Disney nos presenta su propia versión de El Cascanueces de E.T.A Hoffman. ¿Qué tal está esta nueva adaptación?
Cuando Ernst Theodore Amadeus Hoffman escribió, allá por 1816, El Cascanueces y el Rey de los Ratones, probablemente no imaginó que terminaría convirtiéndose en uno de los cuentos más trascendentales de todos los tiempos. Innumerables adaptaciones han surgido a través de los años y ahora le damos la bienvenida a la llevada a cabo por Disney, una con actores de carne y hueso y un gran despliegue audiovisual.
En El Cascanueces y los Cuatro Reinos conocemos a Clara, una niña de Londres que recientemente perdió a su madre y, en consecuencia, el sentido de su vida. Sin embargo, todo cambia cuando recibe el último regalo que su madre le dejó: un huevo con una cerradura sin llave. Entonces, Clara emprenderá un viaje sin igual para poder abrir su regalo. Así llegará a conocer la Tierra de los Copos de Nieve, la Tierra de las Flores y la Tierra de los Dulces y deberá enfrentarse al Cuarto Reino, en donde habita la malvada Madre Ginger, para que así la paz y la tranquilidad puedan regresar a ese mundo mágico.
Con Lasse Hallström (Siempre a tu lado) y Joe Johnston (Jumanji) en la dirección, la película ha decidido contar toda esa historia en apenas poco más de 90 minutos. Suena a escaso, ¿verdad? Bueno, lo es. Desde el minuto uno todas las escenas se sienten apresuradas, como si hubieran sido rodadas a contrarreloj. La sensación de querer resolver las cosas lo antes posible y llegar al final resulta muy molesta, corrompiendo el universo en el que pretenden sumergirnos. Al menos se hubiera necesitado media hora más para poder desarrollar todo como es debido.
Este tiempo tan acotado, además, trae consigo un montón de consecuencias secundarias. Una de las que más molesta es la falta de profundidad en los personajes, siendo todos ellos presentados a las apuradas, quitándoles la posibilidad de generar empatía en el espectador. Incluso la propia Clara, protagonista de la aventura, sufre en su construcción y no termina de desarrollarse como la gran salvadora en la que acaba convirtiéndose solo por los hechos en los que se involucra.
La efectividad del filme, sin embargo, llega de la mano del despliegue audiovisual. Tal y como acostumbra Disney, todo el mundo mágico que se nos presenta es estéticamente impactante, al igual que sus personajes y sobre todo los villanos. Sin embargo, la escasez de tiempo vuelve a jugar una mala pasada impidiendo que podamos conocer un poco más de los cuatro reinos. Apenas un vistazo forzado alcanza para entender qué sucede entre dulces, copos de nieve y flores.
Otro de los aspectos que consigue salir a flote en este torbellino de contenido es el elenco. Mackenzie Foy se pone el vestido de protagonista y lo hace con fuerza, luchando contra la falta de desarrollo del personaje y creando una Clara, con su coraje y su irritabilidad, muy creíble. Sin embargo los aplausos se los lleva Keira Knightley que consigue dar aún más color a la ya de por sí particular Sugar Plum, representante de la Tierra de los Dulces. El resto de los interpretes acompañan sin lucirse pero sin bajar el nivel, junto al siempre efectivo Morgan Freeman en el papel del padrino Drosselmeyer.
Lamentablemente todos estos pintorescos personajes no solo sufren las consecuencias de una película que va a las apuradas, sino también de un guion, a cargo de Ashleigh Powell, que apenas consigue despegar. No termina de entenderse si es justamente por la falta de minutos, pero los diálogos se sienten excesivamente vacíos y poco elaborados. Frases trilladas y conversaciones plásticas se suceden las unas a las otras, una y otra vez, evitando que nos interesemos en qué se dice y por qué se dice. Al final de cuentas, todo este combo de irregularidades transforma al clásico de E.T.A Hoffman en una historia que roza lo genérico, con escenas forzadas y personajes que no acaban de cobrar fuerzas.
En conclusión, esta nueva versión del famoso Cascanueces llevada a cabo por Disney tiene demasiada cantidad de puntos negativos como para conseguir ser digna de la obra original. Por supuesto funcionará para el público infantil, con sus colores y sus pintorescos personajes. Sin embargo fracasará a la hora de intentar encantar a un público mayor y más exigente.
El Cascanueces y los Cuatro Reinos sufre constantemente por su corta duración y, en consecuencia, por el apuro. Sus personajes nunca acaban de desarrollarse, el universo planteado se nos enseña a cuenta gotas y la historia se siente demasiado vertiginosa. Todo esto acompañado por un guión plástico y apenas salvado por un elenco que se desempeña bien, converge en un resultado bastante decepcionante para quienes esperaron esta millonaria adaptación.