7 poemas esenciales de Federico García Lorca (analizados) - Cultura Genial

7 poemas esenciales de Federico García Lorca (analizados)


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana

Federico García Lorca (1898 - 1936) es uno de los escritores españoles más reconocidos a nivel internacional. Fue uno de lo miembros más destacados de la llamada "Generación del 27", en la que un grupo de jóvenes artistas decidió innovar en la creación literaria.

De esta manera, se destacó por mantener sus raíces con la tradición, pero también explorar a través del lenguaje. Así, su obra recoge lo culto y lo popular. En sus dramas y poemas trabajó temas universales como el amor y la muerte, representando de manera fiel a su país y particularmente su lugar de origen: Andalucía.

Aunque su carrera fue truncada al ser fusilado por franquistas a comienzos de la Guerra Civil por "socialista y homosexual", hoy se ha convertido en un referente de la literatura hispanoamericana.

1. El poeta le pide a su amor que le escriba

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

Este poema pertenece a Sonetos del amor oscuro, libro que no alcanzó a publicar en vida debido al carácter homoerótico de los textos. Durante muchos años se mantuvieron escondidos, hasta que aparecieron finalmente como un conjunto homogéneo en 1984.

En estos versos el hablante lamenta la pérdida del ser amado, la ausencia amenaza con enloquecerlo y lo único que desea es una respuesta. A pesar de que han pasado muchísimos años desde su creación, la temática sigue manteniéndose completamente vigente. Por ello, se ha convertido en una de las obras más citadas del autor, pues representa la desesperación ante la falta del otro.

2. Romance de la luna

La luna vino a la fragua
Con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña lúbrica y pura,
sus senos de puro estaño.
–Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos
harían de tu corazón
collares y anillos blancos.
–Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
–Huye luna, luna, luna,
Que ya siento sus caballos.
–Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua, el niño
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay cómo canta el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela vela.
El aire la está velando.

En sus primeras obras, Lorca quiso explorar lo popular. Inspirado por su infancia en Andalucía, decidió trabajar la presencia gitana en la zona y publicó Romancero gitano en 1928, enfocándose en temas como la muerte, la noche y la luna.

Este poema es uno de los más recordados del autor. Los versos aluden a un niño que agoniza en plena soledad. En medio de la noche, la luna es su única compañía y refiere de manera simbólica a la muerte que se está llevando al chico, dejando en completa congoja a su familia..

3. La aurora

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencias sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidos de un naufragio de sangre

En 1940 se publicó de forma póstuma Poeta en Nueva York, obra cumbre dentro de su producción. Luego de visitar Estados Unidos, entre 1929 y 1930, decidió incursionar en el lenguaje de forma más vanguardista. De igual manera, abordó el espacio de la ciudad y su ritmo, tan diferente al imaginario de su Andalucía natal.

Así, hace una crítica al estilo de vida mecanizada de la cultura norteamericana, en donde los elementos como la luz y el agua son oscuros y las personas funcionan como autómatas en una realidad sin esperanza.

4. Alba

Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.

El amor fue uno de los grandes temas que trabajó el poeta. Aquí se lamenta por la ausencia de su amante, una pérdida que se siente incluso de manera física, pues describe un dolor inconmensurable que lo acompaña desde el comienzo del día.

Recrea el momento en que la noche da paso al alba. Ese instante en que la luz y el silencio permiten ver el mundo distinto y es cuando el hablante comprende que no tiene ánimo para enfrentar la realidad, pues su alma se siente vacía sin el amor del que antes gozaba.

5. Romance sonámbulo

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Sin duda, este es uno de los poemas más populares de García Lorca, ya que ha sido musicalizado varias veces. En estos versos que se encuentran en Romancero gitano (1928), el poeta retoma la temática gitana para contar una historia de dolor y muerte.

Tal como en muchos de sus textos, alude al espacio de la noche con la intensa presencia de la luna. En primera instancia, se refiere a una joven que murió esperando a su amado y, luego, da paso a ese mismo hombre que, agonizando, busca volver a ella.

Al titular el poema con la palabra "romance", hace referencia a la tradición oral española. Por ello, recoge el habla coloquial, recrea un diálogo entre dos personajes y narra una historia. El centro del poema es el verso "verde que te quiero verde" que funciona de manera simbólica, aludiendo a la muerte que ronda todo el relato.

6. Es verdad

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Este poema pertenece a la primera publicación del poeta, Libro de poemas de 1921. Aquí está buscando su voz autoral y recurre al humor para hacer notar que no puede vivir sin su amor. Ya pueden verse algunas de sus características, como la repetición de versos al comienzo y al final del poema para dar una sensación de circularidad, así como de estribillo

7. La cogida y la muerte

A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones de bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en Punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

Luego de perder a su amigo, en 1935 publicó el libro Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, un conjunto de elegías en las que hace referencia a la trágica muerte del torero.

El hablante lírico lamenta el hecho ocurrido en una plaza de toros, conocida como el ruedo de Manzanares. "Las cinco de la tarde" funciona como un leitmotiv, tópico que se repite dentro del poema por dos razones: para otorgar ritmo y musicalidad, así como para enfatizar el momento dramático en que el joven fue embestido por el toro.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.