José Vega Talamantes *

 

La pregunta con que intitulo esta entrega, le confieso, tiene algo de trampa.

 

Por una parte, las lenguas nórdicas no son fáciles de entender para nosotros que tenemos el castellano o español como idioma nativo, es decir, una lengua romance. De ahí que tampoco sea sencillo guardar en la memoria una palabra o nombre propio que provenga de los países del norte de Europa.

En otro aspecto, la forma de gobierno de Dinamarca hace que no se tenga un “presidente” como tal, sino la figura de primer ministro.

Dinamarca se rige por una monarquía parlamentaria como forma de gobierno, de ahí que sea el primer ministro quien se asemeja a lo que una república conoce como presidente, pero no precisamente en los alcances, pues el poder también se encuentra distribuido en la monarquía y en el parlamento.

Además, en Dinamarca es una mujer quien detenta el cargo de primera ministra, por lo cual también se rompe el esquema de tener a un hombre en ese alto cargo, lo cual añade algo de extravío a la respuesta.

Sin embargo, aun cuando pudieran ser muy pocas personas en nuestro país quienes saben que Mette Frederiksen es la primera ministra de Dinamarca, hay un hecho que debe resaltarse: Dinamarca, con 88 puntos, se mantuvo en 2021 como el primer lugar mundial en el índice de percepción de la corrupción que elabora Transparencia Internacional.

El índice del que le hablo se compone de varios indicadores y metodologías avanzados, con un enfoque en la medición de algunos aspectos o vertientes de la corrupción del sector público.

Como ejemplo de ello están el soborno, el desvío de fondos públicos, el uso del cargo público para beneficio privado y el nepotismo en la función pública, entre otros (usted puede consultar dicho índice dando click aquí https://www.transparency.org/en/cpi/2021).

 

Para una mejor referencia, los nueve países que siguen a Dinamarca en el índice mencionado son los siguientes: Finlandia, Nueva Zelanda, Noruega, Singapur, Suecia, Suiza, Países Bajos, Luxemburgo y Alemania.

De la lista anterior, si se analizan los datos de años anteriores, la mayoría de ellos gozan de una percepción baja de la corrupción de forma histórica, es decir, como si la honestidad fuese la regla o un estilo de vida cotidiano.

Singapur es el único caso de una nación que decidió, hace relativamente pocos años, dar un golpe de timón en los asuntos públicos, de tal forma que venían de un pasado reciente muy lamentable y penoso en aspectos como la ética pública y el nivel de educación, pero que mejoraron radicalmente al grado de estar en los primeros lugares.

¿Cómo lo logró Singapur? Desde luego, con gran esfuerzo y, de manera toral, a partir de que se asumió un compromiso como país. Como sociedad.

Vayamos ahora a equilibrar un poco la pregunta con que se titula esta columna. ¿Sabe usted el nombre de los presidentes de Nicaragua, Venezuela y Corea del Norte?

Con mayor o menor dificultad (sobre todo por el idioma del último), pero es común que, en las notas internacionales cotidianas, aparezcan los nombres de los presidentes de esos tres países: Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Kim Jong-un. El coreano, de hecho, se hace llamar también “líder supremo” de su nación.

Es mucho más probable que haya escuchado hablar de ellos tres que de los representantes de los diez primeros países en el índice de percepción de la corrupción (si acaso con excepción de Ángela Merkel que recientemente dejó de ser la primera ministra alemana).

Por desgracia, los últimos suelen aparecer bajo una connotación negativa en gran parte de las notas que los aluden. En los tres casos por escandalosas declaraciones que suelen lanzar y por la fuerte represión que ejercen hacia sus detractores u opositores. En el caso del coreano, además, porque lleva varios años amenazando al mundo entero con su supuesta capacidad armamentística nuclear.

Ahora, ¿en qué lugar se encuentran Nicaragua, Venezuela y Corea del Norte en el índice? En los lugares 164, 174 y 177, respectivamente. Es decir, son de los primeros, pero de los últimos.

Relacional o no, queda claro que los líderes discretos y mesurados pueden gobernar una nación por el rumbo de la honestidad e integridad. En otro aspecto, no está demostrado que ser un líder provocador, hablador y mediático tenga relación directa en que contribuya a disminuir la corrupción en un país.

El índice de referencia también puede revelar algo muy importante: el asunto del combate a la corrupción, difícilmente, es una encomienda para la cual se deba depender de la figura unipersonal del representante político-gubernamental en turno. Mucho menos de sus simples declaraciones.

Por cierto, ¿en qué lugar aparece México en el índice? En el 124. Es decir, les pelea más el lugar a los últimos lugares que a los primeros.

¿Cómo se llama el presidente de México?

* Licenciado en derecho y maestro en transparencia y protección de datos personales. Actualmente realiza estudios de doctorado.