Enrique de Prusia, príncipe del país homónimo y hermano menor del famoso Federico II el Grande, no estaba destinado a pasar a la Historia en el grupo de los que ocuparon un trono, y más siendo el decimotercer hijo de sus padres. Pero hasta dos veces intentó cambiar eso, una tratando de asumir la corona de Polonia y otra, más extravagante, cuando algunos de los revolucionarios norteamericanos le propusieron como presidente o rey de los nacientes Estados Unidos de América. Ninguna resultó.

Friedrich Heinrich Ludwig, que tal era su nombre completo, nació en Berlín en 1726, hijo del rey Federico Guillermo I de Prusia y la reina consorte Sofía Dorotea de Hannover. Al padre le apodaban el Rey Sargento por su militarismo, pues contrastando con la austeridad de la corte siempre vestía de uniforme y dedicaba la mayor parte de los recursos estatales al ejército, que llegó a ser muy poderoso.

Como decíamos tuvo trece vástagos, aunque los dos varones mayores fallecieron jóvenes y la tercera no podía gobernar en aquellos tiempos por su condición femenina, así que la sucesión recaía en el cuarto, también llamado Federico.

El príncipe Enrique de Prusia a los diecinueve años, retratado por Antoine Pesne/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Sin embargo, el monarca no se llevaba bien con él porque, contrastando con el recio espíritu impuesto en el país, había sido criado por la madre al refinado estilo francés; además, lo apartó de la sucesión al descubrir su relación amorosa con un teniente. No obstante, el Rey Sargento murió en 1740 y Federico heredó el trono para convertirse en uno de los mejores representantes del despotismo ilustrado dieciochesco, combinando una intensa política cultural con una eficaz gestión administrativa y sonadas victorias bélicas.

El nuevo soberano era un militar audaz que, tras someter a su hermano menor a un entrenamiento bajo las órdenes del coronel Von Stille, le nombró coronel de fusileros cuando sólo tenía catorce años. Eso le hizo extraordinariamente precoz, pues tomó parte con esa edad en la Primera Guerra de Silesia (un episodio de la de Sucesión de Austria), donde fue ayudante de campo en la batalla de Chotusitz. A partir de 1744 tomó el mando efectivo del regimiento y participó en la Segunda Guerra de Silesia, destacando en las batallas de Tábor y Hohenfriedeberg.

Federico II de Prusia, retratado por Van Loo/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Al año siguiente Enrique fue ascendido a mayor general, habiendo adquirido tal veteranía pese a su juventud que pudo permitirse el lujo de criticar al mismísimo rey en un memorándum que firmó en 1753 con el pseudónimo de Mariscal Gessler. Y es que el joven príncipe Federico era más defensivo y prudente en el campo de batalla, rechazando las ofensivas que ordenaba su hermano mayor que, aún exitosas, solían costar demasiadas bajas (a su vez, Federico le reprochaba un exceso de prudencia, como el que mostraría en la Guerra de Sucesión Bávara de 1778). Se entiende que Enrique se ganase el aprecio de no pocos mandos y que él les correspondiera poniendo sus nombres en un obelisco que erigió en Rheinsberg.

Como se puede deducir, la relación fraterna de Enrique con Federico no era muy fluida, aunque formalmente se llevaban bien y el monarca le regaló varios palacios, caso del que hoy es sede de la berlinesa Universidad Humboldt, el de Postdam o el castillo de Rheinsberg, que él convirtió en su residencia favorita. Allí vivía con su esposa, Guillermina de Hessen-Kassel, con la que se casó en 1752 en un matrimonio de estado. Pero no tuvieron descendencia. De hecho, apenas hacía vida conyugal con ella y las estancias palaciegas disponían de entradas y escaleras separadas, para evitarse.

En cambio tuvo amantes masculinos como el actor Blainville, el conde francés De La Roche-Aymon o el mayor Von Khapengst, este ultimo compañero de sonadas juergas en el palacio de Schloss Meseberg y del que se separó cuando el otro le exigió un ascenso a coronel, debiendo el príncipe hacerse cargo de las cuantiosas deudas que le dejó. Por eso en 1766, esgrimiendo como excusa una supuesta infidelidad de Guillermina, el matrimonio se separó. Algo parecido había vivido el soberano, otro que apenas mantuvo contacto con su esposa, Isabel Cristina de Brunswick-Bevern, con la que se había casado sólo por imposición paterna y a la que apenas vio unas pocas veces en su vida.

