· EXCLUSIVA · Narcís Rebollo, marido de Eugenia Martínez de Irujo: "Sabía que la duquesa de Alba tenía muchos hijos, pero no controlaba bien quiénes eran"

Quizá lo conozca por ser el marido de Eugenia Martínez de Irujo, pero Narcís Rebollo es mucho más. En entrevista exclusiva el presidente de Universal nos descubre cómo fundó Vale Music y se hizo millonario reinventando el negocio de la música.

Narcís Rebollo fotografiado en la terraza del Teatro Real, del que es patrono, viste jersey de Again Cashmere, camisa de Adolfo Domínguez y pantalón de Massimo Dutti.

Kela Coto

Puede que no lo sepa, pero, si en los noventa y en la primera década de los años dos mil usted tenía edad para salir de fiesta, ha bailado indudablemente alguno de los hits creados por Narcís Rebollo (Figueras, Girona, 1971). Hagamos la prueba. ¿Le suena King Africa y su inconfundible grito de guerra “Booomba”? ¿Consiguió aprenderse la coreografía de Coyote Dax a ritmo de “No rompas más mi pobre corazón”? ¿Y ese otro que arrastraba irremediablemente a niños, padres y abuelos a la pista de baile en cuanto sonaban los primeros acordes: “Dee dee na na na”? Sí, Saturday Night, de la danesa Whigfield. ¿O quizá prefería a Sonia y Selena y su “Yo quiero bailar toda la noche”? Por no mencionar a Viceversa y su pegadizo “Tu piel morena sobre la arena”, ¿o usted era más de Follow the Leader, de los cubanos SBS? Pensándolo bien, no hacía falta tener edad para salir de fiesta. Bastaba con vivir en el planeta Tierra para que cualquiera de estos hits se le pegará al subconsciente como un chicle. Escuchar a Rebollo recordar cómo se gestaron algunos de esos éxitos podría dar para una serie.

“Yo entonces vivía en México y me di cuenta de que funcionaba el line dance (música country pop con bailecito). Hice un casting y cogí a este chico (Coyote Dax), un venezolano que vendía móviles. Él ya había tenido relación con la música y quería volver a intentarlo. Le pregunté: ‘¿Quieres hacer esto?’. Y creamos el personaje. Elegimos un tema country que ya había triunfado en el año 1992, Achy breaky heart, de Billy Ray Cyrus (padre de Miley Cyrus). Lo adaptamos, inventamos una coreografía y… triunfamos”, asegura durante nuestro segundo encuentro, sentado en su despacho de Universal, la discográfica más importante del mundo y donde ejerce de presidente para España y Portugal desde 2015. El primero tuvo lugar en el Teatro Real, del que es patrono y donde se hicieron las fotos de este reportaje. Aquí celebran desde 2015 el Universal Music Festival al que acudieron los reyes en 2016 para ver a Rod Stewart: “Letizia quiso conocerlo y él dijo que ningún problema, pero que antes se tenía que duchar. Después de media hora nos recibió”.

Narcís Rebollo con Eugenia Martínez de Irujo en la gala Starlite de 2017

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Eugenia Martínez de Irujo y Narcís Rebollo en su boda en Las Vegas en 2017

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Hasta ocupar este sillón, la trayectoria de Rebollo bien podría alimentar varias temporadas de esa posible serie inspirada en su vida. Más allá del clásico salud, dinero y amor, su biografía incluye dosis de éxito, fama, fiestas, traiciones, amistad con grandes estrellas del pop, del rock, una boda en Las Vegas con su novia aristócrata y hasta un misterioso intento de asesinato. Una existencia trepidante que contrasta con este señor de pelo eléctrico y sonrisa discreta que tengo sentado delante. “Soy una persona tímida. No me gusta la exposición”. Por eso, conseguir esta entrevista no ha resultado fácil. Se ha necesitado un cóctel de introducción en casa de Boris Izaguirre, un almuerzo en el restaurante Oliver —con un buen chuletón poco hecho y un vino tinto— y una invitación a la fiesta de Vanity Fair en la que se premió a Antonio Banderas como Personaje del Año. En todas, acompañado de su flamante esposa, la aristócrata Eugenia Martínez de Irujo, hija de la desaparecida duquesa de Alba. “Nos presentaron unos amigos comunes… Ella colaboraba con la Fundación Pequeño Deseo, ayudando con el tema de los niños, pedía deseos con artistas, coincidimos y…”, me contesta esquivo cuando le pregunto cómo se conocieron. Prefiere evitar las preguntas personales.

