Doscientos años de excavaciones

El foro de Roma

Utilizado durante siglos como cantera, el Foro romano quedó casi arrasado y cubierto por una gruesa capa de escombros hasta que los arqueólogos emprendieron su recuperación en el siglo XIX.

Vista del Foro romano.

Vista del Foro romano.

Desde el monte Capitolino vemos, de izquierda a derecha, el arco de Septimio Severo, el templo de Saturno (sede del erario público) y, al fondo, las tres columnas del templo de Cástor y Pólux.

Foto: Alan Copson / AWL Images

El Foro romano era la plaza central de Roma, en la que se desarrollaban las principales actividades de la vida política, comercial y religiosa de la ciudad. En tiempos de los reyes etruscos, en el siglo VI a.C., acogió diversos edificios públicos, como la residencia real (Regia) y la casa de los pontífices y de las vírgenes Vestales. El proceso de monumentalización continuó bajo la República (509-27 a.C) y el Imperio (27 a.C.- 476 d.C.), con la erección de dos basílicas (sedes de los tribunales de justicia), numerosos templos, tribunas para oradores (Rostra) y múltiples monumentos conmemorativos y honoríficos.

Cronología

El rescate del foro

Siglos XII-XIII

El gremio de canteros de Roma excava en el Foro para hacerse con la piedra de los antiguos monumentos que se levantaron allí.

1540

Paulo III permite extraer piedra para construir la nueva basílica de San Pedro. En 1546, el Concilio municipal salva las primeras piezas.

1801

Carlo Fea inicia las primeras excavaciones a gran escala en el Foro. Le siguen como directores Antonio Nibby y Luigi Canina.

1887

Una ley de patrimonio urbanístico protege el Foro romano, que entre 1870 y 1885 había sido excavado por P. Rosa, G. Fiorelli y R. Lanciani.

1898-1925

Giacomo Boni realiza las primeras excavaciones estratigráficas del Foro y saca a la luz restos de los períodos más antiguos de ocupación.

Pero la bulliciosa vida que se desarrollaba en el corazón de Roma no fue eterna. Desde el siglo IV y a lo largo de toda la Edad Media, el Foro fue objeto de saqueos y actos vandálicos y presa recurrente de las llamas, hasta quedar tan desfigurado que los habitantes de la Roma medieval y los humanistas posteriores discutían sobre su posición originaria, pues ya no eran capaces de reconocerlo.

Un expolio sistemático

Se suele atribuir la ruina de la antigua Roma a las invasiones bárbaras, pero, en opinión del arqueólogo Rodolfo Lanciani, director de las excavaciones del Foro a finales del siglo XIX, «los bárbaros pueden quedar en paz, ya que su participación en la destrucción de la Roma antigua no es digna de tenerse en cuenta en comparación con la culpa de otros. Y por otros me refiero a los propios romanos de los períodos imperial, bizantino, medieval y renacentista». Efectivamente, la desaparición de los grandes monumentos del Foro así como de sus elementos decorativos fue el resultado del expolio realizado por los canteros y caleros medievales, que utilizaban la piedra y el mármol antiguos para la construcción de nuevas obras en la ciudad moderna y para la fabricación de cal. Según testimonio del artista Pirro Ligorio, a veces la destrucción era tan rápida que en un mes desaparecía un edificio entero.

Relieve de Mettius Curtius, hallado en el Foro de Roma.

Relieve de Mettius Curtius, hallado en el Foro de Roma.

Foto: DEA / Album

Frente a esta situación, en el Renacimiento surgieron voces de alarma por parte de los primeros humanistas, quienes trataron de salvar del abandono y la destrucción los objetos valiosos que aparecían entre las ruinas, principalmente esculturas e inscripciones, que destinaron al primer museo público de la ciudad: el Palazzo dei Conservatori. Sin embargo, el saqueo desmedido de piedra no cesó hasta el siglo XVII, cuando la cantera del Foro se consideró totalmente agotada.

