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Biografía de la Reina Doña Victoria Eugenia - Archivo Linz de la Transición española | Fundación Juan March
SE ha proclamado la República. "Una señora nacida en Inglaterra, esposa y madre de españoles. Doña Victoria Eugenia de Battenberq. Reina de España, ha llorado esta noche al atravesar la frontera de nuestro país. Sólo las la grimas de la Reina traducían la emoción soterrada en la muchedumbre y en los viajeros." Era el 15 de abril de 1931.
Los Reyes han de salir de España. Su Majestad el Rey ha embarcado en Cartagena. El infante Don Juan—hoy depositario de la jefatura de la Familia Real—llega a Gibraltar. La última noche en España de la Reina que partió un día después iba a ser una dura prueba para su entereza y bondad. El Rey ha marchado y la augusta señora Queda con sus hijos en el Alcázar una noche más, en que no respetando siquiera su dolor una orden precipitada apresura a izar en el Palacio Real la batidera republicana. "El Soberano se despidió de la Reina—dice Cortés-Cabanillas—, de sus hijas y de don Jaime y don Gonzalo. Fue un adiós lleno de ternura. Doña Victoria Eugenia lloraba sin consuelo. No temía por ella ni Por sus hijos: temía por el Rey. "Nadie se meterá con nosotros, pues ¿qué van a hacer con una familia sola y desgraciada?, exclamaba. En las habitaciones privadas la Reina y sus hijos quedaban en terrible zozobra..." Era el fin. La última noche de la egregia dama en España, las últimas horas amargas y angustiadas de la esposa de Alfonso XIII. "Señor, nos traéis un tesoro—le habían dicho al Rey cuando la rubia princesa llegó a la corte—. Dios nos haga dignos de conservarlo."
Quizá sea esta hora del 15 de abril de 1931, cuando se dispone a abandonar el Palacio Real de Madrid, el triste momento adecuado a este otro momento triste de empezar su semblanza. Salen por la puerta del Moro y Parten para El Escorial, porque se ha decidido no tomar el tren en la estación del Norte. En el alto de Galapagar la Reina se despide de sus leales: "Quiera llegar sola a El Escorial. Así verán únicamente a una familia desgraciada, y no nos harán nada." En aquella despedida estaban Carmen y Pilar Primo de Rivera. Dicen que la Reina se volvió hacia Pilar y les dijo: "Si vuestro padre hubiera vivido, nada pasaría." Era la noche del imprudente júbilo republicano y del desamparo de la Monarquía. Alfonso XIII no quiso mantener las regias Prerrogativas a costa de la sangre de los españoles. En las calles, ni pena ni gloria. Si no hubo barricada hubo, al menos, un muerto en la Puerta del Sol. "Es un gitano que ha gritado: ¡Viva el Rey!", y continúa Foxá: "Moría por Don Alfonso aquel hombre que sólo conocía de la Monarquía la rudeza de los tricornios." Parecía el fin.
Y la Reina, bella y triste, ocultando sus ojos tras un pañuelo, pasa por Avila. Valladolid, Vitoria, San Sebastián..., estremeciendo la geografía española en un escalofrío de tristeza tan distinto de aquel alegre escalofrío que recibió a Doña Victoria Eugenia con blancas galas de novia, tan pronto salpicadas con la sangre del crimen anarquista.
ENA DE BATTENBERG
La princesa Victoria Eugenia Julia de Battenberg había nacido el 24 de octubre de 1887, en el castillo escocés de Balmoral. Era hija del príncipe Enrique de Battenberg y de la princesa Beatrit de la Gran Bretaña. Su madrina en el bautismo fue la españolísima Emperatriz Eugenia de Montijo. Con sus padres y hermanos, los príncipes Alejandro, Leopoldo y Mauricio, vivió en la misma residencia que su abuela, Victoria de Inglaterra. Era la última de las veintitrés nietas que la .Reina tenía. Su nacimiento fue anunciado a la usanza escocesa, con una gran hoguera encendida en Craig Gowan. Su infancia transcurrió al lado de su madre y de su abuela en los palacios de Balmoral, Windsor y Osborne. La educación de la princesa "Ena", como se le llamó familiarmente en Inglaterra, estuvo ordenada por los mismos principios que regían la de los hijos de la Reina de Inglaterra, que los había expresado así: "El principio que debe dominar es que los niños sean educados lo más sencillamente posible, que se les deje el mayor tiempo que se pueda fuera de las horas de estudio con sus padres y que se acostumbren a depositar en ellos toda su confianza." Cuando la princesa "'Ena" tenía poco más de ocho años, su padre, el príncipe Enrique, marino al servicio de la Escuadra de la. "Emperatriz de los Mares", murió a bordo del vapor "La Blonde", víctima de fiebres contraídas en África.
