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Enrique III, Rey de Francia y de Polonia (1551-1589).

Rey de Francia y de Polonia nacido en Fontainebleau el 19 de septiembre de 1551 y muerto en Saint-Cloud el 2 de agosto de 1589. Era el tercer hijo de Enrique II y de Catalina de Médicis, por lo que no ascendió al trono hasta la muerte sin descendencia de sus hermanos mayores, Francisco II y Carlos IX; hasta entonces llevó el título de duque de Anjou.

De los diez hijos de Enrique II y Catalina de Médicis, era Enrique el favorito de su madre, la cual presionó a Enrique II para que en 1567, una vez muerto Anne de Montmorency, fuese nombrado teniente general de Francia. Pese al importante puesto que ocupaba sus cualidades como militar eran más bien escasas y sus éxitos se deben al buen hacer de su segundo al mando, el mariscal Tavannes; así ocurrió en 1569 en Montcontour.

No está del todo clara la responsabilidad y la participación de Enrique, por entonces duque de Anjou, en la Matanza del día de San Bartolomé, en la que por orden del rey, Carlos IX, y de la reina madre, Catalina de Médicis, se ejecutaron a más de diez mil hugonotes en toda Francia. Si está clara sin embargo su participación totalmente ambigua en las Guerras de Religión, la cual en nada contribuyó a solucionar el problema que enfrentaba a católicos y hugonotes en Francia.

En 1573 se encontraba en la Rochela cuando se recibió la noticia de que había sido elegido como rey de Polonia. Tan solo la amenaza directa de Carlos IX logró que Enrique abandonase París, donde se encontraba la princesa de Condé con la cual quería contraer matrimonio, y se dirigiese a ocupar el inestable trono polaco. El 30 de mayo del año siguiente Carlos IX falleció y Francia quedó sin rey al no haber dejado heredero directo, por lo que Enrique se apresuró a volver a la patria para hacer valer sus derechos.

Como rey de Francia se dedicó al lujo y las excentricidades, no mostró interés por lo que aconteciese en Francia y se dedicó a una vida disoluta dejando el gobierno en manos de ministros como el pensador Jean Bodin. Entre 1575 y 1588 la autoridad real estuvo ejercida de forma directa por Catalina de Médicis que supo mantener con gran inteligencia el difícil equilibrio entre protestantes y católicos que tanto necesitaba Francia en esos momentos.

En mayo de 1576, Catalina de Médicis, firmó en Etigny-les-Sens un tratado que puso fin a la quinta guerra civil entre protestantes y católicos. Pero la conducta de Enrique, falto de moral, sus numerosos devaneos con el protestantismo, las intrigas de los Guisa y de España, acabaron por lograr que los católicos más radicales formasen una Liga Santa. Enrique en un intento de controlar la situación se hizo nombrar jefe de la Liga, pero fue en vano, ya que a pesar de que la Liga se vio obligada a aceptar su jefatura nominal, el auténtico líder de la misma era Enrique de Guisa.

En 1582 Enrique III nombró almirante de Francia a Joyeuse, su favorito, al cual había ascendido sin para desde su subida al trono. En 1586 le nombró gobernador de Normandía, al tiempo que le daba en matrimonio a Margarita de Lorena-Vaudémont, hermana de la reina. Estos esponsales fueron celebrados con la representación del Balet Comique de la Reine, el primer Ballet de Cour celebrado en Francia.

En 1584 falleció sin descendencia el único hermano varón que le quedaba al rey, Francisco, duque de Alençon y Anjou. Debido a que Enrique III tampoco tenía descendencia masculina de su matrimonio con Luisa de Lorena, y de acuerdo a la Ley Sálica, que excluía a las mujeres del trono, el heredero real venía a ser un hugonote, Enrique de Borbón, rey de Navarra. Los católicos, concentrados en la cada vez más poderosa Liga, no estaban dispuestos a aceptar que un hugonote se sentase en el trono católico de Francia. Ante el peligro cierto de descomposición del reino, Enrique III realizó un esfuerzo conciliador; invitó al rey navarro a que renunciase a sus derechos al trono de Francia o que se convirtiese al catolicismo. Evidentemente Enrique de Borbón se negó a renunciar a sus derechos y a abjurar de su religión, ya que con ello solo conseguiría perder sus apoyos protestantes y no lograría sustituirlos por apoyos cristianos que nunca se fiarían de tal conversión.

