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Ernesto de Hannover, un príncipe a la deriva

El todavía marido de Carolina de Mónaco vuelve a protagonizar, por tercera vez en este verano, un episodio violento que provoca su arresto en su cabaña de montaña de Grünau im Almtal, en Austria.

Ernesto de Hannover clinica
Ernesto Augusto de Hannover durante la fiesta preboda de su hijo Christian con Alessandra de Osma en Lima, en marzo de 2018.People Picture / Splash News (GTRES)

Ernesto Augusto de Hannover, que todavía es legalmente el marido de la princesa Carolina de Mónaco aunque de hecho lleven separados más de una década, parece que va a la deriva y que todos los excesos del pasado le están pasando factura en la actualidad. A sus problemas de salud, derivados de su falta de control con la bebida, se suman los comportamientos erráticos y violentos que se han ido sucediendo a lo largo del verano. El último de ellos este mismo lunes, que requirió nuevamente la presencia de la policía en la cabaña de montaña de Grünau im Almtal, en Austria, en la que vive estos últimos meses y que finalizó con su arresto, el tercero después de los dos incidentes similares que protagonizó durante el pasado mes de julio.

En esta ocasión el príncipe alemán, de 66 años, terminó siendo arrestado en torno a las cinco de la tarde cuando varios policías tuvieron que acudir al pabellón de caza en el que vive en el estado de Alta Austria, a poca distancia de las fronteras con Salzburgo y Estira. El motivo: “amenazas peligrosas, daños materiales y coacción”.

Según publica el medio Kronen Zeintung los policías acudieron al lugar de los hechos equipados con cámaras que grabaron lo que allí ocurría, probablemente para garantizar que quedaran registradas las imágenes debido a los enfrentamientos y acusaciones que el príncipe vertió tras su primera detención el pasado julio. El motivo de la intervención de los agentes fue la denuncia interpuesta por una mujer miembro del personal que atiende a Augusto de Hannover que dijo que el príncipe amenazó y coaccionó gravemente a ella y a su marido. Ernesto Augusto pidió a la pareja de forma muy poco ortodoxa que debían “acercarse sigilosamente” o les enviaría “una banda de matones”. Al parecer el príncipe en su ataque de ira o desequilibrio también arrancó una señal de tráfico y rompió una ventana utilizando un objeto que forma parte de las pertenencias de la Fundación Duque de Cumberland. Estos hechos fueron suficientes para que el tribunal de Wels emitiera una orden de arresto contra él.

Como ya se ha mencionado se trata del tercer altercado en el que se ve involucrado en los últimos meses. El 15 de julio Ernesto Augusto de Hannover protagonizó un extraño y violento incidente en el que acabó enfrentándose a la policía, primero a golpes y después amenazando a los agentes con un afilador de cuchillos. Los policías que calificaron su comportamiento de “extremadamente agresivo”, decidieron entonces avisar a los sanitarios y Hannover acabó ingresado en el departamento de psiquiatría de una clínica próxima a la localidad austriaca de Grünau, donde sucedieron los acontecimientos. Una semana más tarde se conoció que solo unos días después de este raro enfrentamiento, el príncipe volvía a protagonizar una escena bochornosa en la comisaría de policía de Scharnstein, situada a unos 15 kilómetros de la finca en la que vive. Allí llegó el alemán en un taxi y con un bate de béisbol guardado en una bolsa. Su objetivo no era otro que atacar a los agentes que le habían detenido días antes y que según su versión le habían atacado y golpeado. No les encontró porque no estaban de servicio, pero los compañeros que se encontraban de retén en la entrada del recinto policial tuvieron que aguantar sus insultos y después relataron que claramente el noble alemán no se encontraba en plenas facultades mentales.

Kronen Zeintung afirma que las autoridades han relatado que tras estos incidentes la familia se hizo cargo del príncipe durante semanas para asegurarse de controlar su estado y mantenerlo alejado de la curiosidad mediática por su propio bien. La publicación también muestra unas imágenes recientes del príncipe en el que se le ve delgado, desmejorado y desaliñado.

