Dean Martin, el galán del mínimo esfuerzo | Cultura | EL PAÍS
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Dean Martin, el galán del mínimo esfuerzo

Un repaso a la vida del cantante y actor a través de algunas de sus películas más emblemáticas

Dean Martin y Jerry Lewis entretienen a las tropas estadounidenses en Las Vegas, Nevada (EE UU), el 1 de febrero de 1955.Foto: SAM MORRIS / LAS VEGAS NEWS BURE | Vídeo: EPV

Nada es más elegante que ser auténtico, y Dean Martin lo era. Su paradójica mezcla de caballerosa displicencia lo convirtió en el rey absoluto del mínimo esfuerzo. Un buen tipo, guasón, con una copa y un cigarrillo en la mano y una sonrisa en la boca. Pero que nadie se confunda, cuando había que ponerse serio, sus códigos eran inquebrantables: fue el único del Rat Pack de Sinatra que se negó a asistir a la celebración de la toma de posesión de Kennedy por el veto impuesto a Sammy Davis Jr. y su esposa, la actriz sueca May Britt, por ser una pareja interracial. También era más introspectivo de lo que aparentaba y un hombre de familia, por eso después de la muerte de su hijo Dean en 1987 en un accidente aéreo no volvió a levantar cabeza.

Nacido en 1917 en Steubenville, Ohio, y fallecido 78 años después en su casa de Beverly Hills el día de Navidad de 1995, Dean Martin tuvo siete hijos y tres matrimonios. Su sentido de la familia se extendía al escenario: fue una figura paterna para el cómico que lo lanzó al estrellato, Jerry Lewis, y un hermano para el hombre que le hizo ganar una fortuna, Frank Sinatra. El documental Dean Martin: el rey del cool, dirigido por Tom Donahue y de estreno en Filmin, recupera la incomparable compañía de Dino Paul Crocetti, el hijo de un barbero italiano que antes de dedicarse al mundo del espectáculo fue minero, fontanero, crupier, taxista y boxeador, deporte que abandonó cuando le rompieron la nariz.

Admirador de la manera de cantar de los Mills Brothers, empezó a actuar en pequeñas salas del país hasta que en 1946 se fijó en él Lewis, un genio 10 años más joven. El tándem duraría una década y 16 películas en las que Martin haría el papel de irresistible galán y Lewis, el de nervioso payaso. A partir de ese momento, el cine lo convirtió en una estrella mundial. La televisión, con su popular The Dean Martin show, y sus actuaciones en Las Vegas ensancharían su leyenda. Repasamos su vida a través de algunas de las películas más importantes.

Mi amiga Irma (1949), de George Marshall

El joven payaso, solo e hiperactivo, y el tipo sereno y guapo capaz de soportarlo y quererlo. En 1949, Martin y Lewis firman el contrato con la Paramount que los lanzó al estrellato. Su primera película fue Mi amiga Irma y le siguió un éxito abrumador. Para Lewis, hijo único de una familia disfuncional, Martin se convirtió en el padre que nunca tuvo. En el libro Dean & Me, editado en 2005, Lewis desentraña un vínculo que no se volvió a repetir con nadie, el dolor de aquella ruptura, el silencio entre ambos durante años y el reencuentro final. Su primera actuación había sido en el Club de Atlantic City Skinny D’Amato’s 500 y la última una década después en el Copacabana de Manhattan. Aquella noche, antes de salir al escenario se desearon suerte: “Qué tengas un buen show, Paul”, le dijo Lewis, quien solía llamarlo por su segundo nombre. “Tú también, chico”, le respondió Martin.

Como un torrente (1958), de Vincente Minnelli

Antes de desembocar en el célebre Rat Pack, la relación entre Frank Sinatra y Dean Martin había comenzado por todo lo alto con este melodrama sobre un veterano de la guerra que regresa a su lugar de nacimiento. Sinatra y Shirley MacLaine eran las estrellas y Vincente Minnelli el director. Según Jerry Lewis, Dean Martin trataba a Sinatra con la misma distancia que a todo el mundo, pero a este, como a todos, le gustaba tenerlo siempre cerca. El papel se lo hicieron a medida: un jugador borracho. A partir de ahí, la relación con Sinatra sustituyó a la de Lewis y Sammy Davis Jr, Peter Lawford y Shirley McLaine completarían el círculo de música, noche y casinos que popularizó su nueva familia, el Rat Pack.