Decadencia y recuperación

En el siglo XVI, del antiguo Foro sólo eran reconocibles los edificios que se habían consagrado al culto cristiano: la Curia, el templo de Rómulo, el de Antonino y Faustina y parte del templo de Venus y Roma. El resto de construcciones había desaparecido casi por completo. Siete metros de escombros y de limo cubrían la antigua plaza y tapaban hasta la mitad de sus fustes las pocas columnas que quedaban en pie. Una vía flanqueada por olmos unía los arcos de Tito y de Septimio Severo desde 1536, cuando Carlos V la recorrió durante su entrada triunfal en Roma. Una gran taza de mármol instalada junto a las tres columnas aisladas del templo de Cástor y Pólux servía de abrevadero para las bestias, que pastaban libremente en el prado conocido como campo vaccino o explanada de las vacas. Las construcciones privadas impedían ver monumentos como el arco de Tito o los templos de Vespasiano y Saturno.

Un corral de vacas. Este óleo de Claude Lorrain, del siglo XVII, muestra el Foro romano en esa época, cuando recibió el nombre de 'campo vaccino' por ser un lugar donde pastaban las vacas. Museo del Louvre, París.

Un corral de vacas. Este óleo de Claude Lorrain, del siglo XVII, muestra el Foro romano en esa época, cuando recibió el nombre de 'campo vaccino' por ser un lugar donde pastaban las vacas. Museo del Louvre, París.

Foto: Scala, Firenze

Cuando Goethe viajó a Roma en el siglo XVIII escribió: «Se encuentran vestigios de una magnificencia y de una destrucción inconcebibles. Lo que los bárbaros dejaron en pie, lo han demolido los arquitectos de la Roma moderna». Pocos años después de su visita comenzó el descubrimiento del Foro, primero con excavaciones aisladas que patrocinaron algunos aristócratas fascinados por la cultura clásica; después, a lo largo de todo el siglo XIX, con una excavación a gran escala, que tenía como finalidad liberar todos los monumentos del Alto Imperio de construcciones posteriores y convertir la zona en un parque arqueológico protegido de los abusos urbanísticos de la Roma moderna. El objetivo quedó cumplido en el siglo XX, aunque los trabajos de restauración e investigación continúan sin pausa para preservar los restos del centro neurálgico de la antigua Roma.

Monumentos romanos. Esta imagen del Foro romano muestra en primer término el arco de Septimio Severo, la columna de Focas y el templo de Antonino y Faustina; al fondo se pueden apreciar el arco de Tito y el anfiteatro Flavio o Coliseo.

Monumentos romanos. Esta imagen del Foro romano muestra en primer término el arco de Septimio Severo, la columna de Focas y el templo de Antonino y Faustina; al fondo se pueden apreciar el arco de Tito y el anfiteatro Flavio o Coliseo.

Foto: Alamy / ACI

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1800-1850

Desescombrar y excavar

Siguiendo el ejemplo de las excavaciones de Pompeya y Herculano, a finales del siglo XVIII se planteó recuperar los restos del centro monumental de Roma, liberándolos de montañas de escombros y de construcciones medievales. En 1801, el papa Pío VII nombró comisario de antigüedades a Carlo Fea, quien debía desenterrar los monumentos a la vista en el Foro hasta alcanzar el nivel de circulación antiguo y estudiarlos a la luz de los textos antiguos para lograr su correcta identificación. En 1803 comenzaron las excavaciones en torno al arco de Septimio Severo, cubierto de tierra hasta un tercio de su altura. Luego se demolieron las casas adosadas a los templos de Vespasiano y de Saturno y se despejó la fachada del Tabularium, el archivo de la antigua Roma. A la vez, algunos extranjeros ricos se interesaron por la arqueología de Roma. En 1811, Elizabeth Cavendish, duquesa de Devonshire, empezó a desenterrar la base de la columna de Focas. El duque de Blacas y el conde de Funchal, embajadores de Francia y Portugal, también financiaron excavaciones. En 1811, el Giornale del Campidoglio decía: «Viste estos templos medio sepultados, medio cubiertos de plantas… pues las tres columnas del templo de Júpiter ya están casi desenterradas y se muestran en todo su esplendor y toda la falda del monte Capitolino, antes un basurero, será trasformada en un delicioso jardín». También hubo que restaurar monumentos: en 1821-1823, el arco de Tito fue desmontado pieza a pieza para liberlarlo de las construcciones medievales en que estaba embutido y reconstruirlo en su forma actual. Los monumentos del Foro resurgían de forma aislada, hundidos en un mar de tierra y ruinas que impedía entender la grandeza del conjunto.

