Un castillo para los periodistas del Proceso de Núremberg

Un castillo para los periodistas del Proceso de Núremberg

LATIDOS

Más de 250 informadores de todo el mundo cubrieron los juicios contra los nazis, alojados en el castillo de los Faber-Castell. El historiador Uwe Neumahr cuenta su estancia.

Janet Flanner y Hemingway en París, 1944

Janet Flanner con Hemingway en París, en 1944

archivo

Janet Flanner ya era un leyenda del periodismo literario estadounidense cuando la enviaron a cubrir el Proceso de Núremberg. En sus “Cartas desde París” en los años 20 y 30 para la revista The New Yorker había reflejado los ambientes bohemios de la capital francesa, tan acogedora y libre para los miembros de la Generación Perdida. Poco antes de estallar la Segunda Guerra Mundial volvió prudentemente a EE.UU, pero en 1944 retornaba a Europa como corresponsal oficial del ejército de su país, enviando artículos sobre la contienda que cambió su visión del mundo. El Buchenwald recién liberado no podía tener el mismo tratamiento que la grata vida entrebélica.

Los vencedores aliados eligieron el Palacio de Justicia de Núremberg para desarrollar entre noviembre de 1945 y octubre de 1946 los juicios contra un grupo de altos responsables nazis, con los que en realidad se pretendía enjuiciar la responsabilidad de la Alemania de Hitler en la guerra y en el delirio criminal que culminó en el Holocausto. Lo hicieron por razones simbólicas (se trataba de una ciudad de vieja raigambre en la cultura germánica, la de los maestros cantores, y también donde Hitler celebró grandes congresos y promulgó sus leyes raciales), así como prácticas (optaron por una ciudad bajo autoridad militar estadounidense). La localidad, con excepción de unos pocos edificios, estaba prácticamente reducida a escombros. 

Más de 250 periodistas internacionales, y un pequeño grupo de informadores alemanes se desplazaron para cubrir la actuación del Tribunal Militar Internacional.  

El historiador alemán Uwe Neumahr aborda su estancia en El castillo de los escritores (editorial Taurus), un libro cargado de datos e historias interesantes.

⁄ Janet Flanner elogió al nazi Göring y criticó al fiscal Jackson, por lo que fue retirada de la cobertura por ‘The New Yorker’

Janet Flanner, como la mayoría de sus colegas, fue alojada en el castillo que da título, vistoso edificio medievalizante de principios del siglo XX de los condes Faber-Castell, fabricantes de los famosos lápices, en aquel momento incautado. Los periodistas apiñados compartían dormitorios colectivos (separados por sexos), una sala de redacción, pocos teléfonos y contados lavabos; Flanner no tardó en quejarse del monopolio de las periodistas rusas, que iban en grupo y "lo dejaban sucio".

Sala de prensa en el castillo Faber

Sala de prensa en el castillo Faber

Las sesiones del proceso eran largas y llenas de tecnicismos, con excepción de aquellas donde los testigos aportaban testimonios directos del horror (los documentales sobre los campos de concentración, con imágenes nunca contempladas, dejaron a los asistentes en estado de shock).

Flanner era un espíritu independiente y en sus crónicas cometió un tremendo error de criterio: elogió el testimonio del siniestro Hermann Göring, el mayor cargo nazi presente, al que comparó con “un gladiador”, y criticó la actuación del fiscal general estadounidense Robert H. Jackson, un referente humanitario. Fue retirada de la cobertura por el editor de la revista, Harold Ross (que sin embargo había publicado sus textos sin censurarlos).

/Los periodistas debatían si había que apoyar la reconstrucción de Alemania o bien mantener el país débil y bajo tutela

Su lugar lo ocupó la británica Rebecca West, radicalmente antigermánica, y que estableció una relación sentimental (clandestina, ambos estaban casados) con Francis Biddle, el juez norteamericano de máximo nivel. El contacto con lo indecible y la lejanía familiar impulsó varias situaciones de este tipo.

La obra de Neumahr ofrece numerosos detalles laterales que dan contexto a esta iniciativa llamada a cambiar la legislación internacional sobre los crímenes de guerra, y a la discusión de entonces sobre cuál debería ser el futuro de Alemania: entre los propios periodistas se debatía si había que apoyar su reconstrucción o bien mantener el país débil y bajo tutela, en castigo por la etapa nazi y en previsión de futuros males. 

Corresponsales de guerra siguiendo al ejército norteamericano en otoño de 1944. La primera a la derecha es Erika Mann.

Corresponsales de guerra siguiendo al ejército norteamericano en otoño de 1944. La primera a la derecha es Erika Mann.

Por sus páginas desfila el gran novelista John Dos Passos (Hemingway, contra lo que se dijo, no acudió, pero sí su ex mujer Martha Gellhorn). A la autora ruso-francesa Elsa Triolet no le gustó que se diera a los nazis la oportunidad de explicarse, y afirmó que hubieran debido ser ejecutados sin juicio; se cruzó por allí con Erika Mann, hija del autor de La montaña mágica, actriz, escritora y periodista; con Gregor von Rezzori, William Shirer, la futura estrella televisiva Walter Cronkite y el futuro canciller federal alemán Willy Brandt, entre muchos otros.

Una imagen actual del castillo Faber

Una imagen actual del castillo Faber

FABER-CASTELL

No aparece citado el barcelonés Carlos Sentís, quien cubrió el proceso durante dos meses para distintos medios españoles, se alojó también en el castillo Faber, que definió como "la mayor torre de Babel periodística que han conocido los tiempos" y, como Janet Flanner -hay que decirlo- en un artículo para La Vanguardia de octubre de 1946 aún mostraba cierta simpatía humana por un Göring que con toda "su vanidad y extravagancia" se mostró durante el proceso "siempre vivaz, despreocupado, sereno". 

/Carlos Sentís y José Luis Navarro, que cubrieron el Proceso para distintos medios españoles, no aparecen citados

(Hermann Göring recibió una sentencia de muerte como culpable de conspiración, crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Impulsor de la "solución final" de Heydrich contra los judíos y activo saqueador de obras de arte, se adelantó unas horas a la horca suicidándose en su celda con una ampolla de cianuro).

Tampoco figura en el índice onomástico de El castillo de los escritores José Luis Navarro, que informó para la agencia EFE. Del mundo hispánico aparecen fugazmente el paraguayo Augusto Roa Bastos y, opinando desde la lejanía sobre el carácter excesivamente masculino del juicio, la figura de referencia de las letras argentinas Victoria Ocampo.

Y el celebrado autor de Berlin Alexanderplatz, Alfred Döblin, que no estuvo en Núremberg, redactó un opúsculo teatralizado sobre el Proceso como si lo hubiera presenciado.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...