Escribonio Largo (en latín Scribonius Largus) fue un médico romano del siglo I d.C. que trabajó en la corte del emperador Claudio (41-54 d.C.) y, al parecer, acompañó al ejército romano en la conquista de Britania. Es famoso por haber escrito una farmacopea (lista de recetas) que se utilizó en Europa hasta el siglo XVII, y también por haber sido el primero que se sabe que utilizó la electricidad como remedio. Sin embargo, su vida es todo un misterio.

Porque todo lo que sabemos de él es a través de sus propios escritos. Las principales fuentes antiguas como Suetonio o Plinio el Viejo ni siquiera le mencionan. Algo especialmente extraño en éste último, pues fueron contemporáneos (Escribonio era 20 años mayor que Plinio) y ambos exponen la utilidad del índice en los libros casi en términos idénticos: para que se encuentre con más facilidad lo que se busca. Muchos historiadores se han preguntado cómo es posible que Plinio no conociese a Escribonio Largo.

Una de las razones puede ser que el texto de Escribonio, titulado De compositione medicamentorum liber, no hubiera circulado ampliamente en el mundo latino. Sin embargo sí le menciona el médico griego Galeno, que estuvo activo durante la segunda mitad del siglo II d.C. en Pérgamo y luego en Roma a partir de 162 d.C., donde entraría en contacto con su obra, y a través del cual pasaría a compilaciones de época medieval.

Estatua del médico Galeno en la antigua Pérgamo | foto Bernard Gagnon en Wikimedia Commons

Aunque pertenecía a la gens Escribonia, se cree que era probablemente un liberto o un hijo de liberto que por ello lleva el gentilicio de su antiguo amo, pero que habría alcanzado la condición de ciudadano. Pudo nacer en Sicilia y sus maestros, según él mismo expone, fueron: Apuleyo Celso (uno de los primeros médicos que escribió en latín en lugar de griego), del cual transmitió dos recetas, una para la tos y otra contra la rabia; y Vecio Valente, también alumno de Celso y que llegó a ser el médico personal de Mesalina, la tercera esposa del emperador Claudio.

Algunos historiadores opinan que en realidad debía ser griego y escribía en este idioma, traduciendo después al latín. De ahi que su prosa sea poco elaborada y muy coloquial. En cualquier caso, Escribonio accedió al entorno del emperador Claudio recomendado por Cayo Julio Calisto, uno de los libertos que más influencia tenía en la corte. Prueba de sus buenas relaciones entre las familia imperial es que habla en sus textos de los medicamentos y remedios empleados por algunos de sus miembros presentes y pasados, como Augusto, Tiberio, Octavia, y Mesalina.

Cuando Claudio decidió invadir Britania en el año 43 d.C., Escribonio participo en la campaña, aunque se desconoce si lo hizo como médico del ejército o como médico privado de alguno de los comandantes de la expedición.

Cuatro años más tarde, en 47 d.C., publica la única de sus obras que ha llegado hasta nosotros, conocida como las Composiciones, en la que recoge una colección de fórmulas farmacéuticas y remedios tradicionales que incluye 271 recetas, la gran mayoría de su propia invención. En el texto, que Escribonio le dedica a Calisto, reconoce además su deuda con sus maestros, amigos y los escritos de importantes médicos anteriores.

Una edición de las Composiciones de Escribonio, de 1655 | foto Wellcome Images en Wikimedia Commons

En el prefacio Escribonio se afirma como heredero de la deontología hipocrática, estableciendo una serie de normas éticas en la prescripción farmacéutica que tuvieron gran influencia en el humanismo médico de siglos posteriores. De hecho, la obra de Escribonio es la más antigua referencia documental del juramento hipocrático. La prescripción médica debía regirse, según él, por dos principios o virtudes: humanitas y misericordia, pues la medicina debía ser el arte de curar y no de dañar (scientia sanandi).

Casi nadie lleva a cabo una minuciosa valoración de las credenciales de un médico antes de someterse uno mismo y su familia a sus cuidados. En cambio, nadie encargaría la realización de su retrato a un pintor sin haber evaluado primero su capacidad mediante el estudio de ejemplos de su obra. Todo el mundo posee un juego de pesas y medidas de precisión para asegurarse de que no se produzcan errores en aspectos de la vida que en realidad son bastante triviales. Esto es así porque las personas otorgan más valor a las cosas que a sí mismas. Por consiguiente, los médicos no sienten la necesidad de trabajar duro en el estudio de la medicina. Incluso hay algunos que no solo ignoran los escritos de los médicos del pasado, cuyas obras constituyen los cimientos de la profesión médica, sino que además tienen la temeridad de atribuir opiniones totalmente erróneas a aquellos primeros investigadores.

Escribonio Largo, Composiciones, prefacio
Un médico tratando a un soldado romano | foto Sydb101 en Wikimedia Commons

Las 271 recetas se dividen en tres secciones principales. La primera se compone de 162 recetas y está organizada por enfermedades, desde la cabeza a los pies. La segunda es una lista de 37 antídotos para venenos, mordeduras y picaduras, y la tercera trata de los emplastos, apósitos y bálsamos utilizados por los cirujanos.

Aunque muchas de estas recetas proceden de obras de médicos anteriores, también solía comprar recetas de origen dudoso a cualquiera que pudiera demostrar que funcionaban. Condena los remedios supersticiosos que están fuera de la profesión médica y utiliza sustancias vegetales que tienen propiedades terapéuticas (y que se pueden encontrar en las herboristerías modernas). Muchas de ellas se siguieron utilizando por lo menos hasta 1655.

Pero quizá la receta más famosa es su tratamiento de la gota y los dolores de cabeza con electricidad, el primer uso documentado de la historia. Evidentemente, en aquella época se trataba de electricidad animal.

Raya jaspeada (Torpedo marmorata) | foto Philippe Guillaume en Wikimedia Commons

Concretamente de la aplicación de un pez torpedo mediterráneo o raya jaspeada (Torpedo marmorata) o de un torpedo del Atlántico (Torpedo nobiliana) sobre la frente del paciente, entre las cejas. De ese modo el pez descargaba su electricidad hasta que los sentidos del paciente se adormecían. De ahí que al estado resultante se le denomine torpor. En el caso de la gota el pez se colocaba bajo los pies.

Hay que atar la raya en la parte del cuerpo donde haya dolor (es decir, en la cabeza), y dejarla allí hasta que cese el dolor y dicha zona quede entumecida

Escribonio Largo, Composiciones 11

También recomienda tener varias rayas a mano, puesto que en ocasiones dos o tres no son suficientes para que el tratamiento funcione.


Fuentes

Escribonio Largo, De compositione medicamentorum liber | James C. McKeown, Gabinete de curiosidades médicas de la Antigüedad | James Grout, Scribonius Largus and the Oath of Hippocrates | Gary B. Ferngren, Medicine and Health Care in Early Christianity | Véronique Boudon-Millot, Scribonius Largus (en Dictionnaire des philosophes antiques) | Wikipedia


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