Un combate desigual

David y Goliat, el nacimiento del reino de Israel

David with the Head of Goliath Caravaggio (c 1606 7)

David with the Head of Goliath Caravaggio (c 1606 7)

En este óleo, Caravaggio evocó dramáticamente el triunfo de David sobre el gigante filisteo. Siglo XVIII. Galería de los Maestros. Museo de Historia del Arte, Viena.

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Corre el año 1020 a.C. En el valle de Elah, a 25 kilómetros al suroeste de Jerusalén, están alineados, frente a frente, los ejércitos de los filisteos y los israelitas. Durante cuarenta días, el más temible guerrero filisteo, el gigante Goliat, se ha adelantado a sus tropas y, luciendo su imponente armamento de bronce –yelmo, coraza, grebas y lanza–, ha retado a los israelitas a que presenten un campeón que luche contra él en duelo singular. «Escogeos un hombre y que baje a mí», grita Goliat a los batallones de Israel. «Si peleando conmigo, me vence y me mata, seremos vuestros siervos, y si le venzo yo, seréis nuestros siervos». 

Pero un día tras otro, el temor se apodera de los israelitas, y nadie se ofrece voluntario para esa tarea. Mientras el desánimo cunde entre sus filas, la soberbia se apodera de los filisteos. Pero, ¿cómo han llegado ambos pueblos hasta allí? ¿Y cuál es el motivo de la guerra que dará lugar a uno de los más famosos episodios bíblicos? Para comprenderlo, debemos remontarnos a unos trescientos años atrás, cuando los israelitas ocuparon Palestina.

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El largo camino de los israelitas

Según el relato histórico-mítico de la Biblia, los israelitas habían permanecido cautivos en  Egipto hasta que salieron de este país guiados por Moisés, quien los llevó a las puertas de Palestina, la tierra cuyo dominio les había prometido su dios, Yahvé. Dirigidos por el sucesor de Moisés, Josué, arrebataron este territorio a los pueblos que vivían allí. 

De acuerdo con el libro bíblico de Josué, en esta época, que deberíamos situar en el siglo XIII a.C., Israel no era más que una confederación de tribus repartidas por el territorio, unidas por un presunto origen común y por ciertas señas de identidad que las distinguían de los demás pueblos. Las más importantes eran las leyes que Moisés les había dado en nombre de Yahvé y el Arca de la Alianza, que contenía las tablas de la ley y donde se consideraba que Yahvé estaba presente.

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Cuando sucedió a Saúl en el trono, David conquistó Jerusalén, a la que hizo su capital y adonde trasladó el Arca de la Alianza. En la imagen, la llamada torre de David, en Jerusalén
 

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El libro de los Jueces nos retrata una época  posterior, entre 1200 y 1020 a.C., en la que estas tribus combatían a pueblos vecinos que amenazaban su existencia. En momentos de crisis, surgía un juez o sofet que unía a las tribus, vencía al enemigo y salvaba a Israel. El libro de los Jueces presenta los hechos como un relato continuo, pero en realidad no es más que una historia políticamente correcta, que muestra cómo Yahvé protegía a su pueblo si éste no caía en la idolatría. 

Además, las amenazas no afectaban a todas las tribus, sino a las que vivían junto a cada enemigo concreto. Sin embargo, en cierto momento, entre 1050 y 1020 a.C., y tras algunas duras derrotas, las tribus se unieron bajo un único rey, Saúl, para hacer frente a una amenaza que excedía las posibilidades de cualquier tribu por separado: los filisteos. 

La llegada de los filisteos

Según el libro bíblico del Génesis, los filisteos son descendientes de Cam –el hijo de Noé considerado padre de los pueblos del África negra–. Un hijo de Cam, Mizraim (es decir, Egipto), engendró a varios pueblos, entre ellos «los kaftoríes, de donde procedieron los filisteos». Kaftor, la isla de los kaftoríes, se identifica con Creta, lo que hace que esta información resulte confusa, ya que por una parte se atribuye a los filisteos un origen africano-negro, mientras que, por otra parte, se afirma que proceden de una isla del Egeo. 

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Esta pintura mural, procedente de la sinagoga de Dura Europos, muestra el Arca de la Alianza en manos de los filisteos, que la consiguieron tras derrotar en Eben Ezer a los israelitas.
 

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Sin embargo, para los redactores bíblicos no hay contradicción: estos filisteos «proceden» de Kaftor, pero son un pueblo vecino a Israel que habita en una franja de la costa mediterránea que se correspondería aproximadamente con la actual Gaza. Dicha región estaba gobernada por cinco «príncipes» filisteos, cada uno de ellos con sede en una capital: Gaza, Ashdod, Ascalón, Gat y Ekrón. 

Pero, ¿realmente los filisteos provenían del Egeo? Dirijamos nuestra mirada más al sur, a Egipto. Las fuentes egipcias cuentan que durante los reinados de Merneptah y Ramsés III, en torno a 1200 a.C., los llamados Pueblos del Mar, venidos principalmente de Anatolia y del Egeo, llegaron por tierra y por mar hasta el delta del Nilo, donde fueron rechazados por las tropas de los faraones. 

Medinet Habu Ramses III14

Medinet Habu Ramses III14

Guerrero filisteo. Relieve del templo de Ramsés III en Medinet Habu. Hacia 1166 a.C.
 

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Aquella derrota obligó a algunos de estos pueblos a asentarse en la costa meridional de Palestina, y se ha propuesto que uno de los Pueblos del Mar mencionados en los textos egipcios, los peleset, podrían ser los filisteos del relato bíblico; hipótesis que descansa en la semejanza fonética entre ambos nombres, pero que no es aceptada por todos los historiadores. Y allí, en la región de Gaza, chocaron filisteos e israelitas.

