Símbolo de América Latina

Emiliano Zapata, el héroe del pueblo en la revolución mexicana

Tras su asesinato a traición, Emiliano Zapata se convirtió en un símbolo para los campesinos de toda América latina. Con su frase "Tierra y Libertad", el conocido como Caudillo del Sur iluminó el camino a muchos indígenas en su lucha contra las desigualdades.

Foto de Emiliano Zapata montado a caballo realizada alrededor del año 1911.

Foto: PD

Emiliano Zapata, uno de los héroes de la revolución mexicana, sigue siendo, incluso a día de hoy, un símbolo para todos los campesinos de América Latina en su lucha contra las desigualdades sociales. El Caudillo del Sur, como era conocido, murió el 10 de abril de 1919 víctima de una emboscada que le tendió el coronel Jesús Guajardo en la hacienda de Chinameca, en el estado mexicano de Morelos. Con su muerte, el general Venustiano Carranza, presidente de México, pretendía acabar con la llamada Revolución del Sur. De hecho, tras la muerte de Zapata solo quedaría otro líder revolucionario, Pancho Villa, resistiendo en el norte del país hasta 1923.

El lema de Emiliano Zapata: Tierra y Libertad

Con tan solo 23 años, Emiliano Zapata ya tenía cierta experiencia en revoluciones: había liderado un levantamiento en la ciudad de Yautepec para poner coto a los desmanes que allí estaba cometiendo el cacique Pablo Escandón, y en 1906 defendió las tierras de unos campesinos frente al acoso de grandes propietarios de terrenos. Fue entonces cuando Zapata acuñó la celebre frase: "Es mejor morir de pie que vivir toda la vida arrodillado". Para añadir más leña al fuego, en 1909, una ley promulgada por el entonces presidente de México, Porfirio Díaz, amenazaba con empeorar aún más la miserable situación de campesinos e indígenas en un país donde los terratenientes y las grandes compañías eran amos y señores de casi toda la tierra cultivable, condenándolos a la miseria más absoluta. La situación llegó a tal punto que, en septiembre de ese mismo año, los habitantes de la aldea donde vivía Zapata, Anenecuilco, fueron convocados a una reunión clandestina con el objetivo de hacer frente a aquel grave problema. De este modo, y decididos a renovar el concejo municipal, acordaron elegir como presidente del nuevo concejo al futuro padre de la revolución mexicana: Emiliano Zapata.

Con tan solo 23 años, Emiliano Zapata ya tenía cierta experiencia revolucionaria: había liderado un levantamiento en la ciudad de Yautepec para poner coto a los desmanes que allí estaba cometiendo el cacique Pablo Escandón.

Con el tiempo, la fama y el carisma de Emiliano Zapata no hicieron más que aumentar. Decidido a hacer gala del liderazgo que exigía la situación, Zapata se dedicó a aleccionar a los campesinos sobre las ventajas de la Revolución. En su libro Zapata. La lucha por la tierra, la justicia y libertad, el sociólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en Historia por el Colegio de México, Felipe Ávila, afirma que el movimiento que lideraba Emiliano Zapata "es la historia ancestral de los pueblos indígenas y campesinos por defender sus tierras, sus bosques, sus aguas y sus recursos naturales".

Entrada de Emiliano Zapata y Pancho Villa en Xochimilco.

Foto: PD

De hecho, las terribles desigualdades que conllevaron las políticas de Porfirio Díaz fueron el principal detonante para que los campesinos se unieran a la lucha de Zapata. Pero todo se precipitó cuando Díaz tomó la decisión de presentarse como candidato a las elecciones. El único candidato que podía tumbar la candidatura de Díaz, el empresario y político Francisco Ignacio Madero, fue perseguido hasta el punto de que se vio obligado a exiliarse. Todo aquello no fue óbice para que proclamase el llamado Plan de San Luis, por el que instaba al pueblo mexicano a alzarse en armas.

