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Eduardo VII, el mayor «influencer» de principios del XX

Sastres y viajantes de sastrería le seguían durante sus estancias en Marienbad para copiar sus innovaciones

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Eduardo VII hacia 1900
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El rey británico Eduardo VII (1841-1910) no tenía una percha espectacular. Al contrario, durante muchos años acudió cada verano a Marienbad, la famosa ciudad balneario de Bohemia, para combatir la obesidad que le había hecho «perder la gentileza que le conquistó tantos favores en su época brillante de príncipe de Gales», según ABC. Aún así, era el mayor «influencer» de su época.

«Las mujeres le adoran y los hombres le imitan, empeñados en hacer de ese augusto hombre gordo un excepcional tipo de elegancia y belleza», escribía José Juan Cadenas en 1907 antes de detallar algunas de las costumbres que había puesto de moda.

«Hace tres años, hallándose en Marienbad, le dio por usar corbata roja y calcetines encarnados, y toda la población masculina de Europa se uniformó copiándole la corbata y los calcetines; el verano anterior salió tres días con americana azul y las fábricas de tejidos agotaron cuantas existencias tenían de paños de este color; y hace poco tiempo, una noche de digestión penosa, se dejó sin abrochar el último botón del chaleco, y porque se lo vimos a él andamos todos todavía con el dichoso botoncito sin abrochar...

Eduardo VII con el rey Manuel II de Portugal de caza en el Reino Unido+ info
Eduardo VII con el rey Manuel II de Portugal de caza en el Reino Unido

Hasta tal punto llegaba la influencia del rey británico que desde que sufrió una apendicitis no había persona que se estimara un poco que no hubiera tenido esa enfermedad, continuaba Cadenas. «Ahí está Rostand», decía refiriéndose al dramaturgo francés Edmond Rostand, autor de «Cyrano de Bergerac», «al que sólo faltaba este pequeño detalle para ser un hombre verdaderamente elegante y, como ya ha tenido la apendicitis, ya es feliz...». Julio Camba lo recordaría años después en su artículo sobre « Modas quirúrgicas».

El periodista afirmaba que mientras los diseñadores Jeanne Paquin, Jacques Doucet, «la Levillion y demás artistas de la tijera y el metro, se estrujan la mollera durante el verano para inventar nuevas modas femeninas», el monarca inglés «emplea sus ocios estivales de Marienbad en discurrir algún moderno detalle característico que distinga a los hombres elegantes de los otros».

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«Este año, como los anteriores, ideará alguna moda rara y por si es cosa de sastrería, los sastres esperan impacientes con la tijera preparada, sin decidirse á hacer el corte hasta saber cuál es la determinación del tirano», añadía Cadenas.

Ya en 1905, ABC lo había calificado de «soberano de la moda» recordando que cuando aún no era más que príncipe de Gales, «era rey de la elegancia» y todos andaban pendientes de cómo serían los pantalones que iba a usar al comenzar el verano o cuando llegaba el mes de diciembre y empezaban a animarse los salones aristocráticos de Londres. «Un sombrero de forma nueva, usado por él, botones de nueva especie, sea para el chaleco, sea para la levita, eran instantáneamente imitados», decía.

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Una vez en el trono, el monarca tenía muchas obligaciones que cumplir, pero conservó a pesar de todo su dominio en el terreno de la elegancia.

Sastres paparazzis

«Recientemente, en Marienbad, ha sido víctima de la indiscreción de los sastres», narró ABC. «Desde que llegó allí, le siguen, le vigilan, y los que no le dejan vivir en paz no son agentes de policía, son numerosos sastres ó viajantes de sastrerías del mundo entero que esperan con ansiedad el momento en que les será dado sosprender alguna variación, alguna innovación en la indumentaria del emperador de las Indias».

Durante muchos días, los comerciantes se habían desesperado al ver que vestía como todo el mundo, pero por fin, «Eduardo VIl se presentó, para dar su habitual paseo, con un pantalón blanco, con un abrigo corto de color azul obscuro, cuello blanco, puños de colores, un sombrero de copa gris, botas color marrón, guantes blancos y una corbata encarnada con una perla gruesa como alfiler».

«Antes de que terminara el día, el telégrafo se vio asaltado por todos los sastres que en Marienbad se encontraban y que venían para telegrafiar los detalles de tan sensacional toilette a sus respectivas casas, dando así al mundo entero la pauta que es preciso seguir».

Philip Mansel, en su libro «Dressed to Rule: Royal and Court Costume from Louis XIV to Elizabeth II» (Yale University Press), afirma que se convirtió en «un árbitro de la elegancia», vigilado de cerca por sastres, tanto ingleses como extranjeros. Según Mansel, puso de moda el traje largo, el sombrero Homburg y el uso de pliegues laterales en los pantalones. También se dice que popularizó el tweed, las chaquetas Norfolk y el uso de la corbata negra con esmoquin.

El rey Eduardo de Inglaterra entrando en la estación del Quai D'Orsay+ info
El rey Eduardo de Inglaterra entrando en la estación del Quai D'Orsay

F.Mora le consideraba además «el eterno viajero» porque entendía su oficio de Rey «de un modo bastante original: quiere ser el primer embajador de su reino y también el primer globe trotter. Nadie como él adora el movimiento. Tan pronto lo vemos en Kromberg, en Marienbad, en París, en Cartagena, en Gaeta ó en Irlanda, como aparece en Wilhemshohe; siempre dispuesto, infatigable, con la misma soltura que se le encuentra en las carrera, en el teatro, en las revistas navales y militares, cazando en Escocia ó asistiendo á las ceremonias oficiales».

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«Tan a sus anchas se encuentra en su uniforme de almirante como en su traje de hlghlander. Y entre dos visitas diplomáticas lanza la moda de un sombrero o de un lazo de corbata».

Su nieto Eduardo, el duque de Windsor, imitaría a su abuelo años después al retomar y hacer popular el traje «Príncipe de Gales», o al recuper el uso del esmoquin. De su nieto es el nudo de corbata más grueso llamado Windsor o el uso de los zapatos «Brogue».

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