Mateo Falcone, Prospet Merimée

Relato de Prospet Merimée (1803-1870), publicado en 1829. Mateo Falcone es un propietario corso que vive en el monte bajo de Porto Vecchio, con su esposa y un hijo de diez años. Un día, el muchacho, mientras los padres han salido a visitar uno de sus rebaños, queda solo en casa. Llega un bandido, al que los soldados han herido y andan persi­guiendo; a cambio de una moneda de cinco francos, Fortunato lo oculta bajo un mon­tón de heno; aparecen poco después los soldados, y tentado por la oferta de un reloj de oro, el muchacho indica, al co­mandante el escondrijo. Regresa entonces Mateo, que oye las imprecaciones del ban­dido contra el pequeño traidor y contra su casa. Como fulminado, permanece mudo. Pregunta seguidamente a su mujer si For­tunato es verdaderamente su hijo, ya que es el primero de su raza que ha sido trai­dor. Lo conduce al bosque, le hace rezar sus oraciones y lo mata inmediatamente de un tiro de fusil. Es uno de los primeros relatos de Merimée, no superado por las grandes novelas siguientes, por su inten­sidad y clásica medida. El protagonista, con sus escasas palabras, es inolvidable; con un marcado perfil, aparece ya allí la Córcega de la admirable aunque un poco difusa Colomba (v.).

V. Lugli

Merimée va derecho al asunto y lo pone por completo en acción; la palabra persi­gue de cerca cada una de las situaciones, cada uno de los caracteres. Su relato es claro, airoso, despierto e incisivo. (Sainte-Beuve)

Mater Dolorosa, Gerolamo Rovetta

Aparecida en 1882, es una de las primeras novelas de Gerolamo Rovetta (1851-1910), entregado todavía a un género patético y lacrimoso. Es el tris­te drama de un corazón femenino, que se sacrifica íntegramente en aras del deber materno.

La duquesa Maria d’Eleda, de principios rigidísimos y gran altura de sen­timientos, esposa de un hombre muy infe­rior en inteligencia y moralidad, recuerda haber amado al conde Giorgio della Valle, su amigo de infancia, de su misma edad y poseedor de toda clase de dotes intelectua­les y morales. Durante toda su vida, po­seída de. una íntima y profunda fe religio­sa, sofoca ella esa pasión que la destruye incluso físicamente, y llega al punto de asistir, impasible, a la boda de su propia hija Lalla con el hombre que ella adora. Y cuando Lalla, ligera y coqueta, inclina­da irresistiblemente a los placeres, se halla en un grave compromiso por haber acep­tado una cita de uno de sus cortejadores, interviene de nuevo Maria para salvarla y prefiere que el yerno crea que es ella la culpable. Mas Lalla, en el momento de morir a consecuencia de un parto, en el delirio de su agonía confiesa a Giorgio su desliz y el sacrificio de la madre; ésta se separa de él poco después, implorando a Giorgio el perdón para su hija y sintién­dose compensada de toda su vida de dolor, con un único y último beso del hombre amado.

El tema, aunque sentimental, re­cuerda el tipo de novela francesa de Ohnet y Feuillet, por entonces en boga, y se des­arrolla con una habilidad superficial, sin profundidad psicológica. Las características del arte de Rovetta se desenvuelven me­jor en el contorneado y en las descrip­ciones de ambiente. En Mater dolorosa, el escritor quiere dibujar también el am­biente político de aquel tiempo (primeros años de la formación del Reino de Italia) con sus diversas corrientes ideológicas (ultracatólicos, liberales y primeros socialis­tas); y en estos animados cuadros costum­bristas muestra con frecuencia esa precisa desenvoltura y eficaz elocuencia que tanto brillaron en sus obras más famosas (v. La barabúnda).