El baile de los malditos (1958), de Edward Dmytryk

Quizá no fue la mejor idea medirse de golpe con dos de los mejores actores de la historia, Marlon Brando y Montgomery Clift, pero Martin partía con una sabia ventaja: la de no competir. Se trata de un filme antibelicista del cineasta Edward Dmytryk, uno de los componentes de los Diez de Hollywood y uno de los primeros señalados por la caza de brujas del senador McCarthy. Con su capacidad para atraer a almas solitarias, Dean Martin entabló una buena amistad con Montgomery Clift, que arrastraba el trauma (y las adicciones) derivadas del fatal accidente que destrozó su cuerpo. Fue Clift quien le ayudó a afinar su técnica como actor.

Río Bravo (1959), de Howard Hawks

Río Bravo cambió la carrera de Dean Martin. Uno de los grandes wésterns de la historia y junto a un reparto descomunal: John Wayne, Angie Dickinson y Walter Brennan. Metido en la piel de Dude, un ayudante del sheriff (¡cómo lo mira Wayne!) atrapado por el alcohol, las burlas y la autocompasión, Martin logró su mejor trabajo en una película que incluía un número musical con otro cantante, el joven Ricky Nelson. Martin interpretaba My Pony, My Rifle and Me tumbado y con el ala del sombrero tapándole la cara, con esa elegancia natural tan suya. Actuaría en otros wésterns, sobre todo dos maravillas de Henry Hathaway, Los cuatro hijos de Katie Elder (1965) y El póker de la muerte (1968), pero Río Bravo lo sitúa en el Olimpo del género.

La cuadrilla de los once (1960), de Lewis Milestone

Lo dice Jon Hamm (Mad Men) en referencia al Rat Pack en un momento de Dean Martin, El rey del cool: “Estos fueron los hombres que definieron la actitud masculina”. La cuadrilla de los once, en la que está inspirada el remake (y sus secuelas) de Steven Soderbergh con George Clooney, Brad Pitt y Julia Roberts, era una película de amigos, y se nota. La historia de un grupo de compañeros de armas de la Segunda Guerra Mundial que planean robar cinco de los mayores casinos de Las Vegas unía todo lo que le gustaba al Rat Pack. Martin repetiría con algunos de sus colegas de casino en todo tipo de películas de género, de Todo en una noche (1961), con Shirley MacLaine, a Tres sargentos (1962), Cuatro gángster de Chicago (1964) y Ella y sus maridos (1964), otra vez con MacLaine.

Something’s Got to Give (1964), de George Cukor

El remake de Mi mujer favorita, de Leo McCarey, se quedó en unos 35 minutos y un triste epílogo a la carrera de Marilyn Monroe. Fue su última e inacabada película, la 20th Century Fox la echó del proyecto por sus continuas ausencias, entre ellas la del célebre Happy Birthday dedicado al presidente Kennedy. Fue Dean Martin, que la conocía de mucho antes, quien exigió que el estudio readmitiese a la actriz; sin ella, él también abandonaba el proyecto. El estudio reculó, pero Marilyn fue hallada poco después muerta en su casa de Brentwood. Al menos queda la famosa secuencia de la piscina juntos.

Bésame, tonto (1964), de Billy Wilder

Pese a que no tuvo el éxito de otras de sus películas, Bésame, tonto es tan divertida y mordaz como cualquier comedia escrita por Wilder junto a su coguionista I. A. L. Diamond. En la época, se consideró demasiado subida de tono, pero hoy es un clásico en el que Dean Martin ofrece una genial autoparodia. Su personaje se llama Dino y es un cantante con fama de conquistador que acaba con su coche roto en un pueblo perdido llamado Climax. Allí se cruzará con un compositor y profesor de piano obsesionado con Beethoven (Ray Walston) y una camarera algo burra y despampanante, Kim Novak.

Aeropuerto (1970), de George Seaton

Burt Lancaster, Dean Martin, Jean Seberg, Jacqueline Bisset… y el rey de las películas de catástrofes, George Kennedy. En 1970 Aeropuerto inauguraba un género que mezclaba repartos de relumbrón con desastres megalómanos. Martin interpreta aquí al piloto de un avión que cargaba una bomba. Frente al enorme éxito que había alcanzado en televisión a través de su programa, The Dean Martin show, su carrera en el cine empezó a languidecer participando en películas cada vez más inofensivas. Sus últimos éxitos fueron las comedias de los años ochenta Los locos de Cannonball y sus disparatadas carreras de coches a través de Estados Unidos.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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