EL ESTADO MAYOR ALEMAN, EN LA SGM; UN PUNTO DE VISTA - Noticias Defensa Ayer Noticia
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Lunes, 22 de abril de 2024 Iniciar Sesi�n Suscr�base

El Estado Mayor Alemán en la Segunda Guerra Mundial: Un punto de vista

Ayer noticia

Cuando por primera vez le� la magistral obra �Panzer Battles�, lo hice sencillamente porque deseaba obtener una mejor comprensi�n de la batalla de Kursk, en 1943, en la que Hitler volc� el grueso de sus fuerzas blindadas.

Yo nunca hubiera esperado conocer al autor de esa obra, el general de divisi�n Friedrich Wilhelm von Mellenthin, de quien la misma s�lo contaba que en 1965 viv�a en Johannesburgo. Tambi�n se dec�a all� que entre 1939 y 1945 estuvo combatiendo en cada uno de los teatros de guerra europeos y del Norte de �frica, hasta que fue capturado por las fuerzas aliadas cuando trataba de sacar a sus tropas del saliente del Ruhr.
Pero, �c�mo podr�a yo localizarlo en el caso de que eso fuese posible?. Unas cuantas llamadas telef�nicas a Johannesburgo me dieron cierta informaci�n. El nombre se pronunciaba Fon-M�-l�n-tin. Todav�a resid�a all�, y para �l ser�a un placer concederme una entrevista. No tard� en hacer todos los arreglos log�sticos.

En el port�n del patio de una c�moda residencia urbana, situada en las afueras de Sandton, donde habitan familias de la clase m�s alta, me recibi� un hombre delgado de distinguido porte, aristocr�tico y cort�s. Su gran energ�a y vitalidad parec�an atribuirle m�s estatura que sus 168 cm. Vest�a un traje de calle azul de tres piezas, de corte europeo, con camisa blanca r�gida de doble pu�o, y corbata con una raya gruesa. No usaba lentes, aunque ten�a a la saz�n unos 80 a�os de edad. Su cara bronceada era tranquila y serena, despejada de las arrugas que suelen afligir a los ejecutivos que han trabajado bajo tensi�n. Parec�a m�s un gerente de banco que un general.

UNA FAMILIA DE RANCIAS TRADICIONES

Primero me invit� a saborear una deliciosa comida: arenques del B�ltico, carne de ternera a la vienesa, col roja, budines, y un vivificante vino tinto de la regi�n del Rin. La comida, seg�n �l, ser�a un almuerzo para empezar a trabajar pero, sin embargo, dur� toda la tarde. Cuando finalmente terminamos, la mesa fue recogida y la cubrimos de cartas de la situaci�n con los croquis que �l mismo hab�a confeccionado.

foto: El general de divisi�n Friedrich Wilhelm von Mellenthin.

Cuando hablaba de las pasadas batallas, sus ojos de azul claro parec�an fijarse en la distancia, como si a�n se encontrara en el l�mite avanzado de una zona de combate, todav�a mirando la aproximaci�n de los tanques sovi�ticos. Uno casi pod�a contemplar el humo y las polvaredas y o�r el estruendo met�lico de la Artiller�a. Parec�a como si estuviera reviviendo las agon�as de Kursk y Stalingrado, junto con las anteriores victorias en Francia, Polonia y el Norte de �frica.
Su temple era extraordinario, y sus acciones mostraban la firmeza y constancia de su car�cter. No hizo ning�n gesto innecesario. Su autocontrol resultaba muy natural, no afectado. Tambi�n parec�a ser capaz de controlar a aqu�llos que lo rodeaban con el poder de la sugesti�n. Pero fue al visitar su caballeriza cuando observ� algo muy revelador. Era un experto del dressage, es decir, de un deporte en el que el caballo obedece con s�lo unos imperceptibles movimientos de las manos, las piernas y el peso del jinete. El dressage le exige a �ste un control extraordinario manteni�ndose durante m�s de diez minutos bajo el intenso escrutinio de cinco jueces. Ning�n otro deporte requiere tal grado de cooperaci�n entre la persona y la bestia: un ser viviente controlando a otro con apenas una sutil sugesti�n, sin l�tigo y sin espuelas. No puede forzarse al caballo a cumplir las �rdenes, sino que tiene que hacer que el animal sienta orgullo, como si fuera una extensi�n de quien lo cabalga. Cuando se siente lo suficientemente orgulloso, entonces querr� obedecer al jinete. Las vitrinas del general rebosaban de trofeos de oro.
Las at�vicas mansiones de los Mellenthin y de los Lienichen en Pomerania, seg�n me inform� mi interlocutor, hab�an pertenecido a su familia desde el a�o 1460. Unas trescientas familias de la aristocracia militar fueron due�as del territorio de Ostelbien (Prusia Oriental, Pomerania y la Silesia). Los se�ores terratenientes viv�an en grandes castillos, con amplias y masivas fachadas de unos tres pisos de alto, y con 20 � 30 habitaciones que nunca llegaban a calentarse con las estufas de ladrillo que se encontraban situadas en rincones oscuros. Fue de esta clase de la que el Estado Mayor General (EMG) alem�n extrajo un n�mero considerable de sus oficiales. Las tierras pertenecientes a los Von Mellenthin no eran tan extensas como las de la mayor�a de las familias aristocr�ticas, puesto que gran parte de sus antepasados hab�an seguido la profesi�n de las armas.

foto: �Caballer�a antitanque� polaca camino de la l�nea de fuego. Este fue el primer frente en el que combati� Von Mellenthin.

