Las (imposibles) promesas de Xóchitl

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Nacional

Las (imposibles) promesas de Xóchitl

Los ofrecimientos fueron varios, cada cual más descabellado

Carlos A. Pérez Ricart
Agencia Reforma

domingo, 14 abril 2024 | 07:24

El Diario de Juárez

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Ciudad de México.- El gran Gatsby, la novela de F. Scott Fitzgerald, trata de las irrealizables promesas que hace el protagonista Jay Gatsby a Daisy Buchanan, su amor imposible. Gatsby, un joven con pasado turbio y futuro improbable, promete a Daisy éxito, fiestas impresionantes, dinero a raudales y una vida de felicidad. Gatsby no se cansa de ofrecer cosas que (él mismo lo tiene claro) jamás podrá cumplir.

El domingo pasado, en el día más importante de la campaña, Xóchitl Gálvez hizo de Jay Gatsby. Prometió imposibles sin ruborizarse o parpadear. Como en la novela de Fitzgerald, el desenlace no augura nada bueno.

Los ofrecimientos fueron varios. Cada cual más descabellado. Gálvez, por ejemplo, ofreció una "tarjeta inteligente" con la cual, cualquier familia mexicana, podrá atenderse en clínicas privadas, pagar cirugías y obtener medicamentos en cualquier farmacia privada. La lógica es tan simple como insostenible: si el gobierno no puede proveer salud pública de calidad, la iniciativa privada -infalible diosa- lo hará. Con cargo al erario.

En materia educativa, ofertó más de lo mismo. Gálvez prometió una "beca universal" desde preescolar hasta preparatoria en escuelas públicas o privadas. Como en salud, la lógica es financiar la demanda y no la oferta, una propuesta que se ha mostrado una y otra vez fallida y con la que ahora Xóchitl y Javier Milei vuelven a coquetear. En tan solo un par de meses hemos emprendido un viaje en el tiempo con destino a los (nunca) fabulosos años noventa.

A nivel universitario, la propuesta de la candidata del frente opositor es similar: establecer un programa que garantice que aquellos jóvenes que no hayan sido admitidos en universidades públicas puedan estudiar sin costo en privadas. Ahí estará la Secretaría de Hacienda como garante de pago.

Hacia el final del debate, Xóchitl presentó la "tarjeta mexicana", un mecanismo que, en caso del improbable triunfo opositor, entregará cinco mil pesos mensuales a mujeres en condición de vulnerabilidad (al inicio de la campaña la propuesta iba dirigida a todas las mujeres entre 18 y 64 años). Claro que la palabra clave, "vulnerabilidad", quedó pobremente definida. En diferentes apariciones, la candidata ha sugerido que el concepto abarca desde madres solteras a mujeres mayores de cincuenta años.

La fiesta de las promesas sin viabilidad económica no terminó con el debate. Esta semana, Xóchitl Gálvez ofreció que, al terminar su sexenio, "todos los mexicanos tendrán un patrimonio de vivienda digna (sic)". Los partidos que abanderan su candidatura -quizás temerosos por las encuestas- no se han quedado atrás y han arreciado sus campañas con promesas que ruborizarían al Gran Gatsby. Dos de ellas son priistas.

La primera, que "turistas nacionales no paguen casetas durante puentes, días festivos y periodos vacacionales". La segunda, la entrega de tres "apoyos" de cuarenta mil pesos a jóvenes al cumplir 18, 21 y 24 años. La explicación de Alejandro Moreno no podría ser más ambigua: "queremos que los jóvenes tengan una lanita propia, que puedan invertir en ellos, en su presente y su futuro".

Durante cinco años y medio (y si me apuran, desde hace treinta años), la Oposición creó un monigote de paja en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador. Acusó al Presidente de populista y a su política social de insostenible. En los últimos dos años, ha centrado su crítica, quizás con razón, en la alta deuda pública que heredará a la siguiente administración. Frente al supuesto dispendio, la Oposición perfiló un discurso en torno a la prudencia fiscal.

Hoy, sin embargo, ante el sombrío panorama electoral, Xóchitl Gálvez y los partidos que abanderan su candidatura han decidido desatarse del mástil y remover la cera de sus oídos. La seducción populista terminó por alcanzarlos. El resultado será fatal. Ganarán, en el mejor de los casos, un par de puntitos, pero habrán desdibujado los pilares del arco narrativo con el que sostenían su crítica al proyecto morenista. ¿Qué quedará de ellos después de eso?

El desenlace del Gran Gatsby es sombrío. Entre ilusiones rotas y expectativas no cumplidas, la relación entre el protagonista y Daisy Buchanan fracasa rotundamente. Hacia el final de la novela, Gatsby es asesinado. A pesar de los años invertidos en relacionarse con las clases altas de Nueva York, a sus exequias no va casi nadie. Los supuestos amigos lo abandonaron. Su funeral es símbolo de la futilidad y vacuidad de las promesas hechas a lo largo de su vida.

Por fortuna, la ficción pocas veces tiene que ver con la realidad.

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