M. Zini

Materialismo y Criticismo Empírico, Lenín

[Materializm i empiriokritizism]. Es­ta obra filosófica fue redactada por Lenín (Vladimir Oulianov, 1870-1924), de febrero a octubre de 1908. Después de la derrota de la Revolución de 1905, cierto número de intelectuales, miembros del partido social- demócrata ruso, se habían adherido más o menos abiertamente a las teorías de Mach (v. Análisis de las sensaciones) y Avenarius (v. Concepto humano del mundo), que ellos presentaban como la expresión del más moderno «positivismo». Este grupo, al que por un instante se unió el escritor Máximo Gorki, estaba formado por Bogdanov, Lunatcharski y Bazarov.

Contra esta tentativa de «revisionismo filosófico», Lenin intentó mantener los principios fundamentales del materialismo dialéctico. Con esta intención escribió Materialismo y cri­ticismo empírico, que al vigor polémico une la preocupación de ofrecer al lector no habituado a las cuestiones filosóficas una documentación tan clara y completa como sea posible. Para desentrañar la significa­ción del criticismo empírico, Lenín comien­za por comparar las tesis con las de los idealistas subjetivos, como Berkeley, y de los agnósticos, como Hume. Demuestra que se trata de un renacimiento del idealismo y no de una «superación» de la oposición existente entre el materialismo y el idea­lismo. y si tomáis como punto de partida — escribe — que todo lo que existe es sen­sación o que los cuerpos son conjuntos de sensaciones, no podéis, sin destrozar vues­tras premisas fundamentales, llegar a la conclusión de que la física existe indepen­dientemente de nuestra conciencia y de que las sensaciones son una función de la materia organizada de aspecto determina­do…»

Después de haber analizado las po­siciones respectivas del agnosticismo (que no va más allá de las sensaciones y decla­ra que no puede saber nada de su origen), del idealismo (que comienza cuando la fi­losofía afirma que las cosas son nuestras sensaciones) y de la filosofía kantiana (que comienza cuando el filósofo dice que la cosa existe en sí, pero que es incognosci­ble), Lenín afirma que los discípulos de Mach y Avenarius se han unido a la es­cuela de los que critican a Kant por un retroceso hacia el idealismo subjetivo. «Los adeptos de Mach — escribe — critican a Kant porque es demasiado materialista, y nos­otros porque no lo es bastante. Los adeptos de Mach critican a Kant el ser de derechas, y nosotros el ser de izquierdas». En efecto, unos exigen de Kant que repudie la cosa en sí, los otros que no haga de la cosa en sí un incognoscible. Efectuando una revi­sión de los problemas fundamentales de la teoría del conocimiento, Lenin se preocupa menos de señalar las diferencias existentes entre el positivismo y cualquier otra teoría, que de subrayar qué es lo que tienen de común y lo que las distingue de las mate­rialistas.

Insistiendo sobre las diferencias entre el materialismo dialéctico y el rela­tivismo, escribe: «Fundamentar la teoría del conocimiento sobre el relativismo es condenarse irremisiblemente al escepticismo absoluto… La dialéctica incluye, como uno de sus momentos, el relativismo, la negación, el escepticismo, pero no se reduce al relativismo». Refiriéndose a continuación a las obras de la filosofía de las ciencias, tales como las de P. Duhem o Henri Poincaré, Lenin establece la relación que exis­te, según él, entre una evolución del idea­lismo y la «crisis de crecimiento» de la física, que provoca una transformación de los viejos conceptos. Finalmente, muestra la unión del relativismo de los discípulos de Mach y Avenarius con la teoría de la «construcción de Dios», que propagaban principalmente Lunatcharski y Bogdanov, con un espíritu análogo al de William Ja­mes. Dirigiéndose a estos partidarios de una «reconciliación» entre la revolución y el espíritu religioso, Lenin declara: «No sois vosotros quienes abordáis desde vuestro pun­to de vista, es decir, desde el punto de vista marxista (pues queréis ser marxistas), to­das las variaciones de la moda en la filo­sofía burguesa; es esta moda la que os aborda y os impone sus nuevas produccio­nes».

De este modo, Lenin concluye que un «espíritu de partido» es indispensable en la filosofía como en todas partes y se burla de la admiración exagerada e inge­nua por las que se llaman a sí mismas teorías modernas, que no hacen sino re­emprender la antigua discusión entre el idealismo y el materialismo. En esta obra polémica, en la que Lenin responde con gran atención a las cuestiones fundamen­tales de la teoría del conocimiento, el lec­tor encontrará una amplia información so­bre los principios del materialismo dialéc­tico.