Todo lo que quedaba de su patrimonio alem�n eran unas cuantas fotograf�as y peque�os recuerdos que �l y su familia pudieron llevarse consigo mientras hu�an del avance de los Ej�rcitos sovi�ticos. Una vez concluida la contienda pas� dos a�os y medio corno prisionero de guerra y otros tres como refugiado en Alemania Occidental. En 1950, Von Mellenthin se fue a Sud�frica, pues �se era uno de los pocos pa�ses que aceptaban refugiados. A la edad de cincuenta a�os, cuando la mayor�a de los hombres comienzan a pensar en el retiro, emprendi� una nueva carrera en el mundo de los negocios, comenzando en el escal�n m�s bajo. A cada instante menospreciaba el valor de sus �xitos, explicando que hab�a sido un hombre de suerte. Prefer�a que sus colegas lo llamaran F. W. (ap�cope de Friedrich Wilhelm).
Durante las siguientes semanas, a medid a que yo lo conoc�a mejor, not� que este hombre era la quinta esencia del oficial del EMG alem�n. Era uno de esos arist�cratas para quienes el servicio militar constitu�a m�s una vocaci�n que una profesi�n.
Von Mellenthin ha practicado meticulosamente dos decretos hist�ricos del EMG, a saber: Los oficiales de Estado Mayor no tienen nombres (adoptado para preservar el anonimato del EMG despu�s de su prohibici�n por el tratado de Versalles), y Grandes logros, poca ceremonia; m�s una realidad que apariencia. Al hablar de las victorias obtenidas en combate, minimiza la importancia de su participaci�n, separ�ndose del escenario. Es igualmente humilde cuando alude a sus �xitos comerciales. En 1953 fund� la aerol�nea Trek Air (ahora Luxavia) en Johannesburgo. La enlaz� con Europa, convirti�ndola en una compa��a lucrativa, logrando hacerse con una gran porci�n del mercado de Lufthansa. Esta aerol�nea alemana lo contrat� convirti�ndole en director regional. El negocio de las l�neas a�reas, afirma, consiste tan s�lo en dar buen servicio y seleccionar la mejor gente.

 ADELANTO BIOGRAFICO

El general naci� el 30 de agosto de 1904 en la guarnici�n del regimiento al cual pertenec�a su padre, en el antiguo centro comercial de Breslau. Cuando contaba 14 a�os, su padre, el teniente coronel Paul Henning von Mellenthin, cay� muerto mientras dirig�a el fuego de la artiller�a en el frente occidental, el 29 de junio de 1918. Su hermano mayor, Horst, fue sepultado vivo por una carga artillera francesa aunque pudo salvarse.

foto: Hindenburg fue el m�ximo exponente de la oficialidad de carrera alemana en la PGM.

Descendiente de una antigua familia noble de Pomerania, Von Mellenthin cuenta entre sus antecesores al pr�ncipe Augusto von Hohenzollern de Prusia y a Federico el Grande. Es pariente �ya sea directamente o por matrimonio� de muchas de las familias m�s aristocr�ticas de Alemania, y su linaje se remonta hasta la �poca de los caballeros teut�nicos. El �rbol geneal�gico que adorna su estudio alcanza al a�o 1200 de nuestra Era.
Despu�s de graduarse de la escuela secundaria, se alist� como lancero en el 72 Regimiento de Caballer�a, el 1 de abril de 1924. Debido a su pasi�n por los caballos y por los torneos h�picos �principalmente las carreras de obst�culos� pas� los primeros once a�os de servicio con la Caballer�a. Al cabo de 18 meses de servicio como simp le soldado fue ascendido a cabo, y en 1926 lo seleccionaron para que asistiera a la Escuela de Infanter�a, en Ordruf, y a la Escuela de Caballer�a, en Hannover. El 1 de febrero de 1928 le nombraron leutnant (teniente segundo) en el Reichswehr, que en ese momento contaba con un total de 100.000 efectivos. Era uno de los s�lo 4.000 oficiales permitidos para todo el Ej�rcito.
Su excelente educaci�n y habilidad t�ctica le aseguraron ser seleccionado como candidato para recibir adiestramiento de Estado Mayor General. Sin embargo, antes tuvo que pasar el arduo examen de toda una semana de duraci�n. Recuerda que de los m�s de mil oficiales convocados para examinarse, �nicamente unos 150 fu�mos admitidos a la Kriegsakademie. Ocupando su lugar entre el 10 por ciento mejor calificado, Von Mellenthin inici� su instrucci�n en la Academia de Guerra berlinesa, el 1 de octubre de 1935.

LA KRIEGSAKADEMIE

El objetivo tradicional de la Kriegsakademie era el de entrenar a los oficiales de EMG para que pudieran cumplir funciones como asesores y asistentes de los comandantes de grandes unidades, am�n de proporcionar oficiales para el Estado Mayor (EM) del Ej�rcito.

foto: El general Schleicher, con el uniforme del Reichswehr.