Su primera aparición juntos, en la Feria de Abril de 2017, supuso un pequeño tsunami en la prensa del corazón. ¿Quién era el nuevo novio de la duquesa de Montoro? Si Rebollo siempre ha sido una celebridad dentro del mundo de la música, desde entonces lo es también fuera de ella. Algo que asume con resignación y marcando firme algunas pautas: “Yo entiendo que Eugenia es una niña que ha nacido y ha convivido con esto. Pero yo no. Nunca he posado con ella en un photocall. Es una regla no hablada. Ni cuando vamos a la gala Starlite, ni cuando asistimos a un evento benéfico, ni durante el Universal Music Festival. Si hay fotógrafos, suelo dar un paso atrás. La que interesa es ella, no yo”. Que posaran juntos resultó imposible.

Hans Zimmer, Eugenia Martínez de Irujo y Narcís Rebollo en 2018

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Narcís Rebollo y David Bisbal practicando captura y suelta en 2013

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A nosotros, sin embargo, Narcís Rebollo siempre nos ha interesado. No solo por ser uno de los hombres más poderosos de la industria de la música, sino por codearse con artistas internacionales de la talla de Madonna, Bono —de U2—, Paul McCartney o Elton John; por ser amigo de Alejandro Sanz —“Ayer fue su cumpleaños y le montamos una fiesta sorpresa”—; de David Bisbal —“Es un loco de la pesca. Una vez pescamos un tiburón. Cuando lo subimos a cubierta, era más grande que mi hijo”—; o de Manu Carrasco —“El otro día vendió 72.000 entradas en tres horas para un concierto en el estadio de Sevilla. No se lo creía”—. Ni siquiera por haber sido capaz de poner a bailar tantas veces a toda España. Rebollo nos interesa por ser, sobre todo —y a pesar de todo—, un hombre que transmite una humildad sincera y un apacible sosiego. “Soy una persona optimista. Siempre veo y busco el lado bueno de las cosas. Para mí, cualquier problema es una circunstancia más. Me cabreo pocas veces y tiene que ser algo realmente grave”.

El presidente de Universal viste esmoquin de Karl Lagerfeld y camisa con cuello pajarita Tailored Fit de Massimo Dutti.

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Éramos unos niños

La relación de Rebollo con la música empezó siendo él muy joven, en su Figueras natal. Sus padres, un director de oficina bancaria y un ama de casa, tenían amigos íntimos en la radio de Girona. “Me regalaban un montón de discos. Monté un estudio en casa, tenía mis singles, mis LP… Con 16 años, hice un programa de radio local con mi hermano. Además, tenía un grupo de punk. Tocaba la batería, pero era malísimo. Nos llamábamos Shit Makers”, asegura mientras se acomoda en un sofá marrón de su despacho, una amplia estancia que parece un pequeño museo contemporáneo. En una de las paredes cuelga un D* Face: “Me lo regaló Eugenia, dentro del arte urbano es el top”. En las otras, obras de Roy Lichtenstein, Julian Opie, Banksy, Basquiat, Obey, Damien Hirst. “Colecciono desde hace años. Empecé muy joven. El primer cuadro lo compré en la Feria de Arte de la Habana. Estuvimos rodando el videoclip de Follow the Leader. Era una pintura de Amelia Peláez, una artista cubana muy conocida”. Entre tanta obra, dos cuadros de sus amigos Alejandro Sanz y David Bisbal. “David también se ha aficionado a pintar”.

