El sacrificio humano entre los mexicas: nuevas perspectivas
General Aztecs Maya Tocuaro Kids Contact 14 May 2024/6 Wind
Search the Site (type in white box):

Click the flag for an English translation Article suitable for older students

Ximena Chavez Balderas y Lorena Vazquez Vallin

El sacrificio humano entre los mexicas: nuevas perspectivas

Estamos sinceramente agradecidos a dos colegas mexicanas por haber escrito especialmente para Mexicolore este artículo resumiendo los importantísimos avances arqueológicos en el área del Templo Mayor durante los últimos dos años. Dra. Ximena Chávez Balderas es bioarqueóloga del Proyecto Templo Mayor, candidata doctoral en la Universidad de Tulane, e investigadora en la Dumbarton Oaks Research Library, Washington. Lorena Vázquez Vallin cursó la Licenciatura en Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Desde el 2011 y hasta la fecha, es investigadora del Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor.

Fig 1: Fray Bartolomé de Las Casas (izq) y Juan Ginés de Sepúlveda (der)
Fig 1: Fray Bartolomé de Las Casas (izq) y Juan Ginés de Sepúlveda (der) (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Cuando los españoles llegaron al Nuevo Mundo quedaron sorprendidos por la diversidad de rituales que practicaban los pueblos nativos. Entre éstos, el sacrificio humano fue el que más llamó su atención. Conquistadores, cronistas y frailes documentaron la inmolación de víctimas en diferentes áreas geográficas del continente americano. Gracias a estas narraciones, podemos conocer cómo y cuándo se llevaban a cabo estos rituales. Sin embargo, algunos de estos relatos buscaban exaltar el fenómeno del sacrificio para justificar los malos tratos que se les daban a las poblaciones indígenas. Por ejemplo, entre los años de 1550 y 1551 se llevó a cabo el debate Valladolid, controversia representada por dos posiciones extremas: Fray Bartolomé de Las Casas y el jurista y teólogo Juan Ginés de Sepúlveda. El primero estaba en contra de la encomienda y buscaba liberar a los nativos de cualquier tipo de servidumbre; en cambio Sepúlveda quería demostrar que la guerra contra ellos era justa.

Fig 2: Detalle del Huei Tzompantli, Museo del Templo Mayor
Fig 2: Detalle del Huei Tzompantli, Museo del Templo Mayor (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Para defender sus posturas, ambos se centraron en el tema del sacrificio, con énfasis en los mexicas. Las Casas argumentaba que esta práctica había estado presente en diferentes culturas a lo largo de la historia de la humanidad. En cambio, Sepúlveda, quien nunca viajó al nuevo mundo, centró su debate en las cifras de las personas inmoladas durante cada año. De acuerdo con él, habían perecido más individuos por el sacrificio que por la guerra. En este sentido, Sepúlveda justificaba la Conquista, sin tomar en cuenta los verdaderos efectos nocivos que tuvo sobre la población local. Así, durante el Siglo XVI se gestó una guerra de cifras contradictorias, las cuales han sido reproducidas hasta nuestros días sin tener una postura crítica al respecto. Por ejemplo, existen autores que consideran fidedignos los datos de Fray Diego de Durán, quien afirma que durante la inauguración del Templo Mayor bajo el mandato en Ahuítzotl se sacrificaron 80,400 individuos. Además de que carecemos de evidencia arqueológica de este evento, una ciudad de aproximadamente 250,000 habitantes como Tenochtitlan, no tenía la capacidad para controlar y mucho menos para inmolar a tal cantidad de individuos durante una misma celebración.

Fig 3: Excavaciones en el Templo Mayor en el año 2010
Fig 3: Excavaciones en el Templo Mayor en el año 2010 (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Después de tantos siglos aún subsiste la misma pregunta: ¿los sacrificios mexicas eran masivos como lo afirman algunos conquistadores y frailes? Gracias a las excavaciones arqueológicas ahora podemos comenzar a trabajar en una respuesta basada en laevidencia osteológica. Durante las exploraciones llevadas a cabo por el Proyecto Templo Mayor y por el Programa de Arqueología Urbana se han recuperado restos óseos humanos en diferentes áreas del recinto sagrado de Tenochtitlan. El análisis directo de sus huesos revela que la gran mayoría corresponden a víctimas sacrificiales que fueron inmoladas y sometidas a tratamientos póstumos para disponer de sus cadáveres. Entre ellos se encontraban hombres, mujeres y niños, casi todos de origen extranjero, pero que vivieron algunos años en Tenochtitlan antes de ser sacrificados; así lo corroboran los estudios de isotopía y genética realizados por Alan Barrera, Diana Moreiras y Diana Bustos.