El general Ludwig Beck, quien supervisaba el plan de estudios en esa �poca, empez� a cambiar la orientaci�n de la Academia concentr�ndose m�s bien en enviar a oficiales capacitados para integrar el EM de las nuevas divisiones, que estaban en proceso de organizarse. Adem�s, en 1933, tambi�n redujo el curso de Estado Mayor General de tres a�os �el periodo regular hasta ese entonces� a s�lo dos, con el fin de satisfacer la acrecentada demanda de oficiales de EM causada por la r�pida expansi�n del Ej�rcito bajo el mando del nuevo canciller del Reich, Adolfo Hitler.
El curso comenz� el 1 de octubre de 1935 y consist�a en nueve meses de conferencias y ejercicios de Estado Mayor. La �nica interrupci�n en los estudios era el ejercicio semanal sobre la carta, sin tropas y sin equipo, recuerda Mellenthin. A fines del mes de junio, los candidatos fueron enviados a cursar tres meses de instrucci�n entrelazada con una rama de las Armas de combate que no fuera la suya. Despu�s de eso tuvieron lugar las maniobras de oto�o, y, seg�n Von Mellenthin, otro octubre gris. El segundo a�o era muy similar al primero, pero a�n m�s dif�cil, puesto que se empezaba a eliminar a los candidatos menos dotados. Los m�s talentosos, que permanec�an, eran destinados a ocupar posiciones selectas del EMG durante periodos probatorios de 18 meses de duraci�n. S�lo despu�s de completar satisfactoriamente dichos turnos recib�an el t�tulo de Generalstabsoffizier.
Von Mellenthin obtuvo su calificaci�n en la Academia en el oto�o de 1937 y fue destinado al EM del 3� Cuerpo de Ej�rcito en Berl�n, donde recibi� los codiciados distintivos plateados para el cuello de la guerrera y las rayas rojas en las perneras del pantal�n. Finalmente le permitieron colocar las siglas i.G. despu�s de las del rango. Al cabo de quince a�os de trabajo duro, hab�a alcanzado el t�tulo de Hauptmann im Generalstab (capit�n de Estado Mayor General).

ESPIGANDO RECUERDOS

Yo siempre he tenido suerte. Von Mellenthin no menciona que el hecho de que ser de cuna noble lo ayud� mucho. El misterioso lazo entre la gente de buena familia era m�s s�lido que los sencillos organigramas. La nobleza estaba unida por un fuerte sentido de cofrad�a. Se conoc�an desde la ni�ez, asist�an a las mismas escuelas privad as, estudiaban en las mismas academias militares y se encontraban asignados a regimientos vecinos. Muchos de ellos, adem�s, eran parientes. Los individuos de sangre noble, debido a su superior educaci�n y garbo social, predominaban en el EM. Ir�nicamente, esta situaci�n hab�a sido creada por los aliados quienes tras su victoria en la PGM prohibieron el EM y clausuraron la Academia de Guerra con lo que uno y otra continuaron sus actividades en la clandestinidad.

foto: Von Rundstedt en el Reichswehr. En la SGM brillar�a con luces propias.

El genio y la creatividad militares florecieron en estas condiciones. El secreto dio paso al misterio. Los injustos dictados de Versalles convirtieron el EM alem�n en una �lite casi mas�nica. Con los extremadamente raros nombramientos de oficial, el Ej�rcito atrajo una proporci�n de nobles mucho mayor que la que hab�a servido bajo el Kaiser. En 1913, s�lo el 27 por ciento de los oficiales subalternos usaban el von de la nobleza delante de los apellidos. En 1928, cuando Von Mellenthin recibi� su nombramiento de oficial, el 35 por ciento de los tenientes empleaban el von. En la pol�ticamente confusa Rep�blica de Weimar, la nobleza consideraba que el servicio militar estaba por encima de la pol�tica, y que era una de las pocas profesiones dignas de su categor�a social.
La posici�n de Von Mellenthin como capit�n de EM del Cuerpo de Ej�rcito (CE) de Berl�n le fue propicia puesto que le exig�a cumplir funciones de Inteligencia a nivel nacional. Trabajaba abiertamente en sus tareas de EM, al mismo tiempo que manten�a un enlace secreto con el personal de contraespionaje del Distrito Militar de Berl�n, cuya misi�n era la de proteger contra cualquier penetraci�n a las f�bricas de armamentos secretas existentes en ese lugar.
A pesar de su designaci�n como oficial de EMG, Von Mellenthin continuaba consider�ndose un oficial de Caballer�a. Sent�a que hab�a adquirido una perspectiva m�s amplia y que pod�a concebir operaciones
de mayor envergadura. Tambi�n pensaba que su destreza como jinete lo hab�a capacitado para asumir riesgos calculados, pero no insensatos.
Y, con todo esto, estall� la guerra.
El Ej�rcito alem�n entr� en Polonia a las 04:45 horas el 1 de septiembre de 1939. Olas de ataques lanzadas por la Luftwaffe para debilitar la resistencia enemiga precedieron a las columnas Panzer. Al producirse la invasi�n, Von Mellenthin permanec�a agregado al CE de Berl�n como oficial de Inteligencia en el Estado Mayor. Le ordenaron abordar un Storch (una diminuta avioneta fabricada por la corporaci�n Fieseler), sin armamento para protegerse, y llegar hasta el Cuartel General (CG) avanzado del 8� Ej�rcito, que se encontraba cerca de Lodz, para que preparara un informe sobre la situaci�n. En ruta, el motor del Storch se descompuso, por lo que el piloto tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en territorio enemigo, seg�n indicaban los mapas cartogr�ficos que llevaba. Grupos de hombres vistiendo desconocidos uniformes verdes rodearon la aeronave antes incluso de que pudiera detenerse y cuando F. W. y el piloto apuntaban sus metralletas para disparar, oyeron voces dando �rdenes en alem�n. Hab�an aterrizado en medio de una unidad alemana de construcci�n de puentes, que formaba parte de una fuerza de obreros cuasi militares bajo el mando del Dr. Fritz Todt, ministro de Armamentos.

