Amor, ángeles, Alberti


En 2003, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía tuvo a bien publicar un librito, un poemario, de Rafael Alberti titulado El amor y los ángeles (antología de poesía amorosa), que contenía una serie de poemas seleccionados por Aitana Alberti León, hija del poeta gaditano, y prologado por el también poeta (granadino) Luis García Montero, así como introducido institucionalmente por la entonces consejera de Cultura andaluza, Carmen Calvo (quien se refería a la poesía albertina como aquella escrita por medio de “un lenguaje sencillo, difícilmente sencillo, en contacto con la realidad”).

Es espléndido el poema que servía de preámbulo al libro:

 

"Y en el azul era el agua

y en el agua era la nube

y en la nube era el mar

y en el mar era la arena

y en la arena era el viento

y sobre el viento subió el ángel

y sobre el ángel subió el hombre

y sobre el hombre subió el amor".

 

Dice García Montero que “la poesía de Rafael Alberti guarda el corazón del siglo XX en el interior de su belleza y de su libertad”. Esa poesía “de regresos al pasado y aventuras vanguardistas”. La de los poemas que todavía guardan “el corazón lírico del siglo pasado”.

El poemario está dividido en ocho capítulos: el ángel del alba, el ángel gongorino, el ángel de las nieblas, los ángeles tontos, el ángel nostálgico, el ángel en vilo, el ángel erótico y el ángel profano.

De toda esta poesía destaco algunos versos, los de esta elegía, por ejemplo:

 

“Por el mar de la tarde

van las nubes llorando

rojas islas de sangre”.

 

Monumentales versos, de esos que te muestran quienes te dicen que la poesía no es eso que crees hacer cuando dices escribirla.

 

“Ya era yo lo que no era”.

 


Me gusta siempre reconstruir algunos de los poemas de los grandes poetas. Voy un poco con Alberti:


Y dadle cuerda al sol, que se ha fundido,

el cuerpo deshabitado llevaba una ciudad dentro y la perdió sin combate:

el cuerpo deshabitado larguísimo y reducido a esta ruina quizás insensible, mía…

 

Contiene esta breve antología el que quizás sea su poema más conocido, el titulado ‘La paloma’ (que yo trascribo así):

 

“Se equivocó la Paloma. Se equivocaba. Por ir al norte fue al sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo, que la noche, la mañana. Se equivocaba. Que las estrellas, rocío, que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su casa. Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla. Tú en la cumbre de una rama)”

 

Son sencillamente magníficos los cinco poemas seguidos titulados ‘Retornos del amor’ (…recién aparecido, …tal como era, …en las dunas radiantes, …en una noche de verano, …en las arenas).

Casi para acabar, tejo con diversos versos de Alberti este poema descacharrado.

 

“Porque habías al fin aparecido

yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo…

es que siempre en la noche del amor pasa un río

[y]

todo nos mira alegre después por las orillas”.

 

Por cierto, menudo valor se necesita para titular un poema ‘Tú esplendías muy sola…’, un poema que comienza así: “tú esplendidas muy sola, cuando hablabas la soledad dormía en tu silencio”.

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