La columna de Focas

La columna de Focas. Representada en un grabado del artista Victor Jean Nicolle. Siglo XVIII.

La columna de Focas. Representada en un grabado del artista Victor Jean Nicolle. Siglo XVIII.

Foto: Alamy / ACI

Aunque siempre estuvieron a la vista algunas letras de la inscripción de la conocida como colonna Maenia, nadie excavó su base hasta 1811. La duquesa de Devonshire patrocinó su exhumación, gracias a la cual en 1813 el epígrafe de la columna pudo ser leído.

El arco de Tito. Durante la restauración de Giuseppe Valadier. Grabado de ‘The Architectural Antiquities of Rome’, 1821.

El arco de Tito. Durante la restauración de Giuseppe Valadier. Grabado de ‘The Architectural Antiquities of Rome’, 1821.

Foto: Royal Academy Collection

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1870-1898

Renace el Foro Imperial

Suspendidas durante dos décadas por las convulsiones políticas, las excavaciones en el Foro se reanudaron en 1870. En una Italia que acababa de culminar su proceso de unificación había gran interés por realzar los momentos más gloriosos de su pasado, y eso explica que, al excavar el Foro, se quisiera recuperar el aspecto que tenía en la época de mayor esplendor de Roma, el Alto Imperio, libre de los añadidos de épocas posteriores. El desprecio hacia la época bajoimperial (siglos III-V) y hacia la posterior «decadencia» fue tal que se destruyeron para siempre monumentos tan significativos como los Rostra o tribuna de Diocleciano. Las excavaciones, dirigidas entre 1870 y 1885 por Pietro Rosa, Giuseppe Fiorelli y Rodolfo Lanciani, se concentraron en la zona central del Foro, entre el templo del Divino César, el de Antonino y Faustina, la basílica de Majencio y la casa de las Vestales. Cuando Pietro Rosa asumió la dirección en 1870, «todo el yacimiento estaba enterrado bajo 33 pies [unos 10 metros] de tierra». Se retiraron cerca de 286 millones de pies cúbicos de escombros, y se sacaron a la luz piezas tan extraordinarias como los Anaglifos de Trajano, los fragmentos de la Forma Urbis y estatuas de vestales apiladas y listas para ser incineradas en un horno de cal medieval. En 1882, un artículo publicado en The Athenaeum describía el ambiente: «El Foro romano en el estado actual de los trabajos parece más un campo de batalla que otra cosa: casas y cimientos de paredes tiradas abajo, minas explotadas, el jardín de Vignola desaparecido y centenares de hombres moviéndose dan una vívida idea de la actividad que desarrolla hoy la arqueología romana». La culminación del proyecto fue, según Lanciani, «un sueño dorado hecho realidad».

La imagen de las Vestales de Roma

Estatua de una vestal máxima. Siglo II. d.C. Museo Nacional Romano, Roma.

Estatua de una vestal máxima. Siglo II. d.C. Museo Nacional Romano, Roma.

Foto: DEA / Scala, Firenze

El 9 de febrero de 1883, el príncipe de Prusia y el emperador Federico III asistieron al impresionante hallazgo de ocho estatuas intactas de vestales y de otras muchas en pedazos. Según Lanciani, «el príncipe ayudó a levantar las masas de mármol y a colocar las estatuas contra el muro del atrio».

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1898-1925

Los estratos ocultos

Fotografía aérea del Foro romano, entre los años 1899 y 1909.

Fotografía aérea del Foro romano, entre los años 1899 y 1909.