A fines de 1895 el principe Enrique, ignorando que hablaba por última vea con su hija, aprovechó una escala de su buque para escribirla desde Sevilla. El padre de la que iba a ser Reina de España, un mes antes de morir le decía: "... cuando seas grande viajarás. Vendrás a este precioso país de España. ¡Ya verás cómo te gusta y cuan feliz serás aquí!" Era su última carta; murió en enero de 1896.
A la princesa "Ena" se le inculcó el amor al estudio y al trabajo. En su infancia y juventud no tuvo trato más que con personas muy íntimas de la Familia Real. La etiqueta exigía que no se le dirigiese la plabra más que en inglés, aunque aprendió francés con gran facilidad y más tarde español. Su extraordinaria sensibilidad artística le llevó a interesarse por la música y las arfes plásticas, actividades en las que llegó a ser uno verdadera autoridad. La Reina Victoria, cuidó especialmente de que sus hijos y nietos
DOÑA VICTORIA EUGENIA
practicaran con dedicación los ejercicios físicos, convencida de su influencia no sólo en la salud, sino en el fondo moral de las personas.
Hasta mayo de 1905 la princesa "Ena" no fue presentada en la Corte, en un baile al que asistió toda la Familia Real inglesa, que se celebró en el palacio de Kensington, donde Victoria Eugenia de Battenberq siguió viviendo hasta la muerte de la Reina Victoria. Un mes más tarde el Rey de España Alfonso XIII hizo un viaje a Londres. Entonces se conocieron el Rey y la Princesa, cuando las Cancillerías extranjeras se inquietaban porque había llegado el momento en que Alfonso XIII tenía que pensar seriamente en el matrimonio. "En los Reales Palacios de Europa se soñaba y se sufría, con emociones encontradas, pensando en el real moso de la abierta sonrisa que llevaba sobre su cabeza la Corona de España." Y había un gran número de princesas que podían aspirar al Trono español.
Espigando en las crónicas de "Azorín", que como corresponsal de A B C se encontraba en Londres con motivo del viaje del Rey, leemos el día 6 de junio de 1905: "Londres cree que el viaje de Alfonso XIII es un viaje matrimonial." Día 7: "Se sigue creyendo en el matrimonio del Rey." Día II: "Yo no si lo que hay en definitiva en este delicadísimo asunto de los amores regios, Se habla de la princesa Patricia de Connaught y de la princesa dé Battenberg. No podéis marinaros una muchacha más linda, más delicada y espiritual que esta princesa rubia." Y luego: "... la princesa de Battenberg andaba junto a él y sonreía y charlaba animada." Y más adelante: "Tal vez la preferida sea la princesita rubia y vivaracha." Cuando Alfonso XIII la conoció en Windsor instantáneamente surgió el amor, "entré la general admiración y los murmullos de sorpresa de cuantos contemplaban la iniciación del idilio", que continuó en la "Villa Mouriscot", de Biarritz, ¿donde la Princesa se había trasladado en compañía de su madre. Allí el 6 de enero de 1906 Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII pidió verbalmente a la Princesa Beatriz la mano de su hija, que U fue concedida con la autorización del Rey Eduardo VII, jeje de la Casa Real inglesa. Aquel día el Monarca de diecinueve años Puso el siguiente telegrama o su madre, Doña María Cristina: "Me he comprometido con Ena. Abrazos, Alfonso El 7 de marzo de 1906 Ena de Battenberg cruza por primera ves la frontera española para protagonizar la ceremonia de abjurar el protestantismo y recibir los sacramentos del bautismo y de la confirmación en San Sebastián.