ERWIN ROMMEL

En sus seis a�os de servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial, Von Mellenthin trabaj� estrechamente con muchos de los m�s altos generales alemanes incluyendo a Erwin Rommel, Hermann Balck y Heinz Guderian. La lista podr�a completarse con unos cuantos mariscales de campo, entre ellos, Albert Kesselring. Sin embargo, la mera menci�n de Rommel pareci� tener un efecto catalizador en Von Mellenthin. Adoptando el tono de voz del oficial del EMG, inmediatamente se traslad�, en el espacio y el tiempo, al Norte de �frica recordando haber estado all� con Rommel desde el 1 de junio de 1941 hasta el 15 de septiembre de 1942, sirviendo inicialmente en Inteligencia y m�s tarde en Operaciones.

foto: Derrotado en �frica, aunque tan s�lo debido a su carencia de medios, Rommel reapareci� en el sector de operaciones del Oeste donde le vemos revistando a voluntarios de la India.

�Conoc� al general Rommel por primera vez en 1938, cuando prestaba servicio con el 3� CE, en Berl�n. No me imagin� en aquel entonces que, en s�lo tres cortos a�os, me encontrar�a sirviendo bajo su mando en el Norte de �frica. Era el supervisor m�s exigente que he conocido en mi vida. Era muy duro con todos, especialmente consigo mismo�.
Rommel ten�a poca confianza en los oficiales que el EMG le hab�a enviado desde Berl�n para ayudarlo, en junio de 1941. Inmediatamente rechaz� a Von Mellenthin y a otros m�s, haci�ndoles caso omiso por un tiempo muy largo e inc�modo y diciendo:Yo no necesito ning�n Estado Mayor.
La actitud de Rommel es f�cil de entender pues se trataba de un oficial procedente de la clase media que se hab�a abierto camino �l mismo, sin padrinos. A pesar de sus incre�bles logros en la Primera Guerra Mundial (fue distinguido con la m�s alta condecoraci�n alemana, la Pour le M�rite, por su desempe�o como jefe de compa��a en la batalla de Caporetto, en octubre de 1917), nunca fue admitido en el EMG. Si Hitler �con su habilidad para identificar a aquellos j�venes no conformistas que ten�an talento� no lo asciende, nunca habr�a sido transferido de la Infanter�a y asignado al mando de una fuerza blindada.
Rommel sab�a que los oficiales de EMG le informaban a �l p�blicamente, y secretamente al jefe del EMG, en Berl�n, sobre �l. Von Mellenthin recuerda: Siendo como era un soldado de combate, nos contemplaba con sospecha. Pensaba que tal vez nosotros tratar�amos de supervisarlo, y hasta de arrebatarle el mando. Y a�ade: �Hitler no ten�a la intenci�n de confiarle un papel importante en el desierto. Su incompleta fuerza expedicionaria se limitaba a una divisi�n de Infanter�a ligera, la 55� , la cual m�s tarde le agregaron la 15 �Panzer�. Nunca le dieron suficiente cobertura a�rea o apoyo log�stico. Por orden de Hitler, su misi�n consist�a simplemente en servir como fuerza de bloqueo o como barrera para evitar que los brit�nicos, que estaban avanzando, destruyeran a los italianos. Rommel no ve�a ning�n motivo que justificase esa t�ctica tan poco agresiva. Por consiguiente, r�pida y decisivamente tom� la ofensiva antes de que los brit�nicos pudieran reunir suficientes fuerzas como para lanzarse contra Tr�poli�.

foto:  Rommel consulta un mapa con un oficial italiano. Los italianos, al igual que los alemanes, sent�an una aut�ntica devoci�n hacia el jefe del Afrika Korps.

