paso de Velázquez, quien decoró el pabellón en 1660. Se da la circunstancia de que hacia 1970 se planteó levantar un museo en la isla que imitara aquella construcción temporal comisionada por el gran pintor al servicio de Felipe IV. La idea quedó aparcada, pero el archivo municipal de Irún conserva titulares de prensa sobre el proyecto.

En general, todo el río Bidasoa tiene una regulación muy singular. Recuerda el alcalde Santano que él participa en un foro llamado “Comisión Mixta del Bidasoa” creado a la luz de otro acuerdo, en este caso de 1959. Se trata de un órgano que sienta a autoridades militares y civiles de ambos lados de la frontera para dirimir cuestiones que afectan al tramo “internacional” del río, que es la parte desde Endarlatsa (Navarra) hasta la desembocadura en el triángulo entre Irún, Hondarribia y Hendaya.

Sin embargo, lo que parece una gestión modélica de la frontera y más después de que en 1986 desapareciera la limitación física con la entrada de España en la Unión Europea, se está viendo ensombrecida por los controles que desde hace un lustro practica la Policía Nacional francesa para impedir el acceso de extranjeros extracomunitarios al Hexágono. Incluyen devoluciones en caliente. El férreo muro policial ha hecho que afloren mafias, que haya habido que habilitar albergues para que los afectados no duerman en la calle y que los migrantes en tránsito exploren vías alternativas, como las aguas del Bidasoa, aparentemente tranquilas pero frías y de grandes corrientes, que ya se han cobrado varias vidas en los últimos años, la última este mes de junio.

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