Y muy pronto cuarenta españolas empezaron un trabajo que había de durar más de dos meses para la confección de tas galas, nupciales de la Reina de España: un vestí do raso y plata, con las flores de lis de los Borbones y las rosas de Inglaterra,
LAS BODAS REALES
Era tiempo pictórico de alegrías poco antes de las bodas reales. Se preparaba el matrimonio de amor. La princesa Victoria Eugenia de Battenberg abandona el palacio de Kensington con su madre el 24 de maye de 1906. En el trayecto hasta la estación Victoria todo es clamor jubiloso en la multitud que despide a las princesas. Allí espera la Familia Real inglesa. La princesa Victoria Eugenia besa al Rey Eduardo y a la Reina Alejandra. El Rey da el brazo a la futura Reina de España y la acompaña hasta el vagón. Los vivas a las Familias Reales de ambos países son solamente el anticipado y alegre clamor que seguirá a la princesa hasta la Corte de Madrid, confundiendo la emoción del recibimiento que le hace España con el temblor de su encuentro con Alfonso XIII cuando el Soberano le tiende la mano en la estación de Irún. Todo lo que ocurre parece dispuesto para estremecer a la princesa. Entre el gritar ronco y emocionado de la multitud suenan los himnos. Hay una brevísima pausa y se escucha una vos recia y española: "Reina tan hermosa honra a una nación."
"No la multitud frente a ellos, sino entre ellos." La princesa inicia con el Rey de España el viaje hacia Madrid: San Sebastián, Zumárfaga, Alsasua, Vitoria, Miranda, Burgos, Valladolid y Segovia hasta el apeadero de El Plantío, donde esperan la Reina Doña María Cristina y los infantes de España. Ahora el júbilo y la alegría son inefables.
Van llegando a la Corte príncipes extranjeros: los príncipes de Gales, el archiduque heredero de Austria-Hungría, el Príncipe heredero de Bélgica, el gran duque Wladimiro de Rusia, el príncipe Alberto de Prusia, regente de Brunswick; el príncipe Eugenio de Suecia, el príncipe Andrés de Grecia, el príncipe Luis Felipe de Portugal, la princesa Pilar de Baviera, el príncipe Federico Enrique de Frusta y el principe heredero de Monaco; duques de Genova, de Italia y otros muchos acompañados de numerosos y brillantes séquitos.
La boda fue el 31 de mayo de 1906. Hay un gesto de preocupación: ese día se cumple el primer aniversario del atentado en París. Iban a acertar los pájaros de mal agüero. Se oye la vos del cardenal arzobispo de Toledo. El silencio es impresionante en San Jerónimo el Real. Dice despacio:
—Serenísima Señora Doña Victoria Eugenia Julia Eva María Cristina de Bailen
BIOGRAFÍA DE LA REINA DOÑA VICTORIA EUGENIA
lerg, ¿quiere Vuestra Allega Real por su legítimo esposo y marido, por palabras de presente, como manda la Santa Católica y Apostólica Iglesia Romana, a Don Alfonso XIII de Borbón y de Austria, Rey de España?
—Sí, quiero—dice la princesa.
Ya era Reina de España Victoria Eugenia. "Fue el comienzo de una era de felicidad que acabaría rota en pedazos."
Y al dallar el cortejo real la calle Mayor 'para entrar en Palacio... el Rey dice que le cegó un humo espeso:
"Cuando éste se disipó—continúa—, virías lises y las rosas del traje de novia la Reina estaban manchados de sangre. Había salido ilesa; pero varios de nuestros guardias fueron lanzados de sus cabalgaduras, descuartizados. Sangraban profusamente hombres y caballos. La calle Mayor ofrecía un terrible espectáculo. Veintiocho personas resultaron muertas y cuarenta heridas. Todo el mundo gritaba frenéticamente; "Han matado al Rey y a la Reina". Sólo gracias a la disciplina sobrehumana de mi regimiento de Wad-Ras que cubría la carrera y no rompió su línea, se evitó la avalancha de pánico. Tomé del brazo a la Reina y me dirigí a pie con ella en busca del coche de respeto. De no haber sido por mi deseo de que la Reina retribuyese los saludos del personal de los edificios oficiales no estaría hoy viva: la bomba estalló al lado derecho de la carrosa."