El castillo de Rheinsberg, residencia favorita de Enrique/Imagen: Thomas Kohler en Wikimedia Commons

Enrique no volvió a contraer nupcias y, por contra, una década más tarde le tocaría el papel de casamentero al concertar el matrimonio de Sofía Dorotea de Wurtemberg, nieta de su hermana Federica, con el zarevich Pablo I, heredero de Catalina la Grande, que acababa de quedar viudo al perder a su primera mujer durante un parto. La zarina de Rusia era prusiana de nacimiento y por tanto parecían entrar en juego intereses estratégicos, más aún después de años de enemistad, como veremos a continuación.

Entretanto, Enrique amplió su currículum militar en la Tercera Guerra de Silesia, primera de la serie de conflictos que desde 1756 sacudieron Europa y se extendieron a América y Asia: la Guerra de los Siete Años. En ella, ascendió a teniente general y tuvo actuaciones destacadas en las batallas de Praga, Leitzmeritz, Rossbach, Bautzen, Hoyerswerda y Pretszch, minimizando la derrota cosechada por su hermano en Kunesdorf (que estuvo a punto de dejar Prusia en manos de los austríacos y sus aliados rusos) y sobreponiéndose a una herida recibida en combate.

La infantería prusiana en combate, en una lámina decimonónica de Carl Röchling/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Su victoria en Freiberg (1762) puso fin a la contienda y despertó la admiración general, incluida la de Federico, pues inclinó la balanza de las negociaciones hacia el lado prusiano. Consecuentemente, el rey decidió utilizar sus servicios también en la paz y le destinó como diplomático a Polonia, país cuya debilidad se aprovechaba para gestionar su Primera Partición: un desgajamiento y reparto de buena parte de sus territorios entre Rusia, Austria y Prusia que el propio Federico, cerebro de la operación, diseñó para mantener ocupados a los otros admitiendo: «… somos meros ladrones».

Enrique, como agente responsable del asunto (según dice una versión, se le ocurrió a él sobre la marcha cuando mediaba entre Rusia y Turquía), negoció las condiciones viajando a Estocolmo y San Petersburgo.

Durante las conversaciones le ofrecieron el trono polaco, algo a lo que se mostró receptivo; pero su hermano, al que no gustó nada la idea, le negó su permiso, como también hizo luego con una contraoferta de Catalina de Rusia de entregarle el planeado Reino de Valaquia. La partición de Polonia se consumó en 1772 (en 1793 y 1795 se sucederían otras dos) y Enrique continuó su labor diplomática en Francia.

La Primera Partición de Polonia/Imagen: Rowanwindwhistler en Wikimedia Commons

Fue en 1775 cuando surgió una nueva oportunidad de ceñirse una corona. Ese año las Trece Colonias de Gran Bretaña en Norteamérica se rebelaron contra la metrópoli y unos y otros se vieron inmersos en una larga Guerra de Independencia que duró hasta 1783, cuando la derrota británica en Yorktown y la consiguiente firma del Tratado de París supusieron el nacimiento de una nueva nación, los Estados Unidos.

Como ya explicamos en el artículo dedicado a los hessianos, en el conflicto combatieron numerosas tropas mercenarias prusianas que inicialmente estaban al servicio del rey Jorge III, pero que solían cambiar de bando cuando los insurrectos les ofrecían lotes de tierra para quedarse y unos cinco mil aceptaron.

Friedrich Wilhelm von Steuben en 1786, retratado por Ralph Earl/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Entre ellos estaba Friedrich Wilhelm von Steuben, un militar veterano de la Guerra de los Siete Años al que Benjamin Franklin, con quien había entablado contacto en París, convenció para unirse al Ejército Continental americano. Así fue cómo primero ejerció la tarea de adiestrar a los bisoños soldados rebeldes y luego asumió el mando de una de las tres divisiones de George Washington.