El 1 de marzo de 1941, las fuerzas del Afrika Korps sorprendieron a los brit�nicos. Bengasi cay� en manos de los alemanes, �y poco despu�s Rommel sitiaba Tobruk!. El 21 de marzo derrot� a los brit�nicos en El Agheila. En enero de 1942 fue ascendido al rango m�s alto de general, tom� Tobruk en junio y lo ascendieron a mariscal de campo. Los ojos de F.W. brillan y sonr�e, recordando que capturamos toneladas y toneladas de bot�n ingl�s; casi mil veh�culos de combate, 400 ca�ones y m�s de 45.000 prisioneros.
Presintiendo el peligro que representaba un Ej�rcito Panzer tan cerca del canal de Suez, Churchill exclam�: �Ay Rommel, Rommel, Rommel!. �Qu� m�s importa, sino derrotarte?. Adem�s, el peligro no se limitaba �nicamente a las proezas de Rommel en el campo de batalla; su car�cter carism�tico empezaba a afectar a los soldados de todas las nacionalidades. Sus hombres, tanto alemanes como italianos, literalmente habr�an hecho cualquier cosa por �l. Incluso los soldados brit�nicos lo admiraban tan abiertamente, que su Alto Mando se vio obligado a ordenar que los oficiales dejaran de hablar sobre Rommel. Sin embargo el encanto de Rommel no siempre se manifestaba ante su Estado Mayor. Nunca fue tan gentil ni tan cort�s como James Mason lo caracteriz� (en su pel�cula). Para servir a sus �rdenes era preciso poseer una constituci�n de hierro, y nervios muy resistentes.
Rommel, frecuentemente, pasaba muchos d�as sin comunicarse con su Estado Mayor. Von Mellenthin recuerda las raras ocasiones en las que Rommel regresaba a su CG a tiempo para o�r la orientaci�n diaria: Llegaba del campo todo mugriento y cubierto de polvo e irrumpiendo en el puesto de mando exclamaba bruscamente: �Wie ist die Lage!� (�Cu�l es la situaci�n?). A esto, Westphal y yo (Operaciones e Inteligencia) respond�amos instant�neamente con un resumen suscinto de cinco minutos. El Zorro del Desierto no necesitaba m�s de 30 segundos para analizar los acontecimientos y determinar el debido curso de acci�n. �Entonces algunas veces exped�a �rdenes para toda una semana!. Rara era la vez que estas �rdenes ten�an que ser modificadas, evoca F.W. con asombro.
Las diferencias en educaci�n y temperamento f�cilmente pod�an haber sido el factor que separ� a Romrnel de sus asesores de Estado Mayor. Rommel, a fin de cuentas, era un plebeyo, hijo de un maestro de escuela de Wurtemberg. Hab�a obtenido su experiencia en combate en la hecatombe que fue para los alemanes la Primera Guerra Mundial. Sus principales virtudes militares eran su arrojo f�sico, su gran imaginaci�n y su destreza. A veces trataba a sus principales oficiales de EM con una descortes�a mordaz; sin embargo nunca era as� con los soldados ni con los prisioneros de guerra.
Von Mellenthin todav�a recuerda con admiraci�n las buenas relaciones que su superior cultivaba con los soldados rasos y los prisioneros de guerra: Rommel insist�a en que los oficiales consumieran las mismas raciones que las tropas, aunque s� les permit�a utilizar otro comedor. Muchas veces la raci�n no consist�a en otra cosa que pan rancio agorgojado, y un vaso de agua salobre. (Hab�a agua porque Rommel, con su astucia innata, insisti� en traer de Alemania expertos zahor�es para que descubrieran y perforaran los manantiales de agua potable). S�lo cuando captur�bamos dep�sitos de abastecimiento brit�nicos el Afrika Korps pod�a gozar de buena comida. En esas ocasiones, los oficiales, los soldados rasos y los prisioneros compart�an igualmente los ranchos. La carne seca de res, tan despreciada por los soldados brit�nicos, era un deleite culinario para el Zorro del Desierto y sus tropas. Algunos hasta la empacaban envi�ndola a sus familias, en Alemania.
Si bien inicialmente no quiso utilizar los servicios ni de Westphal ni de Von Mellenthin, Rommel lleg� a depender de ambos cada vez m�s. Ellos administraban su CG, libr�ndolo de la brega diaria de EM lo que le permit�a concentrarse exclusivamente en los asuntos operativos. Talentosos y en�rgicos, estos oficiales pose�an las cualidades que m�s estimaba Rommel: lealtad y eficacia.
Con la conquista de Tobruk, Rommel alcanz� la cumbre de su carrera. Seg�n Von Mellenthin: Despu�s de ese logro, y a pesar de la escasez de gasolina y la fatiga de sus tropas, avanz� hacia el Este con la idea de tomar el canal de Suez; aventura que fracas� debido principalmente a la falta de refuerzos. No obstante estos problemas, cre�a que val�a la pena hacer ese esfuerzo, porque as� era �l.

HERMANN BALCK

Tras abandonar el Estado Mayor del Afrika Korps, a fines de 1942, Von Mellenthin fue nombrado jefe de Estado Mayor del 48 Cuerpo Panzer, bajo el mando del general Hermann Balck. Balck era un individuo firme, imperturbable bajo el fuego y de inflexible determinaci�n. Un general de tanques de mucho talento. F.W. sirvi� con Balck casi continuamente desde diciembre de 1942 hasta finales de 1944, desde la batalla del r�o Chir, cerca de Stalingrado, hasta el Grupo de Ej�rcitos G en Francia, en el �rea de la Muralla Occidental (Muro del Atl�ntico).

foto: El general Hermann Balck, jefe del 48� Cuerpo �Panzer�

En todos estos destinos, Balck fue el comandante de toda la fuerza completa, y F.W. se mantuvo a su lado como asesor, gu�a y confidente. Entre los dos hab�an acumulado m�s de doce a�os de experiencia de combate, y colaboraron a base de una confianza mutua sin l�mites.