flor salpicada de sangre. DOS REINAS
Las dos Reinas, madre y esposa de Alfonso XIII, conviven en armonía, con una exacta comprensión de sus regios deberes. Estallo la guerra europea. Dice Romanones; "Los hermanos de la Reina Victoria combatían en el frente aliado, y en el de los centrales, los de la Reina Cristina." El hermano predilecto de la Reina Victoria, el príncipe Mauricio, ha caído en los campos de Flandes. Nadie consuela a la esposa del Rey mejor que María Cristina. Termina la guerra con la catástrofe de los Imperios centrales, patria de nacimiento de la Reina Cristina, que ve la dinastía de los Habsburgo dispersa. Es entonces Victoria Eugenia la que endulza la amargura de la Reina Madre. Las dos augustas mujeres, separadas por la longitud del Palacio Real de Madrid, pertenecen a dos épocas distintas, o familias distintas. Las dos Reinas, en quienes un acontecimiento histórico forzosamente provocaba reacción contraria, encuentran en los rigurosos deberes de su elevadisimo rango, en el amor a la persona del Rey y en su cristiana aceptación de la adversidad, la fórmula de una convivencia en que florecen las más hermosas cualidades personales.
Del matrimonio de Don Alfonso y Doña Victoria Eugenia nacen seis hijos; Alfonso Pío, el 10 de mayo de 1907; Jaime Leopoldo, el 23 de junio de 1908; Beatriz Isabel, el 22 de junio de 1909; María Cristina, el 12 de diciembre de 1911; Juan, el 20 de junio de 1913, y Gonzalo Manuel, que nace el 24 de octubre de 1914. Don Alfonso y Don Gonzalo han muerto.
Palacio de La Granea, una y veinte de la madrugada del 20 de junio de 1913. El Rey sale de la estancia real y dice radiante de júbilo a quienes aguardan con ansiedad tu la antecámara: "Señores, ¡es un varón!" La nueva sigue su dilatado curso hasta ti buen ciclista que espera para transmitirla a ¡a batería. A las dos y veinte la batería comienza a hacer las veintiuna salvas de ordenanza. La crónica de entonces, tan cercana a nosotros, decía: "El recién nacido, que lloró dos veces en la presentación, es muy robusto; pesa cuatro kilos. Tiene el pelo negro y los ojos azules, y se llamará Juan." Era el nacimiento de Su Alteza Real Don Juan de Borbón y Battenberg, Conde de Barcelona, cabeza de la Familia Real española.
INTELIGENTE Y BONDADOSA
La Reina Doña Victoria Eugenia alentaba todas las obras de caridad y misericordia que pudieran emprenderse, cualquier iniciativa en favor de la cultura patria. Principalmente aquellas actividades de carácter social y de educación femenina. Tres merecen especial atención; la Liga Antituberculosa-—desde que llega a España ocupa la presidencia—, con la fundación de sanatorios y dispensarios. La Reina se consagró con verdadero entusiasmo a esta tarea. Fue ella quien organizó la Fiesta de la Flor, para conseguir fondos con que combatir la tuberculosis. También fundó el Ropero de Santa Victoria y se preocupó singularmente de la reorganización de la Cruz Roja. La Reina Doña Victoria Eugenia, asesorada por médicos y cirujanos eminentes, dirigió personalmente la instalación de hospitales y sanatorios, que luego visitaba con frecuencia. En casi todas las provincias españolas inauguró estos establecimientos benéficos. En gran parte se debe también a la Reina de España la fundación del Instituto de Reeducación para los Inválidos, de la guerra y del trabajo. La Acción Católica de la Mujer en España, los Talleres del Trabajo de la Mujer, las Casas-Cuna, Juntas de Protección a la Infancia y otros Centros recibieron su constante apoyo. "Llevaba con sus propias manos el socorro al lugar donde era necesario."