El Matador de Osos, Andrejs Pumpurs

[Lácplesis]. Poema historicomitológico del escritor le­tón Andrejs Pumpurs (1841-1922), sugerido por la leyenda del héroe que, abandonado desde pequeño en el bosque, fue amaman­tado por una osa y heredó sus largas y pe­ludas orejas, fuente secreta de su fuerza sobrehumana. Fue llamado Lácplesis (v.), es decir, rajaosos, desde que, adolescente, dio pruebas de poder partir en dos a una fiera; y se convirtió en héroe, empeñán­dose en la lucha por el bien de su tierra, .siempre invencible, hasta que herido en las orejas por un astuto adversario, hijo de una bruja, perdió su mágica fuerza, pero continuó la lucha y cayó junto con su enemigo en el Dáugava, donde los dos cuerpos abrazados aparecen en la super­ficie cuando la noche profunda cae sobre las turbulentas aguas. Pumpurs fundió esta leyenda con otras en una intriga románti­ca de su invención que transcurre en el siglo XII, durante las luchas contra la Or­den Teutónica.

Así Lácplesis, el niño per­dido, es adoptado^ por un rey y, en lucha con el Caballero Negro, que simboliza al enemigo, se convierte en héroe nacional. En el lago de Burtnieki yace sumido el castillo de Luce, que reaparecerá (según narra una leyenda popular) cuando sea li­berado por un héroe de excepcional valor. Lácplesis ha de trasladarse al castillo su­mergido para aprender todas las ciencias que allí custodia el rey Burtnieks, sabio padre de Láimdota. Pero antes de alcan­zarlo, el joven héroe ha de permanecer en el castillo de Aizkraukle, donde encuentra a la fogosa Spídola, aliada del infierno. Lác­plesis, aunque víctima de la fascinación de Spídola, escapa, mientras ella, para vengarse, recurre a todas las fuerzas oscuras e incita a Kángars, el ambicioso traidor, a atacar a Lácplesis. Éste hace surgir el castillo de Luce, devuelve el reino a Láim­dota, pero, antes de que se case con ella, interviene Spídola con sus magias, rapta a Láimdota y obliga a Lácplesis a largas peregrinaciones y luchas en busca de su ama­da. Pero Lácplesis se libra de las artes má­gicas de Spídola y reconquista a Láimdota.

El poema termina con la trágica lucha en­tre el héroe letón y el Caballero Negro, a quien Kángars reveló el secreto de la fuer­za invencible de Lácplesis; al perder la oreja, éste no puede dominar al enemigo y desde la orilla del Dáugava, donde comba­ten, caen ambos en la sima. La visión noc­turna de los espectros abrazados que apa­recen sobre las aguas, despierta en el pue­blo la esperanza — dice el poeta — de que Lácplesis vencerá al fin y su adversario caerá para siempre en el sombrío fondo del río. El poema inspiró a su vez el dra­ma Fuego y noche (v.) de Jánis Rainis (1865-1929).

M. Rasupe

Mátalo, Samo Chalupka

[Mor ho]. Poema épico del poe­ta eslovaco Samo Chalupka (1812-1883). La acción tiene lugar al tiempo de la inva­sión romana de Panonia, que el poeta ima­gina poblada de eslavos. La orgullosa ne­gativa de éstos a doblar la cabeza frente a las invencibles legiones de Roma, provo­ca un conflicto armado con los pretorianos, que se resuelve en una verdadera matanza, con el consiguiente e inevitable exterminio de los eslavos, fácilmente vencidos a pesar de su heroico sacrificio. Es un episodio completamente fantástico. Lo inventó el poeta para despertar en su pueblo la con­ciencia de la propia personalidad nacional a través de la exaltación del sacrificio por un alto ideal de libertad y de patria. Por esto se considera al autor como el creador de la poesía patriótica en la historia de la literatura eslovaca.

E. Damiani