Foto: Riccardo Auci

En 1898, el joven arquitecto veneciano Giacomo Boni asumió la dirección del proyecto de recuperación del Foro e introdujo un importante cambio de enfoque. El objetivo de los trabajos pasó a ser la exploración de estratos más profundos que los excavados hasta el momento, para conocer la ocupación y el uso del espacio en las épocas arcaica y republicana. Pionero en la aplicación del método estratigráfico, Boni puso al descubierto enclaves emblemáticos relacionados con los orígenes de Roma. Así, al sureste del templo de Antonino y Faustina sacó a la luz una pequeña necrópolis de la Edad del Hierro, utilizada entre los siglos X y VII a.C. por los primeros habitantes de la zona, asentados en la pendiente del Palatino. En 1899 excavó cerca de la Curia un recinto sacro del siglo VI a.C., el Lapis niger, donde apareció un cipo inscrito con un texto en latín arcaico que permitió identificar aquel espacio con el lugar en el que, según la leyenda, los senadores habían asesinado a Rómulo a causa de su despótico reinado. Un año después se descubrió la legendaria fuente Juturna, entre el templo de los Dióscuros y el de Vesta; era una de las más antiguas de Roma y el lugar donde la tradición situaba la aparición milagrosa de Cástor y Pólux para anunciar la victoria romana en la batalla del lago Regilo en 495 a.C. Boni supo dar publicidad internacional a cada uno de estos hallazgos, que fueron objeto de artículos en la prensa italiana y extranjera, como la Illustrazione Italiana o el New York Times. En colaboración con el capitán de la Inteligencia militar italiana Maurizio Mario Moris, Boni fletó seis globos aerostáticos equipados con cámaras fotográficas con los que documentó desde las alturas el «área arqueológica central» de Roma.

Por tierra y por aire. Utilizando globos como el de la imagen, entre los años 1899 y 1909 se tomaron 123 fotografías aéreas del Foro romano.

Por tierra y por aire. Utilizando globos como el de la imagen, entre los años 1899 y 1909 se tomaron 123 fotografías aéreas del Foro romano.

Foto: Riccardo Auci

Excavaciones en la Necrópolis arcaica del Foro romano, delante del templo de Antonino y Faustina.

Excavaciones en la Necrópolis arcaica del Foro romano, delante del templo de Antonino y Faustina.

Foto: Biblioteca Ambrosiana / Scala, Firenze

El arqueólogo hiperactivo

Los diarios de excavación del Foro y los dibujos realizados entre 1898 y 1925 revelan la actividad frenética que Giacomo Boni desarrolló como arquitecto, arqueólogo y restaurador. Mientras el círculo arqueológico italiano le fue hostil, las universidades de Cambridge y Oxford lo nombraron doctor Honoris Causa.

Giacomo Boni posa junto a una de las tumbas de incineración en fosa de la Necrópolis arcaica del Foro.

Giacomo Boni posa junto a una de las tumbas de incineración en fosa de la Necrópolis arcaica del Foro.

Foto: Riccardo Auci
Boni muestra un plano de las excavaciones al rey de Italia, Víctor Manuel III, y al presidente de francia, Émile Loubet, el 8 de mayo de 1904.

Boni muestra un plano de las excavaciones al rey de Italia, Víctor Manuel III, y al presidente de francia, Émile Loubet, el 8 de mayo de 1904.

Foto: Biblioteca Ambrosiana / Scala, Firenze

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Desde 1925

Un escaparate del pasado

En el siglo XX, la fase de excavación a gran escala del Foro se consideró concluida y empezó un período centrado en la restauración de los monumentos y en la adecuación de las ruinas dentro de un parque arqueológico central, según el plan aprobado en 1887 a propuesta del ministro Guido Baccelli. Frente al descontrolado desarrollo urbanístico de Roma, se decidió que el Foro romano, junto con el Coliseo, parte de los Foros imperiales, las termas de Trajano y de Caracalla y el circo Máximo (entonces ocupado por un cementerio judío y una fábrica de gas), debía quedar liberado de todo aquello que impidiera admirar su grandeza y protegido de cualquier abuso urbanístico. Además, se demostró rápidamente que la visita al Foro resultaba más instructiva y cautivadora si los edificios excavados se presentaban al público restaurados con los materiales dispersos. De este modo, Alfonso Bartoli, director de las excavaciones desde 1925, impulsó la reconstrucción de la Curia, la basílica de Majencio y el templo de Venus y Roma, entre otros. En esos años, Italia estaba bajo el régimen fascista de Mussolini, que sentía «un irrefrenable amor por los pasados testimonios de pujanza y de gloria», y consideraba que la Roma imperial debía ser un estímulo para el avance de la nación. Por desgracia, al mismo tiempo que se revitalizaban estos edificios, la parte oriental del Foro y la Velia quedaron irremediablemente dañadas con la apertura de la Vía del Imperio (actual Vía de los Foros Imperiales) en 1932. Tras la segunda guerra mundial, los arqueólogos han proseguido su doble tarea de desentrañar los secretos que aún encierra el Foro y de garantizar la conservación de una de las áreas arqueológicas más visitadas del mundo.

