No me gusta Jurassic World, afirma el pragmático y catastrofista doctor Ian Malcolm (un Jeff Goldblum que sabe no tomarse en serio –la anécdota de su perro- la película) en un instante (escasos) de respiro de Jurassic World: Dominion, tercera de esta nueva trilogía jurásica y sexta de la franquicia en conjunto. Por supuesto que Malcolm se refiere al parque temático (y catastrófico) Jurassic World y no al film, sobre todo a este en concreto, pero quizás sí que lo hace. Si eso no es sinceridad metarreferencial (y confirmación de la teoría del caos) que venga un T-Rex y lo vea. Al crítico de cine, se supone que objetivo (y sincero) que en teoría debería ser, tal vez no le costara nada poner el titular de no me gusta Jurassic World: Dominion, su atropellada sucesión de secuencias que no van a lugar alguno (salvo al de repetir los momentos ya míticos del spielbergiano Parque Jurásico) y que nos quieren hacer creer que se trata de un guión, sus villanos sin carisma (¿otra vez Steve Jobs? ¿Y si probáramos con Elon Musk?), personajes que podrían desaparecer y no pasaría nada (Kayla la piloto) y su discursito final.

Sin embargo, quien ha ido a ver Jurassic World: Dominion no es ese crítico, sino el chaval de doce años que procuro no olvidar cada vez que me siento en una butaca a oscuras acompañado de mucha gente que espero que también tengan o vuelvan a tener esos doce años. Para ese crío, la película de Colin Trevorrow es una fiesta que apela no a la linealidad de una historia sino a la acumulación de situaciones imposibles y sin sentido, algunas de ellas ni siquiera del universo jurásico (la persecución en Malta parece más de una de Jason Bourne o de otra de Misión: Imposible). Jurassic World: Dominion es El alimento de los dioses de Bert I. Gordon, El valle de Gwangi (la caza al lazo de dinosaurios), Viaje al centro de la Tierra, los Godzilla y cia de Îshiro Honda y cia y si tuviera dos chistes más (y un chimpancé) el Misterio en la isla de los monstruos de nuestro J. Piquer Simón. Momentos como todo lo de las cuevas del ámbar, la lluvia de langostas mutadas en llamas y la huida de Claire (Bryce Dallas Howard también mutada, pero en el Schwarzenegger de Depredador) por la jungla, alimentan al crítico capaz de dejar de serlo y darle su lugar al niño que se lo creía todo, que lo disfrutaba todo sin ningún filtro. Se podría poner en duda la inocencia de la película, si no es más que algo prefabricado o la consecuencia de olvidarse de filtros y de coherencia para que haya de todo en sus casi dos horas y media de metraje. Es igual. Por mi parte quiero creer que Trevorrow y Emily Carmichael en el guión se han transformado en doceañeros para divertirse con su álbum de cromos de criaturas jurásicas o del Cretáceo.

Jurassic World: Dominion acaba siendo una mala/buena (o viceversa) película de Irwin Allen. Es (literalmente con lo de las susodichas langostas) El enjambre: diálogos imposibles, cháchara seudocientífica ininteligible y una segunda unidad en forma. Le falta, es verdad, un reparto de viejas glorias, aunque si consideramos como tales al mencionado Jeff Goldblum, a Laura Dern y a Sam Neill ya me vale. Además, se comen a un tonto en patinete y la malvada de (poco) turno, Santos, parece Paz Padilla. Solo cosas bonitas.

Acaso tras leer estas líneas lleguen a la conclusión Ian Malcolm de que no me gusta Jurassic World: Dominion. Bueno, eso no tiene nada, pero nada que ver, con habérmelo pasado pipa.

Para palomiterosaurios sin complejos

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Lo mejor: que las criaturas sigan dejándonos con la boca abierta.
Lo peor: su batiburrillo de ecobuenismo de garrafón.

FICHA TÉCNICA

Dirección: Colin Trevorrow Reparto: Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Laura Dern, Jeff Goldblum y Sam Neill Título original: Jurassic World: Dominion País: EE.UU. Año: 2022 Fecha de estreno: 10–06-2022 Género: Aventuras Guion: Emily Carmichael, Colin Trevorrow. Historia: Derek Connolly, Colin Trevorrow. Personajes: Michael Crichton Duración: 146 min.

Sinopsis: Esta nueva entrega transcurre cuatro años después de la destrucción de Isla Nublar. Ahora, los dinosaurios conviven – y cazan – con los seres humanos en todo el mundo. Este frágil equilibrio cambiará el futuro y decidirá, de una vez por todas, si los seres humanos seguirán en la cúspide de los depredadores en un planeta que comparten con los animales más temibles de la creación.

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