Guerra en Palestina

En el reparto de la Tierra Prometida entre las tribus israelitas, a la de Dan le había correspondido una pequeña extensión con salida al mar, justo al norte del país de los filisteos; de hecho, la Biblia dice que Ekrón pertenecía a Dan (Josué 19, 40-46). Así, pues, en el origen del conflicto encontramos a dos grupos étnicos diferentes que reclaman un mismo territorio.

Al principio, los filisteos aparecen como enemigos de Sansón, juez de la tribu de Dan que forja su fama derrotándolos en incontables ocasiones y que cae víctima de Dalila, una prostituta que vivía en la ciudad filistea de Gaza. En este punto, la Biblia nos ofrece cierta información sobre los filisteos: no se circuncidan, lo que significa que no son judíos ni están emparentados con otros muchos pueblos de la zona que seguían la misma práctica, como los egipcios, los moabitas y, probablemente, los fenicios. Además, adoran a Dagón, dios de la fertilidad, cuyo templo principal se encontraba en Ashdod. 

David and Saul (Ernst Josephson)   Nationalmuseum

David and Saul (Ernst Josephson) Nationalmuseum

La Biblia refiere que David aliviaba los accesos de ira del rey Saúl con la música de su arpa, como muestra este óleo del siglo XIX.
 

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Se nos dice también que «en aquella época los filisteos dominaban a Israel» (Jueces 14, 4), una superioridad basada en la posesión de armas de hierro y la existencia de artífices que las fabricaban, algo de lo que carecían las tribus de Israel (1 Samuel 13, 19-20). Dan acaba cediendo, y el conflicto se extiende a las tribus vecinas de Efraín, Benjamín y Judá, pues los filisteos presionan en dirección este, hacia el centro montañoso del país. 

Los enfrentamientos –y las derrotas, en especial la batalla de Eben Ezer, que acaba con el Arca de la Alianza en poder de los filisteos durante siete meses (1 Samuel 5, 1-7)– se prolongan toda la época de los Jueces hasta el reinado de Saúl, que muere a causa de una derrota contra los filisteos (2 Samuel 31). Pero antes de que esto ocurra, surge la figura de David. 

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El Muro de las Lamentaciones. Sus piedras son los restos del segundo Templo de Jerusalén, que Herodes el Grande construyó sobre los restos del primer Templo, erigido por Salomón, el hijo de David
 

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Regresemos ahora al valle de Elah, con el gigante Goliat buscando un rival. Este reto no es un caso único. En las guerras del mundo antiguo, como sabemos a través del mundo griego, era habitual el combate entre campeones para evitar matanzas inútiles. De hecho, todo el episodio de David y Goliat desprende un curioso aroma a epopeya homérica. Basta comparar, por ejemplo el desafío bíblico de Goliat (1 Samuel 17, 3-11) con el de Alejandro y Menelao o el de Aquiles y Héctor en la Ilíada de Homero

Entre la Biblia y la Ilíada

David es un héroe de origen humilde, un pastor de Belén que se acerca al campamento israelita donde se encuentran sus hermanos sirviendo como soldados del rey Saúl. A diferencia del resto de grandes figuras bíblicas elegidas por Yahvé (Abraham, Josué, Moisés, etc.) contamos con una pequeña descripción física de David, «rubio, de hermosos ojos y grato aspecto» (1 Samuel 16, 12), un detalle que, de nuevo, lo acerca más al modelo de héroe homérico «semejante a un dios» que al de patriarca bíblico. Más adelante sabremos también de la especial amistad que unió a David con Jonatás, hijo del rey Saúl, y del profundo duelo que guardó David tras la muerte de su compañero, otro rasgo singular que nos recuerda la estrecha relación de Aquiles y Patroclo en la Ilíada. 

Al tener noticia del desafío, David pide permiso al rey Saúl para enfrentarse al gigante. Lo que sucede a continuación –cómo David mata a Goliat con una piedra lanzada con su honda– es de sobra conocido, aunque por lo general se olvidan pequeños detalles, como la airada reacción de los propios hermanos de David, que le acusan de desatender sus obligaciones como pastor: «¿A qué has bajado aquí y a quién has confiado aquel poco rebaño en el desierto?» (1 Samuel 17, 28).

Pesellino, Story of David and Goliath & The Triumph of David 1440 50  London NG 2

Pesellino, Story of David and Goliath & The Triumph of David 1440 50 London NG 2

En pleno Renacimiento, Pesellino recreó en esta pintura los diversos episodios del relato bíblico sobre el duelo entre David y Goliat, que el artista muestra de forma simultánea.
 

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La muerte de Goliat marca el inicio de un cambio de tendencia, pero aún ocurrirán muchas cosas antes de la derrota definitiva de los filisteos. Durante los años siguientes, los celos de Saúl obligarán a David a vivir como un forajido, llegando a servir como mercenario de los filisteos (1 Samuel 27). Al morir Saúl, David ascenderá al trono de Israel, desde el cual tanto él como sus sucesores Salomón y Roboam continuarán combatiendo a los filisteos, que irán perdiendo importancia hasta desaparecer de la historia antes del siglo VI a.C.  

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La importancia de los filisteos posiblemente descansa en que su existencia forzó a las tribus israelitas a unirse, dando lugar al nacimiento del reino de Israel. Además, el pueblo del gigante Goliat ha proporcionado el nombre por el que hoy en día se conoce en lengua árabe a esa región, Falistin, y su equivalente en nuestro idioma: Palestina.