Fotografía del Foro con la calzada que lo atravesaba en 1928.

Fotografía del Foro con la calzada que lo atravesaba en 1928.

Foto: Cinecitta Luce / Scala, Firenze

Rampas de acceso

Hasta muy avanzado el siglo XX, una calle abierta al tráfico rodado atravesaba el lado norte del Foro romano y lo comunicaba con el Capitolio. Bordeaba el arco de Septimio Severo y ascendía entre el templo de Vespasiano y el de Saturno, como muestra la imagen.

Benito Mussolini congrega a miles de partidarios en el Foro romano el 12 de abril de 1934, con motivo de uno de sus discursos patrióticos.

Benito Mussolini congrega a miles de partidarios en el Foro romano el 12 de abril de 1934, con motivo de uno de sus discursos patrióticos.

Foto: Keystone-Ffrance / Getty Images

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Dos siglos de hallazgos en el foro

Las excavaciones en el Foro han sacado a la luz no sólo estructuras de edificios, sino también numerosas piezas de todo tipo: estatuas, lápidas con inscripciones, altares, objetos votivos... Gran parte de estos materiales está depositada en el Palazzo dei Conservatori (en el Capitolio), sede del primer museo municipal de Roma, y en el Antiquarium Forense, un museo nacido a finales del siglo XIX que aún no está abierto al público.

Cabeza de Medusa procedente del templo de Venus y Roma, descubierta en 1813. Museos Vaticanos.

Cabeza de Medusa procedente del templo de Venus y Roma, descubierta en 1813. Museos Vaticanos.

Foto: Bridgeman / ACI

Altar de época trajanea con representación de los Dióscuros, Cástor y Pólux. Este altar apareció junto a la fuente Juturna en 1900.

Altar de época trajanea con representación de los Dióscuros, Cástor y Pólux. Este altar apareció junto a la fuente Juturna en 1900.

Foto: DEA / Scala, Firenze

Lámpara votiva hallada durante las excavaciones de Giacomo Boni en la Casa de las Vestales.

Lámpara votiva hallada durante las excavaciones de Giacomo Boni en la Casa de las Vestales.

Foto: Riccardo Auci

Fragmento de la Forma Urbis, un plano de Roma a escala 1/250 realizado en tiempos de Septimio Severo.

Fragmento de la Forma Urbis, un plano de Roma a escala 1/250 realizado en tiempos de Septimio Severo.

Entre 1867 y 1888 se encontraron otros 188 fragmentos del mismo en las inmediaciones de la iglesia de los Santos Cosme y Damián.

Foto: DEA / Scala, Firenze
Estatuilla de bronce descubierta entre el material de relleno del nivel primitivo del santuario arcaico del Lapis niger.

Estatuilla de bronce descubierta entre el material de relleno del nivel primitivo del santuario arcaico del Lapis niger.

Foto: Bridgeman / ACI

Anaglifo de Trajano, un panel de mármol que muestra la distribución de dinero desde la tribuna del Foro (los Rostra).

Anaglifo de Trajano, un panel de mármol que muestra la distribución de dinero desde la tribuna del Foro (los Rostra).

Foto: Scala, Firenze

Estela del Lapis niger, datada en el siglo VI a.C. El texto maldecía a quien perturbase este santuario.

Estela del Lapis niger, datada en el siglo VI a.C. El texto maldecía a quien perturbase este santuario.

Foto: DEA / Album

Este artículo pertenece al número 214 de la revista Historia National Geographic.

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