Fig 4: El sacrifico humano mexicano, según el ilustrador mexicano Miguel Covarrubias
Fig 4: El sacrifico humano mexicano, según el ilustrador mexicano Miguel Covarrubias (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Las víctimas eran inmoladas en ceremonias periódicas y excepcionales. Las primeras correspondían a las fiestas del calendario ritual, en tanto que las segundas a funerales, inauguraciones, coronaciones o periodos de sequía. Dependiendo de la ocasión se elegiría para el sacrificio a un esclavo comprado o a un guerrero cautivo. Los individuos podían inmolarse mediante extracción de corazón, degüello o inanición, siendo la primera la técnica más comúnmente empleada, según lo sugieren las fuentes históricas. Es posible que el despeñamiento y el flechamiento fueran formas de tortura que antecedían al sacrificio, aunque también es factible que sirvieran para privar de la vida a un individuo.

Fig 5: Huellas de corte en la porción anterior del cuerpo vertebral. Corresponde a una decapitación que se realizaba de adelante hacia atrás y consistía en seccionar los discos intervertebrales
Fig 5: Huellas de corte en la porción anterior del cuerpo vertebral. Corresponde a una decapitación que se realizaba de adelante hacia atrás y consistía en seccionar los discos intervertebrales (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Los cuerpos inertes eran sometidos a diferentes tratamientos póstumos, como el desuello, el desmembramiento, el descarne y la decapitación; esta última fue, sin lugar a dudas, la más importante. Los frailes Toribio Benavente (Motolinía), Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún coinciden en que después de la decapitación las cabezas de las víctimas permanecían en el recinto sagrado, en tanto que los cuerpos eran llevados a los barrios (calpulli) o eran arrojados al remolino del lago que se formaba en Pantitlán. La evidencia arqueológica confirmaría el aprovechamiento ritual de las cabezas, pues la mayoría de los restos óseos recuperados en las excavaciones del recinto sagrado corresponden a este segmento anatómico. Gracias al estudio directo de los huesos sabemos que los individuos eran decapitados por desarticulación de las vértebras del cuello, mediante un corte en dirección anterior-posterior, empleando instrumentos de piedra que dejaron huellas cortantes y corto-contundentes en la superficie ósea (fig 5).

Fig 6: Cráneo con perforaciones laterales que servían para atravesarle una viga de madera y exhibirlos en el tzompantli (arriba); representación del Templo Mayor de Tenochtitlan y el Huei Tzompantli, Códice Durán(1990: t
Fig 6: Cráneo con perforaciones laterales que servían para atravesarle una viga de madera y exhibirlos en el tzompantli (arriba); representación del Templo Mayor de Tenochtitlan y el Huei Tzompantli, Códice Durán(1990: t (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Algunas de las cabezas fueron enterradas inmediatamente en el Templo Mayor, sin ulteriores tratamientos póstumos. Esto se llevó a cabo como parte de las ofrendas de consagración del edificio. No obstante, sabemos que después de la decapitación, la mayoría de los individuos fueron descarnados (parcial o totalmente) con el objetivo de obtener un aspecto esqueletizado. Los hallazgos arqueológicos permiten corroborar que a los cráneos se les manufacturaron perforaciones laterales mediante percusión, con el fin de atravesarles una viga de madera y suspenderlos en la palizada de cráneos; ésta reflejaba la fuerza expansionista del Estado, pero a la vez era un símbolo de fertilidad y muerte, equiparable con un árbol de calabazas (fig 6).

Fig 7:  Plataforma vista en planta. Se aprecian los orificios donde se insertaban los postes de la palizada
Fig 7: Plataforma vista en planta. Se aprecian los orificios donde se insertaban los postes de la palizada (Presione sobre la imagen para ampliarla)

El hallazgo de la palizada más importante de Tenochtitlan, el Huei Tzompantli, nos permite comprender los tratamientos post-sacrificiales, así como los alcances de la práctica sacrificial. Durante los trabajos realizados entre febrero y junio de 2015 por el Programa de Arqueología Urbana en la Calle de Guatemala núm. 24, a espaldas de la Catedral Metropolitana, el equipo bajo la dirección de Raúl Barrera encontró los restos de este edificio que se encuentra alineado con el adoratorio de Huitzilopochtli. Se trata de una plataforma de escasos 60 cm de alto, en cuyo piso son visibles las huellas de los postes en los que se encajaban las vigas donde se suspendían los cráneos perforados; aunque sólo se excavó la esquina noreste de la plataforma, se calcula tendría aproximadamente 35 m de largo, en dirección norte-sur (fig 7).