Al año siguiente, con el lema "Tierra y libertad", Emiliano Zapata se unió al movimiento revolucionario de Francisco Ignacio Madero, con la clara intención de derrocar al régimen de Díaz. Como así fue. En 1911, Porfirio Díaz tuvo que partir al exilio después de traspasar el poder al político y diplomático Francisco León de la Barra, el cual asumió la presidencia de forma interina hasta la celebración de nuevas elecciones, que se celebraron el mes de noviembre de 1911 y en las que Francisco Ignacio Madero resultó elegido presidente. Zapata esperaba que el nuevo gobierno asumiría los compromisos en materia agraria que se habían acordado, pero el nuevo mandatario, sometido a fuertes presiones por parte del ejército y de los sectores más reaccionarios de la sociedad, exigió, sin embargo, la entrega de las armas a los revolucionarios.

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"La tierra para quien la trabaja"

A finales de noviembre de 1911, Emiliano Zapata presentó su propia Reforma Agraria, conocida como el Plan Ayala por haberse promulgado en la población de Ayala, en el estado de Morelos. La reforma buscaba colectivizar las grandes tierras y liberar así a miles de campesinos e indigenas de la opresión latifundista a la que estaban sometidos. Con ello, Zapata pretendía ser consecuente con otro de sus célebres y reivindicativos lemas: "La tierra para quien la trabaja". Hombre de profundas convicciones, Zapata abogó asimismo por el derecho a la huelga y también por la emancipación de la mujer. Sus ideales en ningún momento se vieron alterados por los diferentes cambios de gobierno. De hecho, desde 1911 hasta 1919 luchó denodadamente por los derechos de los pobres en los estados del sur de México, y fue entonces cuando se alió con Pancho Villa, otro de los líderes de la Revolución mexicana.

Hombre de profundas convicciones, Zapata abogó por el derecho a la huelga y también por la emancipación de la mujer. Sus ideales en ningún momento se vieron alterados por los diferentes cambios de gobierno.

En 1913, el presidente Madero fue derrocado por un antiguo militar porfirista llamado Victoriano Huerta, quien, con el apoyo de Estados Unidos, instauró una férrea dictadura contrarrevolucionaria. Los ataques del ejército gubernamental sobre los zapatistas se recrudecieron, sin éxito. Nombrado comandante de la revolución, Emiliano Zapata logró frenar la ofensiva de los hombres de Huertas y fortaleció su posición en el estado de Morelos. Huertas era considerado un traidor por los revolucionarios, y también por el gobernador de Coahuila, el político, militar y empresario Venustiano Carranza, quien se erigió en el líder de los constitucionalistas. Así, el primer objetivo de Carranza fue expulsar a Huerta y restablecer la legalidad constitucional con el apoyo del líder de los revolucionarios agraristas del norte, Pancho Villa.

Imagen de Emiliano Zapata junto a sus hombres.

En octubre de 1914 tuvo lugar la conocida como Convención de Aguascalientes que pretendía unir a todas las facciones revolucionarias y también a los más moderados. El resultado de este encuentro fue la elección del general Eulalio Gutiérrez Ortiz como Presidente de la República y se nombró a Pancho Villa comandante del ejército convencionista (por la Convención) que muy pronto se enfrentaría al de Carranza. Aquella inesperada situación obligó al gobernador de Coahuila a abandonar Ciudad de México y retirarse a Veracruz, donde estableció su propio gobierno.

La reunión de los traidores

Pero Zapata y Villa tuvieron sus diferencias, lo que los acabaría distanciando. La ambición de Pancho Villa chocó frontalmente con los ideales de Zapata, lo que produjo la ruptura definitiva de la coalición que ambos mantenían (este hecho fue aprovechado por Carranza para resurgir de su retiro de Veracruz). Emiliano Zapata se retiró a Morelos, donde vivió dieciocho meses de auténtica paz, mientras los villistas y los carrancistas se desangraban en su enfrentamiento por el poder. Al final, con la derrota de Pancho Villa, Carranza pudo concentrar todos sus esfuerzos en vencer a Zapata, y durante el mes de febrero de 1916, el revolucionario autorizó a que representantes suyos iniciaran conversaciones con el general Pablo González, uno de los hombres de confianza de Carranza, a quien se había encomendado la tarea de recuperar Morelos. Tras el fracaso de las negociaciones, en el mes junio de aquel mismo año, González lanzó a sus tropas contra Zapata y logró apoderarse de su cuartel general, aunque tras una dura guerra de guerrillas, el revolucionario logró recuperar de nuevo el control en enero de 1917.