La princesa Carolina de Mónaco y su marido, Ernesto de Hannover, en 2004 en Madrid con motivo de la boda del ahora rey Felipe VI y la reina Letizia.
La princesa Carolina de Mónaco y su marido, Ernesto de Hannover, en 2004 en Madrid con motivo de la boda del ahora rey Felipe VI y la reina Letizia.AP

Ernesto de Hannover poco tiene que ver con el príncipe alemán que parecía haber llegado a la vida de Carolina de Mónaco para devolverle la sonrisa y la estabilidad después de la trágica pérdida de su primer marido, Stefano Casiraghi en un accidente mientras entrenaba en una lancha de alta velocidad. La princesa se quedó viuda con 33 años y tres hijos: Andrea, Carlota y Pierre y durante años vivió una especie de retiro voluntario concentrada en recomponerse y en atender a sus niños, todos de corta edad por entonces. Hannover, amigo de la princesa y esposo entonces de Chantal Hochuli, que también era amiga de Carolina, pareció ser la persona que lograría –tras el primer cataclismo que supuso su relación– llevar la tranquilidad a la primogénita de Grace Kelly y Rainiero y también el rancio abolengo de la Casa de Hannover, la dinastía alemana que reinó en Gran Bretaña desde 1714 hasta la fundación del Reino Unido en 1801 y que se mantuvo en ese papel hasta 1901, cuando murió Victoria I.

Así pareció durante los primeros años tras su boda celebrada el 23 de enero de 1999, el mismo día en el que Carolina de Mónaco cumplía 42 años y pasaba por el altar con su amigo de toda la vida. El matrimonio, que tiene una hija en común, Alejandra, nunca se ha separado oficialmente, pero 10 años después de su boda comenzaron a vivir cada uno por su lado. En paralelo Ernesto Augusto de Hannover había pasado a ostentar el dudoso privilegio de ser uno de los nobles que más veces ha sido pillado en situaciones comprometidas y poco dignas de su posición. Una de ellas ocurrió en el enlace de Felipe VI y la reina Letizia, celebrado en Madrid en mayo de 2004, cuando todavía eran príncipes de Asturias. Entonces Carolina de Mónaco terminó acudiendo sola al enlace porque su marido, que la había acompañado a la cita, se encontraba indispuesto tras los efectos de la noche de juerga anterior.

Sus excesos con el alcohol y su afán por no dejar pasar ningún momento de diversión le llevan pasando factura en su salud desde hace años y también lo hace en la relación que mantiene con sus hijos. Más aireados son los desencuentros con los dos varones que tiene de su primer matrimonio, Ernesto Jr. y Christian y más discreta la relación distante que mantiene con su hija Alejandra. Especialmente duro es el trato con su primogénito al que acusa de haberle apartado de la primera línea de la Casa Güelfa, una de las más antiguas de la realeza del Viejo Continente, uno de los motivos por los que ni siquiera consintió en ir a su boda.

También tiene por solucionar su matrimonio roto y no cerrado legalmente con Carolina de Mónaco, que se resiste a renunciar a los privilegios sociales que le supondría firmar un divorcio que le quitaría el título de Alteza Real Princesa de Hannover, con más raigambre, tradición y prestigio que su condición de princesa de Mónaco. Ninguna de estas causas parecen ahora importantes frente a la deriva que ha tomado su comportamiento y que hace pensar en posibles patologías mentales o al menos en brotes puntuales de comportamiento errático que todo el mundo atribuye a sus años de convivencia con la bebida. Una situación que preocupa tanto como hastía a sus familiares más cercanos.


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Sobre la firma

Maite Nieto
Redactora que cubre información en la sección de Sociedad. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora de información local de Madrid, subjefa en 'El País Semanal' y en la sección de Gente y Estilo donde formó parte del equipo de columnistas. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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