Fig 8:  Cráneos de la torre adosada a la porción norte de la plataforma del Huei Tzompantli. Corresponde a la fachada exterior de dicha torre y estaban aglutinados con argamasa de cal, arena y arcilla
Fig 8: Cráneos de la torre adosada a la porción norte de la plataforma del Huei Tzompantli. Corresponde a la fachada exterior de dicha torre y estaban aglutinados con argamasa de cal, arena y arcilla (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Durante la exploración del Huei Tzompantli el equipo de arqueólogos realizó un hallazgo sin precedentes: se trata de una torre adosada, construida con cráneos humanos aglutinados con argamasa de cal, arena y arcilla (fig 8). Si bien esta estructura se encuentra incompleta, correspondería con las descripciones de Andrés de Tapia, quien fuera testigo presencial. En efecto, el conquistador asevera que Ížestaba de un cabo e de otro destas vigas dos torres hechas de cal e de cabezas de muertos, sin otra alguna piedra, e los dientes hacia afueraÍŸ. El dato arqueológico nos permite saber que los cráneos de la fachada de la torre fueron colocados viendo hacia afuera, tal y como lo relata Tapia. Lo que el conquistador no pudo ver, es que en el centro de la estructura los cráneos estaban orientados con el rostro hacia el interior (fig 9).

Fig 9:  Detalle en el que se observan las dos etapas constructivas de la torre adosada al Huei Tzompantli
Fig 9: Detalle en el que se observan las dos etapas constructivas de la torre adosada al Huei Tzompantli (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Al igual que otros edificios, las torres del Huei Tzompantli se componían de etapas constructivas, de las que se solamente se preservan dos; la más antigua tenía 3.60 m de diámetro y la segunda 4.70 m. Estos vestigios no fueron vistos por los españoles, pues se encontraban sepultos. En cambio, la torre correspondiente a la época del contacto fue destruida, por lo que desconocemos sus dimensiones. Hasta el momento los antropólogos físicos del Programa de Arqueología Urbana han identificado a hombres jóvenes, aunque también hay mujeres y niños (fig 10). Las exploraciones arqueológicas en diferentes puntos del recinto sagrado permiten saber que esta palizada de cráneos fue un elemento dinámico, donde los cráneos se exhibían y después eran retirados. Algunos permanecíanmucho tiempo en el tzompantli, de manera que se intemperizaban y fracturaban. En cambio, otros eran retirados rápidamente, conservando incluso las vértebras o la mandíbula articuladas (fig 11).

Fig 10:  Individuo infantil de entre 3.5 y 5 años de edad, procedente de la torre de cráneos adosada al Huei Tzompantli
Fig 10: Individuo infantil de entre 3.5 y 5 años de edad, procedente de la torre de cráneos adosada al Huei Tzompantli (Presione sobre la imagen para ampliarla)

La mayoría de los cráneos eran incorporados a las torres adosadas, verdaderos repositorios donde quedaron resguardadas las cabezas de los individuos. Por el contrario, otros cráneos fueron reutilizados. De éstos hemos contabilizado hasta el momento 34, los cuales fueron retirados de la palizada para ser modificados, transformando así su función y su simbolismo. De ellos a diez se les colocaron aplicaciones, cuchillos y fueron pintados, con el fin de representar efigies de deidades al interior de las ofrendas del Templo Mayor. Al resto se les suprimió la parte posterior para manufacturar las llamadas máscaras cráneo (fig 12). A pesar del nombre con que se les conoce no fungían como máscaras, pues tenían los ojos y la cavidad nasal cubiertos. A partir de la información de los códices prehispánicos y coloniales, así como de la escultura mexica, podemos suponer que algunos de estos objetos rituales pudieron ser utilizados como atavíos de las imágenes de los dioses y de los sacerdotes o bien, pudieron ser exhibidas en otros edificios religiosos.