Alternando sus visitas al borde avanzado del �rea de combate, los dos acordaron que el �xito de la t�ctica Panzer depend�a de comunicaciones muy r�pidas. Esto les exig�a formular conjuntamente una apreciaci�n de la situaci�n en el campo de batalla cada doce horas. Von Mellenthin insiste en que las enormes presiones que presentaba el frente ruso le dejaban s�lo cinco minutos para informar a Balck. Bas�ndose en planes formulados conjuntamente en estas reuniones que ten�an lugar dos veces al d�a, Balck le daba �rdenes a F.W., quien a su vez se las pasaba a los mandos subordinados. En ning�n momento el Estado Mayor del CE de Von Mellenthin consisti� en m�s de tres oficiales subalternos (Operaciones, Inteligencia e Intendencia).
De or�genes sueco-finlandeses, Balck fue apodado el imp�vido n�rdico por Von Mellenthin. Era uno de los comandantes de m�s temple bajo fuego que he visto en mi vida �absolutamente imperturbable. Tambi�n era un realista total. Eso lo demostr� el 30 de diciembre de 1941 mientras informaba a Hitler sobre la situaci�n en Stalingrado. Se consumieron dos horas durante las cuales el F�hrer le interrumpi� pocas veces. Le recomend� a Hitler que no ordenara una retirada por ning�n motivo. Balck era de la opini�n que, con la nieve a una profundidad de dos metros, y la temperatura a 50 grados cent�grados bajo cero, ser�a imposible iniciar una retirada. Tampoco iba a ser factible preparar nuevas posiciones. Balck y Hitler se enfrascaron entonces en un argumento sobre las p�rdidas de tanques, las cuales Hitler hab�a minimizado. Compararon sus cifras. Balck le inform� a Hitler sin vacilar que sus cifras eran err�neas: �Usted est� equivocado; yo estaba all�: las m�as son las cifras correctas�, dijo Balck, seg�n Von Mellenthin.
El an�lisis realista de Balck logr� dos prop�sitos: reforz� la decisi�n de Hitler de mantenerse firme en Stalingrado (algunos estrategas dicen que �sa era la �nica decisi�n correcta posible, dadas las circunstancias), y oblig� a Albert Speer, el ministro de Armamentos, a aumentar la producci�n de tanques. Fue Balck quien detuvo la incursi�n sovi�tica en el r�o Chir, diezmando completamente el 52 Ej�rcito Ruso de Tanques del mariscal Romanenko. Y tambi�n fue Balck quien, en Tatsinskaya, destruy� todo el 242 Cuerpo de Tanques sovi�tico. Finalmente, fue el imp�vido n�rdico el que audazmente atac� a todo el 52 Ej�rcito de Choque ruso que mandaba Popov, destruy�ndolo completamente. Eso pudo conseguirlo a pesar de las superiores proporciones de combate rusas de once a uno en Infanter�a, siete a uno en tanques, y veinte a uno en ca�ones.
Cuando Balck tom� el mando del 48� Cuerpo Panzer en Kiev, en 1943, insisti� de nuevo en que Von Mellenthin fuera su jefe de Estado Mayor, anotando lo siguiente en su diario: Lo conozco desde mi temporada en el r�o Chir. Nos entendemos completamente. Nunca sobrecargamos a las unidades con papeleo innecesario. A menudo nos alternamos en las visitas al frente para mantenernos en estrecho contacto con los hombres.
Von Mellenthin permaneci� con Balck hasta fines de 1944, cuando ambos fueron transferidos al frente occidental. Al llegar a ese sector, Balck pidi� que Von Mellenthin fuera su jefe de EM; en esta ocasi�n con el Grupo de Ej�rcitos G, en Francia. Trabajaron juntos hasta que el general Guderian puso t�rmino a su relaci�n profesional.

HETNZ GUDERIAN

Conocido afectuosamente por sus hombres como Pap� Heinz o Schneller Heinz (Heinz el r�pido), los aliados lo conoc�an como el alem�n responsable de la creaci�n del Blitzkrieg (guerra rel�mpago). Fueron los tanques de Guderian los que realizaron el avance motorizado hasta Viena en 1938, y suyas las formaciones que barrieron a las fuerzas polacas, nada m�s estallar la guerra. Finalmente fue su embestida hasta la costa de Abbeville, en 1940, la que dividi� en dos a los Ej�rcitos aliados. El �milagro� de Dunkerque no habr�a existido, si Hitler no hubiera dado la orden a Guderian de que se detuviera. Guderian era valiente, arrogante, atrevido, y dif�cil; �hasta lleg� a encarcelarme una vez!.
�Me encarcel�!,
repite F.W. ri�ndose a carcajadas. Sucedi� cuando a finales de 1944, en el frente occidental, los alemanes estaban en retirada y Von Mellenthin era jefe de Estado Mayor del Grupo de Ej�rcitos G, esta vez tambi�n al mando de Balck. Guderian hab�a enviado a uno de sus subalternos para que nos diera asesoramiento no solicitado y poco apreciado, sobre c�mo emplear la artiller�a, Nuestro problema, a esas alturas, no resid�a en c�mo emplear la artiller�a, sino en d�nde obtener ca�ones y municiones para continuar resistiendo. Todo escaseaba gravemente. Muchas de nuestras divisiones �Panzer� s�lo ten�an cinco tanques cada una.

foto: El coronel general Guderian pasa revista a las tropas, en Berl�n.