Aunque Rebollo empezó a estudiar Psicología en Girona, pronto se mudó a Barcelona, donde vivía su pareja de entonces y donde encontró trabajo en Divucsa, una compañía de discos en la que se encargaba de la promoción. “Yo era un niño, pero llevaba artistas muy mayores: Luis Aguilé, Karina, Salomé, Betty Missiego… Viajaba con ellos, hacíamos radios, teles… Me lo pasaba en grande”. De ahí saltó a la discográfica BMG, donde trabajó con artistas mucho más jóvenes: Antonio Flores, Kiko Veneno… y sus adorados Nirvana. “Pillé el boom desde su nacimiento y hasta la muerte de Kurt Cobain. Un mes antes de suicidarse, los llevamos de concierto a Barcelona por Sant Jordi. Impresionante”. Pero la vida de Rebollo dio un giro fascinante cuando Max Music se cruzó en su camino y lo contrató. Max Music era una empresa de música independiente fundada por dos socios: Miguel Degá —quédese con este nombre— y Ricardo Campoy. Juntos, y de la nada, crearon un fenómeno musical genuinamente español, que vendió millones de discos de marcas como Megamix, Ibiza Mix, Caribe Mix o Máquina Total y que convirtieron a su discográfica en una de las más potentes de Europa. Degá y Campoy se hicieron millonarios. “Salía el Ferrari Testarossa y Miguel se lo compraba. Tenía velero, mansión…”. Eran dos chavales de 25 años. La compañía funcionaba tan bien que abrieron oficina en México y Miami, donde se fue a vivir Degá y donde empezó a perder la cabeza. “Pedía dinero para hacer inversiones millonarias: licencias, lanzamientos… Su carácter cambió. Se volvió prepotente. Maltrataba a Ricardo. Le decía que gracias a él se estaba haciendo millonario”. La megalomanía y el maltrato de Degá crecían al ritmo imparable de los éxitos. Hasta el punto de que Campoy y Rebollo, hartos de los agravios constantes, decidieron dar un paso determinante: crear su propia discográfica. Era 1997 y había nacido Vale Music.

Narcís Rebollo celebrando, en 2017, los Grammy con Alejandro Sanz, sus hijos Manuela y Alex, y Jesús López, Chairman.

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Narcís Rebollo con Bono, de U2, en 2017

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Su primer gran triunfo no tardó en llegar. Narcís tenía muy buena relación con la productora Gestmusic y con el genio de la televisión, ya fallecido, Joan Ramon Mainat, así como su hermano, Josep Maria Mainat, y Toni Cruz, miembros de La Trinca. “Hacían un programa que se llamaba Crónicas marcianas”, rememora en referencia al famoso formato de medianoche que presentaba Javier Sardá y arrasaba a finales de los noventa y principios de los años dos mil. “Empezamos a aplicar un concepto que llamamos placement musical y que consistía, básicamente, en utilizar la televisión como una radio. Elegíamos una lista de canciones para una franja horaria y las pinchábamos hasta que la canción penetraba en la conciencia de la gente”. ¿Recuerdan el efecto chicle? Luego editaban los discos Crónicas Marcianas Mix, que se vendían a la velocidad de un caramelo a la puerta de un colegio. El mecanismo, tan sencillo como efectivo, se repitió en otros programas multitudinarios como Gran Hermano y los convirtió en millonarios. Como en su día hiciera Max Music, abrieron oficina en México, país donde Rebollo residió durante un año. “Me encantó. Aunque había que estar pendiente de la seguridad. Me instalé en un apartamento en Polanco. Al principio, iba con chófer y guardaespaldas, pero luego me compré un coche y me iba a la aventura”. Tenía 27 años.

