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Sermón de TV

Jesús: El Príncipe de Paz

Mire a Cristo y siga la Palabra de Dios para que su corazón pueda permanecer en calma, incluso en medio de problemas.

23 de diciembre de 2023

Los discípulos del Señor Jesús experimentaron tribulaciones, rechazo e incluso la muerte mientras se esforzaban por difundir el evangelio. El Dr. Stanley explica cómo podemos tener paz en un mundo lleno de rebelión, deshonestidad, crimen y codicia. Mire a Cristo y siga la Palabra de Dios para que su corazón pueda permanecer en calma, incluso en medio de problemas.

Bosquejo del Sermón

JESÚS: EL PRÍNCIPE DE PAZ

PASAJE CLAVE: Isaías 9.6, 7

LECTURAS DE APOYO: Salmo 103.19; 119.165 | Isaías 57.20, 21; 59.8 | Mateo 6.25, 32-34; 26.53 | Juan 14.1, 6, 18, 25-27; 15.1-4; 16.33 | Romanos 5.1; 8.28 | Efesios 2.15; 3.16 | Filipenses 4.6, 7, 19 | 2 Tesalonicenses 3.16 | Hebreos 13.5

INTRODUCCIÓN

En una profecía del Antiguo Testamento, el Mesías es llamado Príncipe de Paz.

Los discípulos de Cristo vivieron en un mundo lleno de guerra, esclavitud y pobreza. La incertidumbre era algo común, pero Jesús les dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14.27). Sin embargo, también les declaró que moriría y que ellos sufrirían tribulación, rechazo y muerte. Sus palabras no los tranquilizaron, pues no tenían ningún sentido para ellos en ese momento.

Pero ¿qué significa esto para nosotros hoy? Si Jesucristo es el Príncipe de Paz, ¿por qué hay tanta violencia en el mundo? ¿Por qué hay gente que vive llena de ansiedad? ¿Cómo podemos tener paz rodeados de crímenes, deshonestidad y avaricia?

DESARROLLO DEL SERMÓN

¿Qué clase de paz puede ser mayor que el caos y las dificultades de esta vida?

Para que podamos entender la paz verdadera, debemos reconocer que ella proviene de Cristo, pues Él...

  • Nos ha dado paz al ocupar nuestro lugar en la cruz. Antes de que podamos tener la paz de Cristo, debemos tener paz con Dios. El propósito de la venida del Señor fue reconciliarnos con el Padre celestial, y es por eso que pagó con su muerte la deuda que teníamos como consecuencia de nuestro pecado. Desde el momento en el que lo recibimos como nuestro Salvador personal, tenemos paz con Dios y somos reconciliados con Él. Pues hemos confesado nuestros pecados, pedido su perdón y rendido ante su voluntad. Es por eso que pasamos de ser sus enemigos a ser sus hijos.

  • Es la fuente de nuestra paz diaria. Esto es algo que recibimos gracias a nuestra relación con Él. Una vez que hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo, tenemos la paz que no depende de nuestras circunstancias (Jn 14.27). No hay manera de evadir las dificultades; pero sí podemos disfrutar de la calma y la seguridad que Dios nos da en medio de ellas. Esto es posible porque Jesucristo ha venido a morar en nosotros por medio de su Espíritu. De hecho, en el Nuevo Testamento, la palabra que se traduce como paz significa “ser uno, o estar unidos”. Cuando somos uno con Jesús, tenemos la capacidad de avanzar calmadamente en medio de las pruebas. Pueden venir tempestades, pero en nuestro interior tendremos su paz.

Cada vez que enfrentamos cualquier tipo de dificultad, contamos con dos verdades bíblicas que nos pueden ayudar a sentir la paz que Dios desea que tengamos. La primera: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro 8.28), y la segunda: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos” (Sal 103.19).

Si creemos estas enseñanzas, en vez de preguntarle a Dios la razón por la que ha permitido que los problemas vengan, recordaremos que tiene autoridad sobre todo lo que ocurre y, por lo tanto, usará cada circunstancia para cumplir su propósito en nosotros. Jesucristo nos consuela, nos anima y nos da la confianza que necesitamos para enfrentar cada prueba.

La paz genuina viene como resultado de la relación personal que tengamos con Jesús. Es Él quien escucha nuestras oraciones, quien nos habla, quien calma nuestros temores, quien nos guía y quien nos ayuda en cada situación. Es por eso que no tenemos razón alguna para sentirnos preocupados por el futuro, pues nuestro Padre celestial sabe justo lo que necesitamos (Mt 6.25, 32). Nuestro problema no consiste en que Dios no sea capaz de darnos paz, sino en que no siempre confiamos en sus promesas.

  • Nos ofrece una paz diferente a la del mundo. Aquello que el mundo llama paz, no es sino un sustituto insuficiente. Casi siempre está relacionado con lo que tenemos, como el dinero, la posición social, nuestros seres queridos y las posesiones materiales. Sin embargo, todo eso se puede perder fácilmente; y aunque podamos sonreír y disimular que todo está bien, sin la paz de Cristo jamás podremos vivir tranquilos. Todo lo que deseamos podemos hallarlo al tener una relación personal con Jesús. Él es quien nos ofrece la aceptación, el propósito y la dirección que anhelamos.

  • Es quien nos mantiene en paz por medio de la presencia del Espíritu Santo. La paz de Cristo es constante y no depende de nuestras circunstancias. Proviene de Aquél que mora en nosotros y no de lo que nos rodea. Jesús le dijo a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16.33). Cristo nos da la victoria en medio de las dificultades, pues nos guía en todo momento.

No existen límites para la paz de Cristo, pero debemos buscarla en Él. En otras palabras, esto significa que nuestro amor por el Señor es demostrado por la disposición que tengamos de leer y obedecer su Palabra. Cada vez que enfrentemos desafíos, nuestra primera respuesta debe ser buscar aquello que nuestro Padre celestial desea que hagamos y seguir sus instrucciones, mientras confiamos en sus promesas. Es al responder con fe a la Palabra de Dios que su paz entrará en nuestro corazón y reemplazará la ansiedad que sintamos.

¿Cómo podemos perder nuestra paz?

A pesar de la disponibilidad de la paz de Cristo, hay condiciones que pueden alejarnos de ella:

  • Pecado. La rebelión nos aleja de nuestro Padre celestial. Como resultado, sentimos la convicción de pecado y nuestra paz desaparece.

  • Incredulidad. Cuando dudamos de las promesas de Dios, la inseguridad y el temor reemplazan la confianza que Él suplirá para nuestras necesidades (Fil 4.19).

  • Preocupación. Si pensamos en el mañana en base a lo que tenemos hoy, comenzaremos a sentir preocupación y ansiedad. Pero Jesús nos dice en Mateo 6.34, “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.

  • Maltrato. Aunque la crítica de otros puede amenazar nuestra paz, nadie podrá quitárnosla a menos que se lo permitamos. En vez de creer sus falsas palabras, podemos optar por aferrarnos a la paz que solo Dios nos ofrece.

REFLEXIÓN

Si usted tiene una relación personal con Cristo, entonces Él ha venido a ser su paz y ha prometido nunca abandonarle. Si trae todas sus peticiones con acciones de gracias, por medio de la oración, ante su presencia, su paz le cubrirá y le protegerá en cada situación (Fil 4.6, 7). Todo lo demás puede fallar, pero Jesús mora en su corazón por siempre. Si pone su mirada en Él, lee su Palabra y espera en su voluntad, podrá encontrar la paz verdadera en medio de cualquier dificultad.

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