El `arreglo´ de Felipe de Hesse - Protestante Digital

El `arreglo´ de Felipe de Hesse

El dicho español de que ´El que la sigue la consigue´ tuvo su pleno cumplimiento en Felipe de Hesse, quien logró una dispensa firmada por Lutero, Bucero y Melanchthon en la que se le concedía su petición, a condición de que la mantuviera en secreto. Pero un secreto entre cuatro personas puede mantenerse siempre y cuando tres estuvieran muertas, y como aquí había más de cuatro que conocían el “arreglo” y todas estaban vivas, el secreto terminó siendo uno a voces, con el consiguiente estupo

19 DE FEBRERO DE 2009 · 23:00

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Es sabido que las meteduras de pata de los grandes hombres son como ellos, esto es, grandes y en ese sentido las de Lutero no son una excepción. Considero que hay tres graves errores que destacan en su vida y que por orden cronológico serían los siguientes: Su actitud en la Guerra del Campesinado (1524-1525), su actitud ante la bigamia de Felipe de Hesse (1539) y su actitud hacia los judíos (1543). En los tres casos las desastrosas consecuencias de su actuación no se hicieron esperar y hasta el día de hoy sus enemigos las usan para desacreditarle a él y por extensión también a la Reforma. Con ocasión de la Guerra del Campesinado escribió un pequeño tratado titulado Contra las hordas ladronas y asesinas de campesinos, en el que instaba a los príncipes a tratar como a “perros rabiosos” a los rebeldes, debido a que
“En el caso de un rebelde, todo hombre es, a la vez, juez y verdugo. Por lo tanto, todo el que pueda debe derribar, estrangular y apuñalar a los tales, pública o privadamente y considerar que nada es tan venenoso, pernicioso ni endiablado como un rebelde... Estos son tiempos tan extraordinarios que un príncipe puede merecer mejor el cielo habiendo derramado sangre, que otro por medio de la oración.”
La unanimidad de los historiadores al evaluar la conducta de Lutero en aquella terrible guerra no deja lugar a dudas. Thomas M. Lindsay la describe como ´una mancha imborrable en su noble carrera y vida´(1) y James Atkinson como ´una muestra de obstinación el que nunca admitiese, ni el día de su muerte, que se había equivocado en su actitud frente a la Guerra del Campesinado´(2). Hacia el final de su vida Lutero escribió un opúsculo contra los judíos titulado De los judíos y sus mentiras, en el que de nuevo su incendiario, nunca mejor dicho, lenguaje aparece en la obra:
“¿Qué podremos hacer nosotros, los cristianos, con este pueblo maldito y condenado?... Daré mi fiel consejo. En primer lugar que se prenda fuego a sus sinagogas y escuelas... Después hay que destruir sus casas, ya que dentro de ellas actúan igual que en sus escuelas... En tercer lugar hay que quitarles sus devocionarios y el Talmud, los cuales enseñan idolatría, mentiras, blasfemias y calumnias. En cuarto lugar hay que prohibirles absolutamente que sus rabinos sigan enseñando... hay que quitarles el derecho de transitar libremente por las calles... hay que prohibirles la usura y confiscarles todas las riquezas en oro y plata, pues todo lo que tienen nos lo han robado con usura...”
Demás está decir que semejantes expresiones no andan muy lejos de las de aquellos alemanes que cuatrocientos años después serían siniestros ejecutores del Holocausto. De nuevo aquí la condena de los historiadores, como no podía ser de otro modo, es también unánime. Pero en contraste con los dos errores anteriores, en los que la furia de Lutero hizo erupción como un volcán, el error que cometió con Felipe de Hesse fue en la dirección opuesta, es decir, en la concesión y puesta en práctica de una blandura tal, que fue indulgente con una propuesta absolutamente repudiable. Felipe de Hesse tenía un conflicto de conciencia porque siendo hombre casado, aunque infelizmente casado, se había enamorado de otra mujer que colmaba sus expectativas. Ya anteriormente había andado en amoríos con otras mujeres, pero siendo, como era, evangélico, sus convicciones no le permitían seguir con aquel juego de una doble vida. Felipe expuso su problema a sus amigos los reformadores y les propuso una solución: casarse con la dama de la que estaba enamorado, habida cuenta de que la madre de tal dama no estaba dispuesta a conceder la mano de su hija para que fuera una mera concubina; tenía que ser mediante matrimonio. Ahora bien, casarse estando casado tiene un nombre: bigamia, pero eso no parecía importarle demasiado a Felipe, quien arguyó que en la Biblia había casos de personajes, algunos de ellos hombres de Dios, que fueron polígamos. De hecho hasta había grupos de anabaptistas que predicaban y fomentaban la poligamia. Bucero, el primero en conocerla, trasladó la propuesta de Felipe a Lutero y Melanchthon, quienes decididamente la rechazaron. Pero Felipe no se desanimó por la negativa y continuó insistiendo, describiendo su caso como algo desesperado, ya que las relaciones conyugales con su esposa eran insatisfactorias, siéndole la continencia imposible y llevando una existencia miserable. El propio Melanchthon, a consecuencia del pesar que le produjo la firma del documento, cayó en un estado de postración anímica y física que casi le cuesta la vida. Leyendo el documento ahora, produce vergüenza ajena que tal cosa pudiera hacerse, pero se hizo. Y sobre todo produce vergüenza que un hombre como Lutero accediera a algo así:
´…El pastorado, en casos individuales de necesidad absoluta, y para evitar cosas peores, puede sancionar la bigamia únicamente bajo condiciones excepcionales; tal matrimonio bígamo, es un matrimonio verdadero (habiendo sido comprobada la necesidad) a los ojos de Dios y de la conciencia; pero no es un verdadero matrimonio en lo referente a la ley pública y a las costumbres. Por lo tanto, tal matrimonio debíera mantenerse en secreto y la dispensa que se concede debe guardarse bajo el sello de la confesíón. De llegar a ser conocido, la dispensa queda ínvalídada eo ípso y el matrimonio se convierte en mero concubinato.´
Cuando Lutero supo que el asunto era de dominio público retiró su apoyo al “arreglo”, pero el mal ya estaba hecho… Cuatro de cada cinco pastores luteranos suecos van a casar a personas del mismo sexo, haciendo así una concesión que va mucho más allá de la que hicieron aquellos reformadores. La diferencia es que los tres pastores responsables de aquel “arreglo”, Lutero, Melanchthon y Bucero, sabían que lo que estaban haciendo era deplorable y por eso trataron de ocultarlo, mientras que los pastores suecos no consideran que haya nada deplorable en su bendición de las uniones homosexuales. Otra diferencia es que aquel “arreglo” era una excepción, mientras que la disposición actual es una norma. Unas diferencias indicadoras de que bastantes pilotos actuales de esa nave que se llama Protestantismo están sin brújula, sin mapa y sin instrumentos de navegación. Navegar con tales timoneles es cosa de suicidas.
1) La Reforma en su contexto histórico, CLIE 2) Lutero y el nacimiento del protestantismo, Alianza Editorial

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