Mientras Rebollo y su socio vivían su particular subida a los cielos, Degá vivía su propia bajada a los infiernos. Desde el primer éxito de Vale Music el dueño de Max Music entró en cólera. Intentó boicotearlos por todos los medios, pero resultó en vano. Vale Music se había convertido en un misil imparable y Degá decidió cortar por lo sano.

“Vamos a matar a tu mujer”

Una noche, saliendo de Vale Music al fin de su jornada laboral, el DJ José María Castell se dirigió al garaje para subirse a su flamante mercedes descapotable —el mismo que tenía su jefe y socio, Ricardo Campoy—, cuando tres desconocidos de aspecto sudamericano se abalanzaron sobre él y lo encañonaron con una pistola. Tras varios insultos, golpes y forcejeos lo arrastraron hasta una furgoneta y pusieron rumbo hacia un lago a 100 kilómetros de Barcelona. Durante el trayecto, Castell fue agredido brutalmente y después de una hora con el terrible presentimiento de que cuando acabase aquel trayecto también acabaría su vida, una frase sobrecogedora se convirtió en su salvación: “Campoy, vamos a matar a tu mujer y a tus hijos”. “Teníamos un amigo en México que nos dijo un día: ‘He oído que Miguel está buscando unos sicarios para mandarlos a España y mataros”, recuerda Rebollo, quien, como su socio Ricardo, no se tomó muy en serio aquella amenaza. Tras descubrir el error —habían confundido a Castell con Campoy porque los dos tenían un aire y encima poseían el mismo modelo de coche—, los sicarios abandonaron la furgoneta con Castell dentro maniatado. Cuando consiguió escapar, acudió a la Policía. En 2001, mientras los españoles nos aprendíamos la coreografía de Coyote Dax, Miguel Degá fue condenado a tres años por soborno y por planear el secuestro y apaleamiento de un empresario de la competencia. No la cumplió entera. En 2005 se fugó aprovechando un permiso penitenciario. Hoy en día sigue en paradero desconocido.

El presidente de Universal viste traje de Fendi, jersey de Colmar y zapatos de Asos.

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A pesar de los celos furibundos de Degá y de los muchos éxitos de Vale Music, el boom definitivo de la discográfica estaba por llegar. Y lo hizo de la mano de Operación Triunfo y, una vez más, de Gestmusic y Joan Ramon Mainat. “Ellos presentaron el concurso a TVE y nosotros planteamos un desarrollo a nivel musical y nos quedamos con los derechos”, recuerda Rebollo. El éxito de este programa desbordó todas las expectativas y se convirtió en un fenómeno social parecido al que un año antes había vivido la primera edición de Gran Hermano. El propio Rebollo ejerció de jurado durante las dos primeras ediciones y gracias a sus apariciones televisivas se hizo relativamente famoso. “Me pedían autógrafos por la calle. En Miami, la gente me paraba por Ocean Drive porque me veían por el canal internacional”, recuerda. Por eso, en cuanto pudo, volvió a su zona de confort: el segundo plano. “La fama es algo muy volátil”, reflexiona. Rebollo y Campoy supieron exprimir al máximo aquel filón y crearon Academia de Artistas, una oficina de management que organizaba todos los conciertos de los triunfitos así como los acuerdos con marcas: “Montamos una oficina que era como un hotel. Los chicos vivían allí, dormían allí. Se lo pasaban en grande”. Fueron los años más salvajes de Vale Music. “La industria estaba en plena crisis pero nosotros vendíamos millones de discos. Era una locura. Llegamos a tener el 30% de la cuota del mercado. Éramos la compañía número uno”. Fue entonces cuando él y Ricardo, tras estudiar la tendencia a la baja del mercado, decidieron vender la empresa. Era el año 2005 y, después de varias ofertas, Universal se llevó el gato al agua. Campoy se fue a su casa y Rebollo siguió haciendo carrera en la discográfica hasta ocupar la presidencia.