Los alemanes contaban con muy pocas armas de asalto. La mayor parte de su artiller�a consist�a en piezas capturadas, con unas cuantas granadas. La situaci�n de personal era a�n peor: Recibimos una mezcla de personal de la Luftwaffe; viejos, y jovenzuelos que pr�cticamente no hab�an recibido ning�n entrenamiento. Cont�bamos con batallones especiales de viejos que padec�an de malestares estomacales, o que estaban cortos de o�do. Tal vez habl� de una forma demasiado brusca con el emisario de Guderian. Me port� como un chico travieso.
El visitante regres� disgustado, y le dijo a su superior que Von Mellentinni siquiera le hab�a hecho caso. Guderian orden� que me presentara en el CG del Ej�rcito en Zossen, cerca de Berl�n, y me rega�� severamente. Yo no dije nada en defensa propia, absolutamente nada. Los oficiales no estaban acostumbrados a replicar a Guderian cuando se encolerizaba o estaba de mal genio, especialmente cuando hab�an insultado a uno de sus emisarios personales. As� que me arrest�, encerr�ndome en el CG por una semana; luego me despidi�. Ir�nicamente, ahora desocupado, aprovech� la oportunidad para visitar a mi familia en las Navidades de 1944.
Durante esas vacaciones F.W. pudo sacar a su esposa e hijos del Este, antes que fuera totalmente ocupado por los rusos. Buena suerte, otra vez. �Siempre he tenido buena suerte!, comenta Von Mellenthin con alegr�a.
�Avanzar!. �Avanzar!. �Era ese tipo de general!. En combate, Guderian continuamente potenciaba el grueso de las fuerzas blindadas, manteniendo concentradas la potencia de fuego y la movilidad, nunca dispers�ndolas. Von Mellenthin insiste en que Guderian, al concluir la guerra de esta forma, logr� crear no s�lo una nueva Arma de combate, sino tambi�n una nueva t�cnica de mando: Mi intenci�n no es desprestigiar a J.F.C. Fuller, Liddell Hart, o Charles de Gaulle, como los grandes te�ricos que eran en cuanto a las operaciones blindadas. Sin embargo, Guderian era el que materializaba la acci�n. El tom� la teor�a y la llev� a la pr�ctica. F.W. considera que Guderian lleg� a ser uno de los mejores estrategas de Alemania, superado quiz� s�lo por el mariscal de campo Erich von Manstein. �l fue quien estuvo de acuerdo con Manstein en lanzar la Operaci�n Sichelschnitt. Sichelschnitt fue la atrevida incursi�n blindada de mayo de 1940, en la cual los tanques alemanes se abrieron paso por la boscosa meseta de las Ardenas, sorprendiendo a los aliados que consideraban el �rea impenetrable.
Tambi�n abog� por una estrategia mediterr�nea, con el objetivo de embotellar a los brit�nicos. Este plan fue rechazado por Hitler, quien ya hab�a decidido atacar a Rusia. Finalmente, Guderian se opuso �en perjuicio propio� a los constantes cambios de direcci�n ordenados por Hitler, tan pronto llegaron a Rusia. El quer�a avanzar directamente contra Mosc�, sin los costosos rodeos que Hitler deseaba pues comprend�a el consejo de Clausewitz, respecto al mantenimiento del objetivo. Guderian, por otra parte, impon�a tremendas cargas a los oficiales de su Estado Mayor. Era casi imposible comunicarse con �l cuando dirig�a las operaciones desde el frente.
Von Mellenthin recuerda una ocasi�n en la que un colega del EMG trat� de comunicarse con Guderian durante la campa�a francesa. En el �rea donde hab�a esperado encontrar el puesto de mando, fue inmovilizado por el fuego de la artiller�a. Refugi�ndose en una trinchera, les pregunt� a varios oficiales alemanes, que ya se encontraban protegi�ndose all�, d�nde pod�a estar Guderian. Ellos le contestaron, ri�ndose: Si usted desea hablar con el viejo, empu�e un fusil y gatee hasta la pr�xima loma. El est� en la cresta con los soldados, �disparando a los franceses!.
Con sus colegas, con los generales de m�s antig�edad, con los mariscales de campo y hasta con Hitler, Guderian no vacilaba en expresar su desacuerdo. Era muy testarudo y obstinado. Esto se deb�a a que hab�a formulado un nuevo m�todo de combate, e impacientemente deseaba llevarlo a la pr�ctica. Al igual que Rommel, era un soldado entre soldados, siempre dispuesto a enfrentar el peligro, a dar un ejemplo personal, a dirigir desde el mismo frente. Qui�n sabe... Si Hitler hubiera aceptado el consejo de Guderian avanzando sin interrupci�n hasta Mosc� cuando los Ej�rcitos sovi�ticos estaban muy d�biles para maniobrar y dejaban las avenidas de aproximaci�n relativamente faltas de protecci�n, tal vez habr�amos tomado la capital rusa en 1941, antes de la temporada de invierno.

HITLER

Von Mellenthin le da cr�dito a Hitler por haber apoyado a Guderian en la creaci�n de las formaciones Panzer, cuando muchos generales de alto rango se opon�an a esta innovaci�n. Hitler estimul� el inter�s asistiendo a las pruebas de nuevos tanques. Tambi�n hizo todo lo posible por mejorar nuestra red de carreteras, que en aquella �poca se encontraba en p�simas condiciones. Al ver los �ltimos modelos de tanques de Guderian, que estaban prob�ndose en el pol�gono de pruebas de Kumersdorf, en febrero de 1935, el F�hrer pronunci� su famosa frase: �Eso es lo que yo necesito; lo que deseo tener!.
F.W. nunca estuvo de acuerdo con la idea del mariscal de campo Keitel de que Hitler era el caudillo militar m�s grande de toda la Historia. Tampoco est� de acuerdo con el general J.F.C. Fuller, el experto brit�nico en guerra blindada, quien  dijo que Hitler hab�a sido uno de los soldados m�s originales de todos los tiempos.

foto:  Hitler tuvo la sagacidad de intuir el genio de Rommel, sac�ndolo del anonimato, as� como la brillantez de las ideas de Guderian.