Terminada la guerra y consumada la independencia, se supone que Von Steuben fue el hombre que, junto con Nathaniel Gorham (un comerciante delegado de Massachusetts en el Congreso Continental, del que también fue presidente, y uno de los firmantes de la Constitución), hizo una sorprendente propuesta a Alexander Hamilton en 1786.

Hamilton, antiguo ayudante de campo de Washington y futuro primer Secretario del Tesoro (además de fundador del Primer Banco Nacional, el Partido Federalista, la Guardia Costera y el periódico The New York Post), era delegado del Congreso de la Confederación por Nueva York y formaba parte del grupo de notables que redactaban una constitución, por lo que parecía el hombre indicado para sugerirle un candidato a ocupar la representación del país, fuera cual fuese la forma de estado elegida. Por eso le ofrecieron el nombre de Enrique de Prusia, ya como presidente, ya como rey.

Firma de la Constitución de EEUU, obra del artista Howard Chandler Christy/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Una idea que hoy vemos bastante excéntrica, pero que entonces no lo era tanto. Aún no había estallado la Revolución Francesa, así que resultaba inverosímil un país sin monarquía y, de hecho, apenas tres años antes, el secretario de Estado español, conde de Aranda, había recomendado a la corona algo similar para los virreinatos americanos: colocar a tres infantes de la familia real como soberanos respectivos de México, Perú y Tierra Firme, quedando el rey Carlos III como emperador, para evitar un futuro despojo de esos territorios por los británicos (… o los estadounidenses, a los que ya veía como potencia en ciernes). Más tarde, Portugal haría algo similar -en otras circunstancias- con Brasil.

El caso es que la oferta presentada a Hamilton no tuvo recorrido. Se había hecho en el contexto complementario de un tratado de amistad y comercio con Prusia, pero incluso antes de consultar al propio interesado, Enrique; cuando se le trasladó también a éste, ya había sido retirada, por lo que ni siquiera tuvo la posibilidad de responder.

Al año siguiente, en 1787, la Convención Constitucional de Filadelfia adoptaba la recién aprobada constitución -que luego fueron refrendando asambleas estatales- por la que EEUU se configuraba como república federal presidencialista. Enrique perdía su última oportunidad de reinar.

La tumba de Federico de Prusia/Imagen: Spreepaula en Wikimedia Commons

En realidad, perdió algo más porque su hermano falleció en el verano de 1786. Al no tener hijos, le sucedió su sobrino Federico Guillermo II, un ilustrado y mecenas de las artes que carecía del espíritu guerrero de su tío, algo que resultaría fatal tres años después, cuando se impuso la revolución en Francia. En el país galo estaba Enrique precisamente en esos momentos, enviado por el nuevo monarca prusiano para intentar convencer al gobierno de Luis XVI de que aceptase reformas que evitasen el desastre. No fue escuchado y más tarde trató de negociar la paz con los revolucionarios y hasta una alianza con el Directorio; no en vano era un activo militante de la masonería y podía llamar a muchas puertas.

Federico Guillermo II reinó poco tiempo. Su óbito en 1797 dio la sucesión a su primogénito, Federico Guillermo III, de quien Enrique pasó a ser asesor, aunque con menos influencia de la que esperaba Voltaire (quien le conocía bien al haber estado al servicio de su hermano y le consideraba un heraldo de la Edad de la Razón, el perfecto rey filósofo -sin corona, eso sí-). Él mismo esperaba más de aquella colaboración, razón por la que a partir de 1799 se retiró. Se avecinaba una nueva era, la napoleónica -se entrevistó con Louis Bonaparte al año siguiente-, en la que consideró que ya no tenía sitio y falleció en su querido castillo de Rheinsberg en 1802, donde sus restos reposan bajo una curiosa pirámide de vértice roto.


Fuentes

Richard Krauel, Prince Henry of Prussia and the regency of the United States, 1786 | Pedro Voltes, Federico el Grande de Prusia | Barón de Korff, Historia de Alemania, Prusia y Austria… hasta 1840 | Wikipedia


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