En julio de 1585 Enrique III promulgó el edicto de Nemours por el que el protestantismo era declarado ilegal en Francia. La respuesta fue inmediata y la guerra estalló de nuevo. A este enfrentamiento se le conoce como Guerra de los Tres Enriques, ya que en ella participaron: Enrique III como jefe nominal de los católicos; Enrique de Guisa como auténtico líder católico y Enrique de Borbón como representante de los protestantes. De los tres el mejor situado era Enrique de Guisa ya que ganase quien ganase él quedaría cerca del trono; Enrique III se dio cuenta y decidió retirarlo de la lucha ordenándoles que fuese a Champaña. Enrique I de Lorena, duque de Guisa, por su parte decidió consolidar su posición a través de la búsqueda de apoyos internacionales. Entró en tratos con Felipe II de España, el cual apoyó su causa con el objetivo debilitar a su vieja enemiga, Francia, e incluso de hacerse con el trono; con este fin, Felipe II envió en 1587 ayuda económica a Enrique de Guisa. El duque de Guisa entró también en tratos con el papa Gregorio XIII, para que este le permitiese hacer la guerra al rey de Francia, aunque el objetivo declarado de la Liga fuese la guerra contra los protestantes. El papa accedió, pese a que por otro lado también se había comprometido a ayudar a Enrique III.

El 9 de abril de 1588 Enrique de Guisa, desobedeciendo a su rey, se presentó en París. El 12 de mayo las multitudes parisinas se echaron a la calle en apoyo del de Guisa, todo un héroe para el pueblo; el movimiento fue tal que Enrique III tuvo que abandonar la ciudad. El problema es que no tenía donde ir, ya que la Francia protestante pertenecía a Enrique de Borbón y la católica a Enrique de Guisa; el rey solo contaba con la fidelidad de algunas plazas menores y un puñado de seguidores. En tan dramática situación apareció el genio político de Enrique III. Firmó en Rouen un edicto por el cual confirmaba la Liga, excluyó del trono a Enrique de Borbón y dio al duque de Guisa una serie de plazas en las que asegurar sus posiciones, al tiempo que lo nombraba lugarteniente general del reino. Todas estas medidas eran en realidad vacías, ya que la Liga era lo suficientemente poderosa como para expulsar al rey de su capital, por lo que no necesitaba confirmación ninguna; por otro lado, el duque de Guisa ya era dueño de las plazas que el rey le concedía y era dueño de sus ejércitos. Estas disposiciones fueron pues una confirmación por parte del rey de la situación en la que se encontraba, y una forma, efectiva, de ganar tiempo.

A finales de 1588 Enrique III convocó los Estados generales en Blois para tratar, en teoría, sobre las reformas que eran necesarias en el reino. El duque de Guisa fue uno de los primeros en acudir a la llamada regia. Una vez en la reunión, Enrique III llamó a Enrique de Guisa a sus aposentos privados donde le esperaban una docena de hombres del rey que le dieron muerte. Su hermano, el arzobispo de Reims, Luis de Lorena, fue también asesinado al día siguiente. La propia madre del rey, Catalina de Médicis recriminó duramente, durante los quince días que le restaban de vida, a su hijo por el asesinato de los dos dirigentes de la familia Guisa. Enrique III perdió gran parte de los pocos apoyos que aún conservaba, la Liga condenó con rotundidad el crimen, la población se lanzó a la calle (Jornada de las barricadas, mayo de 1588) en una oleada de protestas que obligó a Enrique III a refugiarse en Tours. Solo contaba con un apoyo firme en estos momentos, Enrique de Borbón, rey de Navarra y representante de las aspiraciones de los protestantes. En la difícil situación en la que se encontraba el monarca Valois, entabló negociaciones con el rey navarro, estas negociaciones tuvieron éxito ya que el monarca francés claudicó a todas las exigencias del navarro.

El ejército protestante y lo que quedaba del ejército real se dirigieron unidos a sofocar la rebelión en su mismo centro, en París. El 30 de julio de 1589 comenzaron los preparativos del sitio parisiense. Enrique III pronunció siniestras amenazas contra los dirigentes de la rebelión, amenazas que no pudo llevar a cabo ya que el uno de agosto fue asesinado por el religioso dominico Jacobo Clément, este se presentó en Saint Cloud, el centro de mando del sitio parisino, y solicitó en su calidad de religioso una audiencia con el rey, una vez conseguida se lanzó sobre el monarca al que acuchilló. Clément fue inmediatamente ajusticiado por los seguidores del rey, que no pudieron hacer nada por salvar a Enrique III. En Roma se hizo el elogio de Jacobo en el púlpito, en París pusieron su retrato junto al Santísimo Sacramento y, por toda Francia, se le trató de mártir y se le llamó santo. Enrique III falleció al día siguiente del ataque, tras nombrar como su sucesor a Enrique de Borbón, por lo que con Enrique III se extinguió la dinastía de Valois y se inició la de Borbón.

Durante el reinado de Enrique III se fundó la orden del Espíritu Santo en 1578 con la idea de crear un cuerpo de caballeros completamente fiel al monarca, en los difíciles años que vivía Francia. Realmente la Orden cumplió este objetivo, ya que hasta su muerte fue uno de los pocos apoyos con los que Enrique III siempre pudo contar. Otro de los aspectos significativos del reinado fue la adopción del calendario gregoriano, realizado por Gregorio XIII, en sustitución del juliano.

Autor

  • Juan Antonio Castro Jim�nez