Toda la experiencia acumulada la aplica ahora en Universal, donde una de sus innovaciones ha sido crear GTS (Global Talent Services), una línea de negocio que consiste en asesorar al artista no solo en el ámbito musical, sino también en temas de booking y producción, gestión de imagen, redes, marcas, patrocinios y moda. “Un auténtico 360 de sus carreras”, explica con orgullo. Universal Music es la compañía número uno en facturación y beneficios y realiza un promedio de 600 conciertos al año. Algunos, cruciales, como el récord histórico de #lagira de Alejandro Sanz, que agotó cinco estadios en horas, o el concierto al piano de Pablo López en la Maestranza o el de David Bisbal en el Royal Albert Hall de Londres. Además, tiene una división de merchandising —donde trabaja por las tardes Tana, la hija de su esposa— y otra de moda, Bravado.

Narcís Rebollo junto a Paco de Lucía y Javier Limón en 2014

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Narcís Rebollo con Paul McCartney en 2016

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Su puesto le exige viajar a menudo y Eugenia lo acompaña algunas veces. No suele perderse los Grammy Latinos, que se celebran anualmente en Las Vegas. Aprovechando esa visita, hace dos años la pareja decidió casarse. Disfrazados, eso sí: él de Elvis y ella de Marilyn. El lugar elegido fue Little White Wedding Chapel, famosa por haber acogido las bodas de personalidades como Paul Newman o Joan Collins. “Es serio, no creas. Íbamos con el cachondeo y el cura nos preguntó si habíamos bebido. Nos casaron a las 11 de la noche. Es una boda de verdad. Antes hay que ir al Ayuntamiento y hacer un montón de papeleo”, explica. Ante la Justicia norteamericana tiene validez absoluta. Ante la española, tienen dos años para registrarla, cosa que la pareja ha preferido no hacer. “A ver, yo entiendo el matrimonio en un contexto en que quieras tener hijos y necesites una seguridad jurídica, pero ¿a nuestra edad? Es muy antiguo eso de casarse”. Ni para Eugenia ni para Narcís es la primera vez que pasan por el altar. Mientras ella lo hizo en 1998 con el torero Fran Rivera, Rebollo se casó en 2000 con Anna Turón, una abogada que conoció a través de unos amigos tras su vuelta de México. “Siempre he sido de relaciones largas”, asegura. La pareja tuvo dos hijos, Pau, de 15 años, y María, de 12, que viven en Barcelona con su madre. “Vienen mucho. Yo también voy. Tenemos una casa en los Pirineos, a pie de pista, y vamos a esquiar a menudo. Les encanta”. De los dos, Pau es quien, por ahora, sigue más de cerca los pasos de su padre. “Hace sus pinitos con la producción, y ahora dice que hay un grupo que quiere fichar. Viene mucho a Universal y conoce a todo el mundo”. A su hija también le gusta la música: “Pero pintar, más”.

Mucho antes de que le presentaran a Eugenia, Rebollo ya conocía a la duquesa de Alba. “Venía a muchos conciertos. Tengo fotos de ella con Bisbal y con Alejandro Sanz. Se venía con Alfonso (Díez) y disfrutaba muchísimo. Con el flamenco se volcó. José Mercé la adoraba. Era una mujer entrañable”. Y añade sobre su suegra: “Sabía que tenía muchos hijos, pero no controlaba bien quiénes eran. Soy muy despistado para los temas de sociedad”. Ahora conoce perfectamente a su familia política, con la que se lleva estupendamente. Aunque asegura no recordar la primera vez que fue a Liria, no se olvida de cuando Eugenia le enseñó la impresionante colección de pintura que poseen los Alba. Después de dos horas, llega el momento de irme, pero antes Rebollo me ofrece una visita rápida por la compañía. Mientras cruzamos salas, despachos, abre puertas y saluda a alguno de sus empleados, uno de sus hits resuena machacón en mi cabeza: ‘Follow the leader, leader, leader. Follow the leader. ¡Sígueme!’