Deadman Standing

"Soy propietaria, madame y ramera cuando hace falta", con esta frase se presenta Rosy (Bianca) a un forastero que acaba de llegar a su saloon, Matt (Howell). Estamos en Medecine Lodge (Kansas), corre el año 1873 y el recién llegado pregunta por la célebre matanza de Hyde Park, Newton K.S., ocurrida dos años atrás.
A través de un largo y lento flashback nos cuentan la historia del violento enfrentamiento entre el honesto sheriff Mike McCluskie (Arnold), frente al poderoso propietario que domina en la región con sus esbirros que cuenta con el apoyo de un juez corrupto, Clarence (Rihele), otro sheriff no menos venal y con un hijo cobarde y sanguinario con las mujeres, y es que "Algunos hombres nacen para ser violentos".
La cinta se desarrolla casi en su totalidad en el interior de estos saloones del Oeste, donde se bebe y se juega, "La primera carta no cuenta, la segunda siempre pierde, la tercera puede ganar".
Sin embargo, para nosotros el gran protagonista es la tuberculosis, la peligrosa tisis que por entonces causaba estragos en todo el mundo. En efecto, el bacilo de Koch ha acabado con la vida de la esposa de Mike y está a punto de hacerlo también con la del joven James (Lord), caracterizado aquí como los protagonistas de "La naranja mecánica" por su palidez y por su sombrero. Alguna cucharada de miel tratará de mitigar la tos crónica que padece.
Guión convencional pero bien llevado, con ritmo. Buena interpretación en general, excelente ambientación de interiores (apenas hay escenas exteriores). Sin embargo la película adolece de por su lentitud, con diálogos cortos, frases sentenciosas y largos silencios. Con todo una película interesante.

Con la proliferación actual de nuevas películas del Oeste, pasa como en la época dorada de éste género, hay buenas, regulares o del montón y malas.
Esta pertenece al segundo grupo. Es una película entretenida, pero con unos argumentos desgastados por su uso. Un capataz tirano y egoísta, sus secuaces muy malos, un sheriff bueno y educado, y unas chicas oprimidas. Eso sí, mejor que muchas de las que se pueden ver por la televisión en algún canal en abierto.

La mayor parte de la película es un flashbak contado por una madame, Rosie (Viva Bianca) a un elegante forastero (C. Thomas Howell) en un típico salón, bien ambientado.
Ella le cuenta los hechos que ocurrieron en Hyde Park, en un tiroteo del que salió triunfante el que menos se esperaba.

Se ha tratado con cuidado todo lo que son interiores y la luminosidad de los mismos, recreando un ambiente muy próximo a lo que podía ser a finales o mediados del siglo XIX en el Oeste.
Los exteriores son correctos, si bien son intrascendentes en el devenir de la cinta.
El vestuario igualmente acertado, pero aquí hay que hacer un matiz. Hay escenas en las que los trajes que llevan están minuciosamente planchados, sin arrugas ni una gota de polvo, y los sombreros parecen que acaban de salir de un tienda.

Malas actuaciones junto con un guión pésimo. Los personajes están todo el rato diciendo frases grandilocuentes y fuera de contexto. Los malos se dejan pegar siendo todo irreal, también algunos buenos. Se mete una llave para abrir una celda y no hace falta girarla para que la puerta se abra, minutos 18:30, justo cuando dejé de ver este bodrio.