La incapacidad política de Zapata y de Villa para gobernar y sus diferencias distanciaron a los dos caudillos lo que fue aprovechado por Carranza para resurgir desde su retiro de Veracruz.

Imagen de Pancho Villa y de Emiliano Zapata.

Foto: Cordon Press

El general Pablo González era consciente de que las conversaciones con Zapata acabarían en fracaso, y ante la imposibilidad de acabar con el movimiento revolucionario, requirió la ayuda de uno de sus colaboradores más fieles, el coronel Jesús M. Guajardo, un militar que empleaba métodos brutales para lograr sus fines: fusilamientos, recolonización, quema de pueblos, saqueos y rapiñas. En marzo de 1919, la situación de la revolución zapatista se hallaba en un punto crítico. No solamente escaseaban los pertrechos, sino que muchos de los hombres, desanimados, habían abandonado ya la lucha. En vista de ello, el general González aprovechó la oportunidad, y él y Guajardo urdieron un plan para engañar a Zapata y asesinarlo. Primero hicieron correr el rumor de que ambos se habían distanciado y que Guajardo pretendía desertar del ejército federal con algunos hombres y armas. Posteriormente, el 9 de abril de 1919, Guajardo visitó a Emiliano Zapata con la excusa de unirse a su causa, y para ganarse su confianza le obsequió con un hermoso caballo alazán llamado As de Oros y una espléndida silla de montar. Además, para demostrarle su lealtad, Guajardo le prometió fusilar a 57 de sus propios hombres, unos hombres a los que hasta hacía poco había comandado.

La muerte de Emiliano Zapata, el "Caudillo del Sur"

Al día siguiente, 10 de abril de 1919, Guajardo invitó a comer a Emiliano Zapata en la hacienda Chinameca. Ese día, Zapata dejó a un lado su carácter desconfiado y cauteloso, que tantas veces le había salvado de caer en emboscadas mortales. Así, junto a diez de sus hombres el líder revolucionario cruzó el dintel de la puerta de la hacienda y entonces sonó una trompeta llamando a honores. Sin que él lo supiera, aquella era la señal para que los tiradores que Guajardo tenía apostados abrieran fuego. Zapata y sus diez acompañantes quedaron atrapados en medio del fuego cruzado, y a pesar de que el revolucionario alcanzó a sacar su pistola, todo fue inútil: un balazo se la arrancó de la mano y él y sus hombres cayeron abatidos bajo una lluvia de proyectiles. Aquel acto, condenado por muchos, convirtió a Zapata en el símbolo de la revolución mexicana, en el defensor de los campesinos más pobres y desfavorecidos. El movimiento iniciado por Zapata continuó durante un tiempo, pero tras su asesinato, el Ejército de Liberación del Sur acabaría disolviéndose y la soñada reforma agraria de Emiliano Zapata solo fructificaría años después, cuando fue impulsada por el presidente Lázaro Cárdenas en la década de 1930.

Foto de Emiliano Zapata tomada en el año 1914.

Foto: PD

El cuerpo de Emiliano Zapata fue llevado en mula hasta Cuautla, donde fue expuesto en la estación de policía para que sirviera de escarmiento a los rebeldes que aún lo apoyaban. Con su muerte, Zapata se convirtió en un mito, y una de las leyendas que surgieron en torno a su figura llegó a afirmar que el líder revolucionario no había muerto en el tiroteo y que el cadáver que mostraban las autoridades era el de un doble que este utilizaba en casos de extremo riesgo.

El cuerpo de Emiliano Zapata fue llevado en mula hasta Cuautla, donde fue expuesto en la estación de policía para que sirviera de escarmiento a los rebeldes que aún lo apoyaban.

Algunos años después, en 1932, los restos de Zapata fueron trasladados a la plaza Revolución del Sur, en Morelos, donde también se erigió una estatua en su honor. En la tumba del líder de la revolución mexicana una inscripción reza así: "Al hombre representativo de la revolución popular, al apóstol del agrarismo, al vidente que jamás abandonó la fe, al inmortal EMILIANO ZAPATA dedican este homenaje sus compañeros de lucha". Lucha que retomarían mucho después algunos movimientos obreros y campesinos de México, como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se levantó en armas el 1 de enero de 1994 en el estado mexicano de Chiapas, un movimiento que acabó dejando las armas en 2005 para convertirse en un partido político.