Fabiola de Mora y Aragón: Por amor a Balduino

Por amor a Balduino

FABIOLA DE MORA Y ARAGÓN (1928-2014)

La aristócrata española se casó con el rey de los belgas en diciembre de 1960

Tras la muerte de Balduino, en 1993, Fabiola siguió viviendo en Bruselas

La reina Fabiola saluda a los espectadores durante la boda del príncipe Felipe en 2004

La reina Fabiola saluda a los espectadores durante la boda del príncipe Felipe en 2004

Propias

Las dos ocasiones en las que Fabiola de Mora y Aragón vistió completamente de blanco fue por amor a Balduino de Bélgica. El 15 de diciembre de 1960, la tímida aristócrata española se convertía en reina de los belgas vestida con un traje de Cristóbal Balenciaga y el 8 de agosto de 1993, viuda desde el 31 de julio, impuso el luto blanco en el funeral de su marido. Ayer, Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón, nacida en Madrid el 11 de junio de 1928, murió en su residencia de Styvenberg en Bruselas como consecuencia de un agravamiento de su estado de salud. Ayer, a media tarde, la casa real belga hizo público un comunicado en el que "con profunda tristeza" anunciaba la noticia de su fallecimiento.

Fabiola, así sin apellidos, se convirtió en una heroína nacional cuando el verano de 1960 se hizo público su compromiso con Balduino de Bélgica, un hombre más llamado a convertirse en monje que en rey de los belgas. Eran dos almas gemelas, unidas por una profunda religiosidad, a las que convenció un sacerdote conocedor de las virtudes de ambos. La aristócrata, hija de los marqueses de Casa Riera, tenía 32 años, dos más que Balduino, rey de los belgas desde 1951 tras la abdicación de su padre, Leopoldo III, tocado por su posición ambigua durante la Segunda Guerra Mundial. Balduino fue un niño triste desde la temprana muerte de su madre, la reina Astrid, cuyo retrato presidió la mesa de su despacho hasta su propia muerte el 31 de julio de 1993, en su casa de Motril (Granada), que se llamaba precisamente Villa Astrida.

Fabiola había conocido a Balduino al acompañar a la infanta Pilar de Borbón en una visita a Bruselas, organizada por la reina Victoria Eugenia, abuela de la infanta y madrina de Fabiola. La anciana reina escogió a su ahijada, no muy agraciada físicamente, para que no hiciera sombra a la infanta Pilar, a quien pretendía casar con Balduino. La unión del rey y la infanta española no prosperó, pero sí la relación con Fabiola, en quien Balduino se reconoció a sí mismo. Balduino y Fabiola estaban predestinados quizá porque ambos vieron en el otro la única razón para romper el voto de castidad al que se habían comprometido. La aristócrata se convirtió en la primera española con relevancia internacional, un logro que capitalizó a fondo el franquismo y sus órganos de propaganda. Fabiola se hizo famosa, seguramente a su pesar, y en los primeros años 60 muchas niñas fueron bautizadas con su aristocrático nombre, mientras tanto en Bélgica como en España se vivían con emoción y dolor cada uno de sus cinco embarazos frustrados. Fabiola y Balduino encarnaban la virtud y el orden en una corte en la que los príncipes de Lieja, Alberto y Paola, protagonizaban desencuentros y algún escándalo. Balduino y Fabiola, una vez aceptada su imposibilidad para dar un heredero al trono, optaron por prohijar al príncipe Felipe, actual rey de los belgas, a quien educaron para suceder a su tío Balduino, mientras sus padres, Alberto y Paola, vivían experiencias extramatrimoniales.

Fabiola y Balduino no sólo cuidaron del príncipe Felipe, desde su religiosidad contribuyeron también a reconstruir el matrimonio de Alberto y Paola. Cuando murió Balduino, con solo 63 años, no fue su sobrino Felipe, aún soltero entonces, quien le sucedió en el trono, sino su hermano Alberto tal como era, sin que aún se supiera, el deseo de Balduino en el caso, que el buen rey debía intuir, de que su corazón fallara demasiado pronto.

Fabiola y Balduino estuvieron casados durante casi 33 años y, a falta de hijos, siempre decían que su mayor orgullo era sentirse padres de todos los belgas, a quienes dedicaron su vida. Ni un escándalo, ni una crítica. La pareja no se separó en todos los años que duró su matrimonio, en los que siempre dieron muestras de su íntima comunión. Fabiola sólo se dio un capricho, convencer a Balduino de pasar sus vacaciones en España y fue en Motril donde el rey de los belgas murió de un infarto fulminante. Aquel 31 de julio, los reyes Juan Carlos y Sofía se desplazaron desde Mallorca a Motril para acompañar a Fabiola, la española que se convirtió en reina de los belgas.

Balduino y Fabiola vivieron un matrimonio cristiano y tuvieron, para ojos de algunos, un comportamiento rayano en la beatería. El rey de los belgas llegó a abdicar durante un día para no tener que firmar la ley del aborto que aprobó su gobierno, pero quienes le conocieron coinciden al afirmar que tanto él como Fabiola eran dos personas piadosas pero justas y caritativas. Prueba de ello es que fue Fabiola quien convirtió el funeral de su marido en una misa de Gloria a la que invitó a una filipina que había ejercido la prostitución en Bruselas. Aquella mujer explicó, en el altar mayor de la catedral, ante mandatarios y reyes, que cuando se encontraba perdida y humillada, acogida en un refugio en Bruselas, una noche apareció el rey Balduino, que visitaba de incógnito aquel centro y fue, así lo relató emocionada, la única persona que le prestó ayuda y consuelo.

Tras la muerte de Balduino, la reina Fabiola acompañó a los reyes Alberto y Paola y, en los últimos años, a los reyes Felipe y Matilde. Fue madre y abuela de todos, querida por la familia real y también por los belgas, que no le tuvieron en cuenta su único desliz, quizá obra de administradores poco leales, cuando creó una fundación para ahorrase impuestos. Fabiola siguió siendo el referente de una Bélgica bendecida.

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