Lillie Langtry, amante oficial de Eduardo VII de Inglaterra

Lillie Langtry, amante oficial de Eduardo VII de Inglaterra

Por hola.com

Musa de poetas, actriz, modelo de pintores, miembro de la alta sociedad británica y sobre todo el amor de la vida del rey Eduardo VII de Inglaterra, Lillie Langtry (1853-1929), fue una de las mujeres más famosas de su época, una figura emprendedora y libre en el sofocante ambiente victoriano. En estas líneas repasamos su vida.

 

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Lillie Langtry, nacida con el nombre de Emilie Charlotte Le Breton nació en la Isla de Jersey en 1853, la única hija de los siete retoños que el deán de Jersey, el reverendo William Corbet Le Breton tuvo con su mujer, Emilie. Quizás el haber nacido entre varones, que habitualmente se burlaban de ella, convirtió a Lillie en una mujer contumaz y decidida que no se dejaba doblegar por la adversidad. Lillie no solo era conocida en su isla natal por su férreo carácter sino también por su llamativa belleza. Muchos pretendientes se acercaban al reverendo Corbet para pedir la mano de su hija, pero ésta siempre se negó a entablar relación con sus paisanos. Su sueño era instalarse en Londres e internarse en los distinguidos salones de las elites británicas.

Finalmente, en 1874, la joven Lillie conocería a Edward Langtry, un caballero con notables medios económicos. La joven anunció a su familia que su deseo era contraer matrimonio y trasladarse con su marido a su mansión de Southhampton. Si bien la noticia no fue bien recibida en su casa, la joven terminó casándose con Edward y trasladándose finalmente a Inglaterra. Allí, sin embargo, sus ilusiones se vieron defraudadas. Su marido, siempre ausente por trabajo en la capital, apenas aparecía por la casa por lo que Lillie pasaba largas temporadas con la única compañía del servicio. Para más inri, poco después de mudarse la joven contrajo tifus. Tras superar la gravísima enfermedad, Lillie decidió coger las riendas de su vida y, cansada de la vida solitaria en la provincia, comunicó a su marido que deseaba instalarse en Londres. Éste, cohibido, por el gran temperamento de su esposa, accedió.

 

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En 1876 Lillie Langtry hace entrada en la capital del Támesis. En su primera aparición en público, una reunión organizada por el séptimo Vizconde de Ranelagh en su casa de Lownes Square, Lillie no pasa desapercibida. La joven, a causa del fallecimiento de uno de sus hermanos, aparece en el evento elegantemente enlutada y, según todos los testigos, con un porte espectacular. Varios miembros de la reunión, entre los que se encontraban varios artistas, quedaron prendados no solo por su irresistible apariencia física sino también por su inteligente conversación y su original punto de vista sobre los más diversos temas de actualidad. Después de aquella noche Lillie Langtry se convertiría en una asidua de la alta sociedad londinense y en objeto de todas las miradas.

No pasaría mucho tiempo sin que el nombre de Lillie y su fulgurante ascenso en los salones de Londres llegara a los oídos del Príncipe de Gales, Alberto Eduardo (1841-1910). El Príncipe no dudó en convencer a uno de sus íntimos amigos, Sir Allen Young, para que organizara una cena en su casa, a la que acudiera Lillie Langtry y su marido. Nada más conocerla el príncipe Eduardo quedó hipnotizado por sus encantos. Pese a estar casado con la princesa Alejandra, que era consciente de los muchos escarceos de su esposo, el Príncipe comenzó a invitar a los Langtry a todo tipo de actos, desde partidas de caza hasta vacaciones en Escocia. Tras unas semanas en los que el Príncipe no cejó en su conquista, Lillie Langtry se convertiría en su amante oficial. Lillie comenzó a ser la única compañía del Príncipe en todo tipo de ocasiones, desde Ascot, hasta las regatas de Henley. Lillie había cumplido en definitiva su sueño de ser el centro de atención de la capital británica.

 

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En poco tiempo Lillie llegó a ser la mayor celebridad de Inglaterra. Sus apariciones ocupaban la primera plana de todos los tabloides, los rumores corrían como la pólvora por los mentideros de Londres y escritores de la talla de George Bernard Shaw y Oscar Wilde cantaban frecuentemente sus virtudes. Tal era su fama que el Príncipe accedió a presentarla a su madre, la reina Victoria. Mientras, la princesa Alejandra de Dinamarca (1844-1925) era incapaz de competir con la deslumbrante Lillie. El príncipe por su parte, locamente enamorado, decidió comprar un terreno en Bournemouth’s East Cliff en donde construiría una mansión para disfrutar de su idilio con Lillie. La llamada Casa Roja sería decorada por la propia Lillie.

Sin embargo los días de vino y rosas terminarían abruptamente cuando Lillie apareció vestida con el mismo atuendo que el Príncipe en una fiesta. Éste le recriminó su elección, poco acorde con la etiqueta de la época, y ella, enfurecida, le arrojaría los hielos de su vaso. Lillie, siempre pertinaz, se negó a disculparse lo que acarreó su rechazo social. Las invitaciones dejaron de llegar y los amigos comenzaron a desaparecer. Lillie, que apenas tenía relación ya con su marido, se dio cuenta de que necesitaba un trabajo que le permitiera mantener su vida social. Fue cuando Lillie decidió convertirse en actriz. Pronto los londinenses se agolpaban a las puertas de los teatros para ver a la amante del Príncipe caída en desgracia. Sin embargo, los críticos reconocieron que Lillie tenía, además de su gancho popular, un innegable talento para las tablas. Incluso el Príncipe acudió a verla y tuvo que rendirse a la evidencia.

 

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Impulsada por el éxito en Londres, Lillie decidió, ya con compañía propia, hacer una gira por los Estados Unidos. Allí fue recibida como una auténtica estrella, llegando a desatarse algaradas por el mero hecho de conseguir una entrada para su espectáculo. Sus admiradores americanos la agasajaban de las formas más extravagantes, llegando a recibir como obsequio un oso vivo. Lillie, fascinada con la sociedad americana, decidió comprar un rancho en California, donde comenzaría a producir vino y a criar caballos de carreras, algunos de ellos llegando a lograr legendarias victorias. En 1887 se convertiría en ciudadana estadounidense.

En 1899 el amor volvería a llamar a la puerta de Lillie que ya contaba con 46 años de edad. Sería en ese año cuando contraería matrimonio con Hugo de Bathe, diecinueve años más joven que ella. Poco a poco fue abandonando la actuación, aunque participó en una película, para finalmente retirarse a una mansión en Mónaco llamada Le Lys, donde pondría a la práctica sus dotes como jardinera, por las que ganaría varios premios.

Finalmente el 12 de febrero de 1929 Lillie Langtry fallecería y sería enterrada en la iglesia de San Saviours de Jersey, su tierra natal. Todos los periódicos del mundo lloraron su pérdida.

Lillie Langtry, admirada a las dos orillas del Atlántico, fue una de las grandes damas de la sociedad británica de finales del siglo XIX y principios del XX. Además fue el gran amor del futuro rey Eduardo VII. Cuando éste falleció en 1910, Lillie recibió las cartas de amor del Soberano de manos de su viuda, la sufriente princesa Alejandra, que nunca dudó de que el corazón de su esposo siempre le había pertenecido a Lillie Langtry.