Los asesinos de la luna – Crítica de la película nominada al Óscar

Hacía cuatro años que Martin Scorsese no lanzaba un largometraje de ficción dirigido por él. La última vez que lo hizo no había pandemia por COVID-19, los medios replicaban hasta el cansancio sus declaraciones sobre que Marvel no es cine y la película que presentaba en aquel entonces —una cinta de gánsteres más reflexiva que violenta titulada El irlandés— llegaba a sentirse como una carta de despedida. Sin embargo, nada más alejado de la verdad, pues resulta que este legendario director posee todavía mucha energía, pasión, algo que decir con sus películas y más importante aún, la maestría para siempre descubrir el modo más acertado de contar una historia.

En 2019, cuando el propio cineasta declaraba que El irlandés bien podría poner punto final a su vasta filmografía, el mundo hablaba de una película surcoreana donde un grupo de personas se adentran en propiedad ajena, por medio de engaños y actitudes falsas, en un acto de invasión a cuentagotas que eventualmente desemboca en brutalidad. Ahora en 2023, es Scorsese quien nos pinta otra variante de ese escenario. Sólo que la denominación ya no es Parásitos, sino Los asesinos de la luna.

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Basada en hechos reales, la nueva cinta del octogenario realizador se ambienta en los años 20, cuando nativos de la Nación Osage empiezan a morir en circunstancias violentas o sencillamente misteriosas. Para entonces, este pueblo originario de lo que hoy es EE.UU. llevaba varias décadas amasando una insólita fortuna gracias a la explotación de petróleo en sus tierras, ante la mirada sorprendida e incluso indignada de hombres blancos. Ellos, los colonizadores, creían haber vendido a los Osage un pedazo de territorio sin valor en lo que actualmente es parte del estado de Oklahoma, pero en su interior pululaba el oro negro, y de la noche a la mañana, los indígenas eran ya más ricos que cualquier descendiente de europeos de clase privilegiada.

Los nativos se entregaron a los lujos de la opulencia, pero también abrieron sus puertas a asesores financieros y presuntos aliados que en realidad conspiraban para apoderarse de toda aquella riqueza. Uno de ellos fue el granjero William Hale, personaje que en Los asesinos de la luna es interpretado con la sobriedad demoledora que caracteriza a Robert De Niro y que exhibe una fascinante ambivalencia hacia los Osage. “Hermosos e inteligentes”, es como llega a describirlos y ciertamente ha aprendido de sus creencias y tradiciones para ganarse su respeto. Pero en el fondo, el racismo y la codicia persisten debajo de toda mascarada.

De nuevo, ésta es una película en la que Martin Scorsese explora la condición humana a través de los aspectos más perversos y violentos de ella, aunque sin caer en posturas maniqueas y siguiendo los rastros de sangre con que en más de una ocasión se escribió la historia moderna de Estados Unidos.

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Por otro lado, caso curioso que Los asesinos de la luna sea también una profunda historia de amor. Tras convivir con los Osage previo a dirigir esta película, Scorsese decidió no sólo priorizar una mirada semi documental y más enfocada en los ritos y costumbres de los nativos, sino también dar un giro de 180 grados al argumento que él contemplaba en un inicio. Más apegada al libro de no ficción Killers of the Flower Moon en que se basa, la cinta originalmente iba a contarnos desde la perspectiva del FBI cómo sucedieron los homicidios del condado de Osage, pero en cuanto el director supo del cariz romántico de esta tragedia en el núcleo de la comunidad, optó por poner los reflectores sobre eso, en lugar de confeccionar un thriller detectivesco convencional.

El corazón de Los asesinos de la luna está puesto en el matrimonio conformado por Mollie y Ernest Burkhart, dos roles que no pudieron encontrar mejor destino que los dos histriones que aquí les dan rostro. Con una fluidez sobresaliente para moverse entre las fortalezas y vulnerabilidades de su personaje, Lily Gladstone es una absoluta revelación como la heredera Osage de millones de dólares, mientras que Leonardo DiCaprio entrega su mejor trabajo interpretativo de los últimos diez años —sí, desde su anterior colaboración con Scorsese en El lobo de Wall Street— en los zapatos de un veterano de la Primera Guerra Mundial que ama a su esposa, pero también el dinero, lo cual enturbia sus intenciones.

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Detrás de cámaras, el cinefotógrafo mexicano Rodrigo Prieto hace de su cuarta colaboración con Scorsese la más inmersiva en lo visual, apoyado por el meticuloso diseño de producción de Jack Fisk, quien ya antes había evocado pozos petroleros de principios del siglo XX en la película Petróleo sangriento de Paul Thomas Anderson. El resultado es otro ejemplo de la manera en que el cineasta detrás de Los infiltrados y Pandillas de Nueva York, no conforme con sólo contar historias, sumerge al público en la complejidad de estos mundos narrativos, tan llenos de detalle y de una cualidad casi episódica donde nada sobra. Todo aporta al panorama completo, a veces estimulante, a veces desgarrador.

Sí, Los asesinos de la luna, como muchas otras producciones con la firma de Martin Scorsese, es agotadora, pero jamás aburrida. Sus más de 50 años de trayectoria nada desaprovechados le han ganado el derecho a solicitarle a su público aguantar en sus butacas más de lo que cualquier otro director podría pedirles. Pero no es capricho, en su caso nunca lo ha sido.

¿Dónde ver Los asesinos de la luna?

Los asesinos de la luna está disponible en el catálogo de Apple TV Plus.

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Antonio G. Spíndola Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.