Fig 11:  Individuo procedente del Huei Tzompantli. Fue encontrado en la torre de cráneos con las vértebras articuladas
Fig 11: Individuo procedente del Huei Tzompantli. Fue encontrado en la torre de cráneos con las vértebras articuladas (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Al respecto queremos citar el monolito de la diosa Coatlicue, escultura de calidad inigualable, en la que la diosa de la falda de serpientes lleva en su collar dos cráneos a los que les fue suprimida la parte posterior y que portan ojos circulares, similares a las aplicaciones de las máscaras cráneos (fig 13). También destacan pictografías donde estos objetos rituales se exhiben en otras edificaciones, por ejemplo, la cancha del Juego de Pelota (fig 14). Es posible que los cráneos descarnados hayan sido utilizados en estos contextos, pero finalmente fueron depositados en las ofrendas del Templo Mayor, representando efigies de deidades. La mayoría de ellas correspondería al señor del Inframundo, Mictlantecuhtli, aunque otros númenes también fueron representados. Tal es el caso de la diosa Cihuacóatl, identificada por las investigadoras Erika Robles Cortés y Alejandra Aguirre Molina, a partir de la policromía que conserva.

Fig 12: Máscara cráneo con aplicaciones de concha y pirita en los ojos y cuchillo de pedernal en la apertura nasal. Representa a Mictlantecuhtli, dios del Inframundo
Fig 12: Máscara cráneo con aplicaciones de concha y pirita en los ojos y cuchillo de pedernal en la apertura nasal. Representa a Mictlantecuhtli, dios del Inframundo (Presione sobre la imagen para ampliarla)

La mayor parte de la evidencia del sacrificio humano en Tenochtitlan no se encuentra en el Templo Mayor, pues este edificio no fue concebido como el lugar de sepulcro de las víctimas sacrificiales. En cambio, la mayoría de los restos fueron preservados en la Plaza Oeste y en varios de los edificios que desplantan de ésta. De ellos el Huei Tzompantli es un verdadero centro de gravedad de muerte, en donde se preserva la evidencia más profusa. Hasta el momento, el equipo del Programa de Arqueología Urbana ha contabilizado alrededor de 450 cráneos que, sumados a la cuantificación de otras áreas del recinto sagrado, corresponden aproximadamente a 1,000 individuos. Sabemos que no encontraremos los restos óseos de todas las víctimas sacrificiales, pues la arqueología urbana presupone muchos retos y limitaciones. Sin embargo, a partir de estos hallazgos podemos corroborar la existencia del sacrificio humano y el hecho de que las fuentes hispánicas exageraron en cuanto a la cantidad de personas inmoladas en Tenochtitlan.

Fig 13:  Detalle del pectoral que porta la diosa Coatlicue, compuesto por manos, corazones y un cráneo, similar a las máscaras cráneo recuperadas en las ofrendas del Templo Mayor
Fig 13: Detalle del pectoral que porta la diosa Coatlicue, compuesto por manos, corazones y un cráneo, similar a las máscaras cráneo recuperadas en las ofrendas del Templo Mayor (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Sin embargo, más allá de permitirnos revalorar las cifras del sacrificio, la importancia de estos hallazgos radica en que son fundamentales para comprender la complejidad de las prácticas rituales de Tenochtitlan, así como aspectos relativos a la obtención de cautivos de guerra y de esclavos comprados. En materia de investigación sobre el tema, el futuro es promisorio, pues datos reveladores aún están por venir de la mano de las investigaciones de nuevas generaciones de arqueólogos y antropólogos físicos.

Fig 14: Cancha del juego de pelota donde se observan cráneos humanos que portan cabello, aplicaciones en los ojos y orejeras. Folio 80r, Códice Magliabechiano
Fig 14: Cancha del juego de pelota donde se observan cráneos humanos que portan cabello, aplicaciones en los ojos y orejeras. Folio 80r, Códice Magliabechiano (Presione sobre la imagen para ampliarla)

Fuentes de las imágenes:-
• Fig 1: bajada de https://abagond.wordpress.com/2015/10/14/the-valladolid-debate/
• Figs 2 y 3: fotos de Ian Mursell/Mexicolore
• Fig 4: ilustración de Miguel Covarrubias escaneada de The Discovery and Conquest of Mexico, 1517-1521 por Bernal Díaz del Castillo, Limited Editions Club, 1942
• Figs 5, 6 (arriba, izq.) y 12: fotos de Jesús López, cortesía del Proyecto Templo Mayor
• Figs 6 (centro) y 14: dominio público
• Fig 7: foto de Lorena Vázquez Vallin, cortesía del Programa de Arqueología Urbana
• Figs 8 y 9: fotos de Hector Montaño, cortesía INAH
• Fig 10: foto de Abel Badillo, cortesía del Programa de Arqueología Urbana
• Fig 11: foto cortesía del Programa de Arqueología Urbana
• Fig 13: foto de Boris de Swan, cortesía de Editorial Raíces.

This article was uploaded to the Mexicolore website on Jan 20th 2018

Feedback button