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Eric Gill, escultor, tipógrafo y pedófilo: ¿qué hacemos con él?

Mientras Reino Unido decide cómo proceder con el legado del creador de la Gill Sans, una nueva traducción al español de ‘Un ensayo sobre tipografía’ lo recuerda, valora y cuestiona

Retrato de Eric Gill.
Retrato de Eric Gill.Trama Editorial

Hace un mes, la estatua de Próspero y Ariel que Eric Gill (1882-1940) esculpió en el frontispicio de la fachada de la sede de la BBC sufrió una agresión. Los arquitectos George Val y Raymond McGrath terminaron ese edificio art decó, ubicado en Portland Place, en 1932. Fotografías de ese año retratan al tipógrafo, grabador y escultor con su bata abotonada, barba y su mítico gorro, con los ojos forzadamente entrecerrados bajo los cristales de las gafas. Eric Gill, que esculpió el viacrucis de la catedral de Westminster, inventó hasta cinco tipografías, entre ellas la Gill Sans, que lleva su nombre. La BBC no solo le encargó la estatua de su frontispicio, también incorporó su tipografía a su logo. British Rail lo llevó a los carteles de los trenes. Y es ahí, en esa identificación de lo británico con las letras de Gill, donde tenemos un problema: el hombre que ideó las letras de palo seco de la Inglaterra desnuda y despierta no era un hombre claro.

“A Margaret Thatcher le encantaba la canción Two Little Boys”, recuerda la periodista de The Guardian Catherine Bennett, en referencia a la canción de Rolf Harris, que pasó años en la cárcel por pedofilia. La periodista, que apunta que para Gill la religión y el sexo eran indivisibles (”Cristo nos folla y le damos hijos”), considera que la BBC debería haberse librado de la obra de Gill después de que su biógrafa Fiona MacCarthy revelara hace una década el incesto con sus hijas Betty y Petra y la relación de zoofilia que mantenía con su perro, anotada minuciosamente en los diarios del tipógrafo. “Las introduje en el misterio del sexo. Esto debe parar”.

'Sirvienta china', grabado de Eric Gill.
'Sirvienta china', grabado de Eric Gill.Wikiart

Contrario al progreso y vestido como un monje, Gill vivió recluido con su familia en un monasterio benedictino abandonado en Gales. Vivía, explica Juan Forn, “en santa pobreza”. Fue allí donde dibujó la Gill Sans. Gill firmó las primeras cubiertas modernas de la editorial Penguin. Iñigo García Ureta, que ha traducido una nueva edición de su libro Un ensayo sobre tipografía (Trama Editorial) y que además la prologa, apunta que la Gill Sans es una tipografía a palo seco deudora de la que Edward Johnson creó para el metro de Londres. Y recuerda lo que llevó a MacCarthy a escribir sobre él: “Fue que en su obra se palpan las tensiones entre la carne y el espíritu”.

Un ensayo sobre tipografía, publicado originalmente en 1930, no habla solo de letras. Habla fundamentalmente de la vida. Porque, como revela García Ureta, “una tipografía siempre encierra una historia paralela”. “Soy culpable de diseñar cinco tipos diferentes de letras de palo seco, cada cual más gruesa y gorda que la anterior, porque cada anuncio tiene que intentar gritar más que el resto”, escribe Gill. También habla de la necesidad congénita que satisface la artesanía. Anticipa que “el mundo industrial podrá irse al garete por sus malas artes financieras o por las guerras que estas provocan”. Se pregunta ―desde el monasterio benedictino donde vivía con su familia― qué clase de lugar es la Inglaterra moderna. Y asegura, desde el mismo monasterio, conviene no olvidarlo, que “este mundo no está vestido con las prendas que le corresponden”. Eso lo lleva a desconfiar de la razón humana. Escribe que “el ornamento no ha sido nunca una necesidad de la arquitectura noble”. Y especula que “el mundo humano no alcanzará jamás la perfección por culpa de la tentación de ahorrar tiempo y dinero”.

'Eva' (1926), de Eric Gill.
'Eva' (1926), de Eric Gill.

Esta edición no ahorra tiempo ni dinero. Incluye más de una historia. Comienza con el prólogo de García Ureta –que apunta que Gill distinguía entre el lenguaje de la tecnología –que delata el paso del tiempo- y el del arte –que celebra la naturaleza humana-. Y, dado que la tecnología cambia a la gente, el prologuista propone usarla para averiguar en qué hemos cambiado. Y en qué no.

Tras el ensayo, el libro se cierra con el impagable epílogo de Juan Forn, al que está dedicado el libro. En él, el argentino (fallecido en 2021) salta entre países y tipografías como los paracaidistas que –explica- podían reconocer donde habían caído por el tipo de letra de los anuncios que encontraban en el suelo. Forn relaciona tipografía e identidad (el firulete del champán francés o el pragmático grado cero del diseño de la Helvética).

Evolución de una G minúscula. Eric Gill: “Dado que todo par de gafas se parece a una g, yo haré una g que se parezca a un par de gafas”.
Evolución de una G minúscula. Eric Gill: “Dado que todo par de gafas se parece a una g, yo haré una g que se parezca a un par de gafas”.Trama Editorial

Como el operario, al que Gill convirtió en Arcángel San Miguel sobre el dragón, el tipógrafo apuntó que “el artista se arriesga a no comer si desempeña mal su contenido. Pero también a no dormir si no es fiel a sí mismo y a sus convicciones”. Cuesta leer a Gill hablando de fidelidad y dormir tranquilo. Argumentaba que un operario podía hacer alfileres hoy y tuercas mañana sin ver afectada su identidad. Y un artista no. “¿Por qué no?”, pregunta Juan Forn: “Los tipógrafos son los héroes del silencio en la historia de los libros”. Gill es el rey sin corona. Lo desvela brillantemente este epílogo que Forn publicara antes en el diario Página 12 el 3 de agosto de 2012: “los católicos lo dejaron caer como un papa caliente, los diseñadores gráficos, con más disimulo, también”. Ahora, de la mano de Trama Editorial, García Ureta lo recupera para que, admiremos su trabajo. Y para que pensemos qué podemos hacer con él.

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