Sus actividades caritativas no fueron el ejercicio representativo de su alto rango en reuniones y asambleas, sino una activa e inteligente promoción de iniciativas, un duro trabajo de una Soberana sensible a las miserias y necesidades de su pueblo.
También prestó una gran protección a toda manifestación cultural y artística; visitó exposiciones y certámenes, asistió a conciertos e invitó a los artistas más destacados para que fueran escuchados en la Corte. Presenció muchas representaciones del arte escénico nacional. Era hermosísima y joven cuando llegó a España. También era buena y sensible.
LA REINA DE ESPAÑA Después de la marcha de Sus Majestades Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia y de la suspensión del poder Real: "Resueltamente—dijo el Rey—, quiero apartarme de cuanto sea lámar a un compatriota contra otro en guerra civil", lejos de España, la vida de los Soberanos transcurre con el signo cambiante de la sucesión de acontecimientos familiares felices y desgraciados. El 28 de febrero de 1941, a las 11,51 de la mañana, fallece en Roma el Rey Don Alfonso XIII, que padecía desde hacía años una angina de pecho. En la cámara mortuoria la Reina Doña Victoria Eugenia llora la pérdida del esposo y del Rey de España; en la cámara alquilada de un gran hotel. La Reina de España ha residido después, con breves estancias en Roma, Londres y Biarritz, en Lausanne (Suiza), rodeada del amor de sus hijos los Condes de Barcelona y los infantes Don Jaime, Doña Beatriz y Doña María Cristina; con la alegría de sus nietos, y últimamente bella y majestuosa en la solemne cifra de sus años, alcanzó la alegría de conocer a su primer bisnieto. Ningún otro acontecimiento, que no sea su sometimiento al Jefe de la Casa Real española, Don Juan de Barbón y Battenberg, merece ya anotarse en los postreros años de esta historia de la Reina Doña Victoria Eugenia, si no es aquel, en la mañana del 13 de abril de 1960, en que Su Majestad fue recibida en solemne audiencia Privada por Su Santidad el Papa, y la clamorosa acogida de los españoles a su llegada a Barajas en 1968.
EL ULTIMO VIAJE
Hace ahora poco más de un año que se Produjo en Madrid uno de los acontecimientos culminantes de la biografía de Doña Victoria Eugenia. Un día de febrero, la Reina Madre volvió a pisar tierra española, después de treinta y siete años de destierro. Anciana pero firme, fuerte el ánimo, volvía a ser madrina de un Infante recién nacido: el nieto varón de Don Juan, el heredero de Don Juan Carlos, con cuyo nacimiento se anudaba un eslabón más en la cadena, milenaria, de la Familia. El recibimiento del pueblo de Madrid a Don Juan y a la Reina fue para algunos tan inesperado como desbordante: el centenar de españoles que la despidió en las crestas dolo-rosas de Galapagar se multiplicó por mil para recibirla. Una muchedumbre de madrileños y de españoles se concentró en el aeropuerto de Barajas para esperar la llegada del Conde de Barcelona, que acudió por carretera a recibir a su madre.
En esta masa de españoles—lo destacaron en su día los comentaristas—podía verse un crecidísimo porcentaje de hombres nacidos después del 14 de abril de 1931. Cuando la Reina Victoria saludó al representante del Jefe del Estado y se inclinó en una reverencia profunda ante su hijo, una ovación estalló en el aire del aeropuerto. Al día siguiente, 8 de febrero, la Reina llevó a la pila bautismal a su bisnieto, que fue apadrinado por el Conde de Barcelona, en presencia del Jefe del Estado, Generalísimo Franco. Hasta su regreso a Lausana, el 11 de febrero, Doña Victoria vivió en Madrid unas jornadas en permanente olor de multitud. Su visita a la Cruz Roja madrileña, institución fundada por ella en 1918, fue especialmente emocionante. La despedida en Barajas tuvo el mismo carácter de clamor, respeto y patriotismo que el recibimiento. Por muchos corazones cruzaría entonces la interrogación: aquella despedida, fervorosa y multitudinaria, digna de una Reina ejemplar, sería quisa el último adiós. Así ha sido.
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