M�s bien es del parecer que el ejercer un mayor grado de precauci�n, junto con un estricto seguimiento de la estrategia del EMG, habr�a servido al Ej�rcito alem�n mucho mejor que el seguir los inspirados presentimientos de Hitler.
Alemania estaba lista para la llegada de Hitler pues la derrota y el desarme unilateral hab�a dejado al pa�s con una mentalidad de sitio. Se daban cuenta los alemanes que eran atacados a cada instante por vecinos hostiles; una convicci�n que fue reforzada por la ocupaci�n francesa del Ruhr, y por las incursiones polacas a la Silesia, cerca del hogar de Von Mellenthin. Comunistas alemanes, apoyados por la Rusia sovi�tica, casi consiguieron derrocar a la fr�gil Rep�blica de Weimar. Con dicho historial, Von Mellenthin considera que Hitler era un puente entre los alemanes irreconciliables en Alemania, en esa �poca. Era capaz de enfrentar la peligrosa amenaza comunista en la propia Alemania, y al mismo tiempo promover su doctrina pol�tica: el nacionalsocialismo. Como oficial de Estado Mayor, Von Mellenthin nunca se imaginaba que Hitler invertir�a totalmente las ideas de Clausewitz, volviendo al rev�s la relaci�n entre los pol�ticos y los militares. El pol�tico ordenaba guerra; los militares aconsejaban moderaci�n. Aqu�l ordenaba un ataque; �stos suger�an una demora. Cuando oficiales del EMG trataron de explicar a Hitler las dificultades inherentes a las operaciones invernales en Rusia, el F�hrer los reprendi� por su cobard�a, dici�ndoles que sus generales ten�an que ser como los perros de los carniceros, que atacan todo lo que se encuentre al alcance de la vista.

EL ESPIRITU DEL ESTADO MAYOR

La idea de que el EMG hab�a planificado la guerra auspiciada por Hitler, predomin� en el proceso abierto en Nuremberg contra las principales figuras del III Reich. Von Mellenthin y unos 150 de sus colegas fueron encarcelados por per�odos de hasta dos a�os y medio, mientras los aliados buscaban probar que eran culpables de cr�menes de guerra. Incluso el conde von Gersdorff, quien trat� de asesinar a Hitler, fue encarcelado. Finalmente el tribunal pudo condenar a muerte s�lo a Keitel y a Jodl. Los integrantes del EMG fueron absueltos. Los juicios en Nuremberg concluyeron consider�ndoles militares esencialmente t�cnicos; brillantes en la prosecuci�n de su profesi�n, e ingenuos pol�ticamente.

foto: El mariscal Keitel junto con el mariscal Jodl fueron los dos �nicos miembros del EMG alem�n en ser  ahorcados por los aliados

Las deficiencias ideol�gicas de esos hombres fueron descritas acertadamente por B.H. Liddell Hart, el famoso historiador militar brit�nico, quien dijo de ellos:
Los generales alemanes de esta guerra constituyeron el mejor producto de su profesi�n en todo el mundo. Podr�an haber sido mejores, si sus perspectivas hubieran sido m�s amplias y su entendimiento m�s profundo. Sin embargo, si se hubieran convertido en fil�sofos, habr�an dejado de ser soldados.
M�s de 300 oficiales del EMG murieron en combate y lo mismo les sucedi� a m�s de un tercio de los oficiales generales, cifra no registrada probablemente por ning�n otro pa�s en tiempos modernos. Tambi�n las p�rdidas entre los generales durante la guerra hab�an sido muy altas.
A pesar de este asombroso n�mero de muertes y de lo que supuso para �l haber sido encarcelado, el car�cter de Von Mellenthin sigue sin cambio. Todav�a contin�a montando sus caballos favoritos durante dos horas todas las ma�anas, trabaja en su despacho ocho horas al d�a, y adem�s ofrece sus servicios como consultor a varias instituciones ben�ficas, sin recibir paga alguna. Una vez al mes preside una comida formal de su familia de m�s de treinta personas. Participa en maniobras militares con la mayor frecuencia posible, y es invitado como conferenciante a centros de la OTAN y de los aliados.
Una vez al a�o asiste a un banquete con los compa�eros de su antiguo Regimiento, reuni�ndose en Wiesbaden, Alemania, puesto que Breslau ahora se ha convertido en Wroclaw, una ciudad polaca. La mayor�a de los viejos arist�cratas prusianos que disfrutaban del baquete ya han fallecido. Sin embargo su lema de ichdien (yo sirvo), que adorna la bandera regimental, recuerda a los sobrevivientes el noble esp�ritu del Estado Mayor General alem�n.

Revista Defensa n� 219/220, julio/agosto 1996, Verner R. Carlson (*)

(*) El Sr. Carlson es un oficial retirado del Ej�rcito de los EE.UU., graduado de Estado Mayor, antiguo agregado militar en varias Embajadas de su pa�s, especialista en Inteligencia, veterano del Vietnam y colaborador de la�Military Review�.

 


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