Marienburg, el disputado castillo de los Hannover donde la reina Sofía debutó en sociedad

Hace 70 años, la reina Sofía realizó su primera aparición en sociedad en el castillo de Marienburg, la histórica sede de los Hannover que ahora el príncipe Ernesto le reclama judicialmente a su hijo mayor.

La reina Sofía, la infanta Cristina y la infanta Elena en la boda de Ernesto de Hannover, 1981

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El príncipe Ernesto de Hannover ha demandado a su hijo para reclamarle el castillo de Marienburg y otra serie de propiedades que le regaló entre 2004 y 2007 como herencia en vida. Según la Audiencia Provincial de Hannover, el aún marido de la Carolina de Mónaco culpa a su primogénito de actuar a sus espaldas para “apropiarse de los derechos, bienes e intereses del demandante” y hacerse con el control de la fortuna familiar. Una “ingratitud”, argumenta, que le da derecho a revocar la donación.

Por su parte, Ernesto Augusto de Hannover hijo, de 37 años, asegura que las alegaciones de su polémico padre son “falsas” y se muestra convencido de que la demanda no alterará la situación legal del castillo, gestionado actualmente como monumento y atracción turística por una fundación. Es lo que acordó en 2018 con el estado de Baja Sajonia para liberar a las arcas familiares de los elevados gastos que requiere su mantenimiento, momento en el que su padre ya le acusó de haberle traicionado y amenazó con demandarle.

El castillo de Marienburg

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El castillo de Marienburg es la sede de la Casa de Hannover desde mediados del siglo XIX y ha sido el escenario de los momentos más memorables de esta dinastía alemana. Allí celebró su boda el príncipe Ernesto con su primera esposa, Chantal Hochuli, y la suya Ernesto Augusto hijo con la diseñadora rusa Ekaterina Malysheva, una ceremonia esta última a la que el padre del novio se negó a asistir. En una entrevista concedida al diario alemán Handelsblatt, el príncipe Ernesto de Hannover explicó que se oponía al enlace y anunció por primera vez su intención de reclamarle a su hijo y heredero el castillo de Marienburg y el resto de propiedades que le había donado, pues temía que, en caso de divorcio, estos bienes quedaran en manos de su nuera, a la que el príncpe Ernesto jamás ha aceptado.

También doña Sofía tiene recuerdos en el castillo de Marienburg. La reina emérita es prima carnal del príncipe Ernesto por parte de madre y en 1981 asistió a su boda junto a la infanta Elena, la infanta Cristina y el príncipe Felipe, pero para entonces hacía ya 30 años que doña Sofía había pisado por primera vez dicho lugar. Su madre, Federica de Hannover, la llevó al castillo en 1951 para asistir a la boda de su hermano mayor, Ernesto Augusto IV.

Doña Sofía con su madre, la reina Federica, en la boda de su tío Ernesto Augusto IV, 1951

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La ceremonia sirvió para presentar en sociedad a la entonces princesa Sofía de Grecia, quien a sus 12 años era una niña tímida y se sintió “desplazada” por sus primas mayores, vestidas de largo al contrario que ella.

“Ésa fue mi primera fiesta de noche, mi primera aparición en sociedad”, recuerda doña Sofía en el libro La Reina, de Pilar Urbano. “Con un problema de dientes -que entonces me acomplejaba, porque estaba en la edad del pavo y de los complejos-; un traje corto blanco de piqué, demasiado aniñado; y sin conocer a nadie, me sentía… ni fu, ni fa, ni niña, ni mujer”. La reina pensó que “no pegaba nada en aquella boda”, pero entonces llegó su tío Christian de Hannover, “un solterón alegre y guapo”, y la sacó a bailar. “¡Vi el cielo abierto!”.

Fue un final feliz para la acomplejada niña, aunque la impresión que conserva la reina Sofía del castillo de Marienburg no es precisamente la de uno sacado de un cuento de hadas. “Me horrorizó: era tétrico, oscuro, con armaduras, con cuadros enormes, techos altísimos y escaleras muy empinadas. Muy medieval. No me gustó nada. Era inhóspito. Fatal”, describe el castillo. Desde luego, no